"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz Año 2011



¡¡Feliz Año a tod@s, que este año venga lleno de bendiciones!!.

José Antonio Vázquez.

martes, 28 de diciembre de 2010

Sor Juliana, ermitaña y amiga del Monasterio de Santa María de Huerta.


La monja cisterciense Juliana Vermeire vive como una ermitaña





Su vivienda, sin agua ni calefacción, está alejada del 'mundanal ruido'


Dicen en Sotillo del Rincón (Soria) que sus ojos azules asustan a los niños, sin embargo, son capaces de trasmitir emociones como el amor, la paz, la solidaridad, la compasión, el perdón, sentimientos inherentes a la fiesta de Navidad que han quedado relegados por el consumismo desmesurado de estas fiestas, según cuenta El Norte de Castilla.

Nada teme y nada espera Juliana Vermeire, monja cisterciense belga que vive en mitad de un prado, a los pies de la Sierra Cebollera, en una casa prefabricada de madera sin calefacción y sin agua. Se levanta a las 2.00 de la mañana y se acuesta sobre las 8 de la tarde, aprovechando la mayoría de las horas para rezar, principalmente, leer y escuchar a Bach.

No come más que lo que su pequeña huerta le proporciona y a sus 81 años de edad afirma no querer ser famosa por su forma de vida. "Las cosas buenas no necesitan promoción, no me hagáis fotos", sentencia en un perfecto castellano.

En el pequeño municipio soriano, Juliana es una mujer muy querida. Lleva quince años compartiendo la vida con los vecinos del pueblo desde la distancia, ya que, asegura que a pesar de que le gusta el diálogo prefiere dedicarse a su vocación llevando una vida austera, escondida y alejada del mundanal ruido.Su forma de vida siempre ha llamado la atención.

La familia Gómez-Zardoya tuvo noticias de ella en 1995, cuando la monja belga vivía en el campanario de la iglesia de El Royo. "Nosotras fuimos a buscarla y entre varias familias le convencimos de que se viniera a Sotillo. Vivía en unas condiciones, que para nosotras eran infrahumanas, sin embargo, ella nunca se ha quejado de esta situación, e incluso un día, ya con una edad avanzada, nos comunicó que quería ir a vivir a una cueva, una idea que poco a poco se la fuimos quitando de la cabeza".


Juliana permanece en su casa, normalmente, con la ventana abierta. La casa de madera está compuesta por un pequeño habitáculo donde ha instalado un altar para rezar y una habitación sin cama, ya que, duerme en un saco, donde pasa la mayoría del tiempo en invierno. Dice que nunca ha estado enferma y reconoce que en Soria sí pasa frío. "Soy humana, pero creo que la mayoría de los hombres viven de forma irracional y no son responsables ni con el medio que les rodea ni con su propia condición de personas".

La religiosa belga es muy conocida en la provincia de Soria, ya que en muchas ocasiones ha hecho de madre espiritual. Hace años, eran muchas las personas que se acercaban a Sotillo, buscando su consuelo o simplemente para realizarle alguna consulta. "Tuvo que poner un horario en la verja porque la gente se acumulaba en la puerta", detalla la familia Gómez-Zardoya.

Juliana es, además, una mujer culta que sabe hablar flamenco, español, inglés, alemán y un poco de euskera y que ha escrito el libro ‘Aquel que yo más quiero'. Antes de asentarse en Soria vivió como ermitaña en las provincias de La Rioja, Vizcaya y Zaragoza. Lee a Kierkegaard y escucha las noticias durante cinco minutos al día, con el fin de enterarse sí ha ocurrido alguna catástrofe en el mundo por la que tenga que interceder orando. "Cuando la guerra de Irak pedí que dejarán de tirar bombas y le dije a Dios que daba mi vida a cambio", rememora.


Su espiritualidad va más allá del rezo y la oración, tal es así que ahora pide a Dios sufrir como Jesucristo. Además, es generosa, en el sentido más amplio del término. Los contados frutos que le da su huerto los suele repartir entre el pueblo y hasta su único medio de locomoción, una bicicleta se la llegó a regalar a un niño. "No tiene nada y lo poco que tiene lo da", apuntan las Gómez-Zardoya.


Mientras el mundo se enfrasca en la fiebre de las compras y las tarjetas de crédito estas navidades, Juliana prevé orar por todos, ya que insiste en que los hombres son muy egoístas. "La Navidad la celebraré como todos los días. Recuerda que Dios te quiere y yo también", exhorta en el momento de la despedida.
RD

sábado, 25 de diciembre de 2010

El cambio inevitable. Andrés Torres Queiruga, teólogo




Que existe crisis en la Iglesia es una realidad patente, fácilmente constatable a través de los medios de comunicación tanto de tipo general como especializados.


Las noticias que tienen que ver con la Iglesia encuentran eco con relativa facilidad en los referidos medios y no es necesario que sean noticias negativas o escandalosas, basta con que sean pronunciamientos de cualquier obispo o jerarca de la Iglesia para que resulten interesantes a la opinión pública y susciten los correspondientes comentarios de los periodistas, a lo que nos tienen acostumbrados.


Las estadísticas y los sondeos de opinión coinciden en el descenso del número de cristianos motivado sin duda por el crecimiento de libertad, mayoría de edad de los laicos, rutina y consiguiente desprestigio de las homilías y muchas de las clases de religión…


La teología está cada vez más al alcance de los fieles, los mismos que no se contentan con cualquier interpretación de la Sda. Escritura. Podríamos decir sin lugar a equivocarnos que la gente “piensa”, no basta con decir :”Doctores tiene la Iglesia…”

Se lee mucho más, se razona. Los libros no se editan para las estanterías o los escaparates: el libro de Pagola “JESÚS, aproximación histórica” en el transcurso de tres meses en el año 2oo7 ha tenido CUATRO ediciones. Actualmente ya va por la NOVENA edición, (si mal no recuerdo) a pesar de las prohibiciones y las retiradas de las librerías.

Es un hecho muy significativo que un libro que trata de descubrir la figura del Jesús histórico levante tanto interés entre los cristianos e incluso entre agnósticos y ateos. ¿tanta hambre hay de Jesús?

Hay encuestas del CIS publicadas hace solo unos días que nos vienen a confirmar lo expuesto:”En diez años cerca de cinco millones de españoles han dejado de considerarse católicos.”. “Es muy curioso poder comprobar que los que se definen como creyentes nada menos que un 56% dicen que no van NUNCA a misa. Y el número de creyentes que dicen ir a misa todos los domingos y festivos han pasado en esos diez años del 21% en el año 2000 al 13% en el año presente, 2010”.

Otras consultas de opinión que se han realizado a nivel de Europa a finales del año 2009, sobre las profesiones, la que recibe mejor puntuación son los maestros que puntúan 7,6, y de ahí hacia abajo en orden decreciente las siguientes: médicos, científicos, ecologistas, policías, militares, jueces, empresarios, periodistas y funcionarios los religiosos puntúan solamente 4,3; suspenden.
Y a nivel de instituciones, la universidad consigue 7 puntos, las ONGs 6, el ejército 5,9 Las autoridades religiosas 4,2, también suspenden, quedando por debajo solo los sindicatos con 4,1 y los partidos políticos con 3,2 puntos.-

Y, esto, quien lo motiva? Hay diferentes causas que sería conveniente ir descubriendo para poner remedio en la medida de nuestras posibilidades.

Es muy significativo que en el año 1970 el cardenal Ratzinger se pronunciara adelantándose a los acontecimientos: “De la Iglesia de hoy saldrá también esta vez una Iglesia que ha perdido mucho. Se hará pequeña, deberá empezar completamente de nuevo. No podrá ya llenar muchos de los edificios construidos en la coyuntura más propicia.


Al disminuir el número de sus adeptos, perderá muchos de sus privilegios en la sociedad. Se habrá de presentar a sí misma, de forma mucho más acentuada que hasta ahora, como comunidad voluntaria, a la que solo se llega por una decisión libre. Como comunidad pequeña, habrá de necesitar de modo mucho más acentuado la iniciativa de sus miembros particulares.

Conocerá también, sin duda, formas ministeriales nuevas y consagrará sacerdotes a cristianos probados que permanezcan en su profesión: en muchas comunidades pequeñas, por ejemplo en los grupos sociales homogéneos, la pastoral normal se realizará de esta forma,. Junto a esto, el sacerdote plenamente dedicado al ministerio como hasta ahora, seguirá siendo indispensable”.


Y 20 años más tarde, el mismo Cardenal se sigue pronunciando: “Quizás haya llegado el momento de despedirnos de una Iglesia clerical. Posiblemente estemos ante una nueva época de la historia de la Iglesia muy diferente, en la que volvamos a ver una cristiandad semejante a aquel grano de mostaza, que ya está surgiendo en grupos pequeños… Ahora hay más dinamismo, más alegría. Hay una presencia nueva de la fe llena de significado para el mundo”.

En el año 2001 se publican en Alfa y Omega el 27 de noviembre una entrevista con P. Seewald en la que entre otras cosas afirma: “Para empezar, la Iglesia se reducirá numéricamente>.


Cuando hice esta afirmación, me llovieron de todas partes reproches de pesimismo. Y hoy (…) cada vez son más los que admiten la disminución del porcentaje de los cristianos bautizados en la Europa actual.


(…) La Iglesia de masa puede ser algo muy bonito, pero no es necesariamente la única modalidad de ser de la Iglesia. La Iglesia de los primeros tres siglos era pequeña, sin por eso ser una comunidad sectaria . (…) Al proceso de reducción numérica que estamos viviendo hoy, tendremos que hacerle frente también precisamente explorando nuevas formas de apertura al exterior, nuevas modalidades de participación de aquellos que están fuera de la comunidad de los creyentes”.


E. Schillebeeckx (1970) «No todo el universo de los hombres pertenece de hecho a la communio sacramental de la Iglesia, ni siquiera aunque entendiéramos por tal «comunión» la totalidad de las denominaciones cristianas. La Iglesia ha ido dejando de ser cada vez más una «Iglesia nacional» (Volkskirche, «Iglesia de estado»), para convertirse en una «Iglesia de diáspora».

Y, en todo caso, teniendo en cuenta el pluralismo obvio de la sociedad actual, la Iglesia se irá convirtiendo paulatinamente en una «Iglesia de voluntarios», a la que se pertenezca en virtud de una elección y decisión más personal. Por tanto, en la única sociedad hay también un gran número de personas no cristianas, las cuales trabajan completamente al margen de la religión en la edificación de un mundo más digno del hombre.» [E. Schillebeeckx: Dios, futuro del hombre (1970), p. 139]

Card. Roger Echegaray (1981) «No tenemos por qué escondérnoslo: Nuestra Iglesia no ha hecho sino empezar su éxodo... Ya no sentimos bajo nuestros pasos aquel humus cristiano que ha nutrido a tantas generaciones. El pueblo que lentamente avanza tiene menos practicantes, menos militantes, y son menos numerosos sus hijos a quienes catequizar. Los presbíteros que acompañan al pueblo son más escasos, mayores y debilitados por la sobrecarga o la dispersión de sus tareas...


Ahora nos percatamos de que el desfase entre el Evangelio y el mundo es mucho mayor de lo que nuestra memoria colectiva se imaginaba. (...) Es duro, pero también entusiasmador, sabernos contemporáneos de Cristo y de los Apóstoles.» [Card. R. Echegaray, Presidente Conf. Episc. Francia. Discurso a la Asamblea Plenaria, Lourdes, 1981]


Los obispos de Francia (1996) «No podemos pasar por alto los preocupantes índices relativos al descenso de la práctica religiosa, la pérdida de una cierta memoria cristiana y las dificultades del relevo. Están en juego el lugar y el porvenir mismo de la fe en nuestra sociedad. (...) Rechazamos toda nostalgia de épocas pasadas, en las que el principio de autoridad parecía imponerse de manera indiscutible.


No soñamos con una imposible vuelta a lo que se denomina «cristiandad» La crisis por la que atraviesa hoy la Iglesia se debe en buena medida a la repercusión, en la Iglesia misma y en la vida de sus miembros, de un conjunto de cambios sociales y culturales rápidos, profundos y de dimensiones mundiales. Estamos cambiando de mundo y de sociedad. Un mundo desaparece, y otro está emergiendo, sin que exista ningún modelo preestablecido para su construcción.


Los antiguos equilibrios están a punto de desaparecer, y los nuevos se constituyen con dificultad. Ahora bien, a lo largo de toda su historia –especialmente en Europa– la Iglesia se ha solidarizado profundamente con los equilibrios antiguos y con la figura del mundo que desaparecía. No sólo se encontraba bien insertada en ese mundo, sino que había contribuido ampliamente a su constitución, mientras que la figura del mundo que hay que construir se nos escapa.» [Los obispos de Francia, Proponer la fe en la sociedad actual (Carta a los católicos de Francia) 1996].


J.-M. Tillard (1998) «Siendo lúcidos, todo lleva a pensar que hay Iglesias locales, incluso núcleos importantes de Iglesias locales, que van a desaparecer del mapa de la cristiandad. ¿Qué queda de las florecientes Iglesias locales del África de san Agustín, como no sea una lista de sedes ficticias para los obispos titulares? ¿Qué queda, en la actual Turquía, de la bella Iglesia siro-jacobita, lugar emblemático del cristianismo desde el alba de los tiempos patrísticos?

¿Qué queda de los cristianos de la Alta Mesopotamia, durante mucho tiempo tan radiantes? Un religioso asuncionista que estaba de paso notaba: sólo quedan «antiguas iglesias que sirven de granja, de establo para los corderos o, simplemente, de comisaría de policía». En nuestro Occidente norteamericano, cabe el temor de que, una vez desaparecida la generación de cristianos practicantes, se van a cerrar cada vez más lugares de culto, y eso (tomemos nota de ello) tendrá como efecto concomitante la reducción de la visibilidad de la Iglesia.

Ahora bien, la visibilidad provoca al menos el efecto de mantener viva una pregunta, la del porqué de esta obra, la del sentido de sus asambleas, aunque solo reúnan a ancianos canosos.

[...] «¿Somos los últimos cristianos? Ciertamente somos los últimos de un estilo de cristianismo. No somos los últimos cristianos.» [Jean M. Tillard, Som nosaltres els últims cristians?, Claret. Barcelona. 1998]


Obispos vascos (2001) La crisis social de transmisión de valores y referencias es un signo inequívoco de que nuestra fe de siempre tiene que ser repensada, reinterpretada y reformulada en muchos aspectos a la luz de las circunstancias actuales. Es un momento delicado en el que algunos rechazan lo que antes aceptaban sin discusión y ahora consideran incompatible con la realidad presente.


Otros, por el contrario, continúan aferrándose ciegamente a pasadas explicaciones, porque las nuevas situaciones son más de lo que pueden asimilar en su arcaica visión del mundo. Debemos considerar si no ha llegado ya el momento y la situación que presagiaba el teólogo Karl Rahner hace unas décadas: «El hombre religioso de mañana será un místico, una persona que haya experimentado algo, o no podrá ser religioso, pues la religiosidad del mañana no será ya compartida en base a una convicción pública unánime y obvia».»
[«Transmitir hoy la fe» Carta pastoral de los obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Cuaresma-Pascua 2001]

Card. Martini (2006) «La misma Iglesia está inmersa en una serie de problemas internos que no sería fácil describir en pocas palabras. Menciono sólo uno, que es propio de Occidente. Cito el ejemplo de la Iglesia evangélica de Alemania que, después de encuestas muy precisas, ha publicado el pasado las cifras de sus fieles comparadas con las de hace diez años. Unos dos millones cuatrocientos mil cristianos han abandonado la Iglesia en este periodo. En los tres últimos decenios, son más de cinco millones.

Y el estudio nota que es sobre todo entre los jóvenes donde la cultura cristiana se desvanece y aparece casi como inexistente. Y si nos fijamos en el número de los que se denominan fieles, el número de los que afirman que mantienen todavía con más o menos regularidad una práctica religiosa es de uno sobre diez.

Pero unas encuestas estadísticas más precisas muestran que el 4% de quienes se llaman cristianos practican regularmente.» [Card. Martini: «El futuro de la Iglesia en el mundo» 2006]
* * * *
He puesto estos testimonios nada heterodoxos para que vayamos tomando conciencia de la situación real de la Iglesia a la que pertenecemos. Los testimonios de los movimientos que podemos llamar de avanzadilla, son mucho más contundentes en sus denuncias y no es que carezcan de validez pero para que no quepan dudas ni acusaciones de extremistas, valgan las aquí insertas.

He tenido en cuenta las fechas en que se pronunciaron y las personas que las hicieron. Sin embargo, hoy, estas mismas personas con poder de decisión en la Iglesia, no niegan que las pronunciaran, pero tan poco son capaces de poner solución a esta situación endémica que se ha enquistado y que requiere mucha voluntad por parte de la jerarquía para ir dando soluciones y aceptar la línea comprometida con el mundo actual y “los signos de los tiempos” que protagonizó el Concilio Vaticano II.


Aunque la Santa Sede, parece haber tomado nota de los tiempos que nos esperan pues están planeando a escala mundial una recristianización: Rino Fisichella ha sido nombrado Presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización. (Tomado de Vida Nueva (16/07/2010) Fisichella es italiano hasta ahora presidente de la Pontificia Academia para la Vida y rector de la Pontificia Universidad Lateranense.

Los tiempos de la religión vivida en un ambiente de cristiandad, ya pasaron, lo mismo que los que estamos viviendo de descarado amancebamiento entre la Iglesia y el gobierno han de pasar y ser reemplazados por unas relaciones respetuosas, sencillas y nada impuestas del uno contra la otra.

Sólo unas reflexiones partiendo del “Cambio inevitable” que pretendo presentar: ¿Qué porvenir tiene el cristianismo?.- ¿Desaparecerá?.- ¿Se atrofiará?.- ¿Degenerará convertido en diversas magias o en distintas sectas?


Por otra parte, los grandes valores cristianos no son exclusivos del cristianismo: Los Derechos Humanos, el cuidado de los que sufren , la dignidad de los pobres junto con las atenciones sociales de los más necesitados tanto en medicina como en residencias, acompañamiento personal… todos estos signos también se encuentran en otras religiones y en la misma sociedad laica. Por otra parte , muchos cristianos viven hoy su propia fe realizando un sincretismo con otras religiones y filosofías como el Zen, el budismo, el animismo, el Islam…

Esto supuesto y los cambios rápidos que estamos sufriendo a escala mundial nos están haciendo sufrir una crisis sin precedentes. Aunque bien visto, las crisis siempre estuvieron presentes en la historia de la Iglesia de ahí el aforismo que se utiliza: “Ecclesia semper reformanda” ¿No fue esta la situación del Vaticano II? Y lo peor, que después de 50 años aun continuamos desorientados excomulgando y rehabilitando a Lefebre como si de un juego de niños se tratara.

La Iglesia vuelve una y otra vez sobre sí misma mirándose el ombligo cuando su centro debiera ser “el Reino de Dios” y no el eclesiocentrismo. Mientras tanto en la sociedad se está dando un gran cambio y la Iglesia no ve, no intuye “los signos de los tiempos”. Se siente a gusto recostada al pecho del Concordato o de lo que de él queda: los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede.

Pero no podemos dejarnos llevar por el pesimismo, pues a la misma vez, algo nuevo está naciendo fundado sobre el Evangelio son las Comunidades Cristianas de Base, y otros movimientos grupales que con un nombre u otro, de un tiempo a esta parte, van apareciendo en contacto con alguna parroquia o movimiento parroquial o diocesano o incluso nacional.

Corrientes teológicas nuevas también siguen apareciendo y publicando tanto en diarios de tirada nacional como en revistas especializadas de teología… Después de la Teología de la Liberación, tan denostada por el Vaticano tachándola de marxista entre otras lindezas, van apareciendo libros que plantean tesis teológicas poco ortodoxas como la “Teología del Pluralismo Religioso” de José Maria Vigil. Y la cantidad de libros que intentan darnos a conocer al Jesús histórico a la vez que analizan los comienzos históricos de nuestra Iglesia.
* * * *

La «Teología del pluralismo religioso» es la rama más joven y actual de la teología y, sin lugar a dudas, la que más está desafiando al cristianismo moderno, exigiéndole una profunda relectura de todo su patrimonio simbólico, que fue elaborado, a lo largo de los siglos, desde una visión exclusivista (“fuera de la iglesia no hay salvación”) o inclusivista (“la verdad de los otros procede de la nuestra”).

Ha llegado, pues, el momento de dar un paso adelante hacia una visión pluralista en la que muchas de las afirmaciones que hacíamos hasta ahora resultan insostenibles. Teología del pluralismo religioso repiensa el cristianismo desde esta nueva perspectiva.

Este libro será útil no sólo para la lectura individual del estudioso, sino también para utilizarlo como manual de estudio en grupos de formación cristiana. La obra consta de 24 lecciones, dispuestas de este modo: exposición del tema, antología de textos, ejercicios recomendados, preguntas de reflexión y bibliografía.


“En este libro, José María Vigil ha logrado una exposición clara, graduada y llena de matices, que excluye todo tipo de simplificación apresurada. La calidad pedagógica de su autor abre aquí el entero abanico de sus posibilidades. Sin ceder en el rigor intelectual, este libro resulta accesible no sólo al teólogo, sino también al lector común, y podrá ser utilizado como manual de estudio por los grupos de formación cristiana.


No está falto este libro de la parresía evangélica , esa libertad de palabra tan necesaria en un tiempo de pesado «silencio de la teología». La exposición es clara y valiente, consciente de la revolución teológica que implica. Y, a la vez, abierta y en camino.


Creo que no exagero cuando afirmo que no es fácil encontrar un libro que, como éste, abra tantas perspectivas teóricas e incida tan hondamente en los compromisos de la vida real”.

viernes, 24 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD 2010

(CLAUSTRO STA. MARÍA DE HUERTA 2010)




El silencio es el lugar en el que Cristo nacerá en nosotros.
Anselm Grün O.S.B.

martes, 14 de diciembre de 2010

El vacío en San Juan de la Cruz y en el zen, por Marco Antonio de la Rosa Ruiz Esparza.





Lo que no es el vacío.

Mucha gente no entiende el vacío. No tiene experiencia de él; piensan que el vacío borra todas las imágenes, se desembaraza del pensamiento, deja en blanco la mente, se convierte en cadáver.


Pero esto no es el vacío. En el Zen, por ejemplo, se puede entrar en el vacío escuchando el sonido de un salto de agua, observando la caída de la flor de un melocotonero o atendiendo el ritmo de la propia respiración. El vacío se constituye con el desprendimiento, la ausencia del apego, la inexistencia de ataduras, y no eliminando las cosas. No me apego a las palabras, pero puedo usar las palabras; no me apego a las representaciones, pero puedo tener representaciones mentales. En una palabra, el vacío no es una aniquilación del pensamiento, los sentimientos y la imaginación (de ser así, los cristianos lo rechazarían con razón), sino la purificación de todo eso.

Santa Teresa de Ávila penetró en el vacío y veía a Jesús en él. Creo que los dos discípulos que se dirigían a Emaús penetraron en el vacío, en un estado alterado de conciencia, mientras hablaban con Jesús y decían luego: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”. El vacío no es mera negación (aunque a menudo se la describa en términos negativos), sino un estado de conciencia lleno de riqueza espiritual. (Finkler Pedro, La oración contemplativa. (Versión moderna de “La nube del no-saber”). Col. Tabor 3. Paulinas. Madrid 1992, 2ª. ed.


Si uno penetra en las capas de la oración contemplativa, antes o después experimenta el vacío, el silencio místico. Todos estos términos apuntan a la misma realidad. Sí; es como si dentro de mí hubiera un vacío insondable e inmenso. Y cuando uno al principio experimenta este vacío, allí hay una ausencia de pensamiento y de representaciones imaginativas, y quizá un cierto descuido, como formas sepultadas debajo de una nube del ovido. “Nada, nada, nada, nada, y en el monte nada”. Pero la nada es el todo, la vacuidad es abundancia, el vacío es plentitud. El experimentar la nada total interior es experimentar el “eterno ahora”. Esta es la doctrina de san Juan de la Cruz y toda la tradición apofática que él representa.


Cuando este vacío se hace más hondo, uno lo lleva siempre a su lado; cuando ríes, enseñas o viajas en ferrocarril. El vacío está allí cuando vas a dormir por la noche o despiertas por la mañana. Al principio el vacío es espantoso, horrible; algo así como si uno perdiera toda seguridad; pero después se convierte en manantial de agua clara que mana hasta la vida eterna e irradia gran júbilo. Ello se debe a que uno se da cuenta de que el vacío tiene una causa: el principio Jesús, el Verbo encarnado, el huésped interior. El nos descubre el camino a un vacío inmenso, sin fronteras e insondable, que es el Padre.

Lo que quiero resaltar es que el vacío no es olvido total. No significa que desaparezcan todas las formas y aparezca un hueco. Las formas están presentes. Porque la forma es vacío y el vacío es forma. Lo que constituye el vacío no es la ausencia de pensamiento o la ausencia de imagen, sino el aislamiento. Experimentas el vacío cuando te vas, te alejas, te alejas. Esta es la clave. No asirse a nada, no confiar en nada.


Y de este modo, si este vacío se hace más profundo y crece y se desarrolla, puedes descubrir que Jesús y María están presentes. Puedes dialogar con ellos, leer el evangelio y meditar libremente en la pasión. Estoy totalmente seguro de que santa Teresa hizo esto, igual que otros místicos, como el padre Pío. Llegaron a lo profundo del vacío, y a la vez estuvieron con Jesús en Getsemaní o camino de Emaús. Cuando uno llega a la madurez, no existe tensión entre el vacío y los misterios de la vida terrena de Jesús. La gran intuición de santa Teresa no fue otra cosa que esta.


Además, el vacío, lejos de ser pura negación, es intensamente creativo. La poesía sublime, el arte más admirable, nacen del vacío. No dudo de que la tierna y apasionada Anima Christi (“sangre de Cristo embriágame”) surgió del vacío. Y la poesía exquisita de san Juan de la Cruz nació de la nada, inmensa, interior, que experimentó tanto en la prisión como en la oración.

Porque el vacío es un pozo insondable de amor. Al principio no se parece al amor. Tú eres el madero empapado en agua, y el fuego de amor está actuando al quemar las cenizas. Y cuando este humo desaparece, el madero se inflama y se convierte en una llama de amor viva.


Volvamos al Budismo. Sabes que la enseñanza budista distingue entre nirvana y samsara. El nirvana es el vacío último, el soplo de la vela, la nada absoluta. El samsara, por otra parte, es el ciclo del nacimiento y la muerte, el ir y venir, el bullicio de la vida en medio de la pasión terrena. ¡Qué mundos tan diferentes, dirás, son el nirvana y el samsara! Pues no, en modo alguno. La doctrina budista y, lo que es más importante, la experiencia budista nos dicen que al final el samsara es igual al nirvana. Así es: La forma es vacío, y el vacío es forma.


San Juan de la Cruz es acusado de negatividad por las personas que no saben de qué estaba hablando. El Budismo es tildado de negar la vida por los occidentales que nunca han saboreado el vacío. Ama el vacío. Entrégate al vacío. Ama el vacío. Entrégate al vacío, porque en él encontrarás paz, alegría, creatividad, amor y bondad. (45). 45. Fraijo Manuel, Masiá Juan, S.J., (eds.), Cristianismo e ilustración. Universidad Pontificia Comillas. Madrid 1995.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Reflexión en el día de la Inmaculada: Todos somos inmaculados, por Ana Laura Jimenez Codinach.





Las personas con formación científica reaccionan ante esta celebración, hay quien se ha marchado de iglesia debido a este dogma.

Cualquiera que sea el significado de esta fiesta para los demás, creo que la Inmaculada Concepción es la celebración de nuestro propio ser divino. No se trata aquí de María, todos hemos sido concebidos inmaculados.

En esta fiesta lo que realmente celebramos es nuestra propia concepción inmaculada de Dios. Dice Eckhart Tolle:

“Todos procedemos de Dios… El Padre me engendra a mí como su hijo, me engendra a mí como si yo fuera El, y a sí como si fuera yo, y a mí mismo como su ser y su naturaleza. Por eso el Padre celestial es de veras mi Padre, porque soy su hijo y tengo de El todo cuanto poseo, y soy el mismo hijo y no otro.”

La inmaculada concepción significa que nuestra naturaleza más honda es divina. El principio divino primario se ha creado la forma humana como Jesús, como María y también como mi forma. Se ha delimitado en esta forma y en todas y cada una de las formas, ya sea física, psíquica o mental. Este puro rpincipio primario divino, al que llamamos Dios, VIVE COMO TODAS ESTAS FORMAS. No puede mancharse, y rsplandece incluso en el sufrimiento y en los fallos. Caer en la cuenta de esta naturaleza verdadera significa serenidad, alegría, dicha.

Allí puedo estar seguro de que nada me puede ocurrir en esta vida. Allí no alcanza ni la crítica, ni la alabanza, ni la vergüenza, ni la desgracia. Todo egocentrismo mezquino ha desaparecido y un amor grandísimo me invade. Suena a sentimentalismo, pero se trata de la verdadera vida.

No es una coincidencia que justamente el mismo día que se celebra en la Iglesia católica la Inmaculada Concepción, los budistas celebren la iluminación de Shakyamuni Buda. También de él se cuenta que fue concebido de manera virginal por su madre y que también le alumbró virginalmente. La experiencia que hizo en aquel día cuando el lucero brillaba en el firmamento fue exactamente la misma: “Todo desde el principio es encarnación de la naturaleza esencial”. Esto no significa otra cosa que “todos los seres son manifestación del principio originario que en Occidente denominados DIOS. Podría traducirse así: todos los seres han sido concebidos de forma inmaculada. En nuestro bautizo se nos confirmó este principio divino. Como sonó una voz sobre Jesús, diciendo: “Este es mi hijo amado”, así también esta voz suena sobre todo niño que es bautizado, este es mi hijo amado, esta es mi hija amada. Es la confirmación de ser hijos de Dios , de que nuestro origen es divino, de que somos concebidos inmaculados, de que Dios en verdad es nuestro Padre.

El Bautizo no nos ha traído nada nuevo, únicamente da fe de nuestra esencia divina. En términos cristianos diríamos: somos vida divina que vive esta experiencia humana. Somos vida divina que se ha encarnado, que se ha hecho hombre. En esto consiste el mensaje de la encarnación de Dios en Jesús. Igual que en Jesús, este principio divino se ha hecho ser humano en todos y cada uno de nosotros. Dios se crea a sí mismo en todo momento, se crea en toda criatura. ¡Por qué reducir este mensaje solamente a Jesús y a María?

“Dios no quiere que le adoremos, quiere que le vivamos”

martes, 7 de diciembre de 2010

Las formas futuras de la Iglesia por Avery Dulles s.j.





Las formas futuras de la Iglesia están más allá de nuestro poder de prever, excepto una cosa: podemos estar seguros de que serán diferentes de las formas de ayer y hoy. La Iglesia no tiene necesariamente que mirar a la sociedad de mañana, ya que debe evitar esa conformidad con el mundo que el Apóstol condena (Rom 12,2).

Por otra parte, la Iglesia tendrá que hacer adaptaciones para poder sobrevivir en la sociedad del futuro y conformar los miembros de esta sociedad con las exigencias del Evangelio. Si miramos los profundos cambios que están teniendo en la sociedad secular y el impacto que están teniendo en la Iglesia en las décadas recientes parece prudente predecir que las cinco tendencias siguientes, observables ya en la historia reciente de la Iglesia, continuarán:

1. Modernización de las estructuras:

Las estructuras de la Iglesia especialmente de la Iglesia Romana Católica, participan muy fuertemente de las pasadas estructuras sociales de la sociedad europea occidental. En particular la idea de una sociedad «desigual» en la que ciertos miembros están situados en un plano superior y son invulnerables a las críticas y a las presiones de abajo, sintoniza mucho más con los antiguos regímenes oligárquicos que con la mentalidad del mundo contemporáneo.

En esta perspectiva, la sociedad actual adopta un enfoque mucho más funcional con respecto a la autoridad. La tarea de la cristiandad será armonizar un legítimo tipo de funcionalismo y sentido práctico con la idea evangélica de1 oficio pastoral como representación de la autoridad de Cristo.

Así la Iglesia, en mi opinión, tiene una importante contribución que hacer al mundo moderno. La concepción tradicional cristiana de la autoridad como servicio exigente permanece válida y potencialmente fructífera.

2. La comunicación ecuménica:

Las presentes divisiones denominacionales entre las Iglesias, en gran parte, no corresponden con las realidades que simultáneamente unen y separan a los cristianos de nuestros días. Los debates que separaron a las Iglesias en el año 1054 y en 1520, aunque pueden reavivarse en actuales controversias, no son ya cuestiones que sean insalvables hoy en día. Se pueden encontrar métodos para superar las divisiones heredadas de manera que los cristianos comprometidos en diferentes denominaciones tradicionales se puedan encontrar de nuevo en una misma comunidad de fe, diálogo y adoración.

3. Pluralismo interno:

El pluralismo es ya hoy muy grande en algunas de las iglesias protestantes; estamos muy lejos de poder afirmar lo mismo con respecto a la Iglesia Católica. El fuerte centralismo del moderno catolicismo es debido a circunstancias históricas. En parte es fruto de una participación en una homogénea cultura de la Europa medieval y en parte al dominio de Roma con su rica herencia de cultura clásica y de organización legal.

En la Contrarreforma esta uniformidad se incrementó por una postura casi militar de resistencia a las invasiones de los sistemas ajenos de pensamiento, tales como el protestantismo y el deísmo racionalista.

La descentralización en el futuro implicará en una cierta medida una desromanización. Existen muy pocas razones para que la ley romana, la lengua romana, los esquemas conceptuales romanos y las formas litúrgicas romanas continúen siendo normativas para todo el ancho mundo. Con la creciente descentralización, la Iglesia católica en varias regiones será capaz de penetrar más vitalmente en las vidas de los diferentes pueblos y relacionarse de una manera más positiva con las tradiciones de las otras denominaciones cristianas.

4. Provisionalidad:

En un mundo en el que todo se hace cada vez más rápido y que está proyectado al futuro, la Iglesia debe seguir proporcionando un campo de relativa estabilidad y debe capacitar al creyente para encontrar pleno sentido a su pasado religioso. Pero la Iglesia no puede permitir que se convierta ella misma en un relicario o una pieza de museo. Sino que debe mostrarse capaz de responder de una forma creativa a las demandas de nuevas situaciones y las necesidades de las generaciones que aún han de venir. Las decisiones de la Iglesia tienen que ir tomando de una forma progresiva la forma no de inmutables decretos, sino de mesuradas tentativas tomadas de necesidades cambiantes y de oportunidades temporales.

5. Ausencia de imposiciones:

En la situación de nuestros días, en que nos encontramos en una situación postconstantiniana o de «diáspora», la Iglesia no debería ser capaz de relacionarse en la misma medida que antiguamente sobre la base de penalizaciones canónicas y de presiones sociales con el fin de mantener a sus fieles alineados. Nadie puede ser capaz de tomar opciones fuera de la Iglesia sin incurrir en miedos a sanciones legales o sociales. Más aún, el pluralismo interno de la Iglesia será tal que las directrices dimanadas de arriba deberán ser aplicadas en cada sitio de diversa manera, de forma que los oficiales de la cúspide no tengan capacidad para controlar los detalles que pertenecen al nivel de lo local.

En las presentes circunstancias, la Iglesia tendrá que regular cada vez más por persuasión y menos por la fuerza. Los oficiales deberán tener que preocuparse de contar con un amplio consenso antes de tomar decisiones, lo cual requerirá un amplio diálogo. En una cierta medida todo esto implicará una especie de humillación para la Iglesia, pero en otro sentido puede ser visto como un gran progreso.

La Iglesia será mucho más capaz de aparecer como una casa de libertad y como «un signo y una salvaguarda de la trascendencia de la persona humana»…

Con el gran despertar que significó el Concilio Vaticano II con sus grandes promesas de renovación y reforma, en los últimos tiempos estamos siendo testigos de un renacer del legalismo y la reacción.

El poder aún en pie de las líneas conservadoras y su determinación de adherirse a las formas antiguas ha sobrepasado lo que se podía esperar por parte de los ojos iluminados de los reformadores, que esperaban encontrar tras el Concilio tiempos fáciles para ellos. ¿Tendrá el tradicionalismo estático la última palabra? ¿O llegará a suceder que los hombres de la Iglesia de visión profética harán levantarse al Pueblo de Dios de una manera resuelta hacia el futuro?.

Lo que la Iglesia llegará a ser es algo que depende en un gran porcentaje de las respuestas que den los hombres, pero más aún de las libres iniciativas del Espíritu Santo. Si el hombre es libre y dinámico, el Espíritu de Dios lo es más aún. Para llevar a cabo su misión en la Iglesia, los cristianos, pues, tienen que abrir sus oídos y escuchar «lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (Ap 2,17). Pero no es suficiente lo que el pueblo escuche a la Iglesia si la Iglesia a través de sus líderes responsables no escucha a su vez al Espíritu Santo. Sólo el Espíritu puede dar el necesario juicio y discreción. «El hombre espiritual juzga todas las cosas, pero no es juzgado por nadie» (1 Cor 2,15).

viernes, 3 de diciembre de 2010

El Cardenal Franc Rodé arremete contra la vida religiosa. Artículo de Norverto Alcocer s.j.


Foto: Cardenal Rodé.



Con ocasión de la XVII Asamblea Nacional de la CONFER (Confederación Española de Religiosos y Religiosas), el Presidente de la misma, el jesuita Elías Royón, recién nombrado para tal cargo, invitó a tener la ponencia de clausura al Prefecto de la Congregación para la Vida Religiosa, cargo vaticano donde los haya, Mons. Franc Rodé, casi al término de su empeño en su prefectura.

Y aún sabiendo que tal Prefecto era persona hiperconservadora en la forma de comprender la Vida Consagrada, nuestro Presidente supuso, llevado de su buena fe, que sería capaz de comunicar al conjunto de Provinciales presentes, masculinos y femeninos, el saludo, calor y cercanía de hermano y mucho más tratándose de un hermano en la fe de naturaleza vaticana.

Pero Franc Rodé, dejando con la boca abierta al auditorio, arremetió contra la Vida Consagrada, tildándola de "paralela a la Iglesia en general" y de ser la causa, tras el Vaticano II y el protagonismo de los jesuitas de Pedro Arrupe, de todos los desmanes sucedidos en el Pueblo de Dios y Misterio de Comunión. Habló, quedó tan ancho y marchose con la misma tranquilidad con que había venido.

Huelga comentar el revuelo que se organizó y el malestar que sus palabras produjeron en la mayoría de los escuchantes de sus palabras. Pero los presentes fueron educados y no llevaron la situación creada a otros ámbitos de abierta y dura polémica.
He decidido escribir de este desgraciado suceso porque también yo soy uno de tales religiosos, en mi calidad de jesuita, que estuvo presente en las jornadas y escuché excelentes ponencias de compañeros y compañeras religiosos/as: deferentes, respetuosas, llenas de un espíritu eclesial enorme, como suele suceder entre nosotros.
Más tarde en el silencio de mi habitación, comprendí hasta qué punto estamos hartos/as de que permanezca en sectores relevantes eclesiales una visión derrotista de nuestra forma de vida, sencillamente porque ni se la acepta ni se asume que uno de sus rasgos es el de ser profética en el conjunto de las realidades eclesiales.
Y aquí entra mi propia personalidad como religioso que lleva más de 50 años de pertenencia a la Compañía de Jesús, y por ello mismo a la Vida Religiosa Consagrada: estoy harto de tales profetas de calamidades que solamente envidian de nosotros la libertad de espíritu y el permanecer en las fronteras de la relación entre la Fe y la Cultura civil, con una sarta de mártires anuales y colaborando estrechamente con las Iglesias Locales en los lugares más delicados.
Estoy hasta las narices de falta de respeto y de pecados contra la más elemental caridad, como si fuéramos miembros espurios de la Santa Iglesia. Y lo escribo porque me lo exige mi pertenencia a la Vida Religiosa Consagrada, a la que me glorío en pertenecer. Cometemos errores, faltaba más, pero nuestra fidelidad está probada y comprobada hasta la sangre y sangre de cruz.
No es éste el camino para reconducir las relaciones entre Iglesia oficial y religiosos/as. El camino es muy otro: dialogar entre todos, escucharnos con paciencia, insistir en las coincidencias y ver de eliminar las causas de confrontación. Porque la razón de ser de nuestras vidas es la misma: servir y amar al Señor en todas las personas que salgan a nuestro encuentro, mediante una acción concertada para que nuestras diócesis sean imagen del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. El Prefecto en cuestión hizo todo lo contrario. Alguien debería darnos alguna explicación.

jueves, 2 de diciembre de 2010

LA ESPIRITUALIDAD EN EL CUERPO, según Alexander Lowen creador del Análisis Bioenergético, una terapia corporal.


Por Amalia Castro, psicóloga.
Tomado de http://www.zuhaizpe.com/articulos/bioenergetica.pdf



Hablar de espiritualidad en psicología ha sido todo un riesgo y un avance. Ha sido la aparición de la psicología humanista en occidente a la que se llamó “tercera fuerza” respecto al psicoanálisis y al conductismo lo que permitió este avance.

La psicología humanista pretende entre sus objetivos “sobrepasar los límites tradicionales de la psicología para incluir métodos de comprensión de la experiencia humana y la experiencia del potencial de cada uno. Insistir en las experiencias que favorecen la realización de sí mismo, la responsabilidad individual, autenticidad y transcendencia, proponer una percepción de la persona total: corporal, mental, emocional y espiritual…”

Dentro de esta tercera fuerza se encuadra claramente la bioenergética.

Para Lowen la espiritualidad está incorporada en el cuerpo. Lowen no utiliza la palabra espiritual en su connotación abstracta o mental sino como espíritu, pneuma o energía. Define el espíritu como la energía o fuerza vital de un organismo manifestado a través de expresión de la personalidad del individuo: “La cantidad de espíritu que tiene una persona se determina por lo viva y animada que es, literalmente por la cantidad de energía que tiene. La relación entre energía y espíritu es inmediata. Cuando una persona se excita y aumenta su energía su espíritu crece.

La espiritualidad produce salud. Lowen dice “nuestra espiritualidad procede de esta sensación de conexión con una fuerza u orden superior a nosotros. Si aceptamos que los seres humanos son criaturas espirituales entonces tenemos que aceptar también que la salud está relacionada con la espiritualidad. Estoy convencido de que la pérdida de la sensación de conexión con las demás personas, los animales y la naturaleza produce un trastorno serio de la salud mental. Objetivamente la salud mental se refleja en la vitalidad del cuerpo, que puede observarse en el brillo de los ojos, el color y la temperatura de la piel, la espontaneidad de la expresión, la vibración del cuerpo y la gracia del movimiento.”

Entonces la salud de una persona depende del equilibrio entre la mente del cuerpo y el espíritu, entendido como fuerza vital del organismo.

Una de las metas de la bioenergética es la trascendencia y la ampliación de la conciencia pero para Lowen la trascendencia no tiene sentido sin sus raíces corporales.

Partiendo desde el cuerpo es desde donde se realiza un proceso de crecimiento que nos lleva a un yo más rico y seguro.

Dice Lowen: si sólo buscamos la trascendencia podremos tener muchas visiones pero con seguridad terminaremos donde hemos empezado. Si optamos por el crecimiento, podremos tener nuestros momentos de trascendencia, pero habrá momentos cumbre que nos llevan a un yo más rico y seguro.

El proceso de crecimiento es continuo, nunca es regular. Con la asimilación de la experiencia hay periodos de nivelación para preparar al organismo para una nueva subida.

Cada subida lleva a un nuevo alto o cima y crea lo que llamamos una experiencia cumbre.

Cada experiencia cumbre debe integrarse en la personalidad para que se dé un nuevo crecimiento, para que se pueda expandir la consciencia y para que el individuo llegue a un estado de sabiduría.

La conclusión es que la capacidad de ser consciente está unida a los procesos energéticos del cuerpo, es decir, a la cantidad de energía que tiene una persona y a la libertad con que puede circular. La consciencia refleja el estado de la excitación interior. En realidad es la luz de la llama interior proyectada en dos pantallas: la superficie del cuerpo y la de la mente.

Por tanto cuando aumenta la energía y si el sistema está sano y desbloqueado, la consciencia se expande. Se abrirán nuevas zonas de la mente, se establecerán nuevas conexiones.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los jóvenes, desencantados con la Iglesia


Según un estudio, el 75% de los jóvenes considera que la Iglesia tiene una postura anticuada en lo que se refiere a la vida sexual

Autor: Agencia Efe.Fuente: Público.

La religión y la Iglesia tienen escasa influencia en la vida de los jóvenes españoles y sigue ocupando uno de los últimos puestos en la escala de valoración de las cosas más importantes para ellos.

Así se desprende del estudio sociológico sobre la juventud española entre 15 y 24 años, presentado por la Fundación SM y que entre otros asuntos concluye que el 75% de los jóvenes considera que la Iglesia tiene una postura anticuada en los que se refiere a la vida sexual de la gente.

Pese a que una mayoría, un 53,5%, se define como católica, la religión no tiene gran influencia sobre sus vidas personales: un 62% afirma no asistir nunca o prácticamente nunca a la iglesia y sólo una pequeña minoría, el 3%, considera que la Iglesia dice cosas importantes en cuanto a las interpretaciones del mundo.

Para el 35% Dios no existe, bien porque consideran que es "un invento de la Iglesia y los curas" (32%), una "superstición" (24%) o porque hay "mejores cosas en las que pensar" (16%), entre otras razones.

El 75% piensa que la Iglesia tiene una postura anticuada sobre el sexo

Un 20% dice estar de acuerdo con las directrices de la jerarquía eclesiástica y un 32% es miembro de la Iglesia. Sin embargo, parece que la forma de entender o vivir la religión católica por parte de los jóvenes no siempre pasa por la institución, que recibe poca valoración.

En torno al 40% cree que la Iglesia ayuda a los hombres a vivir moralmente y ofrece un verdadero hogar espiritual. Pero las opiniones son mayoritarias en cuanto a quienes creen que la Iglesia acumula demasiada riqueza (76%), se mete demasiado en política (64%), se mete demasiado en la vida personal de la gente (63%) o que dificulta disfrutar de la vida (58%).

Pasan de política y políticos

El 46,3 % de los jóvenes españoles de entre 15 y 24 años ve su futuro con pesimismo, al margen de que se supere o no la crisis económica. La mayoría pasa de la política y en el 71,4% de los casos tienen una imagen deplorable de los políticos.

Tienen mala imagen de los políticos y apenas confían en las instituciones

Según sus autores, del informe se desprende que estamos ante una generación, quizá la primera, que piensa que va a vivir peor que sus padres.

Tecnológicos, menos preocupados por el medio ambiente que sus progenitores, políticamente situados en el centro izquierda, los jóvenes españoles son bastante escépticos con respecto a la integración social, apenas confían en las instituciones -las ONG son las más valoradas- y más de la mitad confiesa que lo de ayudar en casa no va con ellos.



martes, 30 de noviembre de 2010

El adviento según Thomas Merton

Tomado de http://caminomisionero.blogspot.com/2010/11/el-adviento-segun-thomas-merton.html


Nuestro Adviento no es una celebración de valores tradicionales meramente culturales, por grandes y dignos de perpetuación que sean. El adviento no es un mero retorno, una repetición, una renovación de lo antiguo. No puede ser el regreso a la infancia personal o social. La venida del Señor, que es lo mismo que Su “presencia”, es la venida de lo nuevo, no la renovación de lo viejo”.

"Nuestra tarea es buscar y encontrar a Cristo en nuestro mundo tal y como es y no como podría ser. El hecho de que el mundo sea diferente de lo que podría ser no altera la verdad de que Cristo está presente en él, y que Su plan no ha fracasado ni cambiado: en efecto, todo se hará conforme a Su voluntad. Nuestro adviento es la celebración de esa esperanza. Lo que es incierto no es la "venida" de Cristo sino nuestra acogida a Él, nuestra docilidad y capacidad de salir a Su encuentro".

“El misterio de Adviento es un misterio de vaciamiento, de pobreza, de limitación. Debe ser así. De otro modo no podría ser un misterio de esperanza. El misterio de Adviento es un misterio de comienzo: pero también es el misterio de un fin. La plenitud del tiempo es el final de todo lo que todavía estaba incompleto, todo lo que todavía era parcial. Es el cumplimiento en unidad de todo lo que era fragmentario.
El misterio de Adviento en nuestras vidas es el comienzo del fin de todo lo que en nosotros no es todavía Cristo. Es el comienzo del fin de la irrealidad”.

“Adviento, para nosotros, significa aceptación de ese comienzo totalmente nuevo. Significa una disposición para hacer que la eternidad y el tiempo se encuentren no sólo en Cristo sino en nosotros, en el Hombre, en nuestra vida, en nuestro mundo, en nuestro tiempo. Si hemos de entrar en el comienzo de lo nuevo, debemos aceptar la muerte de lo viejo. El comienzo, pues, es el fin. Hemos de aceptar el fin, antes de poder empezar. O más bien, para ser más fieles a la complejidad de la vida, hemos de aceptar el final en el comienzo, ambos juntos".



Thomas Merton
“Tiempos de Celebración”

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EL MACROECUMENISMO: EL ECUMENISMO DE DIOS, por José María Vigil.





No podemos mirar el mundo ni enfocar nuestra vida desde la visión exclusiva de una raza, una cultura, pueblo o Iglesia. Nos sentimos ciudadanos del mundo, peregrinos de la historia total, responsables de la universalidad del cosmos, hermanos y hermanas de todas las criaturas.

El ecumenismo de Dios nos impide absolutizar mediaciones tales como nuestra propia Iglesia o nuestra religión. Nuestra pertenencia a una Iglesia no agota ni expresa adecuadamente nuestra pertenencia fundamental, nuestro «lugar social religioso»13, que no es ya el pequeño mundo de una confesión particular, sino –a imagen y semejanza de Dios- el amplio ámbito macroecuménico, el universo de las religiones, la Humanidad buscadora de Dios. Cada vez más, hoy, para ser religioso hay que serlo intrerreligiosamente, y macroecuménicamente.

El macroecumenismo de la misión cristiana

La nueva experiencia de Dios que hemos hecho… a través del redescubrimiento de Jesús, nos hace sentir también el macroecumenismo de la misión del cristiano. Hablamos de la misión fundamental de todo cristiano, más allá de toda vocación o carisma particular.

Esta misión consiste en «vivir y luchar por la Causa de Jesús, por el Reino», y ésa es, evidentemente, una misión máximamente macroecuménica. Porque el Reino es vida, verdad, justicia, paz, gracia, amor... entre todos los hombres y mujeres, entre todos los pueblos, y comunión de ellos y ellas con la naturaleza y con Dios. La misión de que nos sentimos investidas las personas cristianas es vivir y luchar por esta Utopía.

Ahora bien, esta misión no es otra que la de toda persona humana.

Nuestra tarea como cristianos no es otra que la que nos compete como personas. En principio los cristianos no tenemos una misión propia, específica, distinta, reservada, sólo viable para los iniciados. Nuestra vocación coincide con la vocación humana, porque nuestro sueño coincide con el sueño de Dios.

Siendo lo que somos, personas cristianas, no nos sentimos pertenecientes a una facción, a un particularismo filosófico o teológico, a una secta que nos sustraiga de las grandes preocupaciones y perspectivas. Nuestras Causas son las Grandes Causas de la Humanidad, Causas y Sueños de todos los pueblos, Causas y Sueño también de Dios.

Por eso, siempre que los hombres o mujeres, en cualquier circunstancia o situación, bajo cualquier bandera, trabajan por las Grandes Causas del Reino (amor, justicia, fraternidad, libertad, vida...) están cumpliendo el sentido de su vida, están haciendo la voluntad de Dios, están luchando por la Causa de Jesús. Por el contrario, no siempre que las personas se declaran
cristianas y viven y luchan por sus Iglesias están haciendo la voluntad de Dios. No será otro el criterio escatológico por el que Dios juzgará a los seres humanos (Mt 25, 31ss): un criterio totalmente macroecuménico, no confesional, no eclesiástico, ni siquiera «religioso».

Común a todo ser humano

Esta «gran misión cristiana» que creemos que es común con la misión de todo ser humano, no dejamos de vivirla con nuestra propia luz de fe cristiana, con nuestra propia tradición. Hemos valorado mucho siempre nuestra propia tradición religiosa, como han hecho todas las religiones. Y como ellas también, hemos exagerado su valor cuando hemos absolutizado muchos elementos que eran realmente relativos, y cuando nos hemos considerado a nosotros mismos como el propio centro del universode las religiones... Hoy consideramos que la luz de nuestra fe es una luz «superior», porque viene de arriba, pero no es una luz superior a las demás
por principio, sino una luz más entre las muchas luces de Dios que iluminan a la Humanidad, y cuya superioridad habrá que analizar a posteriori comparativamente con las demás luces, con mucho realismo y objetividad. Macroecuménicamente, valoramos todas las luces que iluminan a todos los seres humanos que vienen a este mundo.

En relación con los otros

Por esta coincidencia entre la misión cristiana y la misión humana, nos sentimos bien en cualquier sociedad humana abierta. No necesitamos vivir en sociedades aparte, ni en sociedades cristianas, de régimen de cristiandad, porque lo que para nosotros importa no es el «decir ‘Señor, Señor’», sino estar a favor del proyecto de Dios. Nos sentimos llamados a colaborar con todos los que buscan la verdad y el amor, aunque no sean cristianos, ni siquiera creyentes. Nos alegramos de todo lo bueno que en el mundo fermenta, y nada humano lo consideramos ajeno a nosotros mismos, o irrelevante para una mirada atenta a la presencia de la salvación. El mundo, la sociedad, la historia, son nuestro propio ambiente vital, como ciudadanos del mundo y responsables de la sociedad, de su proyecto, de su misma esperanza... Ese mundo es el campo en el que nos sentimos llamados a realizarnos plenamente. Podemos y debemos colaborar con todos, sin visiones chauvinistas ni ópticas monocromáticas.

No dejamos de tener una identidad cristiana específica, pero es una diferencia accidental añadida y que no nos separa del mundo, sino que nos reenvía a él. Nuestra gran referencia no es esa identidad cristiana ni ninguna otra referencia confesional diferenciante, sino la «gran misión humana», la común vocación de constructores de la Utopía, luchadores por las Grandes
Causas. Ante Dios, lo que importa no será ser cristiano, judío, musulmán, hindú o sintoísta... sino haber gastado la vida en pro de las Grandes Causas.

A diferencia de otros tiempos en los que los cristianos hemos medido todo lo ajeno con la medida de nuestros propios valores, hoy valoramos lo que no es cristiano reconociendo su valor intrínseco, por sí mismo. No llamamos a nadie «cristiano anónimo», ni a ningún valor lo llamamos «Verbo sembrado», ni «semillas del Evangelio» o «preparación evangélica». No importa que las personas sean cristianas o no, sino que sean ciudadanas del Reino. Y sus valores no valen por la participación que tengan de nuestros propios valores, sino de la que tengan en los valores de Dios mismo, fuente de todo bien.

El conflicto en la misión cristiana

Pero también nos encontramos con la oposición y el conflicto. Hay quienes se oponen a los intereses comunes de la comunidad humana a favor de sus propios intereses egoístas y opresores. Unas veces somos combatidos, otras debemos luchar y oponernos. A veces somos perseguidos por nuestra fe, y otras veces somos nosotros los que sentimos la necesidad de criticar la actitud de nuestra propia Iglesia o religión. El conflicto forma parte de la historia y de nuestra vida.

Ahí, nuestra actitud macroecuménica nos hace saltar por encima de fronteras chauvinistas entre «los nuestros y los otros», haciéndonos medir nuestras solidaridades y oposiciones en función de la utopía del Reino. También aquí el reinocentrismo es la medida de todo. Nos sentimos más unidos a aquellos que, aun sin ser de nuestra religión, sin referencia a Cristo o sin fe explícita en Dios, luchan por su Utopía (que nosotros llamamos Reino en lenguaje bíblico cristiano) y por tanto se posicionan a favor de la justicia, a favor de los pobres y de la liberación integral, que a aquellos que tal vez con el nombre de Cristo Rey en los labios, se posicionan a favor de la injusticia y la opresión, y se oponen a los pobres.

Si nuestra verdadera pasión es la llegada del Reino, y todo lo medimos ecuménicamente con esta medida –como decimos-, nos sentiremos más unidos a aquél que realiza la Causa de Jesús aun sin conocerlo, que a aquellos que -quizá incluso en su nombre- se oponen a ella.

Esto es tremendo, pero es real. Y es evangélico. Jesús mismo sentía esa mayor cercanía. Él se identificó más con el samaritano que con el sacerdote y el levita, más con la liberación de los pobres que con el culto del templo (Lc 10, 25ss), más con los pecadores humildes que con los fariseos satisfechos de sí (Lc 15, 11-32; Mt 21, 31-32), más con el que hace la voluntad de Dios que con el que dice «Señor, Señor» (Mt 7, 21), más con los que dan de comer al hambriento, aun sin conocerlo (a Él) (Mt 25, 31ss), que con los que hicieron milagros en su nombre (Mt 7, 22), más con el que decía que «no» pero hacía la voluntad del padre que con el que decía que «sí» pero no la hacía (Mt 21, 28-32).

Conocemos muchos casos en la historia en los que la verdad del Reino ha estado más del lado de los que han sido perseguidos por los cristianos y hasta por la propia Iglesia, que del lado de éstos y de ésta. Cuando los indígenas de Abya Yala fueron invadidos, expulsados y masacrados o esclavizados, la razón de Dios estaba de su parte, y no de la del que esgrimía la Cruz o el mandato del Papa en el «Requerimiento». En la guerra civil española, que fue considerada «cruzada» por la Iglesia, unos murieron con el nombre de Cristo Rey en los labios y en su corazón, pero en connivencia con el ejército que combatía a los que de hecho defendían las Causas de la soberanía popular, el orden constitucional, la democracia y la superación del capitalismo, Causas que entonces daban cuerpo a la utopía del Reino proclamado por Jesús. Las revoluciones por los derechos humanos modernos hubieron de ser anticlericales y perseguidoras de las Iglesias, porque éstas se posicionaron a favor de las monarquías y oligarquías, a favor del orden del privilegio y del Ancien Régime. En la larga marcha del ascenso del socialismo mundial, la Iglesia ha estado invariablemente con el capitalismo, poniendo la libertad económica de los poderosos por encima de la justicia y la dignidad de los pobres. Finalmente, en las revoluciones populares latinoamericanas, la Iglesia católica institucional ha sido uno de las grandes obstáculos que no pudieron superar los movimientos liberadores de los pobres. En estas y otras muchas coyunturas históricas graves, así como en los conflictos de cada día, la perspectiva macroecuménica nos solidariza primariamente con el amor y la justicia, la libertad y el bien de los pobres, y nos enfrenta a quien se opone a ellos, aunque sea de nuestra religión o nuestra Iglesia. El macroecumenismo se mueve en otras coordenadas, sin el fanatismo de defender, por espíritu de cuerpo, a nuestra religión o de nuestra Iglesia, a cualquier precio, por encima de de las Causas a las que la misma Iglesia se debe.

lunes, 15 de noviembre de 2010

IV Congreso de (Micro) Ecumenismo en Madrid: Una nueva decepción.


Acabo de regresar de participar en el IV Congreso de Ecumenismo, celebrado este fin de semana en Madrid y , como ya os adelanto en el título del post, he regresado bastante decepcionado. Y es que se sigue pensando el ecumenismo en términos puramente cristianos, buscando simplemente la unidad de las iglesias, sin atender a la demanda de un ecumenismo interreligioso y universal que valore la pluralidad religiosa y humana y busque la comunión de Todo y todos en la pluralidad. Es la demanda del llamado “ecumenismo ecuménico” (Raimon Panikkar) o Macroecumenismo ( P. Casaldáliga) que el ecumenismo oficial parece querer obviar.

Naturalmente, no todas las ponencias han sido igualmente decepcionantes, destacaría sin duda las ponencias de las Iglesias venidas del llamado “Sur” como las más enriquecedoras y auténticas. Especialmente buena fue la ponencia del presbítero reformado coreano In Sin Hang, que habló desde un espíritu verdaderamente pluralista, señalando cómo la lectura del Tao Te King (texto central del Taoismo) le había ayudado a ser mejor cristiano y denunció los métodos agresivos que los cristianos coreanos utilizan contra los budistas invadiendo sus templos y haciendo ceremonias de exorcismo como si allí habitaran los demonios, colgando después todas estas fechorías en You Tube, para indignación general de la población.

También fue muy buena la ponencia de Carlos Ham, pastor evangélico cubano, que presentó un modelo de misión centrado en la liberación integral del hombre, en especial de los pobres y marginados, en clara línea con la teología de la Liberación.


El resto, salvo excepciones, me resultó aburrido y con un horizonte muy limitado al ámbito cristiano, y a los pequeños intereses de las diferentes iglesias, dolidas por su pérdida de influencia social.


En lo que todos estaban de acuerdo es que el ecumenismo está en horas muy bajas en España, las iglesias oficiales lo miran con recelo sin atreverse a condenarlo, pero concentrando sus energías en la “reevangelización” de la sociedad, entendiendo a veces esto como “reconquistar” el poder perdido.

Pareciera al observador que ante este panorama los encargados del ecumenismo en la iglesias quieren hacer ver el "valor" del mismo a sus jerarquías señalando su "importancia como instrumento misionero”. La unión de todos los cristianos parece ser que sería estupenda para esa reevangelización con la que sueñan algunos, entendida como volver a ser mayoría y conquistar la sociedad, si bien ahora con “guante blanco” y no con la “espada” como en otras épocas.


Hay pues hoy en día, al menos, dos maneras de entender el ecumenismo: la oficial que consiste en buscar la unidad visible de los cristianos y parece que ahora también consiste en lanzarse juntos a la misión, entendida como conquistar nuevos conversos.

Y un ecumenismo ecuménico o macroecumenismo, que busca la unidad en la pluralidad de todos los hombres y mujeres de cualquier credo o ideología, cultura o espiritualidad, que cree superada la idea de la misión como conquista de nuevos adeptos y la entiende en el sentido de diálogo para descubrir el Dios que está ya en los otros y que nosotros aún no conocemos, que busca un nuevo modo de ser cristiano desde la acogida, el diálogo y el aprendizaje de las otras religiones y culturas y que hace de su identidad un lugar de comunión con los demás y no de separación de ellos, que valora, en suma, tanto la pluralidad como la unidad.


Desgraciadamente de este ecumenismo prácticamente no se habló y se siguió anclado en los viejos esquemas reduccionistas de limitarse al ecumenismo cristiano.


No le auguro mucho futuro a este estilo de ecumenismo microecuménico.


Quizá una de las cosas que me llevo del congreso fueron las palabras de un presbítero anglicano que animó a las bases a practicar ya un ecumenismo interconfesional (yo añadiría interreligioso) ya que las jerarquías de las diversas iglesias están siendo infieles a la llamada del Espíritu ecuménico. Así sea.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Intelectuales españoles ante la visita y la línea del papa, por Antonio Duato.




El profesor Antonio García Santesmases acaba de publicar un artículo en la revista Iglesia Viva con este título: Intelectuales y cuestión religiosa en la España actual. Creo que lo que allí dice puede proyectar mucha luz al debate suscitado en España tras la reciente visita del papa y su declaración previa sobre el laicismo y el anticlericalismo de hoy y de los años treinta.

Santesmases establece un mapa de cuatro tipos de intelectuales, señalando claramente su posicionamiento respecto al catolicismo y los medios de comunicación en que principalmente se expresan. Su análisis se podría resumir así:


1) El intelectual neoconservador:
“Su diagnóstico se funda en considerar que el gran problema de nuestro tiempo es la crisis de valores provocada por el proyecto ilustrado. Siguiendo, entre otros, a J. Ratzinger, sostienen que la modernidad ilustrada ha generado un gran vacío, una anomia en el mundo valorativo al haber vaciado de sentido a los proyectos morales”. Se expresan en ABC –sobre todo en el suplemento Alfa y Omega– y, aunque sean minoría, tienen claro que se puede retornar culturalmente al estado precedente a la ilustración que separó la razón de la fe. Es la gran reconquista o reevangelización. Santesmases describe muy bien el proceso intelectual por el que muchos llamados “intelectuales” llegan a estas posiciones ultra conservadoras.
Es evidente que estos intelectuales están entusiasmados con el reciente viaje y apoyan la línea de Ratzinger.

2) El intelectual y la identidad nacional:
Aunque coincida en muchas cosas con el neoconservador, su “familia intelectual” pertenece al Restauracionismo de la generación del 14, la construcción de una Nueva España integrada, en oposición a la disgregación preveniente de las nacionalidades periféricas. La religión es importante, culturalmente, como factor y expresión simbólica de la nación. Este hacer de la idea nacional el eje de su actividad intelectual les relaciona, aunque en opuesto, con los intelectuales catalanes o vascos que se centran en la restauración de su nación. Son medios de expresión más significativos el diario digital El Imparcial y La Fundación Ortega (últimamente fusionada con la Fundación Marañón) para los defensores de la idea de España y La Vanguardia para los catalanistas.
Tanto los intelectuales españolistas como los nacionalistas periféricos, aunque no sean cristianos practicantes, tienen motivo para estar satisfechos de la importancia que este viaje y este papa están dando al papel de España en la construcción de Europa y la impotancia respectiva de Galicia y Cataluña (en cuyas lenguas ha hablado) a cuya historia y cultura ha hecho repetidas alusiones.

3) El intelectual liberal-radical:
Este intelectual “es radical en la defensa de los derechos cívicos y liberal en la lucha por la autonomía de la razón y la primacía de la soberanía popular frente al peligro de los fundamentalismos. Desde esta perspectiva en el debate entre neoconservadores y liberales su obsesión es marcar la separación de poderes, advertir de los peligros de la teocracia y mostrar que todos los discursos ilustrados optimistas acerca de un avance inexorable de la razón y del progreso deben ser puestos en cuarentena dado lo ocurrido en el siglo veinte. La religión está de vuelta y hay que armarse dialécticamente para combatirla”. Este intelectual se expresa en la línea fundamental de El País y en las firmas que más la representan cuando se toca el aspecto religioso: Javier Pradera, Fernando Savater y Paolo Flores D’Arcais.
Estos intelectuales y medios sacarán a relucir constantemente las contradicciones, fallos y abuso de poder -una insoportable intromisión en la soberanía estatal- que ha significado el viaje y la línea de Ratzinger, destacando la colonización monopolista que intenta hacer de los valores e incluso de la razón.


4) El intelectual republicano:
La ley sobre la memoria histórica promovida por el gobierno de Zapatero y todo el debate en torno al juez Garzón ha hecho que se resucitase un pensamiento netamente republicano de izquierdas que se manifiesta sobre todo en Vicenç Navarro y otros colaboradores de Público o de Temas para el debate de la Fundación Sistema. No se trata sólo de seguir con la crítica a la economía capitalista y defender el estado del bienestar, sino de poner en cuestión la amnesia con que se realizó la transición y volver a ciertos ideales de la segunda república. Tanto en su aspecto económico (en el le acompañan otros economistas como Juan Torres o Martín Seco) como en el cultural estos intelectuales están proporcionando un proyecto económico-político a la izquierda que encaja con una lectura de la historia de la España del siglo veinte.
La memoria selectiva de lo que ocurrió en los años treinta y la falta de un discurso sobre juticia e igualdad -el papa puso el foco en la obras de caridad que sostiene la Iglesia- centran la crítica de este viaje y de la línea del papa para este grupo.

Pero Antonio García Santesmases acaba su artículo resaltando la importancia de lo que significa como intelectual el recientemente desaparecido José Mª Díez-Alegría -junto a otro político no encajable, como Vidal Beneyto. En ese mapa de los intelectuales, “¿donde encaja una figura como la de Díez Alegría?” Para los conservadores está claro: es el ejemplo de alguien profundamente equivocado, “que pensó que la religión debía adaptarse a la modernidad ilustrada, y que yendo más lejos incluso que los progresistas liberales pretendió el imposible de llegar a un acuerdo entre el cristianismo y el marxismo”.

Pero, ¿y para los liberales y republicanos? ¿Acaso no será necesario hacer memoria no sólo de la II República sino de “otra historia que no llegó a triunfar, que fue abatida, pero que está ahí”? “Es una historia en la que el marxismo y el cristianismo de los años sesenta no estaban en el estalinismo ni en el totalitarismo. Respondían a un clima cultural posterior al Vaticano II donde se trataba de buscar un nuevo camino, un camino ético-profético a los comportamientos religiosos, un camino cercano a una religión que recogiera una tradición mesiánica y que creyera en la esperanza”.


Muchos de los que hacemos ATRIO participamos de esta historia “abatida” y de esta esperanza que Santesmases ve simbolizada en Díez-Alegría. Y a la luz de ese mismo cristianismo renovado estamos ahora interpretando lo que está pasando en España. No quisiéramos que la polarización que están intentando introducir los intelectuales conservadores y otros liberales y republicanos convirtiera la posición de la jerarquía actual en la única opción cristiana o católica. Lo mismo que hubo en la república algunos casos, hay hoy muchos cristianos estamos con los intelectuales más comprometidos con la justicia y la igualdad. Con Díez-Alegría y otros muchos mantenemos la esperanza: esperamos otro mundo, otra democracia y otra economía y otra Iglesia. No es sólo una utopía pues todo es posible. Y sabemos justificar y defender nuestras posiciones desde las fuentes del cristianismo y desde las grandes intuiciones del Vaticano II.


Y acaba Santesmases con una pregunta que hacemos nuestra: “Ahora que se produciendo esta locura descontrolada, esta corrupción de la democracia -como sostiene Vidal Beneyto en su último libro-, ¿no es un buen momento para recordar las críticas al capitalismo de Díez-Alegría?”

jueves, 4 de noviembre de 2010

La escucha activa y empática: una forma de amar y curar, importante en el camino espiritual.





La escucha activa es: escuchar bien, con atención y cuidado, tratando de comprender lo que nos dice la otra persona. Para lograrlo debemos estar presentes no sólo físicamente sino también psicológicamente.


Tenemos tendencia a no escuchar lo que nos dice la persona con la que hablamos porque vamos unos pasos por delante pensando en cuál va a ser el argumento de nuestra respuesta.


7 ventajas de practicar la escucha activa

1. Si sabemos escuchar, los demás sentirán la confianza necesaria para ser sinceros con nosotros.


2. La persona que nos habla se siente valorada. Y ésta es una de las formas más baratas y más sencillas de poner en práctica la motivación.


3. Escuchar tiene efectos tranquilizantes y facilita que se eliminen tensiones. Y esto es muy importante en ambientes laborales donde el estrés se está convirtiendo en el protagonista principal de las comunicaciones.

4. Favorece una relación positiva con su interlocutor. Ya sea que usted ocupe o no un puesto directivo, siempre le servirá para fomentar unas buenas relaciones.

5. Permite llegar al fondo de los problemas y no tomar medidas de emergencia que, con el tiempo, son peor remedio que la enfermedad.


6. Logramos respeto hacia nosotros de la persona que nos habla. Porque el respeto es una de esas cosas importantes en la vida, que “cuanto más se reparte más se tiene”.

7. Es una recompensa para la persona con la que hablamos. De ahí que deba ser utilizada con prudencia cuando nos relacionamos con personas que tienden a hablar en exceso.


Los enemigos de la comunicación


Hay conductas que realizamos, algunas de forma consciente y otras totalmente inconscientes que impiden la comunicación. Por ejemplo:


-Interrumpir continuamente a la persona que nos habla.
-Juzgar cada comentario que nos hace.
-Ofrecer ayuda que no nos ha solicitado.
-Quitar importancia a los sentimientos de la otra persona con expresiones como: “No te preocupes por esa tontería”, “no te pongas así”, etc.
-Contar “nuestra anécdota” cuando el otro está aún hablando.
-Caer en el “síndrome del experto”: Saber lo que debemos contestar cuando el otro no ha hecho más que iniciar su relato.



La escucha activa consiste en una forma de comunicación que demuestra al hablante que el oyente le ha entendido. Existen varios niveles de escucha que se pueden emplear dependiendo de que del nivel de entendimiento que se alcanza en cada caso caso:


1. Parafrasear, es decir, resumir lo que ha dicho. Si alguna parte nos ha llamado la atención, podemos resaltar las palabras que más nos han impactado. Es una forma de dirigir la conversación, porque el hablante va a ampliar la información sobre lo que hemos subrayado.


2. Reflejar el estado emocional. Además de que se le ha entendido, se le muestra que se sabe como se siente. Ayuda; pero no basta con decir: “sé como te sientes” o “te entiendo”.


3. Validar: mostrar que se acepta lo que dice aunque no se esté de acuerdo. Es aceptable lo que se dice, se entiende; aunque no se esté totalmente de acuerdo.

4. Estar completamente de acuerdo. Hay gente que la única forma que tiene de aceptar la empatía del otro es a través del acuerdo completo de la otra persona.

5. En cualquier caso se puede cualificar lo que se dice como una opinión propia y no como una afirmación indiscutible. Se hace introduciendo un tono en la expresión que relativice lo que se dice o utilizando frases como: desde mi punto de vista, en mi opinión, etc.


Hay que tener en cuenta que no se puede aceptar aquello con lo que no se está de acuerdo; pero se puede validar lo que se oye y mostrar la discrepancia como una opinión propia. Hay veces en las que la opinión de uno no puede ser de ninguna forma aceptada, aunque sí oída.


Los ejercicios para comunicarse activamente dan resultado si los que hablan tienen algún punto en común en el que estén de acuerdo. Si no es así, hacer ejercicios de comunicación puede llevar a un distanciamiento entre los que lo hagan en lugar de acercarlos.


Para una mejor comunicación es necesario también:


• Tener habilidades expresivas
• Encontrar formas no defensivas de expresarse

Qué no hacer en la escucha activa


A continuación enunciamos algunos fallos en los que puedes caer cuando pretendes realizar una escucha activa
.
1. No rechazar las emociones que el otro manifiesta. Las emociones son reacciones automáticas que frecuentemente se dan en determinadas circunstancias; pero que no son obligatorias y no las controlamos. Por eso, decir a una persona que no debería sentir lo que siente implica un reproche sobre una conducta sobre la que la persona no tiene control. Hay que tener en cuenta que no está en su mano modificar ese sentimiento.

2. No juzgar. Recuerda el dicho bíblico: no juzgues y no serás juzgado.


3. No solucionar el problema. Quien te lo está planteando quiere compartirlo contigo, pero él (ella) es la responsable de solucionarlo. Tú solamente puedes escuchar y dar tu opinión.

4. No interrumpir. Espera a que la otra persona te dé paso, aunque no estés de acuerdo con lo que dice.

5. No cuentes tu propia historia. Recuerda que nadie escarmienta en cabeza ajena. Además, si te está contando algo es para que entiendas su problema y, si cuentas tu historia estaréis centrándoos en la tuya.

6. No des un consejo que no te hayan pedido.


7. No descalifiques cuando des tus opiniones.

martes, 2 de noviembre de 2010

La Importancia de la práctica de las Virtudes (Ideas Correctas) en el Camino Espiritual, por Anselm Grün, monje benedictino.


Las cuatro virtudes cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y templanza) son consideradas, desde los tiempos de la filosofía griega, actitudes fundamentales del ser humano que son importantes para el buen éxito de su vida.

«Cardinal» viene de la palabra latina cardo, que significa «gozne». Las cuatro virtudes son como el gozne de una puerta alrededor del cual gira todo. Sin ellas no se encuentra acceso alguno al ámbito del alma.

En latín, «virtud» se dice virtus, término que denota fuerza, facultad, destreza. El alma necesita
las fuerzas de las virtudes para dominar la vida. Virtus, a su vez, proviene de vir, «varón». Originariamente, virtus es la fuerza viril, la fuerza que adorna al varón. La palabra alemana para virtus, «Tugend», proviene de «taugen», que significa «servir». Sin virtud, la vida no sirve.

Las virtudes contribuyen a que la vida salga bien. La palabra alemana «Tugend» [como la castellana «virtud»] es femenina. Los artistas siempre han representado las virtudes como cuatro mujeres. En el ámbito de la simbología, la mujer representa al alma. Al parecer, el varón necesita las fuerzas anímicas de la mujer para que su vida tenga éxito.

Para la filosofía griega, las virtudes cardinales son el camino para desplegar la riqueza del alma, conducir al ser humano hasta su verdadero yo y posibilitar una cooperación fructífera.

Las tres virtudes teologales (fe, esperanza y amor) son para la teología y la filosofía de la Edad Media el despliegue concreto de la espiritualidad en la vida cotidiana. Lo mismo que las virtudes cardinales marcan el comportamiento del ser humano, también han de marcarlo las tres virtudes teologales. Sin ellas la vida no sirve. La espiritualidad no es, por tanto, algo postizo, sino un ahondamiento del camino puramente humano. Describe el verdadero despliegue de la condición humana y nos descubre las posibilidades que Dios ha puesto dentro de nuestra propia naturaleza...

Pero lo importante en relación a dichas tres virtudes no es si soy cristiano o no, sino si acepto una dimensión espiritual en mi vida.

Fe, esperanza y amor son actitudes absolutamente humanas que nos permiten tener un mejor trato unos con otros. Ello no me obliga a creer en todos los dogmas del cristianismo. Lo importante es, más bien, acuñar actitudes que sepan del misterio de la condición humana y hagan justicia al ser humano. Y esto sólo lo lograremos si tenemos también en cuenta su dimensión espiritual.

La psicología transpersonal de nuestro tiempo lo ha puesto de manifiesto una y otra vez. En ella, «espiritualidad» no significa que soy lo más piadoso posible, sino... cómo veo al ser humano y cómo lo trato; si se trasluce o no algo espiritual y, en última instancia, profundamente humano.

viernes, 29 de octubre de 2010

Volver a Jesús, por José Antonio García, s.j.


Tomado de la revista Sal Terrae 97.

Cuando las «tradiciones» cristianas que en otro tiempo orientaron la vida de sociedades y sujetos han perdido ya ese poder –ejercido muchas veces indebida y abusivamente– y cuando, consiguientemente, se genera en quienes formamos la gran Iglesia el inevitable desconcierto de no saber cómo situarnos en la nueva coyuntura, es preciso volver a Jesús («fides retro oculata»), al origen y fuente de nuestra fe. Por más importante que sea mirar atentamente al hombre y la sociedad actuales («fides ante oculata»), no será suficiente. La fe cristiana está hecha de esas dos miradas: la segunda desde la primera, la primera en la segunda. Es claro: la primacía es de la primera, la que funda radicalmente nuestra fe.


La expresión «volver a Jesús» puede resultar ambigua, puesto que no se trata de ningún ejercicio histórico o arqueológico. Tal vez habría que decir, siguiendo en esto a San Ignacio de Loyola: «traer a Jesús» a nuestro presente (Ejercicios Espirituales, 102), pues de eso se trata. Ésa la misión que dio Jesús al Espíritu poco antes de morir: la de hacer que Cristo fuera contemporáneo nuestro (Jn 16,12-15) Ahora bien, en esta última perspectiva tampoco podríamos olvidar que Cristo es Jesús de Nazaret, resucitado pero el mismo. En tal sentido, las dos expresiones podrían ser perfectamente asumibles.

Pues bien, vayamos o traigamos a Jesús, siempre contemplaremos en él lo mismo: su Pasión por Dios, de la que deriva y en la que entronca su amor y entrega a la humanidad, especialmente a los pobres, a los enfermos y a todos los excomulgados de la vida. No deberíamos equivocarnos, por tanto. Si la Iglesia es (somos) prolongación histórica del cuerpo salvador de Cristo, su primer reto es Dios. Dios y su Reino. De Dios debe «recibirse» la Iglesia, no de sí mima ni de ningún otro. Al Reino de Dios ha de «consagrase» la Iglesia, y a nadie más. Dios y su reino ha de ser su Tesoro, sus Ojos, su Señor (Mt 6,19-24).

Prolongar históricamente a Jesucristo en su pasión por Dios va a suponer para la gran Iglesia en España y para todos nosotros en ella buscar más a Dios, dialogar más con él, discernir junto a él nuestra vida y acción: buscarlo y hallarlo en todas las cosas. Por lo general, hablamos mucho de él, pero demasiado poco con él. Va a suponer también acompañar a otros en esta misma búsqueda.


Prolongar históricamente a Jesucristo en su pasión por la humanidad, y especialmente por los pobres... Pido disculpas por centrarme en dos de esas pobrezas, consciente como soy de que la lista sería interminable:


– Se avecinan unos años socialmente duros para nuestro país, y mucho más para los terceros mundos. Los efectos de la crisis económica ya están ahí e irán a más. Todos sabemos a quiénes golpearán con más fuerza. La Iglesia de España está haciendo ya un esfuerzo inmenso (reconocido unas veces, otras no) por aliviar muchas necesidades materiales. Pero no bastará con eso en los próximos años.

¿Somos conscientes, o lo somos suficientemente, de que la respuesta de la fe a esta situación pasa necesariamente por los bolsillos de quienes sufrimos menos, poco, o nada, esa crisis? He ahí una primera derivación de que Dios sea realmente el primer «problema» de la Iglesia para todos: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, clases medias, gentes que conservan su trabajo y gozan de una relativa estabilidad económica... Desde los más golpeados, Dios llama a su Iglesia a una mayor movilización en favor de quienes son sus predilectos por el simple hecho de necesitar más de su «reinado».

– Dentro de la gran Iglesia existen otras situaciones de pobreza que no podemos más que mencionar (las llamamos así por lo que tienen de exclusión real, coincida además o no con otro tipo de exclusiones sociales o económicas). Por ejemplo: parejas que conviven antes de casarse; divorciados vueltos a casar; miles y miles de parejas casadas que no viven su relación afectivo-sexual según las normas de la Iglesia; otros tantos que sólo se identifican «parcialmente» con ella; el mundo de los homosexuales; etc., etc. ¿Qué pensar de su situación actual ante la gran Iglesia? Pero ¿qué pensar también de la posición de nuestra Iglesia ante todos ellos?.


Hace años, leí un librito del teólogo alemán y ahora cardenal, Walter Kasper, al que me siento muy agradecido7. Al hablar de los fracasos matrimoniales y de la postura de la Iglesia con respecto a los divorciados, decía lo siguiente: con respecto a la indisolubilidad del matrimonio, la Iglesia no podrá renunciar a seguir predicando el ideal evangélico defendido por el propio Jesús: la del matrimonio para toda la vida, símbolo (sacramento) del amor inconmovible de Dios a la humanidad. No podría hacerlo.


Pero en Jesús no encontramos sólo ese dato. Encontramos también una infinita misericordia, com-pasión y acercamiento hacia los «fracasos humanos». ¿Por qué no podría la Iglesia, se preguntaba Kasper, conjugar mejor las dos actitudes de Jesús: el anuncio de un ideal al que prepararse y por el que luchar, y la com-pasión no excluyente hacia los fracasos o impotencias humanas, casi siempre tan condicionados? ¿No existe otra manera mejor que la actual de defender la sexualidad humana, el matrimonio, la fe débil, etc.?

Estas preguntas son extremadamente serias para nuestra Iglesia pues están en la base de una enorme sangría eclesial, producida sobre todo a partir de la Humanae vitae. No podemos cerrar los ojos ante este «éxodo silencioso» de muchos creyentes que ni entienden ni ven fundadas ni cumplen algunas disposiciones del magisterio en todos estos campos. Con un agravante añadido: el descrédito se extiende hacia otros terrenos en los que la Iglesia empeña su palabra de un modo mucho más comprometido y trascendente. Me refiero, por ejemplo, a los temas del aborto, la justicia social, etc. Ese creciente descrédito hace que todas sus palabras se arrojen indebidamente en el mismo saco roto, aunque en realidad tengan muy distinta fundamentación e importancia.


Urge, por tanto, un replanteamiento en este y otros campos que incorpore mucho más que hasta ahora el diálogo interno de la Iglesia y también el diálogo de la Iglesia con las Ciencias y la sociedad. Tenemos que aprender a vivir en una sociedad plural, no tutelada ya por la Iglesia. Tenemos que aceptar con humildad y paz que no poseemos «todas las palabras» sobre los problemas humanos y que, por tanto, ni podemos darlas por definitivamente encontradas ni, mucho menos, imponerlas. Sí buscarlas con otros; y, por supuesto, proponer sin imponer la que sí es nuestra: Jesucristo y su Evangelio.

Hola, Bienvenid@s.


Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


Mi camino...

el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.