Raimon Panikkar ha señalado cómo las grandes culturas y los grandes saltos evolutivos nacen muchas veces de experiencias excepcionales, experiencias de una nueva comprensión y comunión con la realidad, que muy bien se podrían definir como místicas, aunque en la modernidad estas místicas sean laicas, agnósticas o ateas.
Por eso, en la coyuntura actual, que parece conducir a un nuevo paradigma cultural que integre los logros de todos los paradigmas anteriores (premodernos, modernos y posmodernos), parece que sólo se logrará un verdadero cambio en profundidad si éste surge de las experiencias de personas que vivan una mística nueva, en la que se integren todas los logros y visiones anteriores y todas las novedades de ésta época. Personas que sean capaces de vivir integradamente en medio del cambio que estamos viviendo y que a muchos les lleva a actitudes de reacción o de fragmentación.
Monje es precisamente aquel que busca la unificación, la integración de todo su ser y de toda la realidad. En un mundo fragmentado como el nuestro hacen falta muchos monjes. Pero monjes nuevos.
En realidad, como nos dice Panikkar, el monje es un arquetipo, una invariante antropológica presente en todo hombre y mujer. Corresponde a ese deseo de unidad, de encontrar el centro que tod@s tenemos. No estoy hablando, por lo tanto, de los actuales monjes vinculados a instituciones, que en la mayoría de los casos pertenecen al pasado o están en decadencia manifiesta. Para ser monje no es necesario ser célibe (hay muchos monjes en otras culturas que se casan) ni siquiera estar vinculado a una institución religiosa. Sólo intentar integrar todas las dimensiones que nos constituyen y promover esa integración y humanización en la sociedad y en el medio que nos rodee.
Hoy hace falta un nuevo tipo de monje que pueda integrar en su vida los dos grandes retos actuales, la secularidad y el ecumenismo. Hablo, por lo tanto, de que necesitamos un monacato laico y ecuménico, no necesariamente organizado en forma institucional. Un nuevo monacato, es decir un conjunto de hombres y mujeres, que sean conscientes, a la vez, de la importancia de lo secular como una realidad fundamental de la existencia, y que se sienta en comunión con todas las culturas y tradiciones laicas y religiosas, unidas todas ellas por esa común experiencia mística que ha sido su origen.
Estos nuevos monjes no necesariamente tienen que estar vinculados a instituciones actuales, autodefinidas como monásticas, sino que, a veces, podran estar unidos a grupos de nueva era, a partidos políticos de clara inquietud humanista, a nuevos modelos sociales de familia o de convivencia. Se trata de personas inquietas por una espiritualidad supraconfesional, pero seria y profunda, y vinculadas con un compromiso social solidario. Otros están vinculados a las viejas instituciones pero forman la parte inquieta y renovadora, generalmente marginada, de estos grupos antiguos.
Y es que necesitamos una nueva forma de integración, una nueva cultura, porque estamos muy necesitados de unir los diversos fragmentos de la compleja realidad actual. Está claro que para lograr esta nueva integración cultural ya no podemos volver a modelos superados teocráticos o tecnocráticos, hace falta un modelo integral, laico, ecuménico y progresista, nacido de diversas experiencias de integración o místicas laicas y religiosas actuales. Ni la vieja mística ni el viejo monacato, así como tampoco la vieja laicidad liberal y racionalista, pueden servir como fuentes porque ya no pueden servirnos a los que vivimos en otro momento cultural muy diferente al que vivieron los que crearon las viejas místicas o las viejas recetas racionalistas liberales. En la nueva cultura además del componente espiritual es necesaria ua sensibilidad de tipo socialista y democrático que haga superar modelos egoístas económicos, culturales o políticos.
Un nuevo monacato, se llame así o no, que trabaje a la vez la contemplación, la afectividad, la psicología, la racionalidad y el compromiso con el cambio estructural de la sociedad es el impulso que necesitamos para construir el nuevo paradigma que nos permita humanizarnos y evolucionar hacia formas de consciencia y de convivencia más elevadas. Posiblemente hay muchos que viven ya estás inquietudes en su vida sin saber que son monjes y monjas modernos y que constituyen una semilla de unos nuevos tiempos mejores.
Me ha gustado volver a leer algo sobre una propuesta que me sonó en su momento tan atractiva como novedosa, aunque el libro de Elogio de la Sencillez tenga ya unos cuantos años.
ResponderEliminarCuando dice "en la medida en que buscar la verdad, crear belleza, o incluso ganarse la vida, organizar la sociedad, producir riqueza o fabricar instrumentos esté relacionado con la actividad de centrarse, concentrarse, de esforzarse por conseguir el verdadero centro, en esa misma medida cultivamos la dimensión monástica de la vida" a mi me influye positivamente a dar un sentido nuevo a mi vida.
Gracias por el recordatorio.