Hoy es un buen día para recordar a esa España diferente a la que ha sido “oficial” durante tanto tiempo, la España más democrática, pluralista y solidaria, que ha intentado hacer evolucionar la sociedad hacia un modelo más participativo, más solidario y más respetuoso con la dignidad de las personas, por encima de intereses de poderes, instituciones, y élites diversas.
Hace 78 años, el 14 de Abril de 1931, esa España intentó crear un ámbito político, social, económico y cultural nuevo, más abierto y avanzado. Construido sobre un amplio consenso y una voluntad cada vez más fuerte de caminar hacia modelos sociales donde todos tuvieran su oportunidad de vivir y de colaborar en el bienestar de todos.
Desgraciadamente el retraso en el que las élites sociales habían mantenido al país impidió que el proyecto se consolidase, encontrando la oposición de fuertes instituciones que han asumido un protagonismo excesivo y agobiante en nuestra historia: Ejército, Iglesia, Aristocracia…
Afortunadamente hoy las cosas son diferentes, ha habido un cambio indudable en la situación que describía, aunque aún tenemos que seguir profundizando en la reciente vía democrática y todavía el autoritarismo, la intolerancia, el miedo sigan intentando hacer mella en la vía emprendida.
Y es que además de la España de la Inquisición, de la expulsión de judíos y moriscos, de los estatutos de limpieza de sangre, del “vivan las caenas”, del “que inventen otros”… Hay también una tradición de tolerancia en nuestro país que viene de la misma época medieval, cuando sabios y místicos de las diversas culturas y religiones se comunicaban e intentaban hacer avanzar las sociedades hacia formas más humanas. Una España ecuménica antecesora de una España plural, laica y democrática.
Nuestra tradición humanista y mística fue perseguida y marginada, incluso se intentó ocultar y hacer olvidar, pero su espíritu siguió alimentando siempre una corriente de libertad y solidaridad que el 14 de abril del 31 salió sin miedo a la luz del sol para ser luego aplastada, y que hoy, de nuevo, se va consolidando pese a las críticas, tensiones y malestar que desde los ámbitos más reaccionarios se intenta, sin éxito, producir.
Celebrar la proclamación de la II República es tomar conciencia de toda esa corriente de nuestra tradición, no olvidar esa memoria de buscadores, místicos y humanistas de nuestro país y comprometernos a que esa corriente continúe creciendo, ayudando a que nuestra sociedad sea más madura, más democrática, más humana, más plural y, por qué no, más mística sin confesionalismos excluyentes. Y es que sin profundidad esa corriente será de nuevo barrida, no de forma violenta quizá, sino vanalizando y manipulando su mensaje al servicio de un sistema que todo lo convierte en superficial, salvo el sacrosanto mercado.
Que nadie crea que se trata de exaltar a una parte excluyendo al resto (eso tan traido de las dos Españas), se trata de recuperar la conexión con aquellos que han intentado evitar modelos excluyentes, creando ámbitos en que cupieramos todos. No todo es lo mismo, ni todas las opciones son iguales, no es lo mismo una opción que excluye a una opción que es inclusiva, ésta es la tradición que celebramos, la que buscó un país en que todos cupieramos y no hubiera injusticias, siendo aniquilada repetidas veces por ello.
Por eso, para no caer en actitudes intolerantes debemos, sin prisa, con realismo y respeto, ir caminando para crecer y revitalizar esa España plural y abierta que el proyecto republicano representó, que encarna lo mejor de nuestra tradición y que nos abre el camino a un futuro que tenga menos conexiones con esos aspectos más tristes del pasado.
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