Resulta sorprendente la reacción de algunos teólogos progresistas con respecto a la propuesta de reprobación del Papa por el Parlamento español, después de sus desafortunadas palabras sobre el preservativo y el sida, pronunciadas en su viaje a África.
Muchos de estos teólogos críticos consideran improcedente esta iniciativa, comparándola a una injerencia del mundo laico en el munod eclesial. Es decir, lo que ha hecho la Iglesia tanto tiempo, pero al revés.
No comparto esta opinión. Creo que sería una injerencia que el Parlamento dijera cúal es el sentido del dogma de la trinidad o si es verdad o no la teoría de la relatividad. Pero cuando un científico o un religioso manifiesta una opinión en materia social deben aceptar las críticas desde los ámbitos políticos y sociales. No todo lo dicho por los religiosos es materia de fe.
En el fondo, me temo que en la Iglesia seguimos con dificultades para vernos "desde fuera" como un sujeto más dentro de una sociedad plural y democrática. Estamos sometidos a críticas como cualquier otro, al igual que podemos manifestar con respeto y tolerancia nuestra opinión, que muchas veces será plural y diversa. No todos los católicos pensamos igual.
Podrá ser más o menos oportuna la decisión, y creo que gracias a que en el partido socialista hay gente más sensata que los provocadores dirigentes de la jerarquía episcopal español, no saldrá adelante, pero la acción es legítima sin duda ninguna.
Quizá más que dolerse y escandalizarse sería mejor preguntarse si esta reacción no viene condicionada por la constante actividad política de la jerarquía eclesial, que no parece encontrar su sitio en la democracia española y quiere seguir teniendo un poder y unos privilegios fuera de lugar.
La mala cabeza de muchos de nuestros jerarcas, más centrados en interesés políticos y estrategias de poder, que en buscar la experienca de Dios y trabajar por construir con todos una sociedad más justa, más solidaria, más libre y democrática, está generando, a veces, un clima de tensión social absolutamente inapropiada.
¿No será ya hora de empezar a cambiar actitudes autoritarias, poco dialogantes y provocadoras dentro de las cabezas visibles de la jerarquía eclesiástica?.
Muchos de estos teólogos críticos consideran improcedente esta iniciativa, comparándola a una injerencia del mundo laico en el munod eclesial. Es decir, lo que ha hecho la Iglesia tanto tiempo, pero al revés.
No comparto esta opinión. Creo que sería una injerencia que el Parlamento dijera cúal es el sentido del dogma de la trinidad o si es verdad o no la teoría de la relatividad. Pero cuando un científico o un religioso manifiesta una opinión en materia social deben aceptar las críticas desde los ámbitos políticos y sociales. No todo lo dicho por los religiosos es materia de fe.
En el fondo, me temo que en la Iglesia seguimos con dificultades para vernos "desde fuera" como un sujeto más dentro de una sociedad plural y democrática. Estamos sometidos a críticas como cualquier otro, al igual que podemos manifestar con respeto y tolerancia nuestra opinión, que muchas veces será plural y diversa. No todos los católicos pensamos igual.
Podrá ser más o menos oportuna la decisión, y creo que gracias a que en el partido socialista hay gente más sensata que los provocadores dirigentes de la jerarquía episcopal español, no saldrá adelante, pero la acción es legítima sin duda ninguna.
Quizá más que dolerse y escandalizarse sería mejor preguntarse si esta reacción no viene condicionada por la constante actividad política de la jerarquía eclesial, que no parece encontrar su sitio en la democracia española y quiere seguir teniendo un poder y unos privilegios fuera de lugar.
La mala cabeza de muchos de nuestros jerarcas, más centrados en interesés políticos y estrategias de poder, que en buscar la experienca de Dios y trabajar por construir con todos una sociedad más justa, más solidaria, más libre y democrática, está generando, a veces, un clima de tensión social absolutamente inapropiada.
¿No será ya hora de empezar a cambiar actitudes autoritarias, poco dialogantes y provocadoras dentro de las cabezas visibles de la jerarquía eclesiástica?.
Es más, consideran que el poder político no tiene derecho a inmiscuirse en el religioso pero sí al contrario. El Papa puede decirles a los políticos que se equivocan pero los políticos no pueden criticar al Papa cuando habla de aspectos que nada tienen que ver con la fe. A veces da la sensación que la Iglesia quedó anclada en la Edad Media. Tu última pregunta es todo un reto que tendría visos de resolverse si esas cabezas visibles fueran conscientes de sus actitudes. O tal vez sí lo son pero juegan a que no lo saben. Necesitamos otro Tarancon y otro Juan XXIII.
ResponderEliminarDesgraciadamente de los "pesos pesados" de la actual jerarquía no es probable esperar cambios en positivo. Pero sé que hay otros integrados en la institución muy incómodos por la actual dirección, que hace tiempo ha perdido el sentido de la realidad. Ojalá que poco a poco gente que está callada se atreva a expresarse con libertad.
ResponderEliminarCuando el concilio Vaitcano II nadie podía prever el giro que iba a tener lugar, así que no es imposible "otra Iglesia". Eso sí ahora hay que hacer las cosas bien y cambiar de verdad, que la curia no nos la vuelva a jugar. Mientras estamos en una situación de parada y marcha atrás que a quienes m,ás perjudica es a nosotros mismos. Yo también añoro la época de Tarancón y Jaun XXIII, aunque ahora hay que ir más lejos, un nuevo paradigma ecuménico y una iglesia demopcrática de verdad.