"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

lunes, 8 de febrero de 2010

Humanismo marxista y cristianismo, por Enrique Curiel.





El arzobispo de Canterbury, primado anglicano y cabeza visible de la Iglesia de Inglaterra, se manifestó públicamente comprensivo con las tesis de Karl Marx y afirmó que el autor alemán analizó correctamente los problemas del capitalismo, y, advirtió, acerca de los riesgos que supone priorizar la conquista del beneficio y la riqueza al coste que sea necesario olvidando los objetivos sociales de la economía. El referido arzobispo, Rowan Williams, se limitó, en realidad, a recordar algo tan sencillo como que la creación de la riqueza no es válida a cualquier precio ni en cualquier circunstancia. Las condiciones en las que quedan, en muchas ocasiones, los sectores más débiles de nuestras sociedades como consecuencia de las prácticas del capitalismo “talibán”, del “todo vale”, y, la proximidad de las enseñanzas de Jesucristo y las de Marx, “aunque luego ambas hayan sido violadas en sus respectivas prácticas”, resultan notables en estos tiempos.

No nos deberían sorprender las afirmaciones del primado anglicano. Las relaciones y la atracción entre las Iglesias y el marxismo no son nuevas. Para ser mas preciso, entre el pensamiento cristiano y el marxismo. Entre el marxismo y el cristianismo existe una pulsión emancipatoria del ser humano que, inevitablemente, estaban condenadas a sufrir una potente atracción mutua a pesar de todas las dificultades filosóficas y religiosas de la tarea. Carlos Marx, uno de los intelectuales que más han influido en los siglos XIX y XX y, tal como vamos, en el XXI, de los más brillantes y más vituperado, más estudiado por millones de trabajadores y de economistas, sociólogos, universitarios de todo tipo, políticos, sindicalistas, banqueros, empresarios, ministros, sacerdotes, obispos y hombres y mujeres de toda condición cultural y social durante décadas. Irónicamente, los que más daño le han hecho han sido su más encarnizados “seguidores”, que le han utilizado para cometer todo tipo de tropelías políticas e ideológicas en su nombre.

Jesús, fundador del cristianismo, proclamó valores de igualdad, solidaridad, justicia y lucha contra la opresión y la hipocresía. Personalmente, me quedo con la definitiva toma de posición contra el cinismo que nos abruma: “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Influyó hasta hoy, junto con el Islam y el budismo, en el espíritu del ser humano durante más de veinte siglos. Creyentes o no. Y como con Marx, sus presuntos “seguidores” le traicionaron, se llenaron de oropeles, viven en Palacios, se hacen rendir tributos, ocultan sus pecados, se creen dioses y tribunos, viven en el lujo y expulsan de forma dogmática a los que interpretan el cristianismo desde otra perspectiva.

Al calor del Concilio Vaticano II, se impulsó el dialogo entre cristianos y marxistas a través de múltiples iniciativas acotando en nivel del debate. Libros, reuniones, debates, conferencias….El Papa Juan XXIII trajo aire fresco a una Iglesia Católica repleta de carcoma y anquilosada. Entre las obras más destacadas es preciso recordar la editada por el inolvidable Jesús Aguirre, al que muchos conocimos como todavía sacerdote de la Iglesia de la Ciudad Universitaria de Madrid, “Cristianos y marxistas (Los problemas de un diálogo)”. Allí “dialogaron” cinco católicos (Jesús Aguirre, Kart Rahner, Giulio Girardi, Johann Baptist Metz, J.L. López. Aranguren) y cinco marxistas (Lucio Lombardo-Radice, Milán Machovec, Gilbert Murry, Louis Althusser y Manuel Sacristán).

Conceptos como el del “humanismo cristiano”, defendido por Rahner, como única vía válida para un diálogo entre marxismo y cristianismo, la denuncia del “monolitismo” que realiza Girardi, tanto para el marxismo como para el catolicismo, que supusieron una fuerte “tentación histórica” que acabaron en el “integrismo” por ambas partes y aboga por un diálogo basado en una convergencia entre una moral marxista y una moral cristiana, ambas renovadas, constituyeron unos elementos nuevos del debate.

Entre nosotros, Alfonso Carlos Comín, militante comunista, escribe en 1977, el libro, “Cristianos en el Partido, comunistas en la Iglesia”. Bajo tan provocador título, se escondía una de las mentes más lucidas y valientes de aquellos difíciles años. Entre 1956 y 1966, el trabajo y la movilización incesante de la Juventud Obrera Católica (JOC) y la Hermandad Obrera Católica (HOAC), a lo largo de toda España, obligó al franquismo a protestar ante la jerarquía católica. El nacimiento y desarrollo del nuevo movimiento obrero, de las Comisiones Obreras, no hubiera sido posible sin el apoyo, la complicidad y el nacimiento de una iglesia comprometida con los trabajadores. Incluso nace lo que se llamaron los curas obreros, especialmente en el País Vasco, como el Padre Luis de Zabala, el Hermano Zubizarreta, los Padres Miguel Sagües, José Antonio G. de Durana y también I. A. Comyn y Eugenio Arraiza.

Tampoco resultó casual el apoyo de un sector significativo de la jerarquía de la Iglesia Católica a la transición democrática y su oposición al franquismo a partir de finales de los años 60. Sin el Cardenal Tarancón al frente de la Iglesia Española todo hubiera resultado mucho más difícil. Lejos quedan aquellos tiempos. Hoy, cuarenta años después, a pesar del integrismo de la cúpula de nuestra jerarquía, regresan los problemas y el debate. ¿Marxismo y cristianismo? ¿Izquierda y socialismo?

Desde 1990, tras casi veinte años de huracán ultraliberal, donde todo lo que tuviese el más mínimo aroma de marxismo era satanizado y lanzado al peor de los infiernos, nos encontramos, de nuevo, en la reflexión sobre la economía de mercado, su eficiencia real y la necesidad de abordar reformas profundas. Algunas de las ideas del viejo Marx retornan con fuerza para intentar comprender la dimensión de la hecatombe que nos toca vivir. Lejos queda la manipulada y hegeliana tesis del “fin de la historia”, de Francis Fukuyama, en virtud de la cual se proclamaba la arribada del género humano al capitalismo liberal como última y definitiva forma de civilización. El pensamiento cristiano y su compromiso social y político favorable a los menos favorecidos recupera la presencia pública. Los problemas y el campo de encuentro no resultan complejos.

La caída del muro de Berlín, la implosión y hundimiento de la Unión Soviética y del “socialismo real”, eran ley de vida. Constituían el fracaso anunciado de un modelo burocratizado, centralizado, planificado, ineficaz y corrupto. Tampoco existe mercado libre, ni transparente, ni competencia, ni control, ni limpieza. Corrupción, fraude y capitalismo rampante. Que pregunten en el casino de Wall Streat.

Pues bien. Aquí estamos de nuevo. La hondura de la crisis y su duración, atemorizan a nuestras sociedades. Son precisas nuevas soluciones, otras sensibilidades. Los cristianos y la izquierda debemos retomar la reflexión conjunta sobre el futuro y los ámbitos de entendimiento.

5 comentarios:

  1. Es una auténtica contradicción que quienes pretendemos seguir a Cristo desde la izquierda seamos poco menos que lapidados públicamente y que sea la derecha la que se haya adueñado de su mensaje. ¿Cuándo fue conservador el mensaje de Jesús?, ¿cuándo tibio? Transformador y radical. Lo mismo que Rouco y el PP.

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  2. Efectivamente Nicolás, hoy somos muchos los que creemos que hay muchos puntos en común entre el cristianismo y la izquierda. La historia de la iglesia, sin embargo, es la que nos explica cómo se ha podido utilizar el mensaje del maestro para justificar ideologías muy alejadas de su sensibilidad y perspectiva. No podemos por ello dejar de manifestar esa compatibilidad entre ambos mundos, sin que se identifiquen, pero con muchos puntos en común.

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  3. De acuerdo en lo fundamental del escrito de Enrique Curiel, pero no en los comentarios de Nicolas y el tuyo, en referencia al PP.
    No podemos seguir, separando España, en izquierdas y derechas.
    El PP ha ido desarrollandose hacia el centro reformatico y social de Suarez y yo como hombre de centro, adjuro de una derecha nacional catolica y me uno a un PP que quiere reformar y renovar una Iglesia dictadora que ha traicionado el mensaje de Amor de Cristo.
    Así pues unamos y no separemos una vez mas esta España nuestra en bandos que lucharon en guerras fraticidas, dejemos de pensar en izquierdas y derechas y pensemos en partidos que solo quieren el bien comun.

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  4. Hola Miguel Angel:

    Nuestros comentarios más que centrarse en la visión del PP, intentan hacer ver la compatibilidad del cristianismo y del pensamiento de la Izquierda, algo que para algunos parece algo imposible.
    Naturalmente no se trata de enfrentamientos antidemocráticos como muy bien señalas , como tampoco de ignorar las diferencias, sino de poder dialogar y colabrar desde nuestras diversas posiciones. Se trata de visibilizar el plurlaismo real en la Iglesia, y no identificar cristianismo y derecha como habitualmente se hace en algunos medios.
    En cualquier caso, me resulta difícil ver ese sector del PP que quiere ayudar a reformar la Iglesia, lo que aparece con más frecuencia es un sector vinculado al catolicismo más conservador y a los movimientos de laicos conservadores. Ojalá ese sector vaya adquiriéndo peso y visibilidad.

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  5. Tienes razón, pero como la levadura, queremos que esa derechona, vaya perdiendo peso en el PP.
    Debe hacerse con un cuidado especial, que no alarme a extremistas, pero que vaya limando, lo que durante demasiado tiempo, ha sido una constante, del poder dictador.
    Cada vez más el PP se da cuenta, que si no se centra, no podra llegar a la Moncloa.
    Necesita dos millones de votos, que personas como Gallardon, Arenas y Mariano Rajoy, pueden conseguir, si borran de una vez por todas su apoyo a una Iglesia que desbarra cada vez más y dan unas buenas medidas de trabajo y ahorro, para salir de la crisis.

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