"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

jueves, 9 de abril de 2009

Acerca de la Liturgia Católica y su Renovación

Estos días de Semana Santa vamos a asistir de una forma u otra a diversas celebraciones litúrgicas y devocionales católicas. Para muchos son sólo expresiones culturales populares, para otros momentos de fiesta o experiencias estéticas, y para otros momentos de vivencia de su fe o de la fe en general.

Creo que ya es hora de que nos vayamos planteando en serio los valores que esta liturgia transmite y los estragos que ha producido en mucha gente. Recientemente recuerdo leer en un Blog a una persona que recordaba el horror que le producían, de pequeño y sin ser muy consciente de ello, las ceremonias de estos días: La exaltación de la muerte, de lo tétrico, de la sangre, las canciones de su pueblo: ¡Perdona a tu pueblo Señor, no estés eternamente enojado! … y por supuesto, la culpa: ¡Vosotros le matasteis!... bramaba el cura a los niños y niñas.
Ahora, claro, se declaraba ateo. De ese Dios, un hombre o una mujer sanos sólo pueden declararse ateos.

También recordaréis el chiste del japonés desconocedor del cristianismo al que le llevaron a una Iglesia llena de imágenes barrocas, con su patetismo y dolorismo, para hacerle una especie de catequesis. Primero le enseñan una imagen de la Virgen, llena de cuchillos, lágrimas y sangre, y le dicen: Ésta es la madre de Jesús… El hombre la mira en silencio. A continuación le muestran un “extraño” ser extraterreste: un ojo metido en un triángulo rodeado de rayos. “Este es el Padre de Jesús”. El tipo lo mira en silencio. Por último, lo llevan ante un crucificado y le dicen: Este es Jesús, que terminó dando su vida en en una cruz… y le dicen “A ti que te dice esto”. El japonés concluye: ¡Qué no me extraña… CON ESA FAMILIA!...

Los mensajes que podemos encontrar en la liturgia de estos días nos presentan a Jesús como un esclavo sumiso a la voluntad de un Dios Tirano, sediento de sangre y castigador de toda insumisión, al que se ofrece como víctima inmolada. Parece ser que esto es un acto de amor, según nos dicen. Por supuesto, no es de extrañar el aplauso generalizado de los diversos tiranos, opresores y explotadores a esta víctima que asume la tiranía sin rebelarse. Es una estupenda fuente de descompromiso e insolidaridad. Es lógico el rechazo de cualquier persona que ama mínimamente a la humanidad y a sí mismo.

No fue eso Jesús, claro, fue más bien todo lo contrario, un hombre que quiso crear una comunidad fraterna desde su experiencia de un Dios, amigo del hombre, y contrario a toda explotación o injusticia. Fue por su vida inconformista y por la carga transformadora, que ésta tenía para la sociedad de la época, que los poderes religiosos y laicos lo eliminaron.

Algunos dirán que, en cualquier caso, es necesario un espacio simbólico y que estos ritos permiten vivir esa dimensión simbólica. Creo que aquí lo que se esconde es una visión ritualista de lo simbólico. Como si este ámbito estuviera desconectado del resto de la vida, e incluso fuera superior a ésta. La visión de Jesús y de los primeros cristianos, era muy distinta, la liturgia era la propia vida cuando se vivía entregada a los demás y a lo mejor de uno mismo. El símbolo nacía y remitía a la propia vida, no era una realidad separada y superior. El símbolo sólo era un medio para vivir la mística de la vida y no una manera de alejarse de la vida a un ámbito protegido y “sacral”. El sábado para el hombre y no el hombre para el Sábado.

Otros dirán que estos ritos son así y la Iglesia no los puede cambiar. Es la visión legalista de los ritos. Es litúrgico lo que una autoridad reconocida dice que lo es, Y se acabó. Es la mejor manera de impedir que el rito sea simbólico de verdad, es decir, que exprese el misterio que la propia vida lleva, algo que es incontrolado por nada ni nadie, autoridades religiosas incluidas. El símbolo nos debe abrir a esa dimensión incontrolada de la realidad a la que podemos entregarnos con confianza. El legalismo es querer controlar incluso eso. Es la actitud antisimbólica por excelencia.

Como propuesta para evitar el descompromiso, el ritualismo y el legalismo, que tanto combatió Jesús, os animaría a investigar y crear vuestra propia liturgia, que exprese vuestra vida y sea una vía de crecimiento en solidaridad, confianza y alegría de vivir. Estos son los valores que Jesús vivió y quiso que viviéramos, por lo que nuestra liturgia será auténtica. Y es que, siguiendo la más ortodoxa teología, toda liturgia es auténtica si expresa de verdad la vida cristiana. Una liturgia así, es expresión de verdadera vida cristiana. La liturgia que todos conocemos ¿Aún lo es?.

Si os interesa el tema de la renovación del lenguaje y los símbolos cristianos os animo a leer a Torres Queiruga, un conocido teólogo gallego que ha ofrecido caminos para renovar nuestras formas símbolicas. También Martinez Lozano habla de esto, en algunas de sus obras. Y por ahí, hay muchas comunidades que intentan ir renovándose, ¿Os acordáis de San Carlos Borromeo, la parroquia de entrevías?. Si estáis en Madrid quizá podáis acercaros. También tiene una intención renovadora Guadalupe. Y si no, vosotros mismos y en comunidad de amigos, veréis la fuerza que adquieren los símbolos que empleéis, cuando son verdaderamente vuestros y expresan y remiten a la vida.

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Mi camino...

el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.