"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

martes, 30 de noviembre de 2010

El adviento según Thomas Merton

Tomado de http://caminomisionero.blogspot.com/2010/11/el-adviento-segun-thomas-merton.html


Nuestro Adviento no es una celebración de valores tradicionales meramente culturales, por grandes y dignos de perpetuación que sean. El adviento no es un mero retorno, una repetición, una renovación de lo antiguo. No puede ser el regreso a la infancia personal o social. La venida del Señor, que es lo mismo que Su “presencia”, es la venida de lo nuevo, no la renovación de lo viejo”.

"Nuestra tarea es buscar y encontrar a Cristo en nuestro mundo tal y como es y no como podría ser. El hecho de que el mundo sea diferente de lo que podría ser no altera la verdad de que Cristo está presente en él, y que Su plan no ha fracasado ni cambiado: en efecto, todo se hará conforme a Su voluntad. Nuestro adviento es la celebración de esa esperanza. Lo que es incierto no es la "venida" de Cristo sino nuestra acogida a Él, nuestra docilidad y capacidad de salir a Su encuentro".

“El misterio de Adviento es un misterio de vaciamiento, de pobreza, de limitación. Debe ser así. De otro modo no podría ser un misterio de esperanza. El misterio de Adviento es un misterio de comienzo: pero también es el misterio de un fin. La plenitud del tiempo es el final de todo lo que todavía estaba incompleto, todo lo que todavía era parcial. Es el cumplimiento en unidad de todo lo que era fragmentario.
El misterio de Adviento en nuestras vidas es el comienzo del fin de todo lo que en nosotros no es todavía Cristo. Es el comienzo del fin de la irrealidad”.

“Adviento, para nosotros, significa aceptación de ese comienzo totalmente nuevo. Significa una disposición para hacer que la eternidad y el tiempo se encuentren no sólo en Cristo sino en nosotros, en el Hombre, en nuestra vida, en nuestro mundo, en nuestro tiempo. Si hemos de entrar en el comienzo de lo nuevo, debemos aceptar la muerte de lo viejo. El comienzo, pues, es el fin. Hemos de aceptar el fin, antes de poder empezar. O más bien, para ser más fieles a la complejidad de la vida, hemos de aceptar el final en el comienzo, ambos juntos".



Thomas Merton
“Tiempos de Celebración”

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EL MACROECUMENISMO: EL ECUMENISMO DE DIOS, por José María Vigil.





No podemos mirar el mundo ni enfocar nuestra vida desde la visión exclusiva de una raza, una cultura, pueblo o Iglesia. Nos sentimos ciudadanos del mundo, peregrinos de la historia total, responsables de la universalidad del cosmos, hermanos y hermanas de todas las criaturas.

El ecumenismo de Dios nos impide absolutizar mediaciones tales como nuestra propia Iglesia o nuestra religión. Nuestra pertenencia a una Iglesia no agota ni expresa adecuadamente nuestra pertenencia fundamental, nuestro «lugar social religioso»13, que no es ya el pequeño mundo de una confesión particular, sino –a imagen y semejanza de Dios- el amplio ámbito macroecuménico, el universo de las religiones, la Humanidad buscadora de Dios. Cada vez más, hoy, para ser religioso hay que serlo intrerreligiosamente, y macroecuménicamente.

El macroecumenismo de la misión cristiana

La nueva experiencia de Dios que hemos hecho… a través del redescubrimiento de Jesús, nos hace sentir también el macroecumenismo de la misión del cristiano. Hablamos de la misión fundamental de todo cristiano, más allá de toda vocación o carisma particular.

Esta misión consiste en «vivir y luchar por la Causa de Jesús, por el Reino», y ésa es, evidentemente, una misión máximamente macroecuménica. Porque el Reino es vida, verdad, justicia, paz, gracia, amor... entre todos los hombres y mujeres, entre todos los pueblos, y comunión de ellos y ellas con la naturaleza y con Dios. La misión de que nos sentimos investidas las personas cristianas es vivir y luchar por esta Utopía.

Ahora bien, esta misión no es otra que la de toda persona humana.

Nuestra tarea como cristianos no es otra que la que nos compete como personas. En principio los cristianos no tenemos una misión propia, específica, distinta, reservada, sólo viable para los iniciados. Nuestra vocación coincide con la vocación humana, porque nuestro sueño coincide con el sueño de Dios.

Siendo lo que somos, personas cristianas, no nos sentimos pertenecientes a una facción, a un particularismo filosófico o teológico, a una secta que nos sustraiga de las grandes preocupaciones y perspectivas. Nuestras Causas son las Grandes Causas de la Humanidad, Causas y Sueños de todos los pueblos, Causas y Sueño también de Dios.

Por eso, siempre que los hombres o mujeres, en cualquier circunstancia o situación, bajo cualquier bandera, trabajan por las Grandes Causas del Reino (amor, justicia, fraternidad, libertad, vida...) están cumpliendo el sentido de su vida, están haciendo la voluntad de Dios, están luchando por la Causa de Jesús. Por el contrario, no siempre que las personas se declaran
cristianas y viven y luchan por sus Iglesias están haciendo la voluntad de Dios. No será otro el criterio escatológico por el que Dios juzgará a los seres humanos (Mt 25, 31ss): un criterio totalmente macroecuménico, no confesional, no eclesiástico, ni siquiera «religioso».

Común a todo ser humano

Esta «gran misión cristiana» que creemos que es común con la misión de todo ser humano, no dejamos de vivirla con nuestra propia luz de fe cristiana, con nuestra propia tradición. Hemos valorado mucho siempre nuestra propia tradición religiosa, como han hecho todas las religiones. Y como ellas también, hemos exagerado su valor cuando hemos absolutizado muchos elementos que eran realmente relativos, y cuando nos hemos considerado a nosotros mismos como el propio centro del universode las religiones... Hoy consideramos que la luz de nuestra fe es una luz «superior», porque viene de arriba, pero no es una luz superior a las demás
por principio, sino una luz más entre las muchas luces de Dios que iluminan a la Humanidad, y cuya superioridad habrá que analizar a posteriori comparativamente con las demás luces, con mucho realismo y objetividad. Macroecuménicamente, valoramos todas las luces que iluminan a todos los seres humanos que vienen a este mundo.

En relación con los otros

Por esta coincidencia entre la misión cristiana y la misión humana, nos sentimos bien en cualquier sociedad humana abierta. No necesitamos vivir en sociedades aparte, ni en sociedades cristianas, de régimen de cristiandad, porque lo que para nosotros importa no es el «decir ‘Señor, Señor’», sino estar a favor del proyecto de Dios. Nos sentimos llamados a colaborar con todos los que buscan la verdad y el amor, aunque no sean cristianos, ni siquiera creyentes. Nos alegramos de todo lo bueno que en el mundo fermenta, y nada humano lo consideramos ajeno a nosotros mismos, o irrelevante para una mirada atenta a la presencia de la salvación. El mundo, la sociedad, la historia, son nuestro propio ambiente vital, como ciudadanos del mundo y responsables de la sociedad, de su proyecto, de su misma esperanza... Ese mundo es el campo en el que nos sentimos llamados a realizarnos plenamente. Podemos y debemos colaborar con todos, sin visiones chauvinistas ni ópticas monocromáticas.

No dejamos de tener una identidad cristiana específica, pero es una diferencia accidental añadida y que no nos separa del mundo, sino que nos reenvía a él. Nuestra gran referencia no es esa identidad cristiana ni ninguna otra referencia confesional diferenciante, sino la «gran misión humana», la común vocación de constructores de la Utopía, luchadores por las Grandes
Causas. Ante Dios, lo que importa no será ser cristiano, judío, musulmán, hindú o sintoísta... sino haber gastado la vida en pro de las Grandes Causas.

A diferencia de otros tiempos en los que los cristianos hemos medido todo lo ajeno con la medida de nuestros propios valores, hoy valoramos lo que no es cristiano reconociendo su valor intrínseco, por sí mismo. No llamamos a nadie «cristiano anónimo», ni a ningún valor lo llamamos «Verbo sembrado», ni «semillas del Evangelio» o «preparación evangélica». No importa que las personas sean cristianas o no, sino que sean ciudadanas del Reino. Y sus valores no valen por la participación que tengan de nuestros propios valores, sino de la que tengan en los valores de Dios mismo, fuente de todo bien.

El conflicto en la misión cristiana

Pero también nos encontramos con la oposición y el conflicto. Hay quienes se oponen a los intereses comunes de la comunidad humana a favor de sus propios intereses egoístas y opresores. Unas veces somos combatidos, otras debemos luchar y oponernos. A veces somos perseguidos por nuestra fe, y otras veces somos nosotros los que sentimos la necesidad de criticar la actitud de nuestra propia Iglesia o religión. El conflicto forma parte de la historia y de nuestra vida.

Ahí, nuestra actitud macroecuménica nos hace saltar por encima de fronteras chauvinistas entre «los nuestros y los otros», haciéndonos medir nuestras solidaridades y oposiciones en función de la utopía del Reino. También aquí el reinocentrismo es la medida de todo. Nos sentimos más unidos a aquellos que, aun sin ser de nuestra religión, sin referencia a Cristo o sin fe explícita en Dios, luchan por su Utopía (que nosotros llamamos Reino en lenguaje bíblico cristiano) y por tanto se posicionan a favor de la justicia, a favor de los pobres y de la liberación integral, que a aquellos que tal vez con el nombre de Cristo Rey en los labios, se posicionan a favor de la injusticia y la opresión, y se oponen a los pobres.

Si nuestra verdadera pasión es la llegada del Reino, y todo lo medimos ecuménicamente con esta medida –como decimos-, nos sentiremos más unidos a aquél que realiza la Causa de Jesús aun sin conocerlo, que a aquellos que -quizá incluso en su nombre- se oponen a ella.

Esto es tremendo, pero es real. Y es evangélico. Jesús mismo sentía esa mayor cercanía. Él se identificó más con el samaritano que con el sacerdote y el levita, más con la liberación de los pobres que con el culto del templo (Lc 10, 25ss), más con los pecadores humildes que con los fariseos satisfechos de sí (Lc 15, 11-32; Mt 21, 31-32), más con el que hace la voluntad de Dios que con el que dice «Señor, Señor» (Mt 7, 21), más con los que dan de comer al hambriento, aun sin conocerlo (a Él) (Mt 25, 31ss), que con los que hicieron milagros en su nombre (Mt 7, 22), más con el que decía que «no» pero hacía la voluntad del padre que con el que decía que «sí» pero no la hacía (Mt 21, 28-32).

Conocemos muchos casos en la historia en los que la verdad del Reino ha estado más del lado de los que han sido perseguidos por los cristianos y hasta por la propia Iglesia, que del lado de éstos y de ésta. Cuando los indígenas de Abya Yala fueron invadidos, expulsados y masacrados o esclavizados, la razón de Dios estaba de su parte, y no de la del que esgrimía la Cruz o el mandato del Papa en el «Requerimiento». En la guerra civil española, que fue considerada «cruzada» por la Iglesia, unos murieron con el nombre de Cristo Rey en los labios y en su corazón, pero en connivencia con el ejército que combatía a los que de hecho defendían las Causas de la soberanía popular, el orden constitucional, la democracia y la superación del capitalismo, Causas que entonces daban cuerpo a la utopía del Reino proclamado por Jesús. Las revoluciones por los derechos humanos modernos hubieron de ser anticlericales y perseguidoras de las Iglesias, porque éstas se posicionaron a favor de las monarquías y oligarquías, a favor del orden del privilegio y del Ancien Régime. En la larga marcha del ascenso del socialismo mundial, la Iglesia ha estado invariablemente con el capitalismo, poniendo la libertad económica de los poderosos por encima de la justicia y la dignidad de los pobres. Finalmente, en las revoluciones populares latinoamericanas, la Iglesia católica institucional ha sido uno de las grandes obstáculos que no pudieron superar los movimientos liberadores de los pobres. En estas y otras muchas coyunturas históricas graves, así como en los conflictos de cada día, la perspectiva macroecuménica nos solidariza primariamente con el amor y la justicia, la libertad y el bien de los pobres, y nos enfrenta a quien se opone a ellos, aunque sea de nuestra religión o nuestra Iglesia. El macroecumenismo se mueve en otras coordenadas, sin el fanatismo de defender, por espíritu de cuerpo, a nuestra religión o de nuestra Iglesia, a cualquier precio, por encima de de las Causas a las que la misma Iglesia se debe.

lunes, 15 de noviembre de 2010

IV Congreso de (Micro) Ecumenismo en Madrid: Una nueva decepción.


Acabo de regresar de participar en el IV Congreso de Ecumenismo, celebrado este fin de semana en Madrid y , como ya os adelanto en el título del post, he regresado bastante decepcionado. Y es que se sigue pensando el ecumenismo en términos puramente cristianos, buscando simplemente la unidad de las iglesias, sin atender a la demanda de un ecumenismo interreligioso y universal que valore la pluralidad religiosa y humana y busque la comunión de Todo y todos en la pluralidad. Es la demanda del llamado “ecumenismo ecuménico” (Raimon Panikkar) o Macroecumenismo ( P. Casaldáliga) que el ecumenismo oficial parece querer obviar.

Naturalmente, no todas las ponencias han sido igualmente decepcionantes, destacaría sin duda las ponencias de las Iglesias venidas del llamado “Sur” como las más enriquecedoras y auténticas. Especialmente buena fue la ponencia del presbítero reformado coreano In Sin Hang, que habló desde un espíritu verdaderamente pluralista, señalando cómo la lectura del Tao Te King (texto central del Taoismo) le había ayudado a ser mejor cristiano y denunció los métodos agresivos que los cristianos coreanos utilizan contra los budistas invadiendo sus templos y haciendo ceremonias de exorcismo como si allí habitaran los demonios, colgando después todas estas fechorías en You Tube, para indignación general de la población.

También fue muy buena la ponencia de Carlos Ham, pastor evangélico cubano, que presentó un modelo de misión centrado en la liberación integral del hombre, en especial de los pobres y marginados, en clara línea con la teología de la Liberación.


El resto, salvo excepciones, me resultó aburrido y con un horizonte muy limitado al ámbito cristiano, y a los pequeños intereses de las diferentes iglesias, dolidas por su pérdida de influencia social.


En lo que todos estaban de acuerdo es que el ecumenismo está en horas muy bajas en España, las iglesias oficiales lo miran con recelo sin atreverse a condenarlo, pero concentrando sus energías en la “reevangelización” de la sociedad, entendiendo a veces esto como “reconquistar” el poder perdido.

Pareciera al observador que ante este panorama los encargados del ecumenismo en la iglesias quieren hacer ver el "valor" del mismo a sus jerarquías señalando su "importancia como instrumento misionero”. La unión de todos los cristianos parece ser que sería estupenda para esa reevangelización con la que sueñan algunos, entendida como volver a ser mayoría y conquistar la sociedad, si bien ahora con “guante blanco” y no con la “espada” como en otras épocas.


Hay pues hoy en día, al menos, dos maneras de entender el ecumenismo: la oficial que consiste en buscar la unidad visible de los cristianos y parece que ahora también consiste en lanzarse juntos a la misión, entendida como conquistar nuevos conversos.

Y un ecumenismo ecuménico o macroecumenismo, que busca la unidad en la pluralidad de todos los hombres y mujeres de cualquier credo o ideología, cultura o espiritualidad, que cree superada la idea de la misión como conquista de nuevos adeptos y la entiende en el sentido de diálogo para descubrir el Dios que está ya en los otros y que nosotros aún no conocemos, que busca un nuevo modo de ser cristiano desde la acogida, el diálogo y el aprendizaje de las otras religiones y culturas y que hace de su identidad un lugar de comunión con los demás y no de separación de ellos, que valora, en suma, tanto la pluralidad como la unidad.


Desgraciadamente de este ecumenismo prácticamente no se habló y se siguió anclado en los viejos esquemas reduccionistas de limitarse al ecumenismo cristiano.


No le auguro mucho futuro a este estilo de ecumenismo microecuménico.


Quizá una de las cosas que me llevo del congreso fueron las palabras de un presbítero anglicano que animó a las bases a practicar ya un ecumenismo interconfesional (yo añadiría interreligioso) ya que las jerarquías de las diversas iglesias están siendo infieles a la llamada del Espíritu ecuménico. Así sea.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Intelectuales españoles ante la visita y la línea del papa, por Antonio Duato.




El profesor Antonio García Santesmases acaba de publicar un artículo en la revista Iglesia Viva con este título: Intelectuales y cuestión religiosa en la España actual. Creo que lo que allí dice puede proyectar mucha luz al debate suscitado en España tras la reciente visita del papa y su declaración previa sobre el laicismo y el anticlericalismo de hoy y de los años treinta.

Santesmases establece un mapa de cuatro tipos de intelectuales, señalando claramente su posicionamiento respecto al catolicismo y los medios de comunicación en que principalmente se expresan. Su análisis se podría resumir así:


1) El intelectual neoconservador:
“Su diagnóstico se funda en considerar que el gran problema de nuestro tiempo es la crisis de valores provocada por el proyecto ilustrado. Siguiendo, entre otros, a J. Ratzinger, sostienen que la modernidad ilustrada ha generado un gran vacío, una anomia en el mundo valorativo al haber vaciado de sentido a los proyectos morales”. Se expresan en ABC –sobre todo en el suplemento Alfa y Omega– y, aunque sean minoría, tienen claro que se puede retornar culturalmente al estado precedente a la ilustración que separó la razón de la fe. Es la gran reconquista o reevangelización. Santesmases describe muy bien el proceso intelectual por el que muchos llamados “intelectuales” llegan a estas posiciones ultra conservadoras.
Es evidente que estos intelectuales están entusiasmados con el reciente viaje y apoyan la línea de Ratzinger.

2) El intelectual y la identidad nacional:
Aunque coincida en muchas cosas con el neoconservador, su “familia intelectual” pertenece al Restauracionismo de la generación del 14, la construcción de una Nueva España integrada, en oposición a la disgregación preveniente de las nacionalidades periféricas. La religión es importante, culturalmente, como factor y expresión simbólica de la nación. Este hacer de la idea nacional el eje de su actividad intelectual les relaciona, aunque en opuesto, con los intelectuales catalanes o vascos que se centran en la restauración de su nación. Son medios de expresión más significativos el diario digital El Imparcial y La Fundación Ortega (últimamente fusionada con la Fundación Marañón) para los defensores de la idea de España y La Vanguardia para los catalanistas.
Tanto los intelectuales españolistas como los nacionalistas periféricos, aunque no sean cristianos practicantes, tienen motivo para estar satisfechos de la importancia que este viaje y este papa están dando al papel de España en la construcción de Europa y la impotancia respectiva de Galicia y Cataluña (en cuyas lenguas ha hablado) a cuya historia y cultura ha hecho repetidas alusiones.

3) El intelectual liberal-radical:
Este intelectual “es radical en la defensa de los derechos cívicos y liberal en la lucha por la autonomía de la razón y la primacía de la soberanía popular frente al peligro de los fundamentalismos. Desde esta perspectiva en el debate entre neoconservadores y liberales su obsesión es marcar la separación de poderes, advertir de los peligros de la teocracia y mostrar que todos los discursos ilustrados optimistas acerca de un avance inexorable de la razón y del progreso deben ser puestos en cuarentena dado lo ocurrido en el siglo veinte. La religión está de vuelta y hay que armarse dialécticamente para combatirla”. Este intelectual se expresa en la línea fundamental de El País y en las firmas que más la representan cuando se toca el aspecto religioso: Javier Pradera, Fernando Savater y Paolo Flores D’Arcais.
Estos intelectuales y medios sacarán a relucir constantemente las contradicciones, fallos y abuso de poder -una insoportable intromisión en la soberanía estatal- que ha significado el viaje y la línea de Ratzinger, destacando la colonización monopolista que intenta hacer de los valores e incluso de la razón.


4) El intelectual republicano:
La ley sobre la memoria histórica promovida por el gobierno de Zapatero y todo el debate en torno al juez Garzón ha hecho que se resucitase un pensamiento netamente republicano de izquierdas que se manifiesta sobre todo en Vicenç Navarro y otros colaboradores de Público o de Temas para el debate de la Fundación Sistema. No se trata sólo de seguir con la crítica a la economía capitalista y defender el estado del bienestar, sino de poner en cuestión la amnesia con que se realizó la transición y volver a ciertos ideales de la segunda república. Tanto en su aspecto económico (en el le acompañan otros economistas como Juan Torres o Martín Seco) como en el cultural estos intelectuales están proporcionando un proyecto económico-político a la izquierda que encaja con una lectura de la historia de la España del siglo veinte.
La memoria selectiva de lo que ocurrió en los años treinta y la falta de un discurso sobre juticia e igualdad -el papa puso el foco en la obras de caridad que sostiene la Iglesia- centran la crítica de este viaje y de la línea del papa para este grupo.

Pero Antonio García Santesmases acaba su artículo resaltando la importancia de lo que significa como intelectual el recientemente desaparecido José Mª Díez-Alegría -junto a otro político no encajable, como Vidal Beneyto. En ese mapa de los intelectuales, “¿donde encaja una figura como la de Díez Alegría?” Para los conservadores está claro: es el ejemplo de alguien profundamente equivocado, “que pensó que la religión debía adaptarse a la modernidad ilustrada, y que yendo más lejos incluso que los progresistas liberales pretendió el imposible de llegar a un acuerdo entre el cristianismo y el marxismo”.

Pero, ¿y para los liberales y republicanos? ¿Acaso no será necesario hacer memoria no sólo de la II República sino de “otra historia que no llegó a triunfar, que fue abatida, pero que está ahí”? “Es una historia en la que el marxismo y el cristianismo de los años sesenta no estaban en el estalinismo ni en el totalitarismo. Respondían a un clima cultural posterior al Vaticano II donde se trataba de buscar un nuevo camino, un camino ético-profético a los comportamientos religiosos, un camino cercano a una religión que recogiera una tradición mesiánica y que creyera en la esperanza”.


Muchos de los que hacemos ATRIO participamos de esta historia “abatida” y de esta esperanza que Santesmases ve simbolizada en Díez-Alegría. Y a la luz de ese mismo cristianismo renovado estamos ahora interpretando lo que está pasando en España. No quisiéramos que la polarización que están intentando introducir los intelectuales conservadores y otros liberales y republicanos convirtiera la posición de la jerarquía actual en la única opción cristiana o católica. Lo mismo que hubo en la república algunos casos, hay hoy muchos cristianos estamos con los intelectuales más comprometidos con la justicia y la igualdad. Con Díez-Alegría y otros muchos mantenemos la esperanza: esperamos otro mundo, otra democracia y otra economía y otra Iglesia. No es sólo una utopía pues todo es posible. Y sabemos justificar y defender nuestras posiciones desde las fuentes del cristianismo y desde las grandes intuiciones del Vaticano II.


Y acaba Santesmases con una pregunta que hacemos nuestra: “Ahora que se produciendo esta locura descontrolada, esta corrupción de la democracia -como sostiene Vidal Beneyto en su último libro-, ¿no es un buen momento para recordar las críticas al capitalismo de Díez-Alegría?”

jueves, 4 de noviembre de 2010

La escucha activa y empática: una forma de amar y curar, importante en el camino espiritual.





La escucha activa es: escuchar bien, con atención y cuidado, tratando de comprender lo que nos dice la otra persona. Para lograrlo debemos estar presentes no sólo físicamente sino también psicológicamente.


Tenemos tendencia a no escuchar lo que nos dice la persona con la que hablamos porque vamos unos pasos por delante pensando en cuál va a ser el argumento de nuestra respuesta.


7 ventajas de practicar la escucha activa

1. Si sabemos escuchar, los demás sentirán la confianza necesaria para ser sinceros con nosotros.


2. La persona que nos habla se siente valorada. Y ésta es una de las formas más baratas y más sencillas de poner en práctica la motivación.


3. Escuchar tiene efectos tranquilizantes y facilita que se eliminen tensiones. Y esto es muy importante en ambientes laborales donde el estrés se está convirtiendo en el protagonista principal de las comunicaciones.

4. Favorece una relación positiva con su interlocutor. Ya sea que usted ocupe o no un puesto directivo, siempre le servirá para fomentar unas buenas relaciones.

5. Permite llegar al fondo de los problemas y no tomar medidas de emergencia que, con el tiempo, son peor remedio que la enfermedad.


6. Logramos respeto hacia nosotros de la persona que nos habla. Porque el respeto es una de esas cosas importantes en la vida, que “cuanto más se reparte más se tiene”.

7. Es una recompensa para la persona con la que hablamos. De ahí que deba ser utilizada con prudencia cuando nos relacionamos con personas que tienden a hablar en exceso.


Los enemigos de la comunicación


Hay conductas que realizamos, algunas de forma consciente y otras totalmente inconscientes que impiden la comunicación. Por ejemplo:


-Interrumpir continuamente a la persona que nos habla.
-Juzgar cada comentario que nos hace.
-Ofrecer ayuda que no nos ha solicitado.
-Quitar importancia a los sentimientos de la otra persona con expresiones como: “No te preocupes por esa tontería”, “no te pongas así”, etc.
-Contar “nuestra anécdota” cuando el otro está aún hablando.
-Caer en el “síndrome del experto”: Saber lo que debemos contestar cuando el otro no ha hecho más que iniciar su relato.



La escucha activa consiste en una forma de comunicación que demuestra al hablante que el oyente le ha entendido. Existen varios niveles de escucha que se pueden emplear dependiendo de que del nivel de entendimiento que se alcanza en cada caso caso:


1. Parafrasear, es decir, resumir lo que ha dicho. Si alguna parte nos ha llamado la atención, podemos resaltar las palabras que más nos han impactado. Es una forma de dirigir la conversación, porque el hablante va a ampliar la información sobre lo que hemos subrayado.


2. Reflejar el estado emocional. Además de que se le ha entendido, se le muestra que se sabe como se siente. Ayuda; pero no basta con decir: “sé como te sientes” o “te entiendo”.


3. Validar: mostrar que se acepta lo que dice aunque no se esté de acuerdo. Es aceptable lo que se dice, se entiende; aunque no se esté totalmente de acuerdo.

4. Estar completamente de acuerdo. Hay gente que la única forma que tiene de aceptar la empatía del otro es a través del acuerdo completo de la otra persona.

5. En cualquier caso se puede cualificar lo que se dice como una opinión propia y no como una afirmación indiscutible. Se hace introduciendo un tono en la expresión que relativice lo que se dice o utilizando frases como: desde mi punto de vista, en mi opinión, etc.


Hay que tener en cuenta que no se puede aceptar aquello con lo que no se está de acuerdo; pero se puede validar lo que se oye y mostrar la discrepancia como una opinión propia. Hay veces en las que la opinión de uno no puede ser de ninguna forma aceptada, aunque sí oída.


Los ejercicios para comunicarse activamente dan resultado si los que hablan tienen algún punto en común en el que estén de acuerdo. Si no es así, hacer ejercicios de comunicación puede llevar a un distanciamiento entre los que lo hagan en lugar de acercarlos.


Para una mejor comunicación es necesario también:


• Tener habilidades expresivas
• Encontrar formas no defensivas de expresarse

Qué no hacer en la escucha activa


A continuación enunciamos algunos fallos en los que puedes caer cuando pretendes realizar una escucha activa
.
1. No rechazar las emociones que el otro manifiesta. Las emociones son reacciones automáticas que frecuentemente se dan en determinadas circunstancias; pero que no son obligatorias y no las controlamos. Por eso, decir a una persona que no debería sentir lo que siente implica un reproche sobre una conducta sobre la que la persona no tiene control. Hay que tener en cuenta que no está en su mano modificar ese sentimiento.

2. No juzgar. Recuerda el dicho bíblico: no juzgues y no serás juzgado.


3. No solucionar el problema. Quien te lo está planteando quiere compartirlo contigo, pero él (ella) es la responsable de solucionarlo. Tú solamente puedes escuchar y dar tu opinión.

4. No interrumpir. Espera a que la otra persona te dé paso, aunque no estés de acuerdo con lo que dice.

5. No cuentes tu propia historia. Recuerda que nadie escarmienta en cabeza ajena. Además, si te está contando algo es para que entiendas su problema y, si cuentas tu historia estaréis centrándoos en la tuya.

6. No des un consejo que no te hayan pedido.


7. No descalifiques cuando des tus opiniones.

martes, 2 de noviembre de 2010

La Importancia de la práctica de las Virtudes (Ideas Correctas) en el Camino Espiritual, por Anselm Grün, monje benedictino.


Las cuatro virtudes cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y templanza) son consideradas, desde los tiempos de la filosofía griega, actitudes fundamentales del ser humano que son importantes para el buen éxito de su vida.

«Cardinal» viene de la palabra latina cardo, que significa «gozne». Las cuatro virtudes son como el gozne de una puerta alrededor del cual gira todo. Sin ellas no se encuentra acceso alguno al ámbito del alma.

En latín, «virtud» se dice virtus, término que denota fuerza, facultad, destreza. El alma necesita
las fuerzas de las virtudes para dominar la vida. Virtus, a su vez, proviene de vir, «varón». Originariamente, virtus es la fuerza viril, la fuerza que adorna al varón. La palabra alemana para virtus, «Tugend», proviene de «taugen», que significa «servir». Sin virtud, la vida no sirve.

Las virtudes contribuyen a que la vida salga bien. La palabra alemana «Tugend» [como la castellana «virtud»] es femenina. Los artistas siempre han representado las virtudes como cuatro mujeres. En el ámbito de la simbología, la mujer representa al alma. Al parecer, el varón necesita las fuerzas anímicas de la mujer para que su vida tenga éxito.

Para la filosofía griega, las virtudes cardinales son el camino para desplegar la riqueza del alma, conducir al ser humano hasta su verdadero yo y posibilitar una cooperación fructífera.

Las tres virtudes teologales (fe, esperanza y amor) son para la teología y la filosofía de la Edad Media el despliegue concreto de la espiritualidad en la vida cotidiana. Lo mismo que las virtudes cardinales marcan el comportamiento del ser humano, también han de marcarlo las tres virtudes teologales. Sin ellas la vida no sirve. La espiritualidad no es, por tanto, algo postizo, sino un ahondamiento del camino puramente humano. Describe el verdadero despliegue de la condición humana y nos descubre las posibilidades que Dios ha puesto dentro de nuestra propia naturaleza...

Pero lo importante en relación a dichas tres virtudes no es si soy cristiano o no, sino si acepto una dimensión espiritual en mi vida.

Fe, esperanza y amor son actitudes absolutamente humanas que nos permiten tener un mejor trato unos con otros. Ello no me obliga a creer en todos los dogmas del cristianismo. Lo importante es, más bien, acuñar actitudes que sepan del misterio de la condición humana y hagan justicia al ser humano. Y esto sólo lo lograremos si tenemos también en cuenta su dimensión espiritual.

La psicología transpersonal de nuestro tiempo lo ha puesto de manifiesto una y otra vez. En ella, «espiritualidad» no significa que soy lo más piadoso posible, sino... cómo veo al ser humano y cómo lo trato; si se trasluce o no algo espiritual y, en última instancia, profundamente humano.

Hola, Bienvenid@s.


Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


Mi camino...

el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.