La monja cisterciense Juliana Vermeire vive como una ermitaña
Tomado de http://peregrinos-robertoyruth.blogspot.com/2010/12/sor-juliana-como-ser-feliz-sin-nada.html
Su vivienda, sin agua ni calefacción, está alejada del 'mundanal ruido'
Dicen en Sotillo del Rincón (Soria) que sus ojos azules asustan a los niños, sin embargo, son capaces de trasmitir emociones como el amor, la paz, la solidaridad, la compasión, el perdón, sentimientos inherentes a la fiesta de Navidad que han quedado relegados por el consumismo desmesurado de estas fiestas, según cuenta El Norte de Castilla.
Nada teme y nada espera Juliana Vermeire, monja cisterciense belga que vive en mitad de un prado, a los pies de la Sierra Cebollera, en una casa prefabricada de madera sin calefacción y sin agua. Se levanta a las 2.00 de la mañana y se acuesta sobre las 8 de la tarde, aprovechando la mayoría de las horas para rezar, principalmente, leer y escuchar a Bach.
No come más que lo que su pequeña huerta le proporciona y a sus 81 años de edad afirma no querer ser famosa por su forma de vida. "Las cosas buenas no necesitan promoción, no me hagáis fotos", sentencia en un perfecto castellano.
En el pequeño municipio soriano, Juliana es una mujer muy querida. Lleva quince años compartiendo la vida con los vecinos del pueblo desde la distancia, ya que, asegura que a pesar de que le gusta el diálogo prefiere dedicarse a su vocación llevando una vida austera, escondida y alejada del mundanal ruido.Su forma de vida siempre ha llamado la atención.
La familia Gómez-Zardoya tuvo noticias de ella en 1995, cuando la monja belga vivía en el campanario de la iglesia de El Royo. "Nosotras fuimos a buscarla y entre varias familias le convencimos de que se viniera a Sotillo. Vivía en unas condiciones, que para nosotras eran infrahumanas, sin embargo, ella nunca se ha quejado de esta situación, e incluso un día, ya con una edad avanzada, nos comunicó que quería ir a vivir a una cueva, una idea que poco a poco se la fuimos quitando de la cabeza".
Juliana permanece en su casa, normalmente, con la ventana abierta. La casa de madera está compuesta por un pequeño habitáculo donde ha instalado un altar para rezar y una habitación sin cama, ya que, duerme en un saco, donde pasa la mayoría del tiempo en invierno. Dice que nunca ha estado enferma y reconoce que en Soria sí pasa frío. "Soy humana, pero creo que la mayoría de los hombres viven de forma irracional y no son responsables ni con el medio que les rodea ni con su propia condición de personas".
La religiosa belga es muy conocida en la provincia de Soria, ya que en muchas ocasiones ha hecho de madre espiritual. Hace años, eran muchas las personas que se acercaban a Sotillo, buscando su consuelo o simplemente para realizarle alguna consulta. "Tuvo que poner un horario en la verja porque la gente se acumulaba en la puerta", detalla la familia Gómez-Zardoya.
Juliana es, además, una mujer culta que sabe hablar flamenco, español, inglés, alemán y un poco de euskera y que ha escrito el libro ‘Aquel que yo más quiero'. Antes de asentarse en Soria vivió como ermitaña en las provincias de La Rioja, Vizcaya y Zaragoza. Lee a Kierkegaard y escucha las noticias durante cinco minutos al día, con el fin de enterarse sí ha ocurrido alguna catástrofe en el mundo por la que tenga que interceder orando. "Cuando la guerra de Irak pedí que dejarán de tirar bombas y le dije a Dios que daba mi vida a cambio", rememora.
Su espiritualidad va más allá del rezo y la oración, tal es así que ahora pide a Dios sufrir como Jesucristo. Además, es generosa, en el sentido más amplio del término. Los contados frutos que le da su huerto los suele repartir entre el pueblo y hasta su único medio de locomoción, una bicicleta se la llegó a regalar a un niño. "No tiene nada y lo poco que tiene lo da", apuntan las Gómez-Zardoya.
Mientras el mundo se enfrasca en la fiebre de las compras y las tarjetas de crédito estas navidades, Juliana prevé orar por todos, ya que insiste en que los hombres son muy egoístas. "La Navidad la celebraré como todos los días. Recuerda que Dios te quiere y yo también", exhorta en el momento de la despedida.
RD
Muy interesante, la historia de esta mujer. Justo cuando colgaste tu entrada con este tema, yo también iba a hacerlo. Pero como te adelantaste, y te tengo linkeado desde mi blog, finalmente no lo he hecho.
ResponderEliminarUn abrazo
Maribel
Hola Maribel:
ResponderEliminarConozco a Juliana hace tiempo, durante un tiempo venía a menudo a Huerta, tiene mucho cariño por el monasterio. Recuerdo su piel curtida y el calor que pasa en los edificios con calefacción ya que está acostumbrada a vivir sin ella y a soportar temperaturas muy bajas. Me pareció curioso este artículo sobre ella, hay pocos ermitaños y menos mujeres. Es una persona especial sin lugar a dudas, y para muchos una maestra espiritual.
un abrazo, Maribel.
¡Cuánta fuerza espiritual deben tener los que como esta mujer eligen el camino de la soledad¡.
ResponderEliminarEn Calmayo (Argentina) vivió,también, una monja ermitaña,dicen que primero en una cueva y luego en una muy pequeña habitaciòn con techo de chapas,sin baño y cortina de arpillera en la puerta.
Cada vez que visito el lugar,o cada vez que me acuerdo de ella,pienso con cuanta libertad ha vivido al poder desapegarse de tantas cosas que nos distraen de lo verdadero.
Otra mujer, que admiro mucho, Tenzin Palmo, monja budista, vivió doce años en una cueva en el Himalaya.
Las oraciones de los ermitaños es posible, me parece, que tengan una fuerza especial para influenciar cambios positivos en la humanidad.
¡Qué cada uno de nosotros, desde la ermita de nuestros corazones, emitamos pensamientos de amor y compasión para que en este nuevo año todos los seres sean felices¡
Hola Sara:
ResponderEliminarThomas Merton comparaba los ermitaños a esos pájaros que pasan volando por el cielo que podemos ver desde nuestra ventana, son libres e inclasificables, son un símbolo estupendo de nuestra verdadera naturaleza, imagen y semejanza de Dios.
Muchas gracias por tus buenos deseos para este año, Bendiciones.
Lo más triste es que varios periódicos reprodujeron este artículo en sus ediciones digitales (creo que El Mundo y El País) y una buena parte de los comentarios eran puro veneno. La vida eremítica les parecía a bastantes comentaristas una inutilidad, una estupidez,una vagancia, etc.
ResponderEliminarRecuerdo un pueblo de Japón donde tenían un ermitaño zen viviendo su retiro. Para aquellas gentes el ermitaño era una persona clave en la vida comunitaria. Cuando alguien tenía un problema existencial grave, o una crisis, acudía a solicitar su consejo. Los que tenían interés en las cuestiones espirituales solicitaban su dirección. Otros no habían acudido nunca a él, pero lo tomaban como un referente de libertad personal frente a lo exterior y frente a las preocupaciones egóticas. Todos, en fin, consideraban un don la presencia de aquel hombre entre ellos y la valoraban como socialmente importante, aunque llevara una vida recoleta.
Cuando una sociedad no es capaz de ver el valor que para la propia colectividad tienen esta clase de personas, algo va realmente mal.