Las cuatro virtudes cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y templanza) son consideradas, desde los tiempos de la filosofía griega, actitudes fundamentales del ser humano que son importantes para el buen éxito de su vida.
«Cardinal» viene de la palabra latina cardo, que significa «gozne». Las cuatro virtudes son como el gozne de una puerta alrededor del cual gira todo. Sin ellas no se encuentra acceso alguno al ámbito del alma.
En latín, «virtud» se dice virtus, término que denota fuerza, facultad, destreza. El alma necesita
las fuerzas de las virtudes para dominar la vida. Virtus, a su vez, proviene de vir, «varón». Originariamente, virtus es la fuerza viril, la fuerza que adorna al varón. La palabra alemana para virtus, «Tugend», proviene de «taugen», que significa «servir». Sin virtud, la vida no sirve.
Las virtudes contribuyen a que la vida salga bien. La palabra alemana «Tugend» [como la castellana «virtud»] es femenina. Los artistas siempre han representado las virtudes como cuatro mujeres. En el ámbito de la simbología, la mujer representa al alma. Al parecer, el varón necesita las fuerzas anímicas de la mujer para que su vida tenga éxito.
Para la filosofía griega, las virtudes cardinales son el camino para desplegar la riqueza del alma, conducir al ser humano hasta su verdadero yo y posibilitar una cooperación fructífera.
Las tres virtudes teologales (fe, esperanza y amor) son para la teología y la filosofía de la Edad Media el despliegue concreto de la espiritualidad en la vida cotidiana. Lo mismo que las virtudes cardinales marcan el comportamiento del ser humano, también han de marcarlo las tres virtudes teologales. Sin ellas la vida no sirve. La espiritualidad no es, por tanto, algo postizo, sino un ahondamiento del camino puramente humano. Describe el verdadero despliegue de la condición humana y nos descubre las posibilidades que Dios ha puesto dentro de nuestra propia naturaleza...
Pero lo importante en relación a dichas tres virtudes no es si soy cristiano o no, sino si acepto una dimensión espiritual en mi vida.
Fe, esperanza y amor son actitudes absolutamente humanas que nos permiten tener un mejor trato unos con otros. Ello no me obliga a creer en todos los dogmas del cristianismo. Lo importante es, más bien, acuñar actitudes que sepan del misterio de la condición humana y hagan justicia al ser humano. Y esto sólo lo lograremos si tenemos también en cuenta su dimensión espiritual.
La psicología transpersonal de nuestro tiempo lo ha puesto de manifiesto una y otra vez. En ella, «espiritualidad» no significa que soy lo más piadoso posible, sino... cómo veo al ser humano y cómo lo trato; si se trasluce o no algo espiritual y, en última instancia, profundamente humano.
«Cardinal» viene de la palabra latina cardo, que significa «gozne». Las cuatro virtudes son como el gozne de una puerta alrededor del cual gira todo. Sin ellas no se encuentra acceso alguno al ámbito del alma.
En latín, «virtud» se dice virtus, término que denota fuerza, facultad, destreza. El alma necesita
las fuerzas de las virtudes para dominar la vida. Virtus, a su vez, proviene de vir, «varón». Originariamente, virtus es la fuerza viril, la fuerza que adorna al varón. La palabra alemana para virtus, «Tugend», proviene de «taugen», que significa «servir». Sin virtud, la vida no sirve.
Las virtudes contribuyen a que la vida salga bien. La palabra alemana «Tugend» [como la castellana «virtud»] es femenina. Los artistas siempre han representado las virtudes como cuatro mujeres. En el ámbito de la simbología, la mujer representa al alma. Al parecer, el varón necesita las fuerzas anímicas de la mujer para que su vida tenga éxito.
Para la filosofía griega, las virtudes cardinales son el camino para desplegar la riqueza del alma, conducir al ser humano hasta su verdadero yo y posibilitar una cooperación fructífera.
Las tres virtudes teologales (fe, esperanza y amor) son para la teología y la filosofía de la Edad Media el despliegue concreto de la espiritualidad en la vida cotidiana. Lo mismo que las virtudes cardinales marcan el comportamiento del ser humano, también han de marcarlo las tres virtudes teologales. Sin ellas la vida no sirve. La espiritualidad no es, por tanto, algo postizo, sino un ahondamiento del camino puramente humano. Describe el verdadero despliegue de la condición humana y nos descubre las posibilidades que Dios ha puesto dentro de nuestra propia naturaleza...
Pero lo importante en relación a dichas tres virtudes no es si soy cristiano o no, sino si acepto una dimensión espiritual en mi vida.
Fe, esperanza y amor son actitudes absolutamente humanas que nos permiten tener un mejor trato unos con otros. Ello no me obliga a creer en todos los dogmas del cristianismo. Lo importante es, más bien, acuñar actitudes que sepan del misterio de la condición humana y hagan justicia al ser humano. Y esto sólo lo lograremos si tenemos también en cuenta su dimensión espiritual.
La psicología transpersonal de nuestro tiempo lo ha puesto de manifiesto una y otra vez. En ella, «espiritualidad» no significa que soy lo más piadoso posible, sino... cómo veo al ser humano y cómo lo trato; si se trasluce o no algo espiritual y, en última instancia, profundamente humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario