"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

sábado, 23 de mayo de 2009

LAS UPANISAD: UNA PUERTA AL HINDUISMO

Publicado en "Intercambios Monásticos" por José Antonio Vázquez

Hinduismo: La religión eterna

El Hinduismo es la religión más antigua de las actualmente existentes, con unos cuatro mil años de antigüedad.

Su origen se remonta a la fusión de las culturas autóctonas de Mohenjodaro y Harappa con la religión de los invasores indoarios que emigraron a la india en torno al segundo milenio antes de Cristo. Estos pueblos, en un primer momento nómadas y pastores, penetraron en la India a través de los pasos del noroeste de la altiplanicie irania y de Afganistán, asentándose en la fértiles riberas del río Sindhu, hoy llamado Indus, transformándose en agricultores.

Su nombre procede precisamente de este río, ya que los persas los designaron con el nombre del río en torno al cual habitaban, pronunciándolo a su modo, es decir, Indus y no Sindhu. En un primer momento el término tenía un sentido territorial y geográfico, pero con la evolución del tiempo adquirió un significado religioso. Hoy son hindúes los que profesan la religión indoaria en cualquiera de sus múltiples formas e indios los naturales de la India, sea cual sea su religión (cristianos, musulmanes, sikhs, budistas...).

El Hinduismo es el desarrollo espontáneo de la conciencia religiosa india que ha ido evolucionando y adaptándose a las diversas mentalidades de los diferentes pueblos que habitan la India y a los diferentes saltos de conciencia que ha ido atravesando la humanidad. Esta religión, que no tiene un fundador conocido, no cuenta con una organización única ni tiene una autoridad central, se ha convertido en el fenómeno religioso más complejo y rico de la humanidad. Su tolerancia, su capacidad de adaptación y flexibilidad le ha permitido enriquecerse con las aportaciones de las otras religiones y culturas y, a su vez, ha influido, prácticamente, en todas las grandes religiones actuales. Por eso, los hindúes llaman a su religión la Sanatana Dharma, es decir, la religión eterna, porque representa el patrimonio religioso colectivo de la humanidad, la síntesis de toda la sabiduría religiosa y mística colectiva.

El Hinduismo viene a ser una liga de religiones, un mosaico en el que se encuentran toda clase de manifestaciones de la experiencia religiosa, desde las más primitivas y elementales hasta las especulaciones y la espiritualidad mística más elevadas. Radhakrisnan uno de los estudiosos contemporáneos del hinduismo, dice que “El Hinduismo es más una forma de vida que un modo de pensar... Teístas y ateos, escépticos y agnósticos pueden ser hinduistas con tal de que acepten el sistema hinduista de cultura y de vida”.[1]

A pesar de esta libertad y espontaneidad que reina en el hinduismo no debemos pensar que es un conjunto desarticulado y dividido, si algo caracteriza al hinduismo es su capacidad de mantener la unidad en medio de la pluralidad de sus diversas manifestaciones y su asombrosa vitalidad. Todo ello en un clima de libertad de pensamiento y de búsqueda de la experiencia religiosa personalizada, que contradice un discurso, que quiere hacerse dominante en algunas religiones, que introduce miedo a la diversidad, identificándola como causante de división y tensiones. La fuente de éstas no hay que buscarla en el pluralismo sino en la intolerancia y la inflexibilidad, en la tendencia de una parte del discurso religioso a imponer modelos únicos de pensamiento e impedir la libertad en la experiencia religiosa.

Si algo llama la atención, a un occidental, del hinduísmo es que la ortodoxia de la religión hindú se ha esforzado siempre por acoger y aceptar las diversas corrientes renovadoras que han ido apareciendo en el seno de la religión; su tolerancia es envidiable y es signo de la profundidad humana y espiritual de las autoridades del hinduismo. La recompensa hacia esta actitud es que se ha mantenido la unidad y que los reformadores no han querido romper con la institución al ver que eran respetados por ella. Esto le ha permitido al hinduismo asimilar muchas de la nuevas energías, enriqueciéndose con las novedades, y manteniendo hasta hoy un dinamismo, creatividad y vitalidad difícil de encontrar es otros ámbitos religiosos. Sólo en los últimos tiempos ha aparecido una corriente fundamentalista hinduista.

Mircea Eliade nos dice que “el número ínfimo de’ herejías’ que ha marcado los tres mil años de vida religiosa india se debe por un lado, a los incesantes esfuerzos de las innumerables sectas y corrientes para validarse en el seno de la tradición, y por otro lado a la incesante acción asimilativa e ‘hinduizante’ de la ortodoxia”.[2]

La clave para entender este perpetuo dinamismo de la historia religiosa india está en dos elementos: Por un lado, el constante uso de la hermeútica, que ha permitido la reinterpretación de las Escrituras Sagradas, adaptándolas a las nuevas mentalidades sin perder lo esencial y, por otro lado, la lucha incesante contra el ritualismo, mediante la potenciación de la mística, que es el centro de la religión hindú[3].

Esto ha supuesto dos consecuencias: La primera, los ritos siguen estando vivos y han conservado su valor simbólico, permitiendo interpretaciones diversas pero esencialmente unidas. Y, en segundo lugar, las Escrituras Sagradas han seguido manteniendo un prestigio y significatividad para todos los hindúes, admitiéndose también una diversidad de interpretaciones como algo normal y evidente.

Las Escrituras Sagradas del Hinduismo: Sruti y Smriti.

Las Escrituras Sagradas del hinduismo se dividen en los escritos revelados propiamente (Sruti) y los que constituyen la tradición oral puesta por escrito (smriti), ambos en sánscrito.

Son revelados:
- Los Vedas, que son cuatro, Rig-Veda, Yajur-Veda, Sama- Veda y Atharva-Veda. Son el centro de la religión hindú. Su aceptación diferencia a un hindú de quien no lo es. Están constituidos por un conjunto de himnos litúrgicos, mágicos, filosóficos, morales, sociales, mitos y leyendas.
- Los Brahmana, son tratados litúrgicos.
- Los Aranyaka, una interpretación alegórico- mística de los ritos hindues.
- Las Upanishad, catorce textos que exponen las doctrinas místicas del hinduismo.

La Tradición estaría constituida por el resto de escritos religiosos hindúes, no siendo algunos de ellos reconocidos por todas las corrientes, lo que no impide que estas corrientes sean consideradas perfectamente ortodoxas. Podríamos citar:

- Los sutra, textos para ser memorizados por los liturgistas.
- Los Darma-sastra, textos legales entre los que sobresale el Código de Manu.
- Los Purana, enseñanzas religiosas.
- Las grandes epopeyas como el Mahabharata, en donde está la famosa Bhagavad-Gita, y el Ramayana.
- Los escritos de las diversas darsanas, que más que escuelas son diferentes puntos de vista a la hora de reflexionar sobre la doctrina hindú. Entre ellas cabe citar: Mimansa (reflexión sobre los vedas), Nyasa (la lógica), Vaisheshika (teoría atomista), Sankha (cosmología), el Yoga (técnica psicofísica basada en el sankha) y el Vedanta, la doctrina mística hindú basada en las Upanishad.[4]

La Importancia del Vedanta:

El Vedanta es una escuela mística hindú, que hoy es considerada la más importante y característica. Vedanta significa “fin del Veda”, en un doble sentido: Por un lado porque se basa en las Upanishad, que son los textos que ponen fin a la Revelación hindú, los Vedas. Pero por otro lado, su doctrina se refiere a la manera de llegar al conocimiento supremo que elimina toda ilusión, es decir, el modo de llegar a la experiencia mística hindú, que como señalé se ha convertido en el centro y la finalidad fundamental de la religión.

El Vedanta “fue coordinado sintéticamente, lo que no quiere decir sistematizado en los brahmasutras”.[5]

Estos sutras fueron comentados por dos grandes místicos hindúes: Sankara y Ramanuja.

Sankara es el máximo exponente de la doctrina más característica del Vedanta, y por extensión, del Hinduismo, la doctrina de la no dualidad (advaita).

Sintéticamente esta doctrina viene a decir que Brahma (la Realidad última) “puede ser llamado solamente ‘sin dualidad’ porque estando más allá de toda determinación... no puede estar caracterizado por ninguna atribución positiva”.[6]

El Vedanta hace una crítica a toda visión antropomórfica, abstracta o conceptual de la divinidad, así como a toda visión dualista de la realidad. Para el no dualismo el mundo sólo se diferencia de Brahma de manera ilusoria, aunque Brahma es totalmente distinto del mundo. No hay aquí ningún panteísmo.

El fin de la religión es liberarnos de toda ilusión incluso de las ilusiones producidas por la imágenes religiosas, porque sólo cuando se libera uno de la ignorancia se alcanza la libertad. Esto es la experiencia mística hindú, más allá de imágenes, de ritos, de ideas, de sentimientos hemos de desidentificarnos de estas ilusiones y alcanzar una experiencia de aprehensión directa de la realidad que nos lleva a la identificación con lo Universal. Es un ir más allá de la mente y de todas las ideas que nos hayamos hecho sobre Dios o nosotros mismos. Es un ir más allá de la religión hasta la experiencia mística. La religión no es el fin, lo es la mística.

Las Upanishad

Son los textos de la Revelación hindú que sintetizan la doctrina mística hindú y que son expresión de la transformación que supuso el paso del predominio del ritualismo como núcleo de la experiencia religiosa al predominio de la mística como centro y fundamento del hinduismo. Se puede decir que hoy el hinduismo es lo que es por la aceptación de las Upanishad, como el núcleo de la religión hindú. Por eso los hindúes dicen que las Upanishad son la puerta de acceso al hinduismo.

La Upanishad son “una reacción pacífica de los intelectuales contra las insoportables exageraciones de las observancias rituales”.[7]

Ellas mostraron al hinduismo el camino para liberarse del ritualismo y moralismo mediante la hermenéutica, es decir, mediante una interpretación simbólica de los ritos y prescripciones legales, que los devolvía a la experiencia que los había fundamentado. Se han convertido, por ello, en textos liberadores para cualquier religión aquejada de estos males. Una referencia para los que intentan vivir la mística de cualquier religión o tradición, como decía A. Schopenhauer “su lectura es la más iluminadora del mundo. Ha sido el consuelo de mi vida y será el de mi muerte.[8]

El fundamento de las Upanishad es la idea de que la religión tiene como fin llevarnos a una experiencia directa de la realidad más que adoctrinarnos en una serie de practicas rituales o morales que nos den una identidad religiosa frente a otros. Ser fieles a nuestra religión no consiste en mantener nuestra identidad religiosa sino en desidentificarnos de nuestras ideas y prejuicios para poder alcanzar la realidad tal y como ésta es. Las ideas religiosas son obstáculo si nos impiden abrirnos a la realidad.

“¡Condúceme de lo irreal a lo Real!” dice la Brhadaranyaka Upanishad I,3.

Para las Upanishad la realidad no se conoce desde la especulación o la razón sino desde una experiencia mística más allá de la mente, en la que tomamos conciencia de nuestra comunión con Dios y con toda la realidad. Esta idea la expresan diciendo que Brahman es Atman. Brahman es la realidad autoexistente, principio del Universo. Atman es la realidad más íntima y esencial de todas las cosas, en especial, del hombre.

La experiencia mística de las Upanishad es “la experiencia de que la realidad suprema origen y fin del Universo, es la misma que se descubre como la realidad más profunda y permanente del hombre mismo”.[9] Esta idea aparece por todas partes en las Upanishad, expresada mediante la frase sánscrita tat tvam asi (y eso eres tú), es decir, Brahman es el mismo Atman y eso eres tú.

Esta idea de que la realidad es la comunión de Atman y Brahman, hizo que los buscadores hindúes de la realidad profundizarán como nadie en el conocimiento interno de la conciencia humana buscando esa realidad y la experiencia de conocimiento directo de la misma, que llaman moksa o liberación.

La Mandukya Upanishad habla del proceso de búsqueda del Atman y define cuatro estados de conciencia que se tienen que atravesar para llegar a la experiencia de Iluminación: El estado de vigilia, el estado de sueño, el estado de sueño sin sueños y el de Turiya o de liberación final.

En el estado de vigilia la conciencia se identifica con los objetos externos. En el de sueño con los objetos internos de la imaginación, el estado de sueño sin sueños es una liberación temporal de los deseos y miedos, es una unión temporal de Atman y Brahman pero sólo en el estado de Turiya se produce la liberación final y la identificación permanente de Atman y Brahman. “No es consciente ni inconsciente... indefinible, su esencia es la certeza de sí mismo... tranquilo, benigno, no dual”.

Para la Amrtahindu Upanishad este estado de Turiya se corresponde al Samadhi, es decir, el retorno de nuestra conciencia a la Unidad más allá del tiempo o conciencia de no dualidad, como dice el Vedanta.

Las Upanishad no son un conjunto de libros teóricos, son la puesta por escrito de la enseñanza que daban los maestros en los bosques, su nombre significa “enseñanza aprendida al pie de un maestro”. Son, por lo tanto, enseñanzas teórico- prácticas que intentan indicar los medios para alcanzar la realización de la liberación, sabiendo que la experiencia es algo único e incomunicable que corresponde a cada uno alcanzar y que nadie puede producir en otro.

Como en otras corrientes místicas entre las prácticas más importantes están las físicas ( como el lograr la posición recta de la columna vertebral p. e.) ,entre ellas destaca el control de la respiración.

La chandogya Upanishad V,19, dice “el verdadero sacrificio consiste en las oblaciones de la respiración”.

Entre las prácticas espirituales destaca la meditación. Se recomienda meditar sobre la sílaba OM, como modo de concentrar y transcender el pensamiento.

La Katha Upanishad (II,15) afirma: “Las palabras que todos los Veda enseñan... esto te lo revelo brevemente: es OM”.

Y, por último, se habla de la importancia del maestro, el Gurú como guía en el camino espiritual.

El Evangelio: ¿Una Upanishad cristiana?

No es difícil encontrar similitudes entre el Evangelio y la experiencia de comunión con el Absoluto que las Upanishad describen. Todos recordamos el Evangelio de Juan en el que Cristo expresa el deseo de que sus discípulos sean Uno como el Padre y él son uno. Su lenguaje está muy cerca del lenguaje de una Upanishad.

Para muchos ésta es la esencia del mensaje cristiano; es evidente que no pueden identificarse absolutamente ambas experiencias, pero sí es posible determinar elementos comunes, que nos remiten de alguna manera a una experiencia que tiene algunos elementos de similitud, lo cual abre la puerta a un diálogo espiritual profundo entre el cristianismo y el hinduismo, que pueden aprender mutuamente uno del otro. R. Panikkar afirma que para los cristianos en el hinduismo hay un Cristo desconocido que hemos de descubrir.

La Mística Cisterciense: Una Mística No-dualista.

Aparte de que sería muy interesante una comparación entre los cuatro grados de conciencia descritos por las Upanishad y los cuatro grados del Amor (que para los cistercienses es un tipo de conciencia) de San Bernardo, no cabe duda que también es fácil encontrar similitudes entre la experiencia de unificación descrita por las upanishad y las experiencias de la Mística Cisterciense, que también habla de ir más allá de la dualidad y de alcanzar una unidad entre el hombre y Dios.

Por ejemplo, para Guillermo de Saint-Thierry “la gracia de la santa simplicidad no es más que la eliminación de toda dualidad y de toda discordancia”.[10] Y esa simplicidad es la meta que buscan los monjes.

La meta del camino espiritual cisterciense es también la Unidad con el absoluto, es decir, alcanzar la realización de un modo de conciencia no dualista, que nos saque de la ilusión y nos lleve a vivir en la realidad más allá de nuestros conceptos mentales. Así, más allá de la virtud, dice Guillermo, “existe aún otra semejanza con Dios superior a ésta... debe llamarse Unidad de Espíritu. Hace al hombre uno con Dios, un solo espíritu”.[11]

Quiero terminar recordando la enseñanza de San Bernardo centrada toda ella en el amor a la encarnación de Cristo, que se hace hombre para hacerse amar. Esta es la razón de la Encarnación, según Bernardo, hacerse Dios hombre para hacerse amar por los hombres.

Sin duda resulta emocionante para cualquier cisterciense encontrar esta idea en la boca de uno de los místicos más importantes de la India, Ramanuja, que dice en el Gita-bashya I que Dios “Desciende... para hacerse accesible a los hombres, hecho semejante a nosotros. Así se revela al mundo manifestándose a los ojos de todos, y realiza obras tan maravillosas que atraen las miradas y los corazones de todos, sean nobles o plebeyos”.












[1] D. Acharuparambil, Espiritualidad Hinduista, BAC, Madrid. 1982, p.4.
[2] M. Eliade, Yoga, Inmortalidad y Libertad, La Pléyade, Buenos Aires, 1988, p.117.
[3] Ibíd. P.118.
[4] Una buena síntesis de las Sagradas Escrituras del hinduismo se encuentra en L Renou, El hinduismo, Paidos, Barcelona, 1991.
[5] R. Guenon, Introducción al estudio de las doctrinas Hindúes, Los Creadores, Buenos Aires, 1988, p. 243.
[6] Ibíd. P.244.
[7] D. Acharuparambil, o.c. p.124.
[8] Ibíd. p. 125.
[9] Ibíd. p.130.
[10] J. M. De la Torre, Guillermo de Saint-Thierry un formador de creyentes, Publicaciones claretianas, Madrid, 1993, p.214.
[11] Guillermo de Saint-Thierry, Carta de Oro, n.262.

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