Hoy son muchos los creyentes y no creyentes que siente una necesidad y un profundo anhelo de una espiritualidad integrada en un cuerpo humano sexuado, erótico y no angelical. Que su espiritualidad no sea pesimista, negadora, represiva, que responda a una actitud positiva y optimista de la sexualidad.
La no vivencia de la sexualidad humana como una realidad positiva e integrada dentro de una vida espiritual, significa que no pocas personas creyentes y piadosas se perciben interiormente desgarradas ante Dios. Muchas llevan mal la represión, la negatividad, la culpabilidad, la inhibición, los miedos, temores sexuales, que les conduce a un estado neurótico y depresivo.
Cada día son más los creyentes y no creyentes que no necesitan a la Iglesia como una instancia moralizante, acusadora y represora de su sexualidad. Lo que buscan y necesitan de ella es benevolencia y comprensión. Lo que necesitan son personas creyentes y espirituales que se la expliquen de manera sana y positiva y les indiquen el buen camino a seguir en el proyecto de vida espiritual. Que les señalen el camino que deben seguir para vivirla como un valor realizador y gozoso. El camino que les conduce a ello, que en el fondo debe ser un camino no condenativo sino portador de la libertad en el Espíritu.
Nuestra principal conclusión y mi punto de arranque para comprender y vivir la sexualidad como fuente de espiritualidad es: no separemos lo que Dios ha creado unido y redimió para superar lo que nosotros separamos. No hagamos de nuestra vida y de la sexualidad algo aparte de ella. No hagamos ni de nuestro cuerpo ni de la sexualidad una cosa aparte. Somos un cuerpo sexuado, sexual y erótico para comunicarnos con Dios, nosotros mismos y con los otros. Querer vivir una espiritualidad cristiana negando lo que somos nos lleva a negar lo que Dios ha creado y su encarnación en ello.
La necesidad de un gran espíritu crítico con el que superar las falsas creencias, tabúes, mitos y prejuicios de los que tenemos que liberarnos para integrarla en la vida espiritual cristiana; prejuicios que nos distorsionan la mirada y que nos impiden el nuevo y fresco esfuerzo por ver la realidad sexual como la fuerza, que juntamente con la vida espiritual más poderosas del ser humano, que afectan a todos los hombres y mujeres sin distinción de edad, ni condición social; unas fuerzas tan naturales y tan deseadas por ser fuentes de felicidad; tan valiosas por ser vehículos más perfectos para entablar relación y para expresar la sublimidad del amor humano.
La sexualidad no aparece como algo integrado ni en la totalidad de la vida humana, ni como fuente y camino de espiritualidad en nuestros países occidentales y en nuestra Iglesia. Aún hoy y a pesar de la gran evolución sufrida, la sexualidad es algo que aparece al lado de la vida, pero no como la expresión de la totalidad de la persona y de la vida y, por tanto, de la relación completa entre las personas y de todos los componentes de la persona.
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