“Mientras unos cuantos literatos, afanosos de notoriedad, intentan aclimatar aquí el antisemitismo, los sefarditas diseminados por los países mediterráneos, no sólo conservan como un tesoro familiar su arcaico idioma castellano y evocan la añorada España de sus antepasados como un paraíso perdido, sino que se consideran españoles auténticos. Lo son. El hecho de que su españolismo sentimental sea un amor no correspondido, en nada mengua la solera española que hay en su sangre”.
Esto no se escribió ayer. Lo publicó hace 75 años un reconocido escritor y periodista español natural de Mataró llamado Santiago Vinardell Palau, en la sección “Horizontes” de La Vanguardia de Barcelona, el que era entonces y sigue siendo hoy el principal periódico de Cataluña. Es lamentable, pero lo afirmado sigue vigente hasta el día de hoy. Hay antisemitismo en España. Está hoy íntimamente asociado con el anti-israelismo de ciertas esferas hispanas, que no han podido o querido desprenderse de ese peligroso virus propio de muchas sociedades.
Los más fidedignos sondeos bien lo confirman. Según una encuesta llevada a cabo en 2003 por la organización judía Liga Antidifamación, un 47% de los españoles tiene clichés antisemitas, más que los polacos (45%), los italianos (32%), los franceses (22%) y los alemanes (20%). Las estadísticas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de España refrendan semejantes tendencias. Un estudio realizado en 2001 por ese organismo dependiente de la Presidencia del Estado Español, presenta una lista de ocho países para ver el grado de simpatía en una escala de 0 a 10. Se destacaron como más simpáticos Alemania (5,6) y Francia (5,6). Los más antipáticos: Israel (2,8), Iraq (2,6) y Afganistán (2,5). La misma pregunta se repite en 2002, pero aplicada ahora a 13 países o zonas del mundo. La mayor simpatía se dirige a los países de la Unión Europea (7,2) y Latinoamérica (6,6). Israel aparece el último, junto a los países del Golfo Pérsico (4,2). Una encuesta del Real Instituto Elcano de junio de 2004 plantea una pregunta similar con una lista de 17 países. Los resultados son muy parecidos a los de los sondeos previos del CIS. Los dos países mejor valorados son Alemania y Francia. Los peores: Irán e Israel. A pesar de que son dos civilizaciones bien distintas, y suponiendo que el régimen fundamentalista del primero se merezca ese calificativo.
Es más, en un estudio realizado por Juan Avilés, Director del Instituto Universitario de Investigación sobre Seguridad Interior, publicado por el Instituto Elcano, se afirma que “a menudo se ha indicado que el conflicto israelí-palestino representa un gran estímulo para el terrorismo islamista y para el antisemitismo. Es importante observar que, viceversa, tanto los atentados indiscriminados contra la población civil israelí como estos atentados antisemitas en distintos países dificultan una solución negociada de aquel conflicto, al hacer dudar a muchos israelíes de que ningún tipo de concesiones por su parte pueda asegurarles la paz”. Eso es sencillamente poner el dedo sobre la llaga.
Pero para volver al artículo citado en primer término, se pregunta bien confuso el periodista: “¿Antisemitismo en España?... ¡Qué disparate!”, y seguidamente explica: “Si alguien no puede ser antisemita es el español. Aunque sólo sea por agradecimiento al impulso que los judíos dieron a las ciencias, a las letras y a las artes… Pero la razón principal… está en el gran número de españoles que deben a la sangre hebrea que llevan en las venas todo lo que son”. Una teoría que no tiene nada de extraño, puesto como bien lo afirma “la gran masa judía no se movió de aquí” al declararse la expulsión. “Los que se fueron eran los menos”
Cosa bien sabida, como lo detalla un entendido en la materia como era Salvador de Madariaga, el gran humanista y liberal español que fue ministro, en su biografía de Cristóbal Colón. Haciendo hincapié a la corte de los Reyes Católicos, señala que “tanto el rey como la reina vivían literalmente rodeados de conversos”. Su número y la importancia de sus funciones son realmente impresionantes. Madariaga afirma que el acontecimiento mayor de la era, la boda de Isabel con Fernando de Aragón, prefiriendo a éste en lugar del Rey de Portugal y el Duque de Berry, hermano del monarca francés, fue obra de judíos. Su confesor, Fray Fernando de Talavera, que tenía una enorme ascendencia sobre ambos reyes, era de una familia conversa. Y así, menciona una lista interminable de personalidades de origen hebreo, cuya gravitación en los asuntos de Estado y la economía fue muy señalada.
Santiago Vinardell Palau, calificado como “uno de los mejores intelectuales españoles contemporáneos”, era catalán al margen de ser un buen español. Y haciendo gala a la nobleza que ha distinguido a ese pueblo, en el escrito de referencia hace un enérgico llamado: “Hay que establecer estrecho contacto con esos núcleos de judíos españoles, brindarles protección oficial, abrir en sus respectivos países escuelas y bibliotecas, publicar diarios y revistas en lengua española…” Termina diciendo: “Aunque les duela a nuestros antisemitas de última hora, a lo mejor judíos ellos mismos sin sospecharlo…. la República española ha de rectificar el error de la expulsión”.
Moshé Yanai
Nunca olvidaré allá por el año 85 mi primer viaje con mochila por Grecia, al pie de la Acrópolis en el barrio de Plaka en una tienda pequeña me hablaron en una lengua que entendía aunque mé llevaba a otros tiempos. Su dueño un sefardí que me invitó a comer y a pasar un par de días en su casa, cuando supo que era de Toledo, la ciudad de sus antepasados, me enseñó papeles y llaves antiguas. Para mí fue una experiencia única. No creo que los españoles seamos antisemitas, a pesar de que en mi niñez, todavía se insultaba con la palabra "judío"; pero yo creo que ahora estas encuestas de países valorados no reflejan antisemitismo, reflejan solidaridad ante una situación vergonzosa en el mundo que no tiene visos de solución. Refleja ponerse del lado del más débil, el pueblo palestino una victima más de la historia como tradicionalmente han sido los judíos. Pero tal vez el pueblo de Israel está siendo también víctima de su falta de generosidad y de su visión de futuro.
ResponderEliminarÓjala la religión se convierta un día en un medio de unión para hacer este mundo mejor.
Un saludo de paz
Hola Fernando, me emociona la historia que cuentas,que privilegio tuviste, me evoca un breve encuentro que tuve con un grupo de compañeros y compañeras en Jerusalén cuando estudiabamos un verano allí, ibamos en el autobús a la universidad cuando se nos acercó un hombre mayor y nos dijo "los mios nonos eran de la espanya" y nos contó sus orígenes sefardíes. Es una de esas españas perdidas por la intolerancia que se fue apoderando de nuestra historia, con la que te encuentras de repente y te reconoces en ella (sus familiares se llamaban estrella, aurora, como nuestras tías y madres...).
ResponderEliminarCreo que hemos de ir descubriendo el verdadero rostro plural de nuestra historia, que los vencedores de todo signo han intentado hacernos olvidar; existe una España sefardí y una España andalusí,de la que también somos descendientes y herederos. Es una riqueza de la que debemos estar orgullosos y apoyar.
Tienes razón en que no es lo mismo criticar los excesos contra los derechos humanos realizados por las autoridades de israel y ser antisemita. A veces, se utiliza ,la idea del antisemitismo para acallar lo que es un sentimiento legítimo de solidaridad con la situación de los palestinos.
También creo, sin embargo, que en nuestra cultura hay un transfondo antisemita e islamofóbico del que no somos del todo conscientes, todavía son muchos los tópicos que identifican a los judíos con los ricos, con la astucia hípócrita, etc... Por no decir, del islam que es presentado casi siempre en algunos mediso del país como violento e inhumano.
Saber que algo nuestro es judío y musulmán, como también cristiano,creo que podría ayudar a hacernos más sensibles y menos intolerantes.
Hemos avanzado mucho, si bien son muchos siglos en España de una cultura autoritaria hegemónica, que sólo ha visto la realidad con una visión reduccionista, de tipo católico integrista y conservador. Y es que también ha existido una España cristiana humanista y abierta, marginada, o una España republicana y laica...
No tengo duda que la mística, otra cultura marginada, puede ayudar a superar estos tópicos y a la vez hacernos más sensibles a esas "españas" que también son parte de nuestro verdadero rostro.
Querido José Antonio. No tengo nada que añadir a tu comentario. Estoy en su totalidad de acuerdo. Me siento heredero de mi historia tan rica y plural, que seguro me ayuda a encontrar en toda esta diversidad, la Unidad.
ResponderEliminarEnhorabuena de nuevo por este comentario.
Un abrazo,
Fernando