Leonardo Boff comentando las soluciones aportadas en la última cumbre del G-20, hacía ver cómo las propuestas parecían no darse cuenta de que la crisis no es algo accidental del sistema, sino algo estructural al mismo, como siempre ha dicho el marxismo.
No se trata por lo tanto de solucionar de manera coyuntural la crisis, que también, sino de empezar en serio a plantearse cómo ir a otro tipo de sistema económico y social. Y hacerlo de un modo racional y tolerante, desde la misma democracia.
No parece, por lo tanto, que el capitalismo sea la solución, aunque es evidente que dado que es el sistema imperante, se deba intentar el regularlo de manera que sus problemas intrínsecos se vean paliados, hasta vaya surgiendo otro modelo.
De ahí que para muchos hoy sea necesario un consenso occidental en torno a la socialdemocracia. Algunos creen que es el tiempo oportuno de ello, con la presencia de Obama en la Casa Blanca y con la caída del discurso neoliberal, incluso entre sus antiguos defensores.
Sin embargo, nadie duda de la crisis del actual discurso socialdemócrata, en especial, en Europa. La izquierda francesa, alemana e italiana se encuentran en una situación de descrédito y división.
Si la socialdemocracia olvida su impulso reformador y se contenta con mantener lo que hay, no es más que parte del sistema y no su transformador. Recuperar este espíritu alternativo, sin perder el realismo y el carácter democrático y tolerante es fundamental para responder a lo que importantes sectores de la sociedad reclaman: Un cambio hacia otro mundo más solidario, más democrático, más humano.
Entre las nuevas reivindicaciones de transformación de la sociedad hay que ir incluyendo toda una nueva sensibilidad hacia un modelo ecuménico y laico de mística, una espiritualidad laica y progresista que interesa y fundamenta los valores de muchos y muchas que buscan un mundo alternativo, es decir, de muchos de los que se sienten vinculados a la izquierda.
Si los partidos socialistas han ido abriéndose a la sensibilidad ecologista, feminista, pacifista… también sería bueno que estuvieran atentos a recoger las sensibilidades de muchas personas que viven en una búsqueda espiritual, más allá de confesionalismos excluyentes, expresada en vinculaciones a grupos de zen, de meditación, interreligiosos, cristianos progresistas o incluso cercanos al esoterismo más serio, y que son la expresión de un modo distinto de entender la realidad, una nueva conciencia, que se siente solidaria de toda la tradición progresista y quiere enriquecerla con las aportaciones de la mística, la psicología o la meditación.
Acercarse a estos planteamientos ayudaría a encontrar alianzas con los sectores más renovadores y profundos del actual momento de la cultura occidental. Sería un buen modo de enriquecer y renovar la propuesta de un nuevo socialismo, que aparecería para muchos con una mayor carga de profundidad y de cambio real, y aportaría a estos nuevos movimientos espirituales una plataforma de transformación y de incidencia social, que hiciese de nuevo significativa y accesible a todos la experiencia profundamente humanizadora de la mística.
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