"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

jueves, 27 de enero de 2011

Espiritualidad Ecuménica.



Conferencia en la Parroquia Divino Pastor.
Móstoles.

I. Hacia la perfección en la Unidad:


Quiero ante todo dar las gracias a la parroquia del Divino Pastor por esta invitación a exponer esta pequeña reflexión sobre la espiritualidad ecuménica, con ocasión de la celebración, estos pasados días (del 18 al 25 de enero), de la semana dedicada a la oración por la unidad de los cristianos.

a) Semana de Oración por la Unidad de los cristianos.


Como sabéis esta semana es uno de los momentos más destacados en los que se visibiliza la existencia del llamado movimiento ecuménico cristiano. Los orígenes de esta celebración común podrían remontarse hasta el siglo XVIII en el ámbito de los cristianos reformados, y ha pasado por una serie de vicisitudes en las que ha ido creciendo el número de confesiones que se han unido a la oración hasta que en 1966 la Comisión de Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos comenzaron la preparación oficial conjunta del material para la Semana de Oración, convirtiéndose así en una actividad que celebran al mayoría de cristianos del mundo. Desde 1975 los materiales los elabora un grupo ecuménico local, en el caso de la semana del año 2011 ha sido la comunidad cristiana de Jerusalén la encargada de elaborar el material. Este año, por lo tanto, nos invitan a centrar nuestra atención en lo esencial de nuestra fe representado por la experiencia de la comunidad madre de Jerusalén, de la cual todos los cristianos provenimos. Por eso, en esta prevé exposición voy a intentar centrarme en la presencia de una dimensión ecuménica en lo esencial de la experiencia cristiana, en lo esencial de la espiritualidad cristiana, ya desde su nacimiento. Ese núcleo sería básicamente lo que voy a denominar la espiritualidad ecuménica.

b) Breve Historia del Movimiento Ecuménico.


Pienso que todavía para muchos cristianos el ecumenismo es un movimiento en gran medida desconocido. Voy por ello a contextualizar la conferencia dando una breve visión de su historia. Como movimiento podemos decir que el ecumenismo se ocupa de un conjunto de actividades que buscan promover la unidad de los cristianos divididos. Sus antecedentes hay que buscarlos en el mundo de los cristianos reformados a finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX con la creación de la Sociedad Misionera por miembros de diferentes confesiones, en Londres en 1795, la Sociedad Bíblica en 1804, la Asociación Cristiana de jóvenes en 1844, la Alianza Evangélica Mundial en 1846 y sobre todo la celebración de la Conferencia de Edimburgo de 1910 en torno a la misión, que es el inicio oficial del ecumenismo moderno. Fruto lejano de la conferencia de Edimburgo será el nacimiento en 1948 del Consejo Mundial de Iglesias, la organización ecuménica más importante hoy, que agrupa a la mayoría de cristianos no católicos romanos.

Aunque con antecedentes anteriores, el movimiento ecuménico nace oficialmente en la Iglesia católica con el Concilio Vaticano II, que se va a proponer como uno de sus fines principales el promover la unidad de los cristianos (decreto Unitatis Redintegratio n.1). El Concilio verá en el ecumenismo un impulso del Espíritu Santo (U.R.1, 4). Por ello, el Papa Juan Pablo II dirá en la encíclica Ut Unum Sint n.3 que el ecumenismo es un camino irreversible para la iglesia católica.


En relación con el ecumenismo encontramos también en el Concilio Vaticano II el origen del fomento del diálogo interreligioso en la Iglesia católica, en especialmente gracias a la declaración conciliar Nostra Aetate (“la iglesia nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo”. N. A. 2). Así como una nueva manera de relacionarse con la sociedad mediante una apertura y colaboración con todos los hombres buscando dialogar con todos y colaborar en la construcción de la fraternidad universal. (así la Constitución apostólica Gaudium et Spes n.3 “ofrece al género humano la sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal”).


En 1960 el Papa Juan XXIII creó el secretariado para la Unidad de los cristianos (hoy pontificio consejo), en 1961 cinco observadores católicos participarán en los trabajos del Consejo Mundial de Iglesias y en 1965 se creará un grupo de trabajo mixto entre el CMI y la Iglesia Católica Romana. Hasta hace poco el presidente del Pontificio Consejo era el cardenal Walter Kasper, hoy el cargo lo ocupa el cardenal Kurt Koch.

c) Tipos de ecumenismo:


Como nos decía Don Julián García Hernando, fundador de las misioneras de la Unidad: “En realidad no hay más que un solo ecumenismo. El ecumenismo apoyándose en la base doctrinal común a todos los cristianos, trata de acortar distancias entre las iglesias para llegar a la unidad de las mismas. En cuanto método o sistema para alcanzar su objetivo, es común a todas las iglesias que se hallan empeñadas en esta causa”.

Sin embargo, el Cardenal Ives Congar señaló que se podían distinguir diferentes tareas o variedades dentro de la actividad ecuménica. Así habría:

- Ecumenismo doctrinal: El diálogo doctrinal está hoy en el núcleo del movimiento ecuménico, por ello es importante la labor de las comisiones mixtas de teólogos, representantes de las diversas iglesias.
- Ecumenismo Institucional: Es el promovido, impulsado y realizado por las iglesias.
- Ecumenismo Espiritual: El concilio Vaticano II, en el número 8 del decreto sobre el ecumenismo, dice que el ecumenismo espiritual está compuesto de dos elementos: conversión del corazón y reforma de vida junto con la oración por la unidad. La oración es fundamental para la búsqueda de la unidad de los cristianos. Es una dimensión que no podemos olvidar.

d) El núcleo del ecumenismo es una experiencia espiritual: la perfección en la Unidad.

Como nos recuerda el Cardenal Walter Kasper la unidad de los cristianos es un don del Espíritu, la unidad que buscamos es ante todo una participación de la experiencia de Cristo expresada en la oración recogida en Juan 17, 21: “que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”.


La dimensión espiritual es la más importante ya que como dice Agustín Guerra, carmelita descalzo experto en espiritualidad, todo en el ecumenismo es espiritual porque es fruto del Espíritu, tanto los encuentros, como los diálogos teológicos y las experiencias compartidas internas y sociales. No basta por tanto un ecumenismo espiritual es necesaria una espiritualidad ecuménica que sea el soporte, fuente y meta de todas las actividades ecuménicas.


En último término, Jesús nos pide que alcancemos la perfección en la unidad (Permite que alcancen la perfección en la unidad. Juan 17,23), que es participar en la unidad que él tiene con el Padre. El ecumenismo apunta por tanto a una experiencia espiritual, la experiencia de la Trinidad, que es la esencia de la experiencia espiritual cristiana como señalan los místicos (p. e. San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Guillermo de Saint-Thierry…)


La experiencia espiritual ecuménica como recuerda el cardenal Francis Arinze no es algo marginal, surge del núcleo mismo de la experiencia de la fe cristiana. Es un camino para redescubrir la experiencia trinitaria, centro de nuestra fe. Nos hace seres humanos plenos y mejores cristianos.

II. La Espiritualidad ecuménica: un ecumenismo ecuménico o macroecumenismo.

a) Unidad en la Verdad. Verdad en la Unidad.


El movimiento ecuménico es muy consciente que la unidad que busca no puede ser a costa de perder la verdad de la fe cristiana. Como dice el cardenal Kasper “el ecumenismo no es sinónimo ni de humanismo afable, ni de relativismo eclesiológico”… “Ante todo se debe respetar el diálogo de la verdad”.

El ecumenismo ha de buscar por tanto cual es la verdad de la fe cristiana para descubrir que esta verdad está más allá de ser un concepto mental, ya que todos nuestros conceptos e ideas son sólo expresiones relativas de la verdad y no la verdad misma. La verdad cristiana se descubre en una experiencia que va más allá de la mente, una experiencia que podríamos llamar espiritual, contemplativa o mística, una experiencia de comunión, de unidad en la pluralidad según el modelo de experiencia trinitaria de Jesucristo.

La fidelidad a la verdad hace que el ecumenismo culmine en el descubrimiento de la verdad cristiana más allá de las formulaciones mentales parciales y relativas, en el descubrimiento de que el núcleo del ecumenismo es una experiencia espiritual de comunión con Todo y Todos en Dios, eso es la experiencia cristiana. El descubrimiento de que la experiencia más profundamente cristiana (experiencia trinitaria), a la vez, es la más profundamente universal, pues nos pone en comunión con todo sin perder nuestra identidad.

b) La Espiritualidad ecuménica base del ecumenismo secular o social y del diálogo interreligioso.

El cardenal Congar habla de la existencia de un ecumenismo social o secular que consistiría en: La experiencia positiva hecha por los cristianos comprometidos efectivamente con otros en las actividades de la liberación humana y que hacen, de este compromiso, una nueva y evangélica experiencia de su fe. El lugar de la vivencia evangélica ya no es la Iglesia en tanto que sociedad sacral puesta aparte, sino la realidad humana o secular de la que sabemos que tiene referencia al reino de Dios..." [Congar, Essais oecumeniques, 57].


Este ecumenismo ha sido llamado macroecumenismo por el obispo Pedro Casaldáliga y vendría a ser “la convicción de que el deber esencial del cristianismo de hoy es también apuntar a la unión de la humanidad, y no solamente de las Iglesias, impulsa este tipo de ecumenismo, que valora más la acción universal de reconciliación con el mundo, que la tarea repetitiva y sin claro fruto de una unión exclusivamente intereclesiástica” como nos explica Julián García Hernando.

El cardenal Walter Kasper ha señalado, sin embargo, cómo el diálogo interreligioso y secular no son un ecumenismo alargado o macroecumenismo. Efectivamente el diálogo con los cristianos y el diálogo con los no cristianos tienen bases y metas diferentes. Hay que respetar las diferencias, si bien sin hacer de las diferencias lugares de separación.


En esa dirección apunta Juan Pablo García Maestro, ecumenista español, que cree que “dentro de estas diferencias se dan una serie de coincidencias entre ambos diálogos”, si bien no llega a explicar la razón de esas similitudes entre ambos campos.

La razón de esas coincidencias hay que buscarlas en la misma espiritualidad de comunión o ecuménica que sostiene todas estas actividades, el cardenal Congar señaló la existencia de una espiritualidad ecuménica que nacía de abrirse a las actividades ecuménicas, esa misma espiritualidad es la que sostiene a los que se dedican a al diálogo interreligioso y al ecumenismo secular. La llamamos espiritualidad ecuménica porque ha sido redescubierta primero a través de la práctica del ecumenismo.

El macroecumenismo no se identifica pues ni con el ecumenismo cristiano ni con el diálogo interreligioso ni con el ecumenismo social de Congar, sino con la espiritualidad de comunión que sostiene a los tres. El ecumenismo ecuménico o macroecumenismo es la espiritualidad ecuménica que se manifiesta a través del ecumenismo cristiano, del diálogo interreligioso y del ecumenismo social.


c) Características de la Espiritualidad Ecuménica.


En gran medida han sido señaladas por Raimon Panikkar, basándonos en él podríamos señalar algunas:

- Parte del convencimiento del carácter radicalmente relacional de la realidad, la realidad es plural pero relacional de manera adual o trinitaria. Todo está relacionado con todo y todo es relación, pues todo es imagen del Dios Trino. La realidad es unidad en la pluralidad.

- Cree que la verdad está más allá de la mente, que todo concepto mental es relativo y no absoluto, por lo que hay pluralidad de caminos para descubrir la verdad. Eso no quiere decir que todos los caminos sean iguales, los ay mejores y peores. Podemos alcanzar la verdad pero siempre la vemos desde nuestra “ventana” particular. De ahí la necesidad del diálogo entre todos para alcanzar la verdad que nadie tiene en exclusividad.

- El camino para conocer la verdad y realizarnos en plenitud es una experiencia más allá de la mente, experiencia de comunión directa con toda la realidad: Dios, hombre y Cosmos en el corazón. La mística es el camino para llegar a la plenitud humana.

- La espiritualidad debe ser integral y no limitarse a los aspectos internos o “elevados” o individuales, abarca todas las dimensiones del ser humano: corporales, emocionales, racionales, sociales, transpersonales, etc... La espiritualidad es una espiritualidad encarnada e histórica, si bien transciende la historia.

- La persona es un nudo de relaciones, es comunión más que individuo separado, se realiza en la relación con todo y todos. La identidad de la persona no es lugar de separación con los demás sino de comunión con ellos sin fusionarse ni perderse en ellos. Cuanto más unido estoy a los demás más soy yo y viceversa.

- El diálogo, la escucha, la acogida incondicional, el encuentro, la solidaridad, el amor son el camino y el fruto de la verdadera espiritualidad.

d) La Espiritualidad Ecuménica se propone como solución de la crisis antropológica y religiosa actual.

La cultura actual de origen occidental se ha vuelto funcional, utilitaria, oculta la dimensión de profundidad de lo humano y de la realidad.

Vivimos la época de la tecnocronía (el tiempo de la técnica) un mundo artificial que ha desterrado lo misterioso, ha domesticado lo humano y ha sometido y destrozado la naturaleza.

Panikkar ve este tiempo como la realización última de una opción que hizo occidente, la de ensalzar un aspecto de la realidad (la razón) y olvidar otras dimensiones no racionales de la realidad. El ensalzamiento de la razón comenzó en la propia religiosidad occidental que sustituyó la espiritualidad por la teología escolástica, el derecho canónico y el ritualismo y se desarrolló con la mentalidad científica laica que ha dado lugar a la era de la técnica, el capitalismo.

Algunos no se explican cómo conviven hoy el fundamentalismo religioso con la tecnocracia científica. Para Panikkar ambos son expresión de la caída en la mente de Occidente. El conocimiento que no es amor termina siempre llevando a la violencia, a la confrontación y a la uniformización. La razón busca controlar y dominar rechazando el pluralismo y el misterio de lo real.


Ni el fundamentalismo religioso ni la tecnocracia son la solución a la crisis en la que estamos, es necesario un cambio de civilización y un cambio antropológico. Sólo la extensión de experiencias de transformación del corazón más allá de la razón (experiencias místicas), que nos lleven a sentirnos comunión con toda la realidad y con todos, asumiendo tanto el pluralismo como la unidad nos permitirán volver a la realidad, salir de la ilusión de la mente occidental y recuperar nuestra verdadera naturaleza que es más que la mente, es también cuerpo, emoción y espíritu.

Sólo una espiritualidad integral que abarque todas las dimensiones humanas y que sea muy consciente de la comunión que sostiene todo, puede hacer la tarea que hoy necesitamos. Esa espiritualidad es la espiritualidad ecuménica que se manifiesta hoy en el movimiento ecuménico, en el diálogo interreligioso y en el ecumenismo secular y social.


Las tradiciones religiosas, y en especial el cristianismo, deben recordar que son ante todo místicas y no simplemente religiones sociológicas. Rahner y Metz nos recuerdan que el cristianismo es ante todo una mística encarnada en la realidad histórica y social. Es más Rahner nos llega a decir que si el cristianismo no se hace mística dejará de ser cristiano.

La espiritualidad ecuménica cobra así una importancia que aún es desconocida para muchos.

III. Caminando hacia la Espiritualidad Ecuménica.

a) Dando pasos en medio de la noche hacia la Aurora.


El Padre Agustín Guerra ha elaborado un mapa o recorrido de las diferentes fases por las que pasa aquel que se decide a vivir la espiritualidad ecuménica y de la meta a la que puede llegar.
Se podrían dividir en cinco momentos:

1. El primero es un momento de alegría y enamoramiento. Se vive la novedad de descubrir que se rompen las separaciones con los otros y lo que creíamos prohibido se nos descubre como válido y enriquecedor.

2. En un momento posterior surgen los problemas:

- Surgen dudas sobre el valor de lo enseñado en la propia tradición con el sufrimiento consiguiente.
- Los interlocutores de las otras tradiciones o ideologías aparecen como críticos con la tradición personal, tiene otros valores no siempre compartidos, tienen quejas históricas.
- Se produce cansancio y desánimo pues lo que parecía al principio un camino rápido y sencillo parece ahora un camino lento y complicado.

3. Si no nos hemos vuelto atrás se suele pasar a una etapa de mayor madurez en la comprensión de la propia identidad. Se descubre que la identidad también se va construyendo, no es algo fijado y que no todo tiene el mismo valor inmutable en la tradición propia. El propio Concilio nos ayuda a no ver la tradición como algo monolítico e inmutable cuando dice en el n. 548 de la U.R.: “Al comparar doctrinas recuerden que existe un orden o “jerarquía” en las verdades de la doctrina católica”.

4. Viene en algún momento la gran prueba, un tiempo de soledad en el que las dudas crecen, el miedo, las críticas, la sospecha de haberse equivocado hacen que prácticamente sólo la confianza en que la espiritualidad ecuménica es un don del espíritu hace que podamos pasar a la siguiente etapa en la mayor oscuridad y soledad guiados sólo por la fe.


5. Después de la noche llega la aurora, el que recorre el camino de la espiritualidad ecuménica descubre de verdad su propia tradición, alcanza experiencialmente el centro de su tradición y desde ella, se siente en comunión con Todo y todos. Alcanza por tanto también el tesoro oculto en las otras religiones y tradiciones. Alcanza a la paz y reconciliación internas y es instrumento de reconciliación y paz externas.

b) Instrumentos para vivir la espiritualidad Ecuménica.

1. Redescubrir el arquetipo monástico que todos llevamos dentro:

Lo monástico cobra una gran importancia para la espiritualidad ecuménica, entendiéndolo como un arquetipo que todos llevamos dentro el arquetipo que busca la unidad y al unificación con Todo y todos. El monje, como lo vio y describió el Pseudo-Dionisio en el siglo VI en su obra La jerarquía eclesiástica, es el hombre que tiene su corazón unificado, no sabe lo que es fragmentación es totalmente lo que es: «su vida, lejos de andar dividida, permanece perfectamente unificada por su sagrado recogimiento, que excluye toda distracción».

Todo hombre y mujer, como el monje, tendrá que tener clara conciencia de que no se llegará a ser pleno y total sólo o ante todo por un proceso de reflexión, a base de pura voluntad y de solo esfuerzo, menos aún anteponiendo el hacer al ser. Tendrá que tener clara conciencia, como dice Panikkar, de que «Uno no se hace monje para hacer algo o ni siquiera para alcanzar algo, sino para SER.» Y esto solamente se logra con y desde el conocimiento silencioso, el conocimiento no-dual.

A diferencia del intelectual el monje no experimenta con ideas, experimenta con su vida. El monje no diferencia entre acción y contemplación, sino entre ser y tener. Por ello, el monje no practica una espiritualidad desencarnada sino que intenta vivir aquí y ahora los misterios, la eternidad en el tiempo, la contemplación en la acción. Panikkar denomina este estilo de espiritualidad encarna la secularidad sagrada.

El monacato aparece así como una espiritualidad para nuestro tiempo, alternativa radical al proyecto humano que hemos construido, incluso a la civilización que hemos construido y a lo que, víctimas y actores de este proyecto hemos considerado hasta hace poco espiritualidad.

2. Abrirnos al diálogo como instrumento fundamental de la espiritualidad.

Si la verdad está más allá de los conceptos que la expresan, ningún concepto la expresa de modo total, sólo mediante el diálogo dialogal, que sabe que no es posible alcanzar toda la verdad en un único camino y que busca que todos los caminos expresen la verdad, podemos caminar hacia esa verdad más plena. Así Andrés Torres Queiruga dice que, desde esta concepción relacional de la realidad y de la verdad, el diálogo es condición intrínseca para conocer la verdad. Y conocer la verdad en esta concepción es realizarnos, es decir, hacernos reales, siendo la realidad relación, y por tanto, realizarnos es entrar en relación, ser relación, ser amor. El diálogo es el instrumento privilegiado para ello.

2.1 El diálogo Intrarreligioso:

Panikkar cree que el diálogo ecuménico debe partir de lo que llama el diálogo intrarreligioso, un diálogo personal, conmigo mismo en el que comienzo “por ponerme en cuestión a mí mismo y por plantear la relatividad de mis creencias (que no es lo mismo que el relativismo), aceptando el riesgo de un cambio, de una conversión, de una conmoción de mis modelos tradicionales”.


2.2 El diálogo ecuménico, interreligioso y con la secularidad:


En el Documento “Diálogo y Anuncio” publicado en 1991 por el Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso se habla de cuatro tipos de diálogo que no son excluyentes sino convergentes:
• El diálogo de vida.
• El diálogo de obras.
• El diálogo de intercambios teológicos.
• El diálogo de experiencias religiosas.

3. Descubrir la importancia actual de la práctica de la “inrreligionación”.


“Inreligionar” es un neologismo no muy bien sonante creado por el teólogo Torres Queiruga a imitación del término inculturación, ya aceptado desde hace años. Con él quiere señalar que así como somos conscientes de que el Evangelio transciende toda cultura por lo que puede encarnarse y enriquecerlas a todas, y a su vez, necesita de las culturas para transmitirse y se ve enriquecido por ellas, igualmente el Evangelio transciende las religiones, puede enriquecerlas a todas y, a su vez, puede ser enriquecido por ellas. Inreligionar es incorporar elementos valiosos de otra religión sin querer perder la propia sino enriquecerla.

Hoy aparece más nítido que nunca lo que decía el estudioso de las religiones Max Müller: “quien sólo conoce una religión no conoce ninguna”. Con esto se quiere decir que ignorar que el núcleo de la realidad es relación, siendo la experiencia de esta comunión con todo y todos, la fuente y meta de las religiones, es ignorar lo que es la propia religión. Ninguna religión, ninguna cultura nacen como un meteorito del cielo ya hechas, son fruto de un largo proceso de influencias y relaciones, han construido su identidad en la relación. Ignorar esto es ignorar la propia religión e ignorar la experiencia central de toda religión: la comunión.

4. Descubrir que la Espiritualidad Cristiana es una espiritualidad de comunión.


La espiritualidad cristiana es ante todo una espiritualidad de comunión, como nos señala José Antonio Pagola: “ La espiritualidad de Jesús es una espiritualidad de comunión, no de separación y exclusión. Quien vive de su Espíritu crea igualdad, fraternidad, acogida, apertura. Es un error construir la comunión excomulgando a los indignos. No responde al Espíritu de Jesús”.

Con sorpresa descubrimos que lo más propio de la identidad cristiana no se puede descubrir separándose de los demás sino entrando en comunión con ellos, con todo y con todos.

Así lo señala el Papa Juan Pablo II, en su carta apostólica Novo Millennio Ineunte n. 43:
“Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como « uno que me pertenece »…Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un « don para mí », además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber « dar espacio » al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2.).

Esta misma idea es recogida por el Papa Benedicto XVI que afirma en su libro “Llamados a la Comunión”:


“La comunión significa la fusión de las existencias: Así como en la toma de alimentos, el cuerpo asimila la material externa para a si mismo, dejándolo vivir, en la misma manera, mi “yo” es asimilado: al de Jesús, es hecho a semejanza en un intercambio que va rompiendo todas las líneas de división.”


La espiritualidad ecuménica aparece así como el núcleo de la espiritualidad cristiana desde siempre.

IV. Los Frutos de la Espiritualidad Ecuménica.


a) Personales:


La espiritualidad ecuménica destaca el carácter experiencial y personal de la fe cristiana, el cristianismo es ante todo una experiencia personal de encuentro con Jesucristo, esto es su núcleo, el cristianismo es pues una mística. A este núcleo experiencial de la fe cristiana lo llama Panikkar y Olegario González de Cardedal Cristianía.

El término Cristianía enfatiza esa dimensión experiencial de la fe.

Dice J. Amando Robles: “Como en otras religiones, también en la cristiana se han dado y son distinguibles tres expresiones y concepciones de la misma. Como religión universal, primero fue «cristiandad», concepción religiosa comprendiendo todo, lo cultural, lo social y lo político. Luego, cuando a partir del renacimiento la autocomprensión de los pueblos se desgaja del monolitismo político y social, fue «cristianismo», es decir, credo, confesión y doctrina, concepción que todavía prevalece en nuestros días. Y de un tiempo a esta parte viene emergiendo lo que Panikkar llama «cristianía». Aquí lo importante no es lo jurídico (cristiandad), ni lo doctrinal es lo decisivo (cristianismo), sino la relación personal vivida con el misterio de Cristo, la experiencia que se tiene de Cristo”.


Y continúa:
“Cristianía es, pues, la forma nueva como se vive y se muestra la espiritualidad cristiana. Una forma fundamentalmente experiencial: la experiencia cristiana de Cristo. Un Cristo que, como expresión o icono de plenitud, de la Realidad, de Dios, no es monopolio de ninguna religión, pertenece a todos, está presente en todas las culturas y pueblos”.

La espiritualidad ecuménica nos hace descubrir que la esencia del cristianismo es tener la misma mentalidad de Jesús, vivir de acuerdo con ella y sentirse en comunión con todo y todos. La esencia del cristianismo es la mística. Así dice Amando Robles:

“Esta forma de vivir la fe cristiana, que antes pudo parecer un vivir religioso y cristiano «por la libre» y como no legítimo y pleno, hoy comienza a aparecer como la forma más plena, responsable y consecuente de vivir la fe. Los místicos cristianos están ahí para confirmarlo según nos lo recuerda Panikkar: «Hay que subrayar que los místicos vivieron en la cristiandad defendieron siempre la cristianía.»…Cada vez más los cristianos sienten que no es la iglesia entendida como aparato institucional la que puede legitimar y legitima la experiencia cristiana, ni expresado de otra manera, la experiencia de la realidad”.

b) Para la Misión cristiana en el mundo:

Señala el teólogo José María Vigil que la espiritualidad ecuménica supone una nueva experiencia de Dios que conlleva cambios en el modo de entender la misión. Así dice:

“La nueva experiencia de Dios que hemos hecho… nos hace sentir también el macroecumenismo de la misión del cristiano.

Esta misión consiste en «vivir y luchar por la Causa de Jesús, por el Reino», y ésa es, evidentemente, una misión máximamente macroecuménica. Porque el Reino es vida, verdad, justicia, paz, gracia, amor... entre todos los hombres y mujeres, entre todos los pueblos, y comunión de ellos y ellas con la naturaleza y con Dios. La misión de que nos sentimos investidas las personas cristianas es vivir y luchar por esta Utopía.

…Por eso, siempre que los hombres o mujeres, en cualquier circunstancia o situación, bajo cualquier bandera, trabajan por las Grandes Causas del Reino (amor, justicia, fraternidad, libertad, vida...) están cumpliendo el sentido de su vida, están haciendo la voluntad de Dios, están luchando por la Causa de Jesús. Por el contrario, no siempre que las personas se declaran
cristianas y viven y luchan por sus Iglesias están haciendo la voluntad de Dios. No será otro el criterio escatológico por el que Dios juzgará a los seres humanos (Mt 25, 31ss): un criterio totalmente macroecuménico, no confesional, no eclesiástico, ni siquiera «religioso»

No dejamos de tener una identidad cristiana específica, pero es una diferencia accidental añadida y que no nos separa del mundo, sino que nos reenvía a él. Nuestra gran referencia no es esa identidad cristiana ni ninguna otra referencia confesional diferenciante, sino la «gran misión humana», la común vocación de constructores de la Utopía, luchadores por las Grandes
Causas. Ante Dios, lo que importa no será ser cristiano, judío, musulmán, hindú o sintoísta... sino haber gastado la vida en pro de las Grandes Causas.

Si nuestra verdadera pasión es la llegada del Reino, y todo lo medimos ecuménicamente con esta medida –como decimos-, nos sentiremos más unidos a aquél que realiza la Causa de Jesús aun sin conocerlo, que a aquellos que -quizá incluso en su nombre- se oponen a ella.
Esto es tremendo, pero es real. Y es evangélico. Jesús mismo sentía esa mayor cercanía”.

c) Para la teología:

Como señala el teólogo Luis Carlos Susin: “Las “señales de los tiempos” exigen la audacia de buscar y elaborar nuevas profundidades en la catolicidad y el espíritu ecuménico. El hecho de que el concepto de pluralismo esté surgiendo con fuerza, hasta convertirse en nuevo paradigma, nos obliga a volver a enfocar la cuestión con mayor ímpetu, buscando nuevos insights y probando un nuevo lenguaje” en teología.

Está surgiendo pues una nueva visión teológica, un nuevo paradigma teológico, una nueva teología que “más que “del pluralismo religioso” es pluralista, creada a partir de un paradigma pluralista.”

Surge así una nueva teología que nace de la espiritualidad ecuménica que descubre el carácter intrínsecamente plural de la realidad, plural en la unidad. El nuevo paradigma cultural que puede expresar esta espiritualidad ecuménica es el pluralista. Este nuevo paradigma supone abrirse a una nueva visión de la realidad, que también afecta a la teología. Como dice Susin “el pluralismo constituye un paradigma que se afirma superando la unicidad, el universalismo y el absolutismo del pensamiento tradicional, de la metafísica y, más aún, de la actitud de Occidente. Se trata de aprehender la complejidad de la realidad más profunda de la vida en todos sus aspectos, incluidos los sociales, culturales y religiosos. La complejidad de la realidad en su condición plural provoca y exige discernimiento. Requiere un nuevo despertar, que consiste en despertar del sueño dogmático religioso, un nuevo iluminismo, de carácter religioso, a partir de la alteridad y de la pluralidad, y ya no a partir de la subjetividad y de la identidad con pretensiones de universalidad exclusiva y de unicidad absoluta. Exige asimismo reconocer con valentía el cambio epistemológico lleno de consecuencias prácticas, de nuevas posturas que se está produciendo, de forma irrevocable, en nuestros días”.

Hoy los teólogos hablan de la necesitad de un nuevo paradigma teológico construido desde la espiritualidad ecuménica y aprendiendo críticamente de la cultura pluralista.

Como reconoce Panikkar existe un real riesgo de caer en el relativismo o el sincretismo, pero eso no debe impedir recorrer los nuevos caminos que el Espíritu suscite. Dice Panikkar, “El peligro del relativismo existe, pero la propia vida es un riesgo… El riesgo es parte de la opción cristiana. La fe es riesgo, es el coraje de la vida… Yo necesito que la autoridad me aconseje y me corrija, pero no necesito su desconfianza, porque me desanima; o su control represivo, porque no me hace sentir libre y me empuja a extremar mis posiciones… Y si el teólogo no es libre, no es un teólogo… Ciertamente, la novedad da miedo; ante un giro es necesario ‘magnanimidad’, como decía Gandhi”.

d) Para la eclesiología.

Para José Cristo Rey García Paredes la espiritualidad de comunión o espiritualidad ecuménica supone vivir en un tipo de Iglesia que realiza la unidad que Cristo quiere. Unidad que no uniformiza ni atenta contra la diversidad carismática, que se basa en el intercambio de dones y que tiene su centro en el poder carismático más que en el institucional.

Como decía Juan Pablo II en la citada encíclica Novo Millenio Ineunte: “Hacer de la iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (NMI 43).

Esto supone para García Paredes hacer de la iglesia, portadora de un mensaje y proyecto de comunión para todos los seres humanos de la tierra. Dice García Paredes que hay una serie de obstáculos hoy para vivir esa dimensión de comunión: Estrechez de miras, faltad e espacio para las diversas sensibilidades, ambición y competitividad, un excesivo centralismo inoperante…
Es necesaria una conversión grupal a la comunión, “reformatear” la iglesia para volver a lo esencial. Nos hemos complicado la vida con la “obesidad” de los sistemas, nos preocupamos por demasiadas cosas y perdemos interioridad, nuestros ritmos van excesivamente acelerados,
Hay que volver a lo esencial, al Dios de la Alianza, no solos sino en red con todo el Pueblo de Dios. Para él esta vuelta colectiva es a la mística, aboga por un regreso colectivo a la mística encarnada y pluralista.

Conclusión

Concluyo pues para no alargarme hasta aburrir a todos; como ven la espiritualidad ecuménica plantea un reto global y, a la vez, una oportunidad para la Iglesia, además de poder ser una aportación importante, junto con otras, a la mejora de la situación de la humanidad.

¿Cómo se encuentra el sueño ecuménico hoy? Podríamos decir que estamos atravesando una cierta noche oscura, parecería que este sueño está destinado al fracaso, muchos sienten hoy un duro invierno eclesial como decía Rahner. No parecen muchos los que siguen sosteniendo el sueño y no parece claro el relevo.

Este sentimiento de fracaso de muchos de aquellos que sueñan con una renovación de la Iglesia desde un punto de vista espiritual y ecuménico podrían sentirse bien reflejado en las palabras del cardenal Martini cuando decía: “Antes tenía sueños sobre la Iglesia. Soñaba con una Iglesia que recorre su camino en la pobreza y en la humildad, que no depende de los poderes de este mundo; en la cual se extirpara de raíz la desconfianza; que diera espacio a la gente que piensa con más amplitud; que diera ánimos, en especial, a aquellos que se sienten pequeños o pecadores. Soñaba con una Iglesia joven. Hoy ya no tengo más esos sueños. Después de los 75 años he decido rogar por la Iglesia.”

Este sentimiento de fracaso, si bien, no debe hacernos olvidar que somos los seguidores de un crucificado, de un hombre que fracaso en vida y murió en cruz para resucitar. Después de la noche llega pues la aurora. Después de su muerte el sueño de Cristo se hizo realidad porque sus amigos empezaron a soñar el mismo sueño. Solos poco o nada podemos pero juntos tenemos el poder de cambiar la realidad.


Como decía Dom. Hélder Cámara: “Cuando sueñas solo, sólo es un sueño; cuando sueñas con otros, es el comienzo de la realidad”.


Esta conferencia solo ha sido una invitación a que soñemos juntos y no dejemos que el sueño de una espiritualidad ecuménica se venga abajo. Es responsabilidad de todos. Gracias.

3 comentarios:

  1. Hola Jose Antonio,

    Tiene toda la pinta de haber sido una conferencia muy interesante. El mensaje lo es. Me han gustado especialmente los siguientes puntos:

    - Reivindicar el arquetipo monástico para la vida cotidiana.
    - El concepto de Cristianía, y su diferenciación de la cristiandad o el cristianismo.
    - Advertir sobre los peligros de caer en el sincretismo o el relativismo.
    - En general, la defensa y la llamada a la unidad en la pluralidad y al auténtico camino de la Verdad.

    Felicidades. También he encontrado algo de inspiración para escribir sobre la belleza de las diferentes religiones.

    Un saludo,

    Pablo

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  2. Hola Pablo:

    Veo que has sintonizado con la temática y con las propuestas de la conferencia, me alegra mucho y también me alegra que te haya estimulado para exponer tu visión sobre la belleza de las religiones.
    Al final, lo importnate no son las palabras o las ideas sino al huella que estos encuentros nos dejan para vivir nuestra propia experiencia con el Misterio y transmitirla de todos los modos como consideremos adecuados.

    Saludos.

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  3. Estimado José Antonio,

    Anoche escribí sobre la belleza de las religiones. Te dejo el enlace y así te presento mi blog y te invito a conocerlo.

    http://teoloblogia.wordpress.com

    Un saludo,

    Pablo

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Hola, Bienvenid@s.


Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


Mi camino...

el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.