"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

martes, 26 de julio de 2011

Breivik (masacre en Noruega): Una ideología pseudo-cristiana de crimen, por X. Pikaza.




Se dice que el crimen es crimen, por encima de las ideologías, y de alguna forma es cierto. Pero es cierto también que algunas ideologías desembocan en el crimen, y entre ellas de un modo especial la de A. Breivik, autor del atentado sangriento de Oslo y de la masacre increíble de la isla de Utoya (11, 7 11), con más de ochenta muerte, gran parte de ellos niños, en Noruega.

El doble crimen de A. Breivik sigue conmocionando al mundo, y son muchas las preguntas y cuestiones que siguen abiertas, en un plano político y policial, psicológico y social. Pero hay una que en la que yo puedo ofrecer una pequeña reflexión: La Ideología de fondo de A. Breivik, tal como aparece en un vídeo, con su declaración de intenciones, y en algunas de las páginas de su largo y tedioso manifiesto político de fondo (vídeo y manifiesto que pueden encontrarse fácilmente en diversos buscadores y trabajos de periódico) es una ideología de muerte.

Posiblemente, A. Breivik está loco y pase el resto de sus días en un tipo psiquiátrico penitenciario, pero es un loco muy cuerdo, que sabe lo que hace y lo que quiere. Miguel de Unamuno decía, en una página genial, que un loco es aquel que ha perdido todo, menos la razón, un tipo de razón unidimensional, exclusivista.

¡Cuidado con la ideología pseudo-cristiana de A. Breivik, no nos dejemos contaminar con ella...! ¡Cuidado! No todos los que se deslizan por la pendiente de esa ideología matan, no todos llegan a las mismas conclusiones... Pero se trata de una ideología de crimen.

A. Breivik: Una ideología de muerte

A. Breivik tiene una razón de tipo antimarxista (contraria a la política de izquierdas) y contraria a la mezcla de razas y culturas. En ese sentido puede hallarse cerca de los nazis. Pero hay unas grandes diferencias:
(cf.
http://publicintelligence.net/utoya-gunman-anders-behring-breivik-video-manifesto/
http://www.youtube.com/verify_age?next_url=http%3A//www.youtube.com/watch%3Fv%3DJ0ygmgXXD10
http://www.youtube.com/watch?v=oXlf4SmM0GI)

a. Los nazis eran anti-judíos. Breivik (con su grupo) es, en cambio, pro-judío y anti-musulmán, de manera que diversos medios han logrado hallar semejanzas entre su discurso anti-musulmán y el discurso anti-palestino de algunos políticos judíos de Israel.

b. Los nazis buscaron el Tercer Reich de Alemania. El primero habría sido el Reich del Sacro Imperio Romano Germánico. El Segundo el que empezó el año 1870 (el Estado Prusiano). El tercero sería el de Hitler, para dominar el mundo entero. Breivik, en cambio, es partidario de una nueva Europa, limpia de raza, sin musulmanes e inmigrantes extranjeros.

c. Hitler no quiso llamarse cristiano, aunque asumió diversos elementos cristianos… Pero su cruz gamada (esvástica) no quiso ser cristiana sino “aria”, una expresión del triunfo de la Raza. Breivik, en cambio, apela a la Cruz Cristiana y, de un modo especial, a la Cruzada. Por eso su gran manifiesto comienza con el Sello de los Templarios, la Cruz de Jerusalén (¡Jerusalén cristiana!) y el manifiesto de la nueva fundación de los templarios, con el De Laude Novae Militiae que escribió San Bernardo, predicando la Segunda Cruzada del siglo XII, como introducción (y regla) de los Caballeros del Templo.

d. En esa línea, Breivik ha querido proclamar una nueva cruzada… y así lo muestras las imágenes de su manifiesto: Caballeros de la Cruz, dispuestos a defender Europa de los musulmanes. Pues bien, para iniciar ese Cruzada no ha querido ir a las tierras de los musulmanes para luchar contra ellos… sino que ha querido empezar oponiéndose al gobierno socialista de Noruega (partidario de una política de alianzas…), hiriéndole allí donde más duele (en la Sede del Gobierno y en la Isla de los niños: nuevos militantes socialistas).

e. A. Breivik no está loco o, al menos, no ha perdido la razón… pero sólo tiene una razón: La suya y la de aquellos que son como él. No quiere aceptar otras razones, no dialoga… y por eso, al final, sólo le queda la bomba y la ametralladora. Ha perdido todo menos un tipo de razón… como decía Unamuno.

f. Quiere ser partidario de la pureza de Europa, pero en su línea Europa se destruiría… Pues la grandeza de Europa está (y ha estado) en ser crisol de culturas, alianza de civilizaciones, pacto de pueblos y naciones.

g. A. Breivik apela a la Cruz, pero su cruz no es la Cristo…, sino la cruz de la intransigencia y de la espada. Su cruz es la perversión de la Cruz cristiana. Le queda el nombre de cristiano, pero vaciado de todo su contenido.

h. A. Breivik puede apelar de alguna forma a los cruzados y al gran Manifiesto de San Bernardo (del que hablaré mañana)… pero pervierte el sentido más hondo de las viejas cruzadas… y, sobre todo, desconoce la historia posterior… la tristeza de Bernardo (y de su discípulo el Papa Eugenio) ante el fracaso de la Segunda Cruzada, y el descubrimiento del evangelio del Francisco de Asís (a pesar de la Guerra de los Treinta Años).

i. He oído y leído dos veces, hoy 25 del VII del 2011, que lo mejor que se puede hacer con la ideología de A. Breivik es simplemente ignorarla. ¡Me opongo! La inmensa mayoría de aquellos que piensan de algún modo en la línea de E. Breivik no llegan, ni llegarán jamás, a la bomba y a la metralleta. Pero las ideas son mortales… y allí donde se empieza con manifiestos parecidos al suyo parece escucharse ya el ruido de los sables. Por eso, es necesario oponerse de raíz a ese tipo de pensamiento, sea en la línea de Breivik, sea en la línea de otros que parecen opuestos pero que terminan siendo semejantes (pues los extremos se juntan).

miércoles, 20 de julio de 2011

"Es preciso movilizarse, para que la economía evolucione “hacia salidas plenamente humanas". Resumen de la Caritas in veritate.






“La Caridad en el verdad, de la que Jesús se ha hecho testigo” es “la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de la humanidad entera”: inicia así, Caritas in veritate, Encíclica dirigida al mundo católico y a “todos los hombres de buena voluntad”. En la Introducción, el Papa recuerda que “la caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia”. Por otro lado, dado “el riesgo de entenderla mal, de excluirla de la vivencia ética”, va conjugada con la verdad. Y advierte: “Un Cristianismo de caridad sin verdad puede ser fácilmente cambiado por una reserva de buenos sentimientos, útiles para la convivencia social, pero marginales”. (1 – 4)

El desarrollo tiene necesidad de la verdad. Sin ella, afirma el Pontífice, “la acción social cae en el dominio de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores de la sociedad”. (5) Benedicto XVI se detiene sobre dos “criterios orientadores de la acción moral” que se derivan del principio “caridad en la verdad”: la justicia y el bien común. Todo cristiano está llamado a la caridad a través de una “vía institucional” que incida en la vida de la polis, del vivir social. (6-7) La Iglesia, afirma, “no tiene soluciones técnicas para ofrecer”, pero tiene “una misión de verdad que cumplir” para “una sociedad a la medida del hombre, de su dignidad, de su vocación”. (8-9)



El primer capítulo del documento está dedicado al Mensaje de la Populorum Progressio de Pablo VI. “Sin la perspectiva de una vida eterna – advierte el Papa – el progreso humano en este mundo permanece privado de respiración”. Sin Dios, el desarrollo es negado, “deshumanizado”. (10-12) Pablo VI, se lee, afirmó “la imprescindible importancia del Evangelio para la construcción de la sociedad según la libertad y la justicia”. (13) En la Encíclica Humane Vitae, el Papa Montini “indica los fuertes lazos existentes entre la ética de la vida y la ética social”. También hoy, “la Iglesia propone con fuerza esta conexión”. (14-15) El Papa explica el concepto de vocación presente en la Populorum Progressio. “El desarrollo es vocación” ya que “nace de un llamado trascendente”. Y es en verdad “integral”, subraya, cuando está “dirigido a la promoción de cada hombre y de todo el hombre”. “La fe cristiana – añade – se ocupa del desarrollo no contando en privilegios o posiciones de poder”, “sino solo en Cristo”. (16-18) El Pontífice evidencia que “las causas del subdesarrollo no son primariamente de orden material”. Están, ante todo, en la voluntad, en el pensamiento y aún más “en la falta de fraternidad entre los hombres y los pueblos”. “La sociedad siempre más globalizada – acentúa – nos hace más cercano, nos hace más hermanos”. Es preciso, entonces, movilizarse, para que la economía evolucione “hacia salidas plenamente humanas”. (19-20)



En el segundo capítulo, el Papa entra en el fondo del Desarrollo humano en nuestro tiempo. El exclusivo objetivo de la ganancia “sin el bien común como fin último – observa – amenaza con destruir la riqueza y crear pobreza”. Y enumera algunas distorsiones del desarrollo: una actividad financiera “por demás especulativa”, flujos migratorios “con frecuencia provocados” y después mal gestionados y, aún, “el aprovechamiento no regulado de los recursos de la tierra”. Ante tales problemas interconectados, el Papa invoca “una nueva síntesis humanística”. La crisis “nos obliga a reproyectar nuestro camino”. (21) El desarrollo, constata el Papa, es hoy “policéntrico”. “Crece la riqueza mundial en términos absolutos, pero aumentan las disparidades” y nacen nuevas pobrezas. La corrupción, es su pesar, está presente en Países ricos y pobres; a veces grandes empresas transnacionales no respetan los derechos de los trabajadores. Por otro lado, “las ayudas internacionales han sido frecuentemente alejadas de sus finalidades, por irresponsabilidad “de los donantes y de los beneficiarios. Al mismo tiempo, denuncia el Pontífice, “hay formas excesivas de protección del conocimiento por parte de los Países ricos, mediante una utilización demasiado rígida de los derechos de propiedad intelectual, especialmente en el campo sanitario”. (22)

Después del fin de los “bloques”, es necesario recordar, Juan Pablo II había pedido “una reproyección global del desarrollo”, pero esto “sucedió solo en parte”. Hay hoy “una renovada valoración” del papel de los “públicos poderes del Estado”, y es deseable una participación de la sociedad civil en la política nacional e internacional. Dirige después la atención a la deslocalización de producciones de bajo costo por parte de los Países ricos. “Estos procesos – es su llamado – han derivado en la reducción de las redes de seguridad social” con “grave peligro para los derechos de los trabajadores”. A ello se añade que “los recortes en el gasto social, frecuentemente promovidos por las instituciones financieras internacionales, pueden dejar a los ciudadanos impotentes frente a riesgos viejos y nuevos”. Por otro lado, se verifica también que “los gobiernos por razones de utilidad económica, limitan con frecuencia las libertades sindicales”. Recuerda, por ello, a los gobernantes que “el primer capital a salvaguardar y valorizar es el hombre, la persona en su integridad”. (23-25)

En plano cultural, prosigue, las posibilidades de interacción abren nuevas perspectivas de diálogo, pero hay un doble peligro. En primer lugar, un eclecticismo cultural en el que las culturas son “consideradas sustancialmente equivalentes”. El Peligro opuesto es “el aplanamiento cultural”, “la homologación de los estilos de vida”. (26) Dirige así el pensamiento al escándalo del hambre. Falta, denuncia el Papa, “un arreglo de instituciones económicas en grado” de afrontar tal emergencia. Augura el recurso a “nuevas fronteras” en las técnicas de producción agrícola y a una ecuánime reforma agraria en los Países en vías de desarrollo. (27)

Benedicto XVI subraya que el respeto por la vida “no puede en alguna manera estar separado” del desarrollo de los pueblos. En varias partes del mundo, advierte, perduran prácticas de control demográfico que “llegan a imponer incluso el aborto”. En los Países desarrollados se ha difundido una “mentalidad antinatalista que con frecuencia se trata de transmitir a otros Estados como si fuese un progreso cultural”. Por otro lado, prosigue, hay “la fundada sospecha que a veces las mismas ayudas para el desarrollo están unidas” a “políticas sanitarias que implican, de hecho, la imposición” del control de los nacimientos. Son preocupantes las “legislaciones que prevén la eutanasia”. “Cuando una sociedad se impulsa hacia la negación y la supresión de la vida – advierte – termina por no encontrar más” motivaciones y energías “para emplearse en el servicio del verdadero bien del hombre” (28).

Otro aspecto ligado al desarrollo es el derecho a la libertad religiosa. Las violencias, escribe el Papa, “frenan el desarrollo auténtico”, y ello “se aplica especialmente al terrorismo de naturaleza fundamentalista”. Al mismo tiempo, la promoción del ateísmo por parte de muchos Países “contrasta con las necesidades del desarrollo de los pueblos, substrayéndoles recursos espirituales y humanos”. (29) Para el desarrollo, prosigue, sirve la interacción de los diversos niveles del saber armonizados por la caridad”. (30-31) El Papa espera, por tanto, que las decisiones económicas actuales continúen “persiguiendo como prioridad el objetivo del acceso al trabajo” para todos. Benedicto XVI pone en guardia ante una economía “del corto y tal vez brevísimo plazo” que determina “el rebajamiento del nivel de tutela de los derechos de los trabajadores” para hacer adquirir a un País “mayor competitividad internacional”. Por esto, exhorta a una corrección de las disfunciones del modelo de desarrollo como lo pide hoy también “el estado de salud ecológica del planeta”. Y concluye con la globalización: “Sin la guía de la caridad en la verdad, este empuje planetario puede concurrir a crear daños desconocidos hasta ahora y nuevas divisiones”. Es necesario, por tanto, “un compromiso inédito y creativo”. (32-33)



Fraternidad, Desarrollo económico y sociedad civil es el tema del tercer capítulo de la Encíclica, que se abre con un elogio de la experiencia del don, con frecuencia no reconocida “a causa de una visión solo productivista y utilitarista de la existencia”. La convicción de una autonomía de la economía de las “influencias de carácter moral – evidencia el Papa – ha impulsado al hombre a abusar del instrumento económico de manera hasta destructiva”. El desarrollo, “si quiere ser auténticamente humano”, debe en cambio “dar espacio al principio de gratuidad”. (34) Esto vale de modo particular para el mercado.

“Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca – es su llamado – el mercado no puede plenamente cumplir la propia función económica”. El mercado, afirma, “no puede contar solo consigo mismo”, “debe procurar energías morales de otros sujetos” y no debe considerar a los pobres un “fardo, sino un recurso”. El mercado no debe convertirse en “lugar del atropello del fuerte sobre el débil”. Y añade: la lógica mercantil debe “conducir a la consecución del bien común del que debe hacerse cargo también, y sobretodo, la comunidad política”. El Papa precisa que el mercado no es negativo por naturaleza. Por tanto, a ser llamado en causa es el hombre, “su conciencia moral y su responsabilidad”. La actual crisis, concluye el Papa, muestra que los “tradicionales principios de la ética social” – transparencia, honestidad y responsabilidad – “no deben ser descuidados”. Al mismo tiempo, recuerda que la economía no elimina el papel de los Estados y tiene necesidad de “leyes justas”. Retomando la Centesimus Annus, indica la “necesidad de un sistema con tres sujetos”: mercado, Estado y sociedad civil, y alienta a una “civilización de la economía”. Sirven “formas económicas solidarias”. Mercado y política necesitan “de personas abiertas al don recíproco”. (35-39)

La crisis actual, anota, pide también “profundos cambios” para la empresa. Su gestión “no puede tener en cuenta sólo los intereses de los propietarios”, sino “debe también hacerse cargo” de la comunidad local. El Papa hace referencia a los gerentes que con frecuencia “responden solo a las indicaciones de los accionistas”, e invita a evitar un empleo “especulativo” de los recursos financieros. (40-41)

El capítulo se concluye con una nueva valoración del fenómeno de la globalización, de no entender solo como “proceso socio-económico”. “No debemos ser víctimas, sino protagonistas – exhorta – procediendo con raciocinio, guiados por la caridad y la verdad”. A la globalización le sirve “una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia” capaz de corregir sus disfunciones”. Hay, añade, “la posibilidad de una gran redistribución de las riquezas”, pero la difusión del bienestar no se frena “con proyectos egoístas, proteccionistas”. (42)



En el cuarto capítulo, la Encíclica desarrolla el tema del Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente. Se nota, observa, “la reivindicación del derecho a lo superfluo” en las sociedades opulentas, mientras falta alimento y agua en ciertas regiones subdesarrolladas. “Los derechos individuales desvinculados de un cuadro de deberes”, afirma, “enloquecen”. Derechos y deberes, precisa, remiten a un cuadro ético. Si, en cambio, “encuentran el propio fundamento solo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos” pueden ser “cambiados a cada momento”. Gobierno y organismos internacionales no pueden olvidar “la objetividad y la indisponibilidad” de los derechos. (43) A este respecto, se detiene en las “problemáticas conexas con el crecimiento demográfico”. Es “incorrecto”, afirma, “considerar el aumento de la población como una causa primaria del subdesarrollo”. Reafirma que la sexualidad no se puede “reducir a un mero hecho hedonístico y lúdico”. Ni se puede regular la sexualidad con políticas materialistas “de forzada planificación de los nacimientos”. Subraya que “la apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica”. Los Estados, escribe, “están llamados a realizar políticas que promuevan la centralidad de la familia”. (44)

“La economía – afirma una vez más – tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de cualquier ética sino de una ética amiga de la persona”. La misma centralidad de la persona, afirma, debe ser el principio guía “en las intervenciones para el desarrollo” de la cooperación internacional, que deben siempre involucrar a los beneficiarios. “Los organismos internacionales – exhorta el Papa – deberían interrogarse sobre la real eficacia de sus aparatos burocráticos”, “con frecuencia muy costoso”. Resulta que a veces, constata, “los pobres sirven para mantener con vida dispendiosas organizaciones burocráticas”. De aquí la invitación a una “plena transparencia” sobre los fondos recibidos. (45-47).

Los últimos párrafos del capítulo están dedicados al ambiente. Para el creyente, la naturaleza es un don de Dios para usar responsablemente. En tal contexto, se detiene sobre las problemáticas energéticas. “El acaparamiento de los recursos” por parte de Estados y grupos de poder, denuncia el Pontífice, constituyen “un grave impedimento para el desarrollo de los Países pobres”. La comunidad internacional debe, por tanto, “encontrar caminos institucionales para disciplinar el aprovechamiento de los recursos no renovables”. “Las sociedades tecnológicamente avanzadas – añade – pueden y deben disminuir la propia necesidad energética”, mientras debe “avanzar la investigación sobre energías alternativas”.

En el fondo, exhorta el Papa, “es necesario un cambio efectivo de mentalidad que induzca a adoptar nuevos estilos de vida”. Un estilo que hoy, en muchas partes del mundo “está inclinado al hedonismo y al consumismo”. El problema decisivo, prosigue, “es la complexiva capacidad moral de la sociedad”. Y advierte: “si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural”, la conciencia humana termina por perder los conceptos de ecología humana” y de ecología ambiental. (48-52)



La colaboración de la familia humana es el corazón del quinto capítulo, en el que Benedicto XVI evidencia que “el desarrollo de los pueblos depende sobretodo del reconocimiento de ser una sola familia”. De allí que, se lee, la religión cristiana puede contribuir al desarrollo “solo si Dios encuentra un puesto también en la esfera pública”. Con “la negación del derecho a profesar públicamente la propia religión”, la política “asume un rostro opresivo y agresivo”. Y advierte: “en el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo” entre la razón y la fe. Ruptura que “comporta un costo muy grande para el desarrollo de la humanidad”. (53-56)

El Papa hace referencia al principio de subsidiaridad, que ofrece una ayuda a la persona “a través de la autonomía de los cuerpos intermedios”. La subsidiariedad, explica, “es el antídoto más eficaz contra toda forma de asistencialismo paternalista” y es más adecuada para humanizar la globalización. Las ayudas internacionales, constata, “pueden a veces mantener un pueblo en estado de dependencia”, por esto van erogados involucrando a los sujetos de la sociedad civil y no solo los gobiernos. “Con frecuencia”, en efecto, “las ayudas son versadas para crear solo mercados marginales para los productos” de los Países en vías de desarrollo. (57-58) Exhorta, por tanto, a los Estados ricos a “destinar mayores cuotas” del Producto Interno Bruto para el desarrollo, respetando los compromisos adquiridos. Y augura un mayor acceso a la educación y, aún más, a la “formación completa de la persona” afirmando que, cediendo al relativismo, se convierte en más pobre. Un ejemplo, escribe, nos es ofrecido por el fenómeno perverso del turismo sexual. “Es doloroso constatar – observa – que se desarrolla con frecuencia con el aval de los gobiernos locales, con el silencio de aquellos de donde proviene los turistas y con la complicidad de tantos operadores del sector”. (59-61)

Afronta, pues, el fenómeno “periódico” de las migraciones. “Ningún País, por sí solo, - es su llamado – puede creerse en grado de hacer frente a los problemas migratorios”. Todo migrante, añade, “es una persona humana” que “posee derechos que deben ser respetados por todos y en toda situación”. El Papa pide que los trabajadores extranjeros no sean considerados como una mercancía y evidencia el “nexo directo entre pobreza y desempleo”. Invoca un trabajo decente para todos e invita a los sindicatos, distintos de la política, a dirigir su mirada hacia los trabajadores de los Países donde los derechos sociales son violados. (62-64)

La finanza, repite, “después de su mal uso que ha dañado la economía real, regrese a ser un instrumento orientado” al desarrollo. Y añade: “Los operadores de las finanzas deben redescubrir el fundamento propiamente ético de su actividad”. El Papa pide, además, “una reglamentación del sector” para dar garantías a los sujetos más débiles. (65-66)

El último párrafo del capítulo lo dedica el Pontífice “a la urgencia de la reforma” de la ONU y “de la arquitectura económica y financiera internacional”. Urge “la presencia de una verdadera Autoridad política mundial” que se atenga “de manera coherente a los principios de subsidiariedad y de solidaridad”. Una Autoridad, afirma, que goce de “poder efectivo”. Y concluye con el llamado a instituir “un grado superior de ordenamiento internacional” para gobernar la globalización. (67)



El sexto y último capítulo está centrado en el tema del Desarrollo de los pueblos y la técnica. El Papa pone en guardia de la “pretensión prometéica” según la cual “la humanidad cree poderse recrear valiéndose de los ‘prodigios’ de la tecnología”. La técnica, es su llamado, no puede tener una “libertad absoluta”. Evidencia como “el proceso de globalización podría sustituir las ideologías con la técnica”. (68-72) Unidos con el desarrollo tecnológico están los medios de comunicación social llamados a promover “la dignidad de la persona y de los pueblos”. (73)

El campo primario “de la lucha cultural entre el absolutismo de la tecnicidad y la responsabilidad moral del hombre es hoy el de la bioética”, explica e, Papa que añade: “La razón sin la fe está destinada a perderse en la ilusión de la propia omnipotencia”. La cuestión social se convierte en “cuestión antropológica”. La investigación con embriones, la clonación, es la amargura del Pontífice, “son promovidas por la cultura actual” que “cree haber desvelado todo misterio”. El Papa teme “una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos”. (74-75) Se evidencia, por tanto, que “el desarrollo debe comprender un crecimiento espiritual más allá que el material”. En fin, la exhortación del Papa a tener un “corazón nuevo” para “superar la visión materialista de los acontecimientos humanos”. (76-77)



En la Conclusión de la Encíclica, el Papa subraya que el desarrollo “tiene necesidad de cristianos con los brazos elevados hacia Dios en gesto de oración”, de “amor y de perdón, de renuncia a sí mismos, de acogida al prójimo, de justicia y de paz”. (78-79)

11 Proposiciones contra el capitalismo, por Erik Olin Wright




1) Las relaciones de clase capitalistas perpetúan formas eliminables del sufrimiento humano. Ello, fundamentalmente, porque el capitalismo tiende a perpetuar: la explotación (al conferirle poder económico a los dueños del capital, que tienen un interés económico en mantener a sectores amplios de la población en una situación de vulnerabilidad económica y dependencia); unas no-controladas externalidades sociales negativas sobre el cambio tecnológico (cambios tecnológicos que destruyen empleos, desplazan trabajadores, y convierten a las viejas habilidades en inútiles, empeorando la vida de largas secciones de la sociedad); y la competencia bajo condiciones capitalistas (que, sobre todo en una situación de desarrollo global, reproducen dramas como los recién señalados).

2) El capitalismo bloquea la universalización de las condiciones para el florecimiento humano. Aunque el capitalismo puede haber contribuido a facilitar dicho florecimiento, sobre todo en ciertos sectores, también bloquea la extensión de esas condiciones a toda la población. Ello, por el tipo de desigualdades que genera, para el acceso a las condiciones materiales del florecimiento humano y a trabajos atractivos; y también por su aliento a la híper-competencia.

3) El capitalismo perpetúa déficits eliminables en relación con la libertad y la autonomía. A pesar del reclamo capitalista de que este sistema es el que mejor sirve a los ideales de la libertad, la idea tiene muchos problemas. Entre ellas: las relaciones de dominación dentro de los lugares de trabajo capitalistas implican restricciones persistentes sobre la autonomía; y la masiva desigualdad de riqueza e ingresos que genera, y que implica pérdida de “libertad real” (idea que retoma de P. Van Parijs) en una mayoría, que no pueden realizar las elecciones que realmente le importan para realizar sus planes de vida.

4) El capitalismo viola el principio liberal igualitario de la justicia social. El capitalismo es fundamentalmente incompatible con una idea fuerte de igualdad de oportunidades, al otorgarle a algunas personas ventajas indebidas sobre otras. Típicamente, esto se advierte cuando se presta atención a las amplias desigualdades en las condiciones materiales en las que crecen los niños de distintos sectores sociales.

5) El capitalismo es ineficiente en ciertos aspectos cruciales. Algunas fuentes de estas ineficiencias surgen con: la provisión de bienes públicos; la sub-apreciación y el sobre-consumo de recursos naturales; las externalidades negativas; el monitoreo y la aplicación de los contratos de mercado; las patologías en los derechos de propiedad intelectual; los costos de la desigualdad.

6) El capitalismo tiene un sesgo sistemático a favor del consumismo. Y el consumismo tiende a dañar al medio ambiente; priva a las personas de tiempo, y las coloca en situaciones de estrés; favorece vidas deficientes en términos de realización personal; y (aún si el consumismo pudiera ser defendido como un plan de vida deseable), coloca obstáculos sistemáticos a formas de vida de no-consumismo: el capitalismo, en tal sentido, no es un modo de vida neutral.

7) El capitalismo es destructivo en términos de medio ambiente. Ello, no sólo por los efectos del consumismo mencionados, sino también, y sobre todo, porque, salvo algún mecanismo de contrapeso fuerte, las empresas capitalistas tienden a ignorar los costos ambientales; y porque los recursos naturales no renovables resultan sistemáticamente sub-apreciados por el mercado, dado que su valor futuro no es registrado en las dinámicas de oferta y demanda presentes.

8) El capitalismo transforma cada vez más esferas de la actividad humana en bienes de consumo, organizándolas a través de las pautas del mercado, y amenazando así valores ampliamente compartidos (tema importante en M. Sandel). Ello se ve en cantidad de ejemplos relevantes, incluyendo los relacionados con el cuidado de niños (que podría hacerse a través de la familia, el Estado, la comunidad); la religión; las artes; etc.

9) En un mundo en donde predomina la forma Estado-Nación, el capitalismo alimenta el militarismo y el imperialismo. La industria militar juega un papel central en las economías capitalistas, aún en las menos militarizadas –como en Suecia. La importancia económica del gasto militar crea poderosas fuerzas opuestas a la desmilitarización.

10) El capitalismo corroe la comunidad, es decir, ámbitos en donde predominan sentimientos de reciprocidad, solidaridad, mutuo cuidado y mutua preocupación (acá, su referencia es el amigo G.A.Cohen). El capitalismo se lleva mal con la comunidad. Alienta motivaciones contrarias a la comunidad, y genera desigualdades que socavan la solidaridad social, y alientan las relaciones de explotación, que el explotador tiene interés en mantener y expandir, y que generan antagonismo de intereses que afectan la idea de un destino compartido (un fenómeno que, contra lo que Marx pensaba, no provocó, siquiera, la solidaridad al interior de la fracturada clase trabajadora).

11) El capitalismo limita la democracia. Primero, la propiedad “privada” de los medios de producción implica que amplios dominios con enormes implicaciones sobre la vida de las personas, resultan removidos del ámbito de la decisión colectiva. Segundo, la incapacidad de los cuerpos colectivos para controlar el flujo y movimiento del capital socava la capacidad de la democracia para establecer prioridades aún sobre actividades que las empresas capitalistas no organizan directamente. Tercero, la fuerte concentración de riqueza y poder económico, generada por la dinámica capitalista subvierte los principios de la igualdad política democrática.

lunes, 18 de julio de 2011

"Los mejores militantes cristianos están dejando la Iglesia". Entrevista a Joaquín Perea, presbítero.




(Jesús Bastante).- "En la Iglesia hay muchos indignados. El problema es que no saben qué hacer en este momento", subraya Joaquín Perea, presbítero diocesano de Bilbao, teólogo, autor de varios libros y presidente de la revista Iglesia Viva, que nos presenta su última publicación, "Otra Iglesia es posible" (Ed. Hoac). En opinión de Perea, "esta Iglesia que tenemos no es la Iglesia de Jesús", sino más bien una institución "estratégica y jerárquica, que está proyectada hacia atrás".

-Joaquín Perea, presbítero diocesano de Bilbao es autor de varios libros y es presidente de la revista Iglesia viva. Por sus manos, por así decirlo, han pasado varios obispos.

-He colaborado con algunos obispos, como Añoveros. Fui vicario episcopal de él y del siguiente, Larrea. Y antes, en aquel momento crucial y terrible, del 68 al 71... Y con el obispo administrador apostólico Uriarte, auxiliar durante la enfermedad de Añoveros, fui vicario episcopal.

-¿Ha cambiado mucho la Iglesia desde aquellos años?
-Bastante.

-¿Se reconoce uno en la misma Iglesia?
-No queda más remedio que reconocerse. Aunque, sin un sociólogo mirara por fuera las cosas diría que hay un cambio bastante grande.

-¿Para bien o para mal? Aunque estos términos sean estrechos...
-Claro, porque las cosas en la vida no son blancas o negras. Tampoco en la Iglesia: son grises. Yo creo que hay algunos aspectos en los cuales ha habido un avance, y otros en los que hay un retroceso marcado. A mí me parece que desde ese recodo en la historia de la Iglesia que fue el Concilio Vaticano II, se dio la confluencia de dos grandes vectores: Por una parte, en este momento existe, para un observador externo, el problema de la dirección general de la Iglesia, que quiere volver a los antiguos bastiones, y que por consiguiente retrocede, se crispa, se encastilla, vive del miedo y de la preocupación por este miedo "laicista y secularista"... Y esto es un desastre, porque no nos lleva más que a la irrelevancia en la Iglesia. Y a la secta. Al gueto.

-¿Irrelevancia en la sociedad, quieres decir?
-Sí, a eso me refiero. Cuando la Iglesia, si para algo existe, es para decir una Palabra a la sociedad. Pero la sociedad no va a oír a una Iglesia que dice: "O pasáis todos por aquí, o no hay nada que hacer". Por eso yo creo que el momento actual muchos militantes cristianos lo sienten como oscuro. Pero también hay que decir que el Concilio significó un momento extraordinario, que cumplió lo que pensaba el Papa Juan XXIII: que la Iglesia siempre se tiene que reformar, con las ventanas abiertas al mundo. Muchísimos laicos y laicas, religiosos y religiosas, presbíteros... trabajan en la línea del Concilio y van dando sus frutos. En el orden pastoral, teológico y espiritual. Peor la Iglesia oficial no lo ha conseguido.

-Muchas personas hemos nacido o vivido en torno a ese espíritu. Y cuando te abren las ventanas entra mucho aire, así que cuando descubres de repente que esas ventanas te las están entornando, ¿la sensación de ahogo puede ser mayor incluso que el recuerdo de cuando estaban cerradas?
-Desde luego. Las ventanas abiertas y la entrada del aire han producido muchos constipados. Han producido enfriamientos y miedo. Hay una crispación en la Iglesia oficial y en todas las cohortes que están en su derredor.

-¿Están crispadas porque temen a la sociedad?
-Yo creo que sí. Acepto que haya otros diagnósticos, pero me parece que éste lo tenemos mucha gente. Hay miedo a lo que está pasando, y a la dificultad objetiva de decir una palabra que sea inteligible en un mundo corrompido por los ídolos (sobre todo, del dinero).
Es mucho viento el que entró. Y a este respecto, un gran converso al catolicismo del siglo XIX, que fue el cardenal Newman, cuya causa de canonización está en este momento en marcha, decía "no ha habido un concilio en la historia de la Iglesia que no haya producido siempre, después de terminar, una gran conmoción". Por tanto, es natural que haya mucha gente que, al ver que las ventanas se cierran, sienta ganas de decir "pues yo mejor me quedo fuera, no quiero volver a sudar ahí dentro". O bien clamorosamente, o bien silenciosamente (como en la mayoría de los casos), hay mucha gente que está dejando la Iglesia. Y yo creo que son los mejores. La experiencia que he vivido en estos cuarenta y pico años después del Concilio es que muchos de los mejores militantes de movimientos o grupos de Iglesia están dejando de militar o de pertenecer a la Iglesia porque no soportan que haya vuelto a los bastiones.

-¿Tal vez para ellos va dirigido este libro, Otra Iglesia es posible? Ante un hecho así, te puedes ir, te puedes quedar obedeciendo... ¿Puedes también intentar quedarte proponiendo otro tipo de Iglesia?
-Sí, tienes toda la razón en eso. Este libro es fruto de una petición concreta de la Comisión Central de la HOAC. Me pidieron que escribiera un libro para los militantes que están pasando por una situación de noche oscura del sentido, que diría San Juan de la Cruz. Son personas que quieren seguir siendo fieles creyentes, militantes, presentes en el mundo obrero, en la marginación, en la pobreza, y que se encuentran con una Iglesia que les hace el vacío, que privilegia injustamente a otros grupos y movimientos. Esto produce una crisis profundísima.
Yo inicialmente pensaba que no era capaz de escribir este libro, pero finalmente acepté, y escribí el libro sin pretender hacer una eclesiología en sentido académico, sino para militantes (no sólo para los de la HOAC, a los que quiero muchísimo porque yo, que soy ya viejo, conocí a sus padres fundadores; sino para otros muchos cristianos que se sienten solos y abandonados). Y también es para los cabreados.

-¿Los indignados? Ahora que estamos hablando a nivel político y global de los indignados... ¿También hay cabreados en la Iglesia?
-En la Iglesia hay muchos indignados. El problema es que no saben qué hacer en este momento. No saben cómo redefinirse en la dimensión interior, y no saben qué hacer ante una institución que les posterga, que les olvida, y que privilegia a otros que poco tienen que decir en el mundo actual.

-¿Tienen poco margen para decir algo, si quieren seguir representando de alguna manera a la Iglesia? ¿Están constreñidos los ámbitos de libertad para seguir siendo Iglesia?
-Claro. El problema es que los de la institución no dejan de ser Iglesia de ninguna de las maneras, aunque muchos de ellos olvidan la libertad del Evangelio. Es mentira eso que dicen de que hay muchos grupos en la Iglesia y que cada uno tiene su opinión. Ojalá fuera así. Lo que sucede es que algunos de esos grupos son privilegiados de manera muy marcada por la jerarquía.

-¿Son esos grupos los que sustentan a la Iglesia a diferentes niveles?
-Sobre todo a nivel económico. Hay que decirlo con toda claridad, porque es evidente. Estos grupos se caracterizan por un signo distintivo, que es el considerar que lo fundamental en la ortodoxia católica es la obediencia, no la libertad. Por consiguiente, todo lo que signifique disentimiento, aun dentro de la comunión, para ellos es abominable.
Hay una frase se San Agustín que dice lo siguiente: "Está permitido, salvando el derecho de la comunión, disentir en la Iglesia". Y creo yo que San Agustín no era ningún hereje...

-¿Qué se puede hacer para llevar a cabo esta otra Iglesia, y que no sea una utopía irrealizable? ¿Da tu libro algunos puntos o bases para construir una nueva Iglesia?
-Es fundamental darse cuenta de que la Iglesia es de todos. Todos tenemos que ponernos en marcha y ponernos en pie para aportar solidez, con seriedad y sin ningún miedo, a la Iglesia en la que creemos, que es la Iglesia de Jesús. Pero no nos llamemos a engaño: cuando yo digo que otra Iglesia es posible, no pretendo inventar otra Iglesia, como aquel aldeano de mi tierra que, cuando iban a buscarle los Testigos de Jehová para que se inscribiese en su secta les decía: "Si no creo en la Iglesia verdadera, ¿cómo voy a creer en la falsa?". Cuando hablo de otra Iglesia, me refiero a la Iglesia de Jesús. Porque a mí me parece que esta Iglesia que tenemos, no es la Iglesia de Jesús.

-¿Te refieres a la Iglesia jerárquica, no a la Iglesia comunidad?
-Claro.

-¿Y es posible la otra Iglesia con la Iglesia jerárquica?
-Tiene que ser posible. Al igual que te he dicho que hay que corregir el término de sacerdote, hay que corregir el término de Iglesia, cuando se refiere sólo a la jerarquía. Hay que hacerlo de una vez por todas.

Pero, ¿cómo hacerlo cuando los medios de comunicación son el gran Evangelio de la sociedad, y éstos identifican la palabra Iglesia con la jerarquía?
-Ésa es la clave. ¿Por qué los medios de comunicación no se proponen seriamente cambiar el lenguaje?

-¿No debería la Iglesia, antes que nada, cambiar su imagen? ¿La voz oficial que está identificada con el Santo Padre o con Rouco aquí en España? ¿Por qué nadie reconocería al representante de la HOAC a nivel mediático, o a tal teólogo que tiene tanto que decir?
-Tú mismo lo estás retratando: la Iglesia no es Benedicto XVI. Él es el obispo de Roma, Rouco es el presidente de la CEE. Pero la Iglesia es mucho más que eso, gracias a Dios. Y lo que tienen que hacer los responsables de este instrumento terribles que son los medios de comunicación, es dar la voz a otros elementos de la Iglesia. A las comunidades contemplativas, a las comunidades de base, a los militantes de distintos movimientos de apostolado... La Iglesia no son sólo las instituciones confesionales. Eso es un atropello causado por la propia jerarquía, que usurpa una voz que no le corresponde del todo. La jerarquía tiene una voz inalienable en la Iglesia, pero sólo en aquellas cuestiones que son de su competencia: la fe y las costumbres cristianas. Por eso hay que dar voz a los creyentes, sobre todo cuando están agrupados y cuando representan un sentir, un carisma individual o colectivo dentro de la Iglesia.

-¿Por qué hay cada vez menos movilización parroquial, y en cambio esos grupos están cada vez mejor organizados, como una Iglesia jerárquica a pequeña escala?
-Un ejército siempre está mejor organizado que la sociedad civil, pero eso no significa que la sociedad civil tenga que ser como un ejército. Los creyentes no seguimos a la Iglesia, sino que seguimos a Jesús. Luego hay que ver hacia qué tendencia se orienta la fe en Jesús de cada uno, y buscar el grupo cristiano en el que pueda vivir su fe de mejor manera. Habrá personas que se encuentren mucho más a gusto en el servicio parroquial, o en un movimiento de ambiente... Y es la institución la que tiene que propiciar la comunión entre todos esos grupos, saber vivir su ministerio orientando y fomentando la unión, pero sin imponerla.

-¿Y es posible una comunión horizontal en una institución tan vertical?
-Evidentemente, es difícil. Pero lo que no podemos hacer es aceptar que los obispos nos digan que la comunión es la manera en que todos nos unimos, a través de la obediencia. En el documento central del Concilio Vaticano, en la nota explicativa previa (para los técnicos que nos lean), se habla de la comunión. Y se dice que no es un "vago sentimiento", sino que exige de instituciones representativas en las cuales tenga parte el conjunto del Pueblo de Dios. Y de eso en este momento no hay nada. Las instituciones que hay son papel mojado. Y esto atenta contra un código canónico antiquísimo, llamado Código de Graciano, que dice que lo que toca a todos debe ser tratado y aprobado por todos.

-En el libro dedicas un par de capítulos al laicado, a su papel sacramental. ¿Qué importancia debe tener el laico comprometido?
-Eso lo contesto también en un libro anterior, sobre teología del laicado. Hay una cuestión fundamental: tenemos que atenernos al Concilio sabiendo que el Concilio no cerró esta cuestión y no abordó hasta el fondo los problemas fundamentales. Porque la tarea del laicado es especialmente atrayente, pero también compleja. Y es que el laico tiene que ser una persona creyente en el mundo, y al mismo tiempo miembro de pleno derecho del Pueblo de Dios. Esto significa que tiene que compaginar su presencia en el seno de la Iglesia con su presencia en el mundo entero. Tiene que saber hacerse presente en ambas dimensiones. Y de esta forma, habría que plantearse, por ejemplo, si todo responsable de un catecumenado de adultos en una parroquia tiene que haber sido militante de un sindicato o de un partido político. Porque, ¿cómo va a ser formador en la fe una persona que no sabe lo que es vivir en el mundo? ¿Que no tiene la experiencia de lo que es un compromiso temporal? Hay que evitar el peligro de crear unos laicos que son pseudo-clérigos.

-Tú has vivido la violencia terrorista en Euskadi. Algunos hablan ahora de un "nuevo momento", con la llegada de Bildu, la tregua de ETA... ¿Cómo se vive la actual situación? ¿Cómo se afronta el futuro desde la perspectiva creyente?
-Sinceramente, no sé responderte. Para nosotros el éxito electoral de Bildu ha sido una sorpresa. Yo no puedo opinar como político, sino como presbítero que tiene que ayudar a cualquier creyente de cualquier color político a que viva su fe y su compromiso. Desde esta perspectiva, en el interior de la Iglesia creíamos que no era prudente políticamente, ni ético, suprimir de un plumazo a un grupo que nos parecía que podía tener entre un 15 y un 20% de respuesta electoral. Gracias a Dios, el Tribunal Constitucional dejó vía libre, y hubo un resultado electoral que nunca hubiéramos supuesto. Lo que significa que, en un País Vasco tan complejo, entra una nueva complejidad.
Un gran amigo mío fue el obispo auxiliar de Bilbao, que ya murió hace un par de años. Él respondía a este tipo de preguntas diciendo: "Si al País Vasco no lo entendemos los que estamos ahí, ¿cómo queréis entenderlo los que estáis fuera?". Yo pienso igual, que es muy difícil de entender. Pero se puede interpretar como una nueva llamada a algo en lo que el País Vasco se está entrenando desde hace mucho tiempo, que es el respeto a todas las corrientes sin violencia. Yo espero (y no sé si es un optimismo ingenuo) que el proceso de diálogo que se tiene que establecer ahora desde el punto de vista de la pura técnica electoral, lleve a Bildu a una posición cada vez más clara en contra de la violencia. Yo conozco a algunas personas concretas de Bildu, y me parece que, aunque haya salidas de tono, el conjunto del movimiento va a ir por ahí. Por eso tengo una esperanza grande. Pero la Iglesia tiene que hacer también un esfuerzo enorme para resituarse en la nueva situación. Ayudar a todos para que reflexionen desde los valores de la persona humana, y a través de la cultura y las posiciones de nuestro pueblo. Para saber construir con respeto un mundo sin violencia, de justicia, en paz. Que es un tránsito dificilísimo ya lo sabemos.
La Iglesia tiene que tener una prioridad que no ha tenido del todo: Las víctimas. Yo he predicado a favor del respeto mutuo, de la paz, de la justicia... jamás he dejado pasar un atentado sin hablar, en mi homilía del domingo, de todo esto. Del perdón de las ofensas. Pero eso crispa inmediatamente a una parte del público. Por eso hay que saber componer el mensaje desde el amor sincero a las víctimas. Pero al mismo tiempo hay que hablar de perdón. Porque sin perdón no construiremos nunca una sociedad vasca de justicia y en paz.
Hace poco leía el artículo de un historiador valenciano en el que, ante la apertura de los archivos vaticanos de la época de la República y de la Guerra Civil, ha publicado las cartas de don Mateo Múgica, que fue obispo entonces de la diócesis de Vitoria. En una de esas cartas leía sobre el asesinato, al comienzo de la Guerra Civil, de casi 20 curas. Las represalias de todos ellos, requetés contra nacionalistas, todos católicos. Y Múgica decía "este baño de sangre no se curará en cien años más". Estamos hablando de 1936, lo cual quiere decir que si la profecía de Mateo Múgica es cierta, hasta 2036 a lo mejor seguimos con esta tarea. Así que no tenemos que estar con las manos una encima de otra, pero nos espera un desierto de piedra, duro y difícil.

sábado, 16 de julio de 2011

El amor respeta la libertad





Domingo, 10 jul (RV).- El respeto de la libertad es propio del amor. Por eso Dios no se nos impone, sino que nos atrae hacia Él con la bondad de Jesús. A esto se refirió hoy el Sucesor de Pedro en la reflexión previa a la Oración del Ángelus en Castel Gandolfo.


Basándose en el Evangelio de este domingo, donde Jesús relata la parábola del sembrador, el Papa explicó que este Evangelio hace hincapié en el método de la predicación de Jesús: las parábolas. Pero para afirmar que la persona de Jesús es la verdadera parábola de Dios que nos atrae hacia sí con la bondad de Jesús, para sanarnos: “En el fondo, la verdadera parábola de Dios es Jesús, su persona, que en el signo de la humanidad, esconde y al mismo tiempo revela la divinidad. De este modo Dios no nos obliga a que creamos en Él, pero si nos atrae hacia sí con la verdad y la bondad de su hijo encarnado: El amor, de hecho, respeta siempre la libertad”.

Palabras de S. S. Benedicto XVI:

Queridos hermanos y hermanas!


Les agradezco por haber venido para la cita del Ángelus aquí a Castelgandolfo, a donde he llegado hace pocos días. Con gusto tomo esta oportunidad para dirigir mi saludo cordial también a todos los habitantes de esta querida ciudad, con el deseo de una buena estación estival.

En el Evangelio de este Domingo (Mt 13,1-23), Jesús se dirige a la multitud con la celebre parábola del sembrador. Es una pagina en alguna manera “autobiográfica”, porque refleja la experiencia misma de Jesús, de su predicación: El se identifica con el sembrador, que esparce la buena semilla de la Palabra de Dios, y percibe los diversos efectos que obtiene, según el tipo de acogida reservada al anuncio. Hay quien escucha superficialmente la Palabra pero no la acoge; hay quien la acoge en el momento pero no tiene constancia y pierde todo; hay quien es abrumado por las preocupaciones y seducciones del mundo; y hay quien escucha de manera receptiva como la tierra buena: aquí la Palabra da fruto en abundancia.

Pero este Evangelio insiste además en el “método” de la predicación de Jesús, o sea, justamente, en el uso de las parábolas. ¿“Por qué a ellos hablas con parábolas?” – le preguntan los discípulos (Mt 13,10). Y Jesús responde colocando una distinción entre ellos y la multitud:a los discípulos, o sea a aquellos que ya se han decidido por El, les puede hablar del Reino de Dios abiertamente, en cambio a los demás debe anunciarlo en parábolas, para justamente estimular la decisión, la conversión del corazón; las parábolas, de hecho, por su naturaleza requieren un esfuerzo de interpretación, interpelan a la inteligencia pero también a la libertad. San Juan Crisóstomo explica: “Jesús ha pronunciado estas palabras con la intención de atraer a si a sus escuchas y solicitarlos asegurando que, si se dirigirán a El, El los sanará” (Comentario al Evangelio de Mat. 45,1-2). En el fondo, la verdadera “Parábola” de Dios es el mismo Jesús, su Persona que, en el signo de la humanidad, esconde y al mismo tiempo revela la divinidad. De esta manera Dios no nos obliga a creer en El, sino que nos atrae a Si con la verdad y la bondad de su Hijo encarnado: el amor, de hecho, respeta siempre la libertad.


Queridos amigos, mañana celebraremos la fiesta de San Benito, Abad y Patrono de Europa. A la luz de este Evangelio, mirémoslo como maestro de la escucha de la Palabra de Dios, una escucha profunda y perseverante. Debemos siempre aprender del gran Patriarca del monaquismo occidental a dar a Dios el lugar que le corresponde, el primer lugar, ofreciéndole, con la oración de la mañana y de la tarde, las actividades cotidianas. Que sobre su modelo la Virgen María nos ayude a ser “tierra buena” donde la semilla de la Palabra pueda producir mucho fruto.
Traducción del italiano de Raúl Cabrera

Hacia una espiritualidad socialista por Francisco Margallo.



Lucha espiritual

Sin diisminuir una espiritualidad netamente cristiana, buscamos una espiritualidad pluralista que pueda encontrarse con el Misterio divino desde la solidaridad y la participación en las luchas sociales para cambiar el mundo.

América Latina es un ejemplo a seguir en este sentido. Muchos jóvenes de clase media con cierto confor en sus familias, impulsados por una fuerza interior que no se puede explicar, han arriesgado su vida en combates que entendían como lucha por la justicia y la igualdad. La misma fuerza interior que llevó a campesinos de Brasil a formar el Movimiento de Campesinos sin Tierra en plena dictadura militar afrontando la persecuíón. O la que invadió a las comunidades negras para mantener su cultursa y tradiciones religiosas.

¿Como se explica el resurgimiento de los movimientos y comunidades indígenas de todo el continente cuando se consideraba a los indios condenados a la extinción? ¿Qué secreto hace que tantos sacerdotes, pastores, ministros y ministras tengan la fuerza interior para dar la vida por el pueblo empobrecido? ¿Cómo encauzar este camino en el proceso socialista actual que, en medio de tantas dificultades, ha surgido en el continente? ¿Cómo llevarlo a la práctica?

Una comprensión nueva de la espiritualidad

¿En qué consiste una propuesta de espiritualidad pluralista, ecumenista y socialista? El teólogo suizo Urs von Balthasar escibió en su día:"La espiritualidad es una actitud fundamental práctica o existencial, que la persona da a su existencia religiosa o, más generalmente, a su compromiso ético, como consecuencia y expresión de aquello en lo que cree". Espiritualidad es "el sentido
que se puede dar a la vida". ¿Y qué sentido tendría la vida si no fuera la relación con el otro?

Algunas tradiciones religiosas ligan la espiritualidad a la búsqueda de intimidad con la divinidad, pero con la tradición bíblica es necesario destacar que el primer lugar en el que el ser humano encuentra a Dios es en el otro. En América Latina , en la segunda mitad del siglo XX, redescubrimos la importancia de las personas empobrecidas y oprimidas como sacramento de la presencia y de la actuación divina.

Creemos en un Dios que muestra su predilección manifestándose en medio de los empobrecidos. La solidaridad amorosa con los que Ignacio Ellacuría llamaba "pueblo crucificado" es elemento fundamental de nuestra espiritualidad. Pero está llamada a ampliar la percepción del otro, que no es sólo el otro humano, sino todo el ser vivo o la misma creación...Podemos hablar, pues, de una "espiritualidad para el proceso social". En las opciones por la justicia y la igualdad descubrimos las huellas del Espíritu y podemos seguirlo.

(Ver el tema más desarrollado en Marcelo Barros,
Alandar, foll 47).

martes, 5 de julio de 2011

AMMA.UN MENSAJE DE PAZ Y UNIDAD.




Todos deseamos construir un mundo de paz y felicidad. Para ello, se necesita humildad. Pero en el mundo actual, todos quieren ser dirigentes. Así, ¿cómo vamos a conseguir la paz? Sólo tendremos conflicto y guerra.

En la actualidad, nuestros cuerpos se expanden en todas direcciones, pero no nuestras mentes. Para conseguir que nuestras mentes se desarrollen y sen tan expansivas como el universo, necesitamos tener la actitud de un niño inocente. Sólo un niño puede crecer.

Por eso deberíamos tener la actitud de un principiante. El que empieza tiene paciencia, fe y entusiasmo. Con esas cualidades, como los niños, podremos disfrutar realmente de la vida.

Existe una vieja historia que trata sobre un grupo de monjes que vivían en un monasterio con su maestro. Los monjes llevaban una vida muy devota y disciplinada. En aquel lugar se respiraba una atmósfera tan maravillosa y espiritual que multitud de gente acudía de todas partes. Pero un día el maestro dejó su cuerpo. Al principio, los discípulos continuaron comportándose de igual manera, pero con el tiempo fueron descuidándose y, gradualmente, desapareció su devoción y disciplina. A menudo discutían, sus corazones se endurecieron y dejaron de sentir amor y devoción. La gente dejó de visitarlos y ningún monje nuevo deseaba ingresar en el monasterio.

Un día, uno de los monjes de más edad pensó que tenía que hacerse algo. Había oído hablar de un maestro espiritual que vivía de ermitaño en un bosque cercano. Salió del monasterio y fue a buscarlo para que le aconsejara. Cuando lo encontró, le explicó la desesperada situación en la que se encontraba el monasterio. El maestro sonrió y dijo: “Hay uno entre vosotros que es un gran santo, una verdadera encarnación de Dios. Los otros monjes no le muestran ningún amor ni respeto, y esa es la causa de todos vuestros problemas. Pero el Santo vive entre vosotros sin darse a conocer y no os revelará su santidad”. Tras estas palabras, el maestro cerró los ojos y el monje no pudo conseguir más información de él.

De vuelta al monasterio, el monje se preguntaba quién de entre sus hermanos podría ser el santo. “¿Será quizás el hermano que lava la ropa?”, se decía. “No, no puede ser él, pues tiene muy mal genio. ¿Tal vez sea el cocinero?”, se preguntaba. “No, no puede ser el cocinero pues cocina muy mal”. Así fue revisando la lista de todos los monjes, descartándolos a todos. Pero pensó: “Tiene que ser uno de los monjes, pues el maestro lo ha afirmado. No puedo saber quién es si solo veo los fallos que tiene cada uno. ¿Tal vez el santo dé muestras de algún fallo, a propósito, para ocultarse mejor?”

Tan pronto llegó al monasterio, contó a sus hermanos la gran noticia que le había transmitido el maestro. Se quedaron asombrados y se miraron atentamente, intentando descubrir quién podría ser el santo. Pero mientras se miraban, sólo veían las faltas que tenía cada uno. A partir de ese momento, empezaron a tratarse de forma muy diferente, con gran respeto y amabilidad, pues nunca sabían si el monje que estaba ante ellos era el santo. Tuvieron que esforzarse para ver solo la bondad que había en cada uno. Empezaron a tratarse con amor, y la atmósfera del monasterio cambió completamente. La gente volvió allí para absorber el amor y la divinidad que emergía de aquel lugar. Si nos mostramos humildes en cada una de nuestras acciones y también con los demás, conseguiremos que esta vida sea realmente una gozosa celebración.

La leche siempre es blanca, tanto si procede de una vaca negra, blanca o parda. De igual forma, la esencia inherente de cada uno, al margen de su nacionalidad o religión, es la misma. Es pacífica y armoniosa.

Los que padecen cáncer reciben un tratamiento similar en todos los países. De igual forma, el único camino para encontrar la paz y la alegría interior es a través de la práctica y de un pensamiento espiritual, que constituye la esencia de todas las religiones.

En el fondo, somos unidad. Al igual que la electricidad que se manifiesta a través de una bombilla, de un transistor de radio o de una televisión es la misma, el atman o el Ser interior es el mismo en todos los seres. En este mundo, todos necesitamos paz y amor.

Aquel cuyas piernas corren para ayudar al que sufre, aquel cuyas manos se extienden para consolar al afligido, aquel cuyos ojos lloran de compasión por los demás, aquel que atiende el lamento del prójimo y sus palabras consuelan a los que padecen; ese ser muestra realmente el auténtico amor hacia la humanidad.

Trabajamos por conseguir estos objetivos, olvidando todas las diferencias.


¿Quién es Amma?

Mata Amritanandamayi Devi, nombre completo de Amma, es una "maestra realizada", el más alto grado de santidad en vida, porque como tal la han aceptado los otros "maestros realizados" de India, convencidos de que Amma ha experimentado la unión con la Divinidad.

Su misión consiste en transmitir un mensaje de amor universal a través de los abrazos. A su "ashram" (monasterio) de Amritapuri en el estado indio de Kerala, llegan hasta 25 mil peregrinos en un solo día y ella los abraza en sesiones (darshan) de más de diez horas. Darshan significa ver o experimentar la presencia de una persona santa. Amma viene a compartir su amor, con toda humildad y con gran ternura. Ella toma a cada uno individualmente en su regazo, al tiempo que recibimos las bendiciones de su abrazo divino.

A lo largo de 30 años de servicio infatigable, Amma ha aconsejado y consolado a personas de todas las procedencias geográficas, culturales y sociales. El contacto personal, el afecto, la compasión, la ternura y la profunda atención que manifiesta hacia todos, el carisma espiritual, la inocencia y la humildad le son naturales y únicos.

domingo, 3 de julio de 2011

El PSOE ha de cambiar, por Ana Noguera




Es el último debate de Zapatero como Presidente del Gobierno. Y el último duelo que realiza con Rajoy. A partir de ahí, el futuro es incierto. Aunque el PP pretenda dar la seguridad de que todo está ya decidido, existen incógnitas que todavía hay que despejar, como por ejemplo, la fecha de las elecciones y sobre qué medidas basarán sus programas tanto el PP como el PSOE.

A Rajoy las encuestas le dan como ganador, no por méritos propios, sino por desilusión con el Partido Socialista. El PP no crece en votantes, sino que, subido al carro de la crisis, espera que todo vaya mal para obtener el poder. Pero, en estos momentos, ya sabemos que el problema de Rajoy no es que oculte su programa, sino que no tiene nada nuevo que ofrecer. Si Rajoy gana, su línea será de completa continuidad con la actual, dejándose llevar por las circunstancias, invocándose a Dios para que la crisis escampe y para que las medidas del gobierno socialista den frutos durante su mandato.

Sabemos que no aportará nada nuevo en materia económica, pero tampoco en la regeneración de la vida política y democrática por la que tanto se grita en la calle. El PP hace oídos sordos a las protestas porque no van con ellos. La gran paradoja que se produce es que el partido más demagógico, con mayor número de imputados y corruptos, con un concepto de democracia raquítico y de mínimos (por eso permiten a Camps haciendo de las suyas), defensor a ultranza del mercado, quien ha permitido la especulación urbanística más salvaje, renovador del mensaje más ultraliberal y neoconservador, agitador de sentimientos xenófobos con fines electorales, sale beneficiado de la crisis económica más salvaje creada por las tesis capitalistas, copando un importantísimo poder autonómico y municipal. Por tanto, del PP no hemos de esperar ninguna novedad, como ya ha demostrado también en el Debate, “la vida sigue igual”.

La incógnita se desarrolla en el tablero de juego del PSOE. Prácticamente sin tiempo, sin credibilidad, con una militancia desilusionada y una ciudadanía indignada, con una Europa mercantilista, con el aliento en la nuca de países como Grecia y Portugal que han caído en este combate cruel, y con la mayor pérdida de poder institucional en las pasadas elecciones autonómicas y municipales, el PSOE se debate entre “lo que debe hacer” según las instrucciones de Europa y “lo que le gustaría hacer” según su propio ideario y la atención a su gente.

Hay que atender a los dos platos de la balanza que se han desequilibrado. Por una parte, atender la crisis económica sabiendo que es muy fácil recibir consejos pero complicadísimo acertar en unas medidas que ya no son sólo nacionales, sino que están interconectadas de tal manera que un constipado alemán puede convertirse en una gripe terminal para otro país periférico. Sin olvidar la mayor cruz de nuestro país: el desempleo. Por otra parte, la debilidad y falta de credibilidad de la política, que se ha convertido en el mayor de los males, los más inútiles e ineficaces, y el enemigo número uno a combatir por los ciudadanos indignados. En cambio, esto sólo se soluciona con más política. A la demanda de plantar cara al mercado, más política; a la obligación moral de poner límites a la especulación financiera y evitar que esta crisis se reproduzca, más política; a la necesidad de devolver capacidad a la democracia y regenerarla, más política.

Rubalcaba no puede deslindarse de todo lo realizado por Zapatero pues ha sido y es parte de su gobierno, pero por otra parte, él tiene la inmensa responsabilidad de reconciliarse con su electorado y su militancia, de devolver el orgullo y la ilusión de pensar que las elecciones no están perdidas, de cambiar el discurso político para generar de nuevo confianza y acercamiento entre ciudadano y representante. Si las cosas siguen igual que hasta ahora, la partida ya está jugada. La única oportunidad que tiene es erigirse y actuar como un líder político, plantando cara a Europa proponiendo salidas diferentes desafiando al mercado.

El PSOE ha de cambiar. El tablero de juego ya no es estable, las piezas están fuera de sitio, y mucha gente ya no quiere ni jugar. Después de esta crisis, si no ponemos remedio, la economía seguirá inmersa en el mismo pensamiento que nos ha traído a la crisis actual, ¿y la política?
Ana Noguera

La religión hoy: Tres etapas, por Javier Melloni




Javier Melloni
Teólogo

En estos sesenta años el papel de la religión en nuestro país ha pasado por tres etapas claramente diferenciables: desde su relevancia social con oscuras alianzas con el poder (década de los 50 y 60) a su rechazo por parte de una sociedad emancipada y secularizada (década de los 70 y 80) hasta un retorno inesperado de lo sagrado (años 90 y primera década del tercer milenio). Este retorno no es una vuelta a atrás porque contiene formas antiguas y nuevas al mismo tiempo, con una marcada polaridad: por un lado, los fundamentalismos, vinculados al pathos identitario, y por otro, la emergencia de lo espiritual, que busca desprenderse de los marcos religiosos tradicionales.

El primer polo es inevitable que se presente porque, en un momento de pluralidad y pérdida de referentes, emerge la necesidad de pertenencia, uno de los instintos básicos del ser humano.

Las religiones son marcos de sentido y los vínculos que crean entre los que comparten las mismas creencias y celebran los mismos ritos calman la ansiedad que provoca la intemperie. Es natural que, en tanto que donadoras de sentido, las religiones se conviertan en lugares cálidos –y a la vez inegociables–de refugio cuya delimitación territorial y cosmovisional permite sobrevivir en tiempos de globalidad y fragmentación.

Con la misma fuerza se da el otro polo: asistimos a un despertar de la espiritualidad y de la interioridad sin religión, fuera de los marcos unívocos de creencias, normas y ritos. La diversidad interreligiosa y transconfesional –o posconfesional– hace que las demarcaciones tradicionales ya no sean significativas para muchos.

Entre ambas corrientes se halla un sector de creyentes que aman las raíces que les nutren sin caer por ello en rigideces, y que tantean con prudencia y a la vez con perplejidad lo plural y lo nuevo que se abre ante ellos.

Es natural que la religión, como dimensión integral de la condición humana, recoja las diversas situaciones existenciales y sociológicas de cada generación.

Más allá de estas tres tendencias, lo que hay que discernir en las actuales manifestaciones religiosas es en qué medida refuerzan las tendencias regresivas y más primarias del ser humano vinculadas con la supervivencia –individual o grupal–, y en qué medida ayudan a abrir a dimensiones más profundas de uno mismo y de la colectividad hacia
estados ascendentes de consciencia.

Repensar el cristianismo por José Arregi



Todo el mundo sabe que Hipócrates (s. V a.C.) es considerado “el padre de la medicina” y “el médico” por antonomasia. A él se le atribuye, con razón o sin ella, el famoso “juramento hipocrático”: “Por Apolo médico y Esculapio, por Higias, Panacace y todos los dioses y diosas, juro que cuando entre en una casa no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”. Muchos estudiantes de medicina, al final del grado, siguen haciendo el mismo juramento en versión actualizada y sin mencionar a los dioses, pues éstos han resultado ser menos inmortales de lo que Hipócrates pensara.

No estaría mal –permítaseme la digresión– que los políticos, los empresarios y los periodistas hicieran también un juramento similar en nombre de lo que consideren más sagrado: “Juro que diré la verdad, cuidaré la vida y defenderé al más necesitado sin buscar mi lucro”. Y que los obispos, en vez de jurar obediencia al papa que les ha nombrado y les puede ascender, dijeran: “Juro por Jesús que defenderé la libertad, la fraternidad y la igualdad dentro y fuera de la Iglesia”. Y que todos los teólogos, en vez de aquel “juramento antimodernista” que ha estado vigente hasta no hace muchos años, pronunciaran también su particular juramento hipocrático: “Juro por el Espíritu o la Ruah de Dios que me empeñaré en preparar odres nuevos para el vino nuevo, en liberar la buena nueva de los dogmas viejos, en hacer una nueva teología razonable y liberadora como la Ruah de Dios para el mundo de hoy”. Jesús prohibió jurar, pero estos juramentos le gustarían.

Volvamos a Hipócrates. Fue un médico moderno en su tiempo, y se dejó guiar por la observación y la experimentación. Negó, por ejemplo, que la “enfermedad sagrada” –así se llamaba a la epilepsia– se debiera a la acción de los dioses, y se opuso a tratarla con conjuros; él la trataba con buena dieta. Pues bien, un médico de nuestros días, Manuel Guerra Campos –hermano de aquel obispo integrista de Cuenca, diputado en Cortes por nombramiento de Franco–, asegura en sus Confesiones de un creyente no crédulo que Hipócrates no pasaría hoy de un 0 en un examen de Anatomía. Y el Dr. Guerra Campos, se pregunta: ¿Cómo es posible, sin embargo, que la Iglesia siga hoy con el mismo lenguaje y las mismas creencias que hace cientos y miles de años?

A eso iba. No es ésa la cuestión más importante en los tiempos que corren –¿qué diría Hipócrates de esta gravísima enfermedad en que está sumido su país, Grecia, y el nuestro y todo el planeta a causa de cuatro ricos que padecen la enfermedad más mortal de todas que es la codicia sin límite?–. Ésta es sin duda, también para la Iglesia, la cuestión más importante, mucho más importante que la “increencia” y el “relativismo”, la familia y la eutanasia e incluso el aborto, y no digamos la religión en la escuela. Pero creo que también es urgente para los cristianos hacer otra teología, una teología que vuelva la fe comprensible para hoy. Esa ha sido siempre la misión de los teólogos: decir la fe de una manera razonable para los hombres y mujeres de cada tiempo y lugar. Solo una teología razonable puede ser liberadora. Hay que repensar el cristianismo, para que sea evangelio liberador.

El cristianismo no puede ser evangelio liberador manteniendo conceptos y paradigmas del pasado que hoy resultan anacrónicos, absurdos e incluso nocivos. Que Hipócrates, un genio, hoy no pudiera aprobar ninguna asignatura de Medicina nos parece tan normal. Lo mismo le pasaría a Descartes en Filosofía, por mucho que la Filosofía no evoluciona en los mismos parámetros que las ciencias empíricas. Pero hoy no le valdría su famoso “pienso, luego existo”, y el tribunal se le reiría si repitiera que el cuerpo y el alma se conectan en la glándula pineal. Hasta el mismísimo Einstein, genio entre los genios y muerto hace solo 56 años, hoy suspendería en física cuántica, y seguiría afirmando ingenuamente que “Dios no juega a los dados”.

Pues sí que juega, aunque es una forma de hablar. Lo cierto es que no podemos seguir haciendo teología, es decir, hablando de Dios con imágenes y lenguajes que pertenecen a cosmovisiones anacrónicas, a paradigmas obsoletos. Por ejemplo, no podemos hablar de Dios como se hablaba en un mundo estático y determinista, piramidal y geocéntrico: arriba el cielo habitado de dioses con un Dios Supremo al frente, abajo la tierra creada por Dios desde fuera, y más abajo el infierno para los malos. Dios no es un Ente, ni es Algo, ni es Alguien con psicología y sentimientos como los nuestros.

Dios no interviene desde fuera cuando quiere. Dios no tiene por qué encarnarse una vez desde fuera, pues es la Carne del mundo, el Ser de cuanto es, el Corazón de cuanto late, el Verbo activo y pasivo de toda palabra, el Dinamismo de toda transformación, la Ternura de todo abrazo, el Tú de todo yo y el Yo de todo tú, la Unidad de toda diversidad y la Diversidad de toda unidad, la luz de toda mirada, la conciencia de toda mente, la Belleza y la Bondad que sostienen y mueven al universo en su infinito movimiento, en su infinita relación.

Y no podemos hablar de Jesús en los términos de la metafísica dualista que subyace a los dogmas: como si Dios fuera una “substancia” distinta y separada del mundo, como si en Jesús asumiera “nuestra substancia” por primera y única vez, de manera singular y milagrosa, como si Dios no fuera el verdadero Ser de todo cuanto es, como si todo ser humano no fuera divino por el mero hecho de ser bueno. Jesús fue un hombre bueno, un hombre libre, y ahí se resumen todos los dogmas. Así de simple.

Ni podemos hablar de la revelación y de la encarnación de Dios como si este planeta fuese el centro del universo y como si la especie humana fuese el culmen de la evolución de la vida. El universo no tiene centro, y la vida en este planeta seguirá evolucionando todavía durante miles de millones de años, y seguramente también en infinidad de otros planetas en un universo sin límite. Y Dios es el Corazón y el Misterio del universo siempre revelado y oculto, el Fuego que lo habita.

Tampoco podemos hablar del ser humano como si la biogenética y las neurociencias no hubieran demostrado que no tenemos más conciencia y libertad que aquellas de las que nos hacen capaces los genes y las neuronas. Y no es poco, pero tampoco es tanto (todavía). La libertad está en camino, como el cosmos, la vida y la conciencia. La libertad es la meta de toda la creación. ¿Y el pecado? ¡Qué absurdo y nocivo nuestro lenguaje tradicional sobre el pecado, y por lo tanto el perdón! El pecado no es la culpa contraída con una divinidad, sino la herida, el error, la finitud y el daño. Pero somos amados y podemos seguir: eso es el perdón.

Así deberíamos seguir revisando todo lo dicho sobre la “salvación” o el “más allá”, para volverlo a decir con palabras libres y metáforas nuevas, pues nada de lo dicho es esencial en la fe, sino justamente lo indecible. Lo dijo nada menos que Santo Tomás de Aquino hace 800 años. Lo malo es que él sí aprobaría hoy un examen de teología en la mayoría de las Facultades. Con él sucede lo contrario de lo que sucede con Hipócrates o Einstein: las autoridades eclesiásticas de su tiempo le suspendieron como heterodoxo, pero más tarde proclamaron su teología como “teología perenne”, inmutable.

Sencillamente, no tiene sentido, y el “doctor angélico” sería el primero en protestar por seguir aprobando hoy con la teología de hace ocho siglos, y nos diría con pena que le hemos traicionado. En efecto, ser fieles a Santo Tomás de Aquino no consiste en repetirle, sino en hacer en nuestro tiempo lo que él hizo en el suyo: repensar el cristianismo, para que sea iluminación y consuelo, medicina y liberación.

José Arregi

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el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.