COMUNICADO 1º DE MAYO 2009. Por los Movimientos MTC, HOAC, JOC.
Los movimientos especializados de Acción Católica para la evangelización del mundo obrero, MTC (Mujeres Trabajadoras Cristianas), HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) y JOC (Juventud Obrera Cristiana), en esta celebración del 1º de mayo, día Internacional de la Clase Obrera, nos sentimos cercanos a tantos compañeros y compañeras de trabajo, junto con los cuales vivimos con angustia y preocupación este momento de incertidumbre laboral, acentuado por la crisis económica mundial.
“Hace unos meses sufrí en mis carnes la experiencia laboral más precaria que he vivido, y la verdad que he vivido unas cuantas. Esta vez no fue porque tuviera un contrato basura, ni porque me pagaran un sueldo de mileurista. Sencillamente dejaron de pagarme mi sueldo… en la empresa había compañeros a los que no se les debía 2 meses, como a mí, sino 3 y 4. Fue muy duro.” (Óscar)
En este contexto de crisis queremos denunciar la destrucción de miles de puestos de trabajo y cómo se está exigiendo por parte de las organizaciones empresariales una mayor flexibilización del mercado laboral: abaratamiento de despidos, mayor precarización de las condiciones laborales, etc; en definitiva, cargar con el mayor peso de la crisis a los trabajadores y trabajadoras, mientras se ayuda con suculentas inyecciones de dinero a los que sí son causantes de ella.
Una crisis producida por un sistema económico mundial injusto e insolidario, regido por el ciclo: consumir, producir, consumir, que tanta desigualdad y pobreza genera, especialmente en los más débiles. Esta crisis pone en cuestión la civilización montada sobre el macro-consumo, el derroche de recursos naturales, el capricho, las “modas”, la búsqueda desenfrenada del beneficio inmediato y a costa de lo que sea. Nunca ha sido más evidente la necesidad de un cambio radical que trastoque las reglas del sistema y el sistema mismo.
“Es necesario denunciar la existencia de unos mecanismos económicos, financieros y sociales, los cuales, aunque manejados por la voluntad de los hombres, funcionan de modo casi automático, haciendo más rígida las situaciones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros”. (Juan Pablo II, en SRS, 16)
Llevamos años viendo cómo miles de trabajadores y trabajadoras son despedidos. Hay en nuestro país más de 3,6 millones de parados que se ven empujados hacia la pobreza y la exclusión. Cáritas denuncia que “en 2008 aumentaron un 54% el número medio de las demandas de ayudas económicas, centradas principalmente en ayudas para vivienda y alimentos”; y que “el 60% de quienes acuden son familias jóvenes, con dos o tres hijos en edad escolar, de los cuales la mitad son inmigrantes y la otra mitad españoles”.
Cifras no menos preocupantes tienen que ver con los ERE (Expedientes de Regulación de Empleo) que en España, en el 2008, crecieron un 163%. Así mismo, la desigualdad de género permanece en el mercado laboral, pues las mujeres perciben un salario 17,6% menor que los hombres y sufren el paro un 16,3% frente al 14,8% de los hombres.
Como trabajadores y trabajadoras cristianos, seguidores de Jesucristo, modelo de amor, caridad y esperanza, nos duele y preocupa esta situación. Nos sentimos interpelados por la realidad y llamados, desde el evangelio, a vivir más comprometidos. La esperanza cristiana es la que debe movernos a trabajar sin desmayo por un nuevo modelo de sociedad que sea más justo, más humano y más solidario.
Por eso, debemos romper la inercia social de no corresponsabilizarnos con nada porque no depende de nosotros. Todos tenemos responsabilidad de lo que pasa. Nuestra indiferencia también genera dolor y sufrimiento. Es el momento del compromiso: vivir nuestra vida priorizando nuestra solidaridad con los empobrecidos, poniendo nuestra economía a su servicio, compartiendo de nuestro salario con los que no lo tienen (y ya hay experiencias de ello en numerosos lugares del país), desarrollar un compromiso social y político con otros, para hacer posible una transformación de nuestra sociedad; replantearnos nuestros ahorros en la banca alternativa; indagar en el comercio justo; llevar una vida respetuosa con el medio ambiente, austera y no consumista; estar organizados y preocupados por nuestros vecinos y compañeros de trabajo, etc.
Así mismo, exigimos a los poderes políticos y financieros, la construcción de una política económica donde se coloque en el centro de las respuestas la vida de todas las personas, pues es urgente no sólo refundar la vida social y económica, sino nuestra propia humanidad.
Tenemos muchos motivos para participar, reivindicar y celebrar este 1º de Mayo día Internacional de la Clase Obrera.
Mujeres Trabajadoras Cristianas (MTC) - Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) - Juventud Obrera Cristiana (JOC)
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LOS CRISTIANOS ANTE LA CRISIS ECONÓMICA, ¿QUÉ PODEMOS HACER?
Con este título, el Movimiento Profesionales Cristianos convocó una Foro de debate en Madrid el pasado día 20 de Abril. El ponente fue Pedro José Gómez Serrano, Profesor de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense y colaborador del Instituto Superior de Pastoral.
Diagnóstico
La crisis acabará, dijo, porque, “no hay mal que cien años dure…” y porque la economía se comporta cíclicamente y habrá una recuperación igual que ha habido una caída. Después de diez años de crecimiento sostenido. Además, en una época de globalización, nadie se libra, como estamos viendo, pero igual que el contagio es más fácil también lo es el reforzar la coordinación internacional, y así estamos viendo ya esfuerzos de cooperación que esperemos que continúen en el futuro. Con todo, toda crisis conlleva graves costes sociales, el paro de forma especial, cuyos efectos nefastos sobre las familias y los trabajadores se prolongarán a medio plazo, aún cuando se inicie la salida de la crisis.
En España la crisis tiene características peculiares, para bien y para mal. Aunque no hemos sido inmunes, hemos estado más protegidos de las hipotecas basura que otros países por los controles financieros existentes. Pero la crisis ha coincidido con la explosión de la burbuja inmobiliaria, que nos ha llevado a construir cinco veces más casas que la media de nuestro entorno. Además, otra debilidad es que somos poco competitivos: los nuevos socios comunitarios resultan más baratos que nosotros en cuanto trabajo poco cualificado; y, por otro lado, no estamos suficientemente adelantados en alta tecnología para rivalizar con los países más adelantados.
Pero tenemos también algunas de nuestras fortalezas: somos el cuarto país del mundo en recibir inversión directa, mantenemos un ahorro alto, tenemos algunas empresas punteras, (en energía eólica o solar, por ejemplo) y, aunque insuficiente, hemos aumentado bastante la inversión en I+D.
Posturas ante la crisis
La salida de la crisis será fruto de un esfuerzo conjunto; aunque el gobierno tiene importantes responsabilidades, no es el único agente o actor: viene a ser como el jinete que monta un caballo, que puede dirigirlo bien o mal, pero para ganar es preciso que el caballo de la economía -empresas, banca, fuerza de trabajo, etc.- esté en forma.
Para orientarnos en el debate ideológico y económico actual, hay que saber cuales son las propuestas que se apuntan desde cuatro corrientes de pensamiento: la neoliberal, la conservadora, la socialdemócrata y la alternativa.
El pensamiento neoliberal, dominante mucho tiempo - hoy menos - antepone la libertad a la igualdad, la iniciativa privada al estado, y propone no intervenir, en la fe de que el mercado se regulará a sí mismo; cree que la riqueza debe de ir a quien se la trabaja y en ese convencimiento olvida a los menos favorecidos.
La visión conservadora equilibra más la ecuación libertad-igualdad y no niega el papel del estado aunque cree que algunos de sus servicios los debe de ejecutar la iniciativa privada que gestiona mejor; propone ciertos recortes sociales, endurecer los controles económicos e intervenir los bancos, pero sólo de forma provisional, si fuera necesario.
La postura socialdemócrata defiende la intervención del estado para poner límites al mercado, propiciar la igualdad de oportunidades y mejorar el reparto de la riqueza; en tiempos de crisis, el estado debe de gastar más, aunque se endeude, para ser el motor de la recuperación, invirtiendo sobre todo en nuevas tecnologías, obra pública, medio ambiente y protección social, sectores que crean mucho empleo.
La postura alternativa, finalmente, la de los movimientos antiglobalización, por ejemplo, tiene un valor profético y de denuncia en su crítica al capitalismo, aunque la debilidad de los movimientos que la defienden la hacen más inviable; proponen nacionalizaciones, un apoyo decidido al tercer sector y a la protección del medio ambiente.
¿Qué podemos hacer?
Hecho el diagnóstico y situadas las posturas de unos y otros (lo que agradeció mucho un público poco experto en economía), quedaba la gran pregunta que nos convocaba y que centró el debate: ¿Qué podemos hacer? ¿Qué nos toca hacer a los cristianos desde la sensibilidad de Jesús, que ha de ser la nuestra?
Varias pistas: analizar la realidad con sus ojos, tratar de preguntarnos qué haría Él, cual sería su preocupación, nos ayudará a ver la realidad de otro modo. Luego, cabe actuar en tres niveles: en el nivel estructural, aunque las soluciones están en manos del gobierno, la banca y los agentes económicos, debemos de sumarnos al debate ciudadano sobre las salidas de la crisis, aportando nuestra visión en todos los foros posibles: no menospreciar el aparente poco valor de cada una de esas acciones que va creando opinión pública.
En el terreno comunitario, nos corresponde sobre todo acoger y acompañar a las víctimas de la crisis en todas las maneras posibles, sumándonos al esfuerzo, económico y humano de las instituciones y grupos que las atienden. La Iglesia no tiene los recursos ni la capacidad para resolver un problema de esta magnitud, pero sí puede, como Pedro ante el tullido que pedía limosna, ofrecerle lo que tenía: la curación en nombre de Jesús. Si no podemos aspirar a curar, como el apóstol, podemos ofrecer lo que tenemos, no sólo el dinero, también el apoyo para recupera la autoestima. Misericordia y profecía deben de ir de la mano: más allá de la ayuda inmediata, se trata de realizar gestos de curación que tengan un valor profético, porque avanzan un futuro de justicia. No hay profetismo sin rechazo de la injusticia y sin capacidad de despertar la esperanza. En este sentido, sobre el valor profético de los pequeños gestos, se recordó que tal vez Obama no sería presidente de EE.UU. si muchos años antes una valiente mujer negra no se hubiera negado a levantarse en un autobús ante un blanco, desencadenando un movimiento que llega hasta hoy.
Finalmente, en el terreno personal, nos corresponde de forma especial pensar dónde estamos poniendo nuestro dinero, preguntarnos qué ayuda nos corresponde aportar y ponerla en práctica
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