Si usted pregunta a un portavoz israelí y a otro palestino si su objetivo es lograr la paz, la respuesta será positiva en ambos casos, por lo que habría que definir qué se entiende por paz.
El primer paso es reconocer al otro como un igual: alguien que tiene los mismos derechos y que por ende puede optar a las mismas aspiraciones que cualquier otro ser humano, en concordancia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Lamentablemente, la concepción colonialista israelí le impide ver a los palestinos como iguales: los palestinos son los «derrotados», que deberían de contentarse con cualquier migaja lanzada por Israel. Ante ello, el repetir incansable de Israel de que los «palestinos nunca pierden una oportunidad de perder una oportunidad» es simplemente una forma distinta de señalar que los palestinos nunca hemos aceptado la condición de subyugados.
Quien repita lo anterior y bajo las propuestas y condiciones presentadas, simplemente desnuda la naturaleza de la concepción de «paz» que tiene Israel.
Si recordamos el famoso discurso pronunciado por el señor Netanyahu en la Universidad Bar Ilan en junio de 2009, esa visión de «paz» fue muy bien definida: Jerusalén ha de mantenerse como capital exclusiva de Israel, el asunto de los refugiados no ha de discutirse, el Estado Palestino ha de ser desmilitarizado, Israel ha de continuar impulsando el llamado «crecimiento natural» de las colonias ilegales, Israel mantiene el control sobre las fronteras de ese supuesto «estado», y además los palestinos deben reconocer a Israel como Estado Judío. Luego de aceptar esas precondiciones, se nos dice: «Ven aquí chico, negociemos, yo sé lo que es mejor para ti». La pregunta evidentemente es: ¿negociar sobre qué?
Para los palestinos la visión de paz es distinta. Nosotros hablamos de una solución real de dos estados según la frontera de 1967, reconociendo el derecho de Israel a existir sobre el 78% de la Palestina histórica, con una Jerusalén compartida y capital de dos estados, y donde se logre una solución acordada y basada en el derecho internacional a la situación de los refugiados palestinos.
Nuestra visión de paz se basa en la legalidad internacional y concuerda abiertamente con la posición de la Unión Europea.
En el caso de la Liga Árabe y la Conferencia Islámica, ambas han ofrecido a Israel, a través de la Iniciativa de Paz Árabe, que a cambio de una solución de dos estados basada en la legalidad internacional, se normalicen relaciones diplomáticas entre Israel y 57 naciones árabes y musulmanas. La negativa israelí a considerar esa oferta es lo que abiertamente puede llamarse una oportunidad perdida.
Pero el señor Netanyahu no se ha quedado ahí. Ahora le ha dado por plantar árboles en los asentamientos ilegales, según la ley internacional, en el territorio palestino ocupado y, desafiando a toda la comunidad internacional, señalar que ese territorio nunca ha de dejar de ser parte de Israel. Esto, sumado su discurso en la Universidad de Bar Ilan, no es una invitación al diálogo sino que simplemente una imposición.
Los palestinos no estamos en contra de las negociaciones ni de la paz. Los palestinos estamos en contra de la expansión de asentamientos israelíes en el territorio palestino ocupado, lo que incluye confiscación de tierras, confiscación de permisos de residencia, demoliciones y desalojos dirigidos en contra de la población civil palestina.
¿Es lo anterior acaso una precondición palestina? No. Es simplemente una obligación israelí de acuerdo con la Hoja de Ruta, redactada y apoyada por el Cuarteto de Paz para Oriente Próximo (que incluye a los Estados Unidos, la Unión Europea, las Naciones Unidas y Rusia).
Cuando firmamos los Acuerdos de Oslo había 286.000 colonos; cuando supuestamente deberíamos haber tenido nuestro Estado, en el año 2000, la población de colonos había aumentado a más de 450.000. Hoy supera el medio millón. Si Israel quiere la paz, ¿qué sentido tiene seguir construyendo asentamientos sobre el territorio que ha de ser parte del Estado Palestino?
Nuestra visión de dos estados según la frontera de 1967 con Jerusalén Oriental como capital de Palestina y Jerusalén Occidental como capital de Israel, libertad de acceso a los lugares de culto religioso y una solución justa y basada en la legalidad internacional, continúa desvaneciéndose mientras las máquinas israelíes siguen cambiando el «status quo» del Territorio Palestino Ocupado.
Tenemos claro que para el actual Gobierno israelí es delicado tomar decisiones sobre esto debido a que incluso su ministro de Exteriores es colono y reside en un asentamiento establecido sobre tierras palestinas de la ciudad de Belén, donde nació nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, creemos que es misión de la comunidad internacional, y en especial de quienes se declaren amigos de Israel, el hacerle entender al gobierno de Tel Aviv que el camino actual no lleva a la paz.
Mientras la comunidad internacional no tenga la voluntad política para que Israel, la potencia ocupante, respete de una vez por todas la legalidad internacional, es muy difícil que la solución de dos estados se mantenga en el horizonte... la culpa la tiene sencillamente la visión de «paz» del gobierno israelí.
Tenemos claro que para el actual Gobierno israelí es delicado tomar decisiones sobre esto debido a que incluso su ministro de Exteriores es colono y reside en un asentamiento establecido sobre tierras palestinas de la ciudad de Belén, donde nació nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, creemos que es misión de la comunidad internacional, y en especial de quienes se declaren amigos de Israel, el hacerle entender al gobierno de Tel Aviv que el camino actual no lleva a la paz.
Mientras la comunidad internacional no tenga la voluntad política para que Israel, la potencia ocupante, respete de una vez por todas la legalidad internacional, es muy difícil que la solución de dos estados se mantenga en el horizonte... la culpa la tiene sencillamente la visión de «paz» del gobierno israelí.
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