"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

martes, 26 de mayo de 2009

La Mística Progresista de las Comunidades de Base

Publicado por Somos Iglesia Andalucía http://somosiglesiaandalucia.net/spip/spip.php?article1005

Lo que da fuerza a las CEBs, para vivir como una alternativa al sistema dominante, es la espiritualidad de trascendencia y transparencia, de encarnación y de compromiso que tratan de vivir. La espiritualidad se identifica con las motivaciones profundas del discípulo de Jesús, con el seguimiento a Cristo; éste sólo puede realizarse si es que el cristiano se deja guiar por el Espíritu Santo. La espiritualidad es vivir la vida según el Espíritu. Este seguimiento de Jesús en el Espíritu Santo es una experiencia personal y eclesial. Es en la comunidad eclesial donde el cristiano escucha la llamada y responde con el seguimiento de Jesús. Es por esto que espiritualidad y vida eclesial están íntimamente unidas. En cada uno de los modelos de Iglesia, se vive una espiritualidad con sus características propias. Según sea el concepto y la vivencia de Iglesia que se tenga es lo específico del seguimiento de Jesús. Una es la espiritualidad que vivieron los cristianos de las comunidades apostólicas y de los tres primeros siglos; es espiritualidad de inserción en el mundo, de misión, de servicio y de fortaleza ante las persecuciones. La otra es espiritualidad de Iglesia imperio (siglo IV…).


Los que quisieron vivir la fidelidad al Evangelio en ese período de Iglesia, se sintieron fuertemente llamados a huir del mundo; a vivir la espiritualidad del ayuno, de la abstinencia, del sacrificio porque había necesidad de explicitar los elementos de la vida cristiana en la renuncia al mundo y a la mundanización de la Iglesia. Otra es la espiritualidad de Nueva cristiandad de los cristianos en medio de la modernidad, cuando la Iglesia vivió de frente y contra el mundo, es una espiritualidad sentimental como reacción al racionalismo que invadía a la sociedad y como expresión del deísmo que se vivió también dentro de la Iglesia. El Concilio Vaticano II volvió a las fuentes y con esto a la espiritualidad de la inserción y del compromiso evangelizador. La constitución Gaudium et Spes da la pauta para que todos los cristianos vivan de cara a la historia. “Es deber permanente de la Iglesia –dice– escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas” (GS 4). Los signos de los tiempos son la expresión de la presencia salvífica de Dios en el mundo y en la historia.


La constitución sobre el apostolado de los fieles laicos Apostolicam Actuositatem, habla de que los laicos y laicas deben de colocarse en el mundo para que lo impregnen de los valores del evangelio. “Es propio de ellos (los laicos), repletos del Espíritu Santo, el animar desde dentro, a modo de fermento, las realidades temporales y ordenarlas de forma que se hagan continuamente según Cristo” (AA 15). Desde entonces se concibió la huida del mundo, no ya como una huida geográfica o como una actitud de estar frente y contra el mundo, sino como una renuncia al estilo de vida propio del mundo de pecado. En América Latina, a partir de la experiencia eclesial renovadora, se ha vivido desde los años setenta una espiritualidad de inserción y de compromiso evangelizador. Según la Evangelii Nuntiandi: “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” (EN 18). Por tanto, una espiritualidad que no consiste en huir del mundo, sino en vivir en él sin ser de él y en fermentar sus estructuras de los valores del Evangelio. Esta espiritualidad tiene características propias que le dan un estilo propio en el concierto de la Iglesia universal. Podemos señalar entre otras, las siguientes:


1. Centrada en el servicio al Reino de Dios. Así como el reino fue el centro de la vida y de la obra de Jesús, así en la espiritualidad de la Comunidad Eclesial de Base, el reino ocupa el centro. Lo que se busca es que el reino acontezca en la realidad eclesial y social del continente. Trabajar por el Reino, construirlo con palabras y obras, es el compromiso fundamental. La evangelización no consiste en reafirmar las estructuras eclesiales, sino en que el Reino se haga realidad en favor de los pobres, que son la mayoría en este continente de la esperanza.


2. Encarnada y comprometida. Jesús no quiso fundar un monasterio como los esenios en el que, preparándose para la lucha escatológica con la oración, el ayuno y la práctica de la ley, se esperara la llegada del Reino de Dios, sino que eligió un puñado de discípulos y discípulas que fueran a anunciar que el reino de Dios estaba ya presente en medio de ellos. El sacrificio por el que Jesús agradó al Padre no fue el de toros y machos cabríos ofrecidos en el templo, sino su propia vida de confianza y obediencia a Dios (Heb 10,5-10). El desierto no es para Jesús lo que fue para Juan el Bautista, el lugar de su predicación y de su vida, sino el lugar teológico que significa ante todo el rechazo de las tentaciones. La Iglesia vive esta dimensión cuando vive en este mundo dando testimonio de los valores del Reino y se compromete a transformar las estructuras humanas de acuerdo a la justicia, el amor y la fraternidad.


3. De seguimiento. A los que quiso los llamó para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar (Mc 3,13, 14). “Sígueme” es la palabra clave para el discipulado de Jesús. Seguir a Jesús se convierte en la forma de ser discípulo suyo. Y el seguirlo consiste en realizar la obra de anunciar y hacer presente el Reino de Dios. Este seguimiento es para la misión. La espiritualidad de la Iglesia es militante, es decir de auténticos seguidores de Jesús.


4. Contemplativa. Jesús inaugura una nueva forma de contemplación, no fuera de la realidad, sino inserto en ella. Hace su oración dentro de su vida y de su acción, y para encontrar momentos de discernimiento de la voluntad de su Padre Dios. El discernimiento es propuesto por Jesús como la acción fundamental para todos aquellos que quieran ser obedientes a la voluntad del Padre. Quien no descubre, por el discernimiento en la fe, la presencia de Dios en Jesús es un perverso (Mt 12,39-40). Quien contempla en la realidad a Dios, convierte la vida de seguimiento en una vivencia de transparencia: las cosas, los acontecimientos y las personas transparentan a Dios. Este momento es el verdadero éxtasis del cristiano. Las CEBs viven esta dimensión cuando al investigar y analizar la realidad la iluminan con la Palabra de Dios para encontrar su presencia amorosa y salvadora, y se comprometen en la transformación de la realidad.


5. Con una clara opción por los pobres. Jesús hizo opción por los pobres y su liberación. Mientras los demás grupos ofrecían otras alternativas de salvación y despreciaban a los pobres por diversos motivos, Jesús se acercaba a ellos, como signo del amor misericordioso de Dios. A ellos son a los que el Padre quiso revelar los misterios del Reino (Mt 11,25-30). Ellos son los mensajeros del Reino (Lc 9,1-6; 10,1-12); ellos son los beneficiarios del Reino (Mt 5,1-12). Si el contenido está en el método y el método es contenido, la opción por los pobres es parte del contenido de la predicación y de la obra de Jesús; él, como Yahvé, desde el Antiguo Testamento, opta por los desheredados de la historia, de aquellos que no caben en la historia de los poderosos. Esta dimensión es una de las más vividas en las CEBs; ellas están integradas sobre todo por pobres y se solidarizan con sus necesidades y luchas. En ellas los pobres son sujetos de su propia evangelización y liberación.


6. Ecuménica. La unidad y la participación son actitudes fundamentales en el seguimiento de Jesús, que pide a Dios para que sus discípulos sean uno como él y su Padre son uno. La división en la Iglesia es fruto del pecado; cuando la Iglesia cedió a la tentación del poder y de la riqueza, entonces entró la división en ella. Ahora el Espíritu llama a la unidad, al ecumenismo, no únicamente entre las Iglesia cristianas, sino también entre las religiones del mundo. Vivir esta esperanza de diálogo y de unidad es una exigencia del Espíritu en este tiempo de tolerancia y pluralidad. Las CEBs viven en una continua actitud de diálogo y de respeto hacia todos, cualquiera que sea su condición y opción religiosa. Consideran que todos somos hijos e hijas del mismo padre y madre.


7. Con una esperanza contra toda esperanza. La conciencia de la realidad de pobreza y de opresión, que ahora se ha agravado y se ha hecho de exclusión de las mayorías a los bienes necesarios para una vida humana, arranca de lo más profundo del corazón humano una indignación ética. No se puede estar de acuerdo con esta situación. No se puede aceptar el que algunos por el solo hecho de ser indígenas, mujeres, niños de la calle, obreros, campesinos que no tienen para ser consumidores ni son productores al estilo del mundo globalizado, queden privados de lo más elemental para vivir dignamente. De esta indignación ética, iluminada por la Palabra de Dios, nace la esperanza de un mundo nuevo. Esta esperanza da como resultado el compromiso por la solidaridad y por la transformación de la realidad. Esta esperanza está puesta a prueba en el mundo neoliberal globalizante, porque los promotores de este sistema han proclamado que se ha llegado al final de la historia y que no hay utopías nuevas, no queda sino más de lo mismo. Las utopías ahora no únicamente hay que alcanzarlas, sino también crearlas, imaginarlas, y esto supone vivir una esperanza contra toda esperanza. Frente a la religiosidad de la posmodernidad, que promueve una espiritualidad de adhesión personal voluntaria a grupos que crean fuertes lazos emocionales entre los miembros y al líder carismático, que poseen formas flexibles de participación y asociación, donde predomina la experiencia espiritual de los participantes frente a las formulaciones dogmáticas u objetivas y en los que hay cierto rechazo a normas venidas de fuera de ellos. Ante esta religiosidad que responde a las características de la utopía posmoderna, que no vive la dimensión de compromiso de transformación de la realidad, sino de la pura experiencia espiritual individual. Las CEBs son el espacio y el sujeto de una espiritualidad encarnada y comprometida. Para vivir la alternativa a la situación de exclusión, se necesita de motivaciones profundas que animen las acciones que son necesarias para provocar los valores de un mundo distinto, justo y humano. La espiritualidad es un elemento importante en las CEBs para ser alternativas en este mundo de exclusión. Los miembros de ellas participan de todos estos anhelos y de estas motivaciones que los llevan a vivir su compromiso evangelizador. Esta espiritualidad que nace de las CEBs, como de una fuente, se expande a los otros niveles de Iglesia: la parroquia y la diócesis. Por eso también en este aspecto son un factor de renovación espiritual de la Iglesia.

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Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


Mi camino...

el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.