Ya terminó la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud católica 2011, la próxima no volverá a celebrarse hasta el 2013, en Río de Janeiro.
En mi opinión, el balance que se desprende de estos días está lleno de ambigüedades, con elementos positivos y demasiados elementos negativos.
Destacaría, por un lado, la alegría, la fraternidad vivida por muchos jóvenes, ajenos a las polémicas políticas, y que han disfrutado de una fiesta organizada para ellos, sin plantearse quizá preguntas importantes, pero con muy buenos deseos de hacer el bien. También ha sido importante que estos corazones jóvenes hayan escuchado el Evangelio de Jesús, sembrándose así unas semillas de la buena noticia anunciada a los pobres, por la que el Maestro de Nazareth vivió y murió, ajusticiado por los políticos y los sacerdotes de aquella época. Son semillas de Revolución, de Humanización.
La Iglesia institucional ha sido el camino por el que ha llegado a nosotros el mensaje de Jesús y esto hay que agradecérselo, si bien el mensaje suele llegar mediatizado y “edulcorado” por los intereses de la propia institución, demasiado “eclesiocéntica” (narcisista), y poco reinocéntrica. El Reino es el centro del mensaje evangélico: Construir el Reino, una sociedad y un mundo fraterno y justo, reconciliado, sostenido por unos corazones en comunión con Dios, el mundo y el cosmos, inclinados a ponerse al servicio de la causa de los pobres y los débiles.
Por desgracia, la institución ha optado por apoyarse, para sufragar el evento, en los poderosos de la sociedad (Bancos, especuladores….) responsables, o del mismo pelaje que los responsables, de la crisis que padecemos. La opción de sectores importantes de la institución por los ricos queda visibilizada así.
El mensaje, como ya estamos acostumbrados, se ha centrado, de manera reduccionista, en los aspectos cúlticos y ascético-moralistas (practicar los sacramentos y la moral personal que dice el magisterio). El proyecto del Reino que abarca toda la vida y va mucho más allá de la religión no se ha presentado así a los jóvenes.
En cuanto al análisis de la actual situación diría que ha sido bastante alienante (ajeno a la vida real de las personas). Parece a una parte de la jerarquía católica le preocupa sobre todo el mundo de las ideas (que los jóvenes no sean relativistas, se casen por la Iglesia o se hagan curas o monjas. De los problemas reales de las personas jóvenes, cosas como que cobren 600 euros, no les paguen a veces horas de trabajo obligatorias, no logren nada más que contratos de obra y servicio, los despidan anualmente para que no alcancen antigüedad en la seguridad social, etc… no parecen estar muy enterados. Los problemas reales de las personas no parecen capaces de llegar a sobrepasar los altos muros del “mundo de las ideas” en que vive una parte de la jerarquía institucional.
Por otro lado, no se ha escuchado de verdad a los jóvenes, ni han hablado de sus problemas en medio de esta crisis, ni han tomado consciencia de las causas de la grave situación que padecen. No se ha seguido el famoso método de los grupos cristianos comprometidos: Ver- Juzgar y Actuar. A los jóvenes les ha tocado ser público o actuar de manera pasiva, asintiendo a todo lo que les dicen. Parece ser que otros (señores mayores de la iglesia normalmente) saben más que ellos lo que les pasa.
El modelo de Iglesia que hemos visto está muy lejos, desde luego, de la Iglesia del Vaticano II. Aquella Iglesia, que en los textos del Concilio decía que debía renunciar incluso a aquellos derechos legítimos si la transmisión del evangelio así lo requería, ha dejado esa humildad y sencillez.
Hemos visto una Iglesia ante la que se postran los poderes públicos (aparentemente claro), que habla un lenguaje que suena a prepotente, en ocasiones.
Con mucha tristeza he visto que se ha intentado enfrentar a jóvenes laicos y católicos, la derecha ha querido criminalizar a los jóvenes laicos, grupos de incontrolados de un ultraizquierdismo infantil (como decía Lenin) han hostigado a jóvenes católicos y jóvenes supuestamente católicos (más bien de ultraderecha) a los laicos.
Realmente en ambos lados hay gente comprometida y valiosa, que están mucho más cerca de lo que creen. Así lo ha hecho ver la asamblea conjunta entre jóvenes del 15M y peregrinos de la jmj. Que se establezcan estos lazos es estupendo, e indica la pluralidad de ambos grupos de jóvenes.
La espiritualidad y la lucha por la justicia hoy deben ir de la mano, si no, no habrá una verdadera transformación social y la necesitamos como agua de Mayo.
La espiritualidad y la lucha por la justicia hoy deben ir de la mano, si no, no habrá una verdadera transformación social y la necesitamos como agua de Mayo.
El problema no es la laicidad ni la religión, el problema es que el sistema pone al dinero por encima de las personas. De esto no se ha hablado mucho en la JMJ, pero se ha escuchado a Jesús y al Evangelio y esto siempre es una buena noticia para los pobres y los oprimidos.
Estimado José Antonio,
ResponderEliminarAntes de nada me gustaría agradecerle su aportación a la espiritualidad a través de internet. Mi nombre es Víctor Alonso, he intentado ponerme en contacto con usted vía email pero no he recbido respuesta. Mi email es vr.alonso@gmail.com Disculpe mi insistencia. Tengo gran interés en poder contactarle.
Un abrazo fraterno,
Víctor
Básicamente suscribo su análisis. También es verdad que Jesús dijo:"haced lo que ellos dicen(Fariseos, Maestros de la ley...) pero no lo que ellos hacen". Mónica
ResponderEliminarHla Víctor:
ResponderEliminarPerdona el retraos en responderte, ya te he enviado un correo con al respuesta.
un abrazo.
Gracias Mónica por compartir tu visión,
otro abrazo grande.
José Antonio
Mensaje recibido José Antonio.
ResponderEliminarMuchas gracias por la respuesta.
Un fuerte abrazo,
Víctor
¡Hola Amigo!
ResponderEliminarEstoy realizando un post par mi blog con una recopilación de artículos sobre la JMJ. Me parece interesante el que escribes. Por ello, desde el blog pondré un link para que pueda leer, le parece adecuado.
Un fraternal abrazo.
Me parece estupendo Gizatar,
ResponderEliminarun abrazo.
José Antonio