Tomado de http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2010/06/21/silencios-misterio-arregui-iglesia-religion-libertad-munilla.shtml
Libertad de pensamiento en la Iglesia
En medio del duro invierno ya escribimos a favor de Joxe Arregi, pero la fuerza de su humildad y discreción enterró bajo la nieve nuestras palabras que glosaban su figura entrañable, su actitud valiente. Estalla ya el verano y en medio de toda su luz, tomamos palabra. No renunciaremos a apoyarle en tan críticos momentos.
En realidad no sólo escribimos a favor de nuestro amigo franciscano de Aranzazu, lo hacemos también en defensa de las mínimas libertades. Suena extraño, triste en buena medida, tener que escribir en el siglo XXI, en el corazón de Europa, un alegato por la libertad. Sin embargo, es preciso hacerlo. Ésta se encuentra cercenada, no ya en el ámbito político o cultural, sino en el terreno en el que, se supone, deberían haberse consagrado en su más plena expresión, el terreno del espíritu. Crecer en el espíritu, es crecer en libertad. Es inconcebible el desarrollo del espíritu ya personal, ya colectivo, sin libertad.
Somos uno con Joxe pidiendo la palabra y revelándose ante el ultraconservador obispo de Donostia que le exige silencio o destierro en América Latina. El pensamiento único, tan desplazado en tantos ámbitos de la vida, se acentúa y perpetúa en el ámbito de la Iglesia católica. ¿Cuánto miedo, cuánto terror a perder monopolio, poder y privilegios encierra el pensamiento único? Deberían saber que absolutamente nada se puede perpetuar en el futuro por esos medios, menos aún el mensaje perenne, excelso, sublime del amor fraterno de Jesús. El futuro no dejará vestigio de sus procedimientos injustos y arbitrarios, de su fe cerrada e interesada.
¿A qué temen tanto los Munillas y los Roucos? ¿De dónde tanto terror a una fe cristiana renovada, abierta y positivamente fecundada? Difícilmente unas prácticas abusivas e intolerantes se pueden avenir con la "buena nueva" abierta, aglutinante, universal de Jesús. El de ellos pareciera asemejarse más a ese otro Dios, que también nos ha acompañado a lo largo de toda la historia, en muchas latitudes: El Dios oscuro de las castas sacerdotales de tantas religiones y de tantas circunstancias históricas que se han querido perpetuar a través del miedo y de la impostura, el Dios de la amenaza fabricado a imagen y semejanza de sus espurios intereses, el Dios colmado de honores, pero diseñado para servir a sus tristes voluntades.
Ha sido el encuentro interreligioso lo que nos ha proporcionado la gracia de conocer a Joxe. Pocos dudan a estas alturas de que por ahí avanza el futuro, credos que se encuentran, se nutren, se recrean y juntos testimonian fe y esperanza ante el mundo. Pocos dudan que el camino es sumar y no restar, es colaborar y compartir, es unirnos en el supremo respeto de la diversidad, es comunión en la esencia y pluralidad en las formas. El único inconveniente es que esos pocos, adictos a la palabra última y la unidad uniformante, aferrados a sus catecismos, prebendas y privilegios, pretenden gobernar la Iglesia. Sin embargo nada pueden los adalides del pensamiento único ante el progreso de la historia.
Las palabras de Joxe en su escrito son las nuestras cuando apunta que se diluyen las fronteras entre los de dentro y los de fuera de la Iglesia oficial: "...todos somos buscadores, peregrinos, hermanos, y todos nos movemos, vivimos y somos en el corazón de Dios." Mientras un nuevo "nosotros" cobra un color, una fuerza incontenible, una amplitud hasta ahora desconocida, el "nosotros" monocolor y caduco, limitado a los adeptos a los dogmas y doctrinas incontestables, trata de perpetuarse por la fuerza de la imposición. No hace falta atravesar Gibraltar para toparse con las más rígidas expresiones del fundamentalismo religioso.
Sr. Munilla, Vd. ya se ha revelado en su verdadera faz. Demasiado pronto ha acabado el "paripé" que se montó ante los medios de comunicación, simulando una actitud conciliadora. Es radicalmente falso que Vds. vayan a trabajar por la unidad en el seno de la Iglesia, máxime cuando la verdadera Iglesia de Jesús ni siquiera se ciñe al ámbito en el que Vds. pretenden ejercer su autoridad... Hay mucho Jesús más allá del cristianismo católico, más allá de la Conferencia Episcopal y el territorio que tratan de marcar a fuerza de destierro y excomulgación.
No sé si Vd. sabe hasta qué punto amamos las libertades, Sr Munilla. No debería yo recordarle que la fraternidad de Jesús jamás puede encarnar si no es en el marco de la más absoluta y exquisita libertad. Vds. construyen cárcel, no Iglesia y entre los barrotes de sus "verdades" y pautas incuestionables, no puede florecer la gloria, cada día renovada, del Reino de Dios.
La libertad es la esencia de nuestra dignidad, y la dignidad es el regalo supremo e irrenunciable de la presencia de Dios en nosotros. Sr. Munilla, Vd. no tiene ningún derecho a cercenar las libertades que Dios ha dado a los católicos guipuzcoanos, menos aún en el nombre de Jesús. La nueva, amplia y universal Iglesia fiel al llamado eterno de Jesús, la nueva y eterna alianza de los hombres y mujeres tocados de fraterno amor, está ya en marcha y Vds. no la pueden, de ninguna de las formas, detener porque desborda su institución, porque ya ha arraigado en lo profundo de millones de corazones de todas las latitudes.
Aquellas letras invernales que por respeto a la voluntad de Joxe no llegamos a difundir, entre otras cosas decían: "Joxe enmudece y a nosotros nos toca escrutar silencios. Sobre todo el silencio de la naturaleza ahora blanca e inmaculada. Esta bendita madre nos dice que todo cambia y evoluciona. Ese libro universal nos susurra que lo que no muta y se adapta, muere...
Sólo sepas que no estás sólo en tu invierno, en tu silencio, amigo, hermano Joxe. Aguardamos la primavera contigo, agazapados en la espesa nieve. En el más frío invierno la naturaleza no calla y nuestra fe no tirita. Preparemos nosotr@s también la primavera de una libertad consagrada, de unos credos reencontrados."
"Sólo callaré ante el Misterio", dice Joxe en la carta de respuesta a la imposición de silencio por parte del obispo de la diócesis guipuzcoana. Al igual que nuestro amigo represaliado, sólo callaremos ante el Misterio sublime, indescifrable, que nos deslumbra y nos postra, el Misterio del amor, único capaz de aplacar el arrebato de estas palabras.
Libertad de pensamiento en la Iglesia
En medio del duro invierno ya escribimos a favor de Joxe Arregi, pero la fuerza de su humildad y discreción enterró bajo la nieve nuestras palabras que glosaban su figura entrañable, su actitud valiente. Estalla ya el verano y en medio de toda su luz, tomamos palabra. No renunciaremos a apoyarle en tan críticos momentos.
En realidad no sólo escribimos a favor de nuestro amigo franciscano de Aranzazu, lo hacemos también en defensa de las mínimas libertades. Suena extraño, triste en buena medida, tener que escribir en el siglo XXI, en el corazón de Europa, un alegato por la libertad. Sin embargo, es preciso hacerlo. Ésta se encuentra cercenada, no ya en el ámbito político o cultural, sino en el terreno en el que, se supone, deberían haberse consagrado en su más plena expresión, el terreno del espíritu. Crecer en el espíritu, es crecer en libertad. Es inconcebible el desarrollo del espíritu ya personal, ya colectivo, sin libertad.
Somos uno con Joxe pidiendo la palabra y revelándose ante el ultraconservador obispo de Donostia que le exige silencio o destierro en América Latina. El pensamiento único, tan desplazado en tantos ámbitos de la vida, se acentúa y perpetúa en el ámbito de la Iglesia católica. ¿Cuánto miedo, cuánto terror a perder monopolio, poder y privilegios encierra el pensamiento único? Deberían saber que absolutamente nada se puede perpetuar en el futuro por esos medios, menos aún el mensaje perenne, excelso, sublime del amor fraterno de Jesús. El futuro no dejará vestigio de sus procedimientos injustos y arbitrarios, de su fe cerrada e interesada.
¿A qué temen tanto los Munillas y los Roucos? ¿De dónde tanto terror a una fe cristiana renovada, abierta y positivamente fecundada? Difícilmente unas prácticas abusivas e intolerantes se pueden avenir con la "buena nueva" abierta, aglutinante, universal de Jesús. El de ellos pareciera asemejarse más a ese otro Dios, que también nos ha acompañado a lo largo de toda la historia, en muchas latitudes: El Dios oscuro de las castas sacerdotales de tantas religiones y de tantas circunstancias históricas que se han querido perpetuar a través del miedo y de la impostura, el Dios de la amenaza fabricado a imagen y semejanza de sus espurios intereses, el Dios colmado de honores, pero diseñado para servir a sus tristes voluntades.
Ha sido el encuentro interreligioso lo que nos ha proporcionado la gracia de conocer a Joxe. Pocos dudan a estas alturas de que por ahí avanza el futuro, credos que se encuentran, se nutren, se recrean y juntos testimonian fe y esperanza ante el mundo. Pocos dudan que el camino es sumar y no restar, es colaborar y compartir, es unirnos en el supremo respeto de la diversidad, es comunión en la esencia y pluralidad en las formas. El único inconveniente es que esos pocos, adictos a la palabra última y la unidad uniformante, aferrados a sus catecismos, prebendas y privilegios, pretenden gobernar la Iglesia. Sin embargo nada pueden los adalides del pensamiento único ante el progreso de la historia.
Las palabras de Joxe en su escrito son las nuestras cuando apunta que se diluyen las fronteras entre los de dentro y los de fuera de la Iglesia oficial: "...todos somos buscadores, peregrinos, hermanos, y todos nos movemos, vivimos y somos en el corazón de Dios." Mientras un nuevo "nosotros" cobra un color, una fuerza incontenible, una amplitud hasta ahora desconocida, el "nosotros" monocolor y caduco, limitado a los adeptos a los dogmas y doctrinas incontestables, trata de perpetuarse por la fuerza de la imposición. No hace falta atravesar Gibraltar para toparse con las más rígidas expresiones del fundamentalismo religioso.
Sr. Munilla, Vd. ya se ha revelado en su verdadera faz. Demasiado pronto ha acabado el "paripé" que se montó ante los medios de comunicación, simulando una actitud conciliadora. Es radicalmente falso que Vds. vayan a trabajar por la unidad en el seno de la Iglesia, máxime cuando la verdadera Iglesia de Jesús ni siquiera se ciñe al ámbito en el que Vds. pretenden ejercer su autoridad... Hay mucho Jesús más allá del cristianismo católico, más allá de la Conferencia Episcopal y el territorio que tratan de marcar a fuerza de destierro y excomulgación.
No sé si Vd. sabe hasta qué punto amamos las libertades, Sr Munilla. No debería yo recordarle que la fraternidad de Jesús jamás puede encarnar si no es en el marco de la más absoluta y exquisita libertad. Vds. construyen cárcel, no Iglesia y entre los barrotes de sus "verdades" y pautas incuestionables, no puede florecer la gloria, cada día renovada, del Reino de Dios.
La libertad es la esencia de nuestra dignidad, y la dignidad es el regalo supremo e irrenunciable de la presencia de Dios en nosotros. Sr. Munilla, Vd. no tiene ningún derecho a cercenar las libertades que Dios ha dado a los católicos guipuzcoanos, menos aún en el nombre de Jesús. La nueva, amplia y universal Iglesia fiel al llamado eterno de Jesús, la nueva y eterna alianza de los hombres y mujeres tocados de fraterno amor, está ya en marcha y Vds. no la pueden, de ninguna de las formas, detener porque desborda su institución, porque ya ha arraigado en lo profundo de millones de corazones de todas las latitudes.
Aquellas letras invernales que por respeto a la voluntad de Joxe no llegamos a difundir, entre otras cosas decían: "Joxe enmudece y a nosotros nos toca escrutar silencios. Sobre todo el silencio de la naturaleza ahora blanca e inmaculada. Esta bendita madre nos dice que todo cambia y evoluciona. Ese libro universal nos susurra que lo que no muta y se adapta, muere...
Sólo sepas que no estás sólo en tu invierno, en tu silencio, amigo, hermano Joxe. Aguardamos la primavera contigo, agazapados en la espesa nieve. En el más frío invierno la naturaleza no calla y nuestra fe no tirita. Preparemos nosotr@s también la primavera de una libertad consagrada, de unos credos reencontrados."
"Sólo callaré ante el Misterio", dice Joxe en la carta de respuesta a la imposición de silencio por parte del obispo de la diócesis guipuzcoana. Al igual que nuestro amigo represaliado, sólo callaremos ante el Misterio sublime, indescifrable, que nos deslumbra y nos postra, el Misterio del amor, único capaz de aplacar el arrebato de estas palabras.