Os dejo aquí un fragmento de un interesante artículo, cuyo autor desconozco, que comenta de modo muy acertado la visión que Panikkar tiene de las relaciones de la política y la espiritualidad, y que apunta a un modo nuevo de hacer y concebir la política cada día más urgente y más necesario, y sin embargo, parece que más ausente.
El contexto mayor de la política es para Raimón Panikkar esa situación civilizatoria producida por la tecnocracia.
Desde este punto de partida se comprende que su empeño se centre primero en mostrar que necesitamos una política que sea capaz de influir, mejor, de contra-decir la inteligencia misma de dicha civilización. Pues en juego está todo, y no únicamente un sector de la realidad.
Política entonces que vaya a las raíces mismas de lo que nos pone en peligro y que no se entiende como tímido intento de arreglar algo ni como el arte de lo posible sino como fuerza espiritual que sana y cura el estado general de las cosas todas. O sea que el empeño de Raimón Panikkar parte de una concepción de la política que libera a ésta del reduccionismo que le suelen imponer las concepciones al uso de los "profesionales" de la política cuando ven en ella una actividad que se limita a arreglar y a administrar los asuntos públicos "terrenales".
Esta visión amplia e integral de la política supone naturalmente la superación del dualismo con el que se acostumbra a separar los órdenes de lo religioso y lo político.
Así que, en segundo lugar, destacaría por eso que la concepción de Raimón Panikkar de la política le lleva a defender la tesis de que ante la pregunta de qué política necesitamos hoy en el contexto de la civilización tecnocrática, hay que responder diciendo que una política que, superando ese dualismo entre religión y política, sea consciente de que "los problemas temporales son también religiosos. Las consideraciones sobre el fin del hombre son también políticas. Lo político no puede existir separado de la religión. No hay un acto religioso que no sea también, y simultáneamente, político. Todos los grandes problemas humanos de hoy en día son de naturaleza política y, al mismo tiempo, religiosa: hambre, justicia, estilo de vida, cultura paneconómica, capitalismo, socialismo …"
En tiempos como los que corren, muy sensibles a los fundamentalismos, podría ser que una tesis semejante se preste a ser malinterpretada o que espíritus "seculares" la desacrediten como una posición fundamentalista. Por ello no es nada superfluo aclarar aquí que esta tesis de Raimón Panikkar nada tiene de fundamentalismo, pero sí mucho de fundante y fundamental.
Pues no se defiende con ella confundir ni identificar los órdenes de la política y de la religión, sancionando además así la mutua instrumentalización de ambas, sino que se trata de hacer ver que son órdenes orgánicamente relativos y que se necesitan tanto para
realizar en plenitud su orden específico como para realizar la plenitud del fin que ordena
todos los órdenes. Estamos, pues, no ante una posición fundamentalista sino ante una visión fundante y fundamental que nos abre los ojos a lo que realmente no debiéramos perder de vista en nuestra acción política.
Desde esta relación orgánica entre lo político y lo religioso propone Raimón Panikkar –
sería el tercer aspecto – una política con espiritualidad; una política con principios rectores y cargada de simbología pacífica o, si se prefiere esta otra variante, una política que sea consciente de que su genuinidad le viene de su articulación como instrumento para lograr la paz en el hombre, en el mundo, en el cosmos.
Esta política es – sería un cuarto aspecto a destacar – una política que se concretiza en su orden, más proprio – si cabe la expresión – en una política del bien común. Su forma de concretizar no es, por tanto, seguir la cartilla del programa de algún partido sino ser vehículo para realizar la "idea", el "símbolo" del bien común, entendido en el sentido preciso de "realización de la plenitud humana dentro de la vida social".
Pero justamente por no reducir el bien común a un asunto de justicia económica y social la política, en la visión que nos propone Raimón Panikkar, se expresa – éste sería el quinto y último aspecto que subrayaría aquí – como una actividad envolvente que tiene ciertamente su lugar en la polis, pero que no olvida que es parte integral del fin último que debe finalizar orientar todos los fines "políticos" del hombre en la tierra, a saber, la salvación.
De modo que la política es (o debería ser) siempre una actividad transpolítica, una actividad por la que pasamos porque peregrinamos hacia la paz como condición para alcanzar la perfección humana en armonía con los demás y la naturaleza toda. La política sería, en suma, parte de nuestro proprio camino de perfección. Y sería en ella y por ella que, dicho en términos de espiritualidad franciscana, nos vamos convirtiendo en instrumentos de paz.
Desde este punto de partida se comprende que su empeño se centre primero en mostrar que necesitamos una política que sea capaz de influir, mejor, de contra-decir la inteligencia misma de dicha civilización. Pues en juego está todo, y no únicamente un sector de la realidad.
Política entonces que vaya a las raíces mismas de lo que nos pone en peligro y que no se entiende como tímido intento de arreglar algo ni como el arte de lo posible sino como fuerza espiritual que sana y cura el estado general de las cosas todas. O sea que el empeño de Raimón Panikkar parte de una concepción de la política que libera a ésta del reduccionismo que le suelen imponer las concepciones al uso de los "profesionales" de la política cuando ven en ella una actividad que se limita a arreglar y a administrar los asuntos públicos "terrenales".
Esta visión amplia e integral de la política supone naturalmente la superación del dualismo con el que se acostumbra a separar los órdenes de lo religioso y lo político.
Así que, en segundo lugar, destacaría por eso que la concepción de Raimón Panikkar de la política le lleva a defender la tesis de que ante la pregunta de qué política necesitamos hoy en el contexto de la civilización tecnocrática, hay que responder diciendo que una política que, superando ese dualismo entre religión y política, sea consciente de que "los problemas temporales son también religiosos. Las consideraciones sobre el fin del hombre son también políticas. Lo político no puede existir separado de la religión. No hay un acto religioso que no sea también, y simultáneamente, político. Todos los grandes problemas humanos de hoy en día son de naturaleza política y, al mismo tiempo, religiosa: hambre, justicia, estilo de vida, cultura paneconómica, capitalismo, socialismo …"
En tiempos como los que corren, muy sensibles a los fundamentalismos, podría ser que una tesis semejante se preste a ser malinterpretada o que espíritus "seculares" la desacrediten como una posición fundamentalista. Por ello no es nada superfluo aclarar aquí que esta tesis de Raimón Panikkar nada tiene de fundamentalismo, pero sí mucho de fundante y fundamental.
Pues no se defiende con ella confundir ni identificar los órdenes de la política y de la religión, sancionando además así la mutua instrumentalización de ambas, sino que se trata de hacer ver que son órdenes orgánicamente relativos y que se necesitan tanto para
realizar en plenitud su orden específico como para realizar la plenitud del fin que ordena
todos los órdenes. Estamos, pues, no ante una posición fundamentalista sino ante una visión fundante y fundamental que nos abre los ojos a lo que realmente no debiéramos perder de vista en nuestra acción política.
Desde esta relación orgánica entre lo político y lo religioso propone Raimón Panikkar –
sería el tercer aspecto – una política con espiritualidad; una política con principios rectores y cargada de simbología pacífica o, si se prefiere esta otra variante, una política que sea consciente de que su genuinidad le viene de su articulación como instrumento para lograr la paz en el hombre, en el mundo, en el cosmos.
Esta política es – sería un cuarto aspecto a destacar – una política que se concretiza en su orden, más proprio – si cabe la expresión – en una política del bien común. Su forma de concretizar no es, por tanto, seguir la cartilla del programa de algún partido sino ser vehículo para realizar la "idea", el "símbolo" del bien común, entendido en el sentido preciso de "realización de la plenitud humana dentro de la vida social".
Pero justamente por no reducir el bien común a un asunto de justicia económica y social la política, en la visión que nos propone Raimón Panikkar, se expresa – éste sería el quinto y último aspecto que subrayaría aquí – como una actividad envolvente que tiene ciertamente su lugar en la polis, pero que no olvida que es parte integral del fin último que debe finalizar orientar todos los fines "políticos" del hombre en la tierra, a saber, la salvación.
De modo que la política es (o debería ser) siempre una actividad transpolítica, una actividad por la que pasamos porque peregrinamos hacia la paz como condición para alcanzar la perfección humana en armonía con los demás y la naturaleza toda. La política sería, en suma, parte de nuestro proprio camino de perfección. Y sería en ella y por ella que, dicho en términos de espiritualidad franciscana, nos vamos convirtiendo en instrumentos de paz.
Básicamente la política es el arte de vivir en sociedad y la religión es una manifestación más de esas relaciones políticas. Bien porque se es religioso o bien porque no se es y en ambos casos esos planteamientos intentan reflejarse en la organización y en la acción política.
ResponderEliminarLlevo unos días con problemas para dejar comentarios en tus posts. Perdona si no dejo más pero ahora va el tercer intento de este comentario.
Pues te agradezco mucho tus opiniones y que pese a las dificultades te animes a intentar dejarlas. No tengo ni idea a que se debe la dificultad.
ResponderEliminarUn saludo.
Jose Antonio