"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

jueves, 7 de abril de 2011

Crisis y transformación evangélica de la Iglesia, por el Consejo de Dirección de Iglesia Viva



La existencia de una crisis grave y crucial en la Iglesia actual es un dato que no se puede negar. Cosa distinta es el análisis o diagnóstico de la misma, las causas a las que se atribuye y sobre todo los caminos para salir de la misma. La presente situación eclesial nos parece ser más angustiosa que en vísperas del Vaticano II, entre otras razones porque la conciencia del pueblo de Dios como sujeto es hoy radicalmente nueva y muy distinta de entonces.

Pero por otra parte sucede que en los grupos y movimientos eclesiales más concienciados difícilmente se percibe una fuerza emergente transformadora.

Muchos de los mejores militantes no saben qué hacer, se encuentran en total desamparo y en actitud de desbandada. Y puede preverse que las cosas no van a cambiar en años dentro de la Iglesia. Mientras tanto, buena parte de la sociedad no consiente ciertos modos de proceder y de actuar de la jerarquía y critica abierta y razonablemente sus criterios morales.

El Consejo de dirección de esta revista, que se considera a sí misma de pensamiento cristiano, dedicó la última de sus sesiones a reflexionar sobre la situación y, al tiempo que preparaba el contenido del presente número, a adoptar una postura común que reflejara nuestra visión de dicha crisis y de sus causas, así como las vías de salida de la misma.

El deber que tenemos para con nuestros lectores nos lleva a proponerles aquí los términos de tal reflexión con el deseo de suscitar un diálogo amplio y un movimiento más amplio aún de reforma eclesial.

Tratamos de poner en sus manos un conjunto de reflexiones que les ayuden a descubrir las últimas razones de su mal-estar en la Iglesia, asumir los criterios teológicos con los que responder a la situación de crisis y plantearse propuestas de actuación pastoral en aplicación de dichos criterios. No tenemos la pretensión de decir la última palabra, ni de dar la fórmula mágica para resolver la grave crisis por la que atravesamos.

De hecho, creemos que, para comenzar, es necesario rescatar mucho de lo pensado y escrito hace algunos años y hoy olvidado, silenciado u ocultado. Es necesario volver a aquellos importantes criterios y aplicarlos al presente.

Síntomas de la crisis

La crisis se manifiesta en una serie de hechos que afectan tanto a la institución jerárquica como al conjunto del pueblo de Dios. Dar importancia a los primeros en virtud de la representatividad pública que corresponde al ministerio ordenado, no significa desconocer o silenciar los segundos. No queremos que se nos atribuya una especie de fijación obsesiva en lo clerical que suele ser propia de ciertas críticas al uso respecto de la Iglesia. Ello no consigue otra cosa que reforzar el centralismo que dice combatir.

a. En el conjunto del pueblo de Dios

Como hemos dicho, la crisis de la Iglesia afecta al conjunto del pueblo de Dios.

Nuestra debilidad tiene muchas razones y causas que no todas responden a la actuación de la jerarquía o a la hegemonía de ciertos sectores neoconservadores respaldados por ella. La crisis es ante todo una crisis del sujeto eclesial, esto es, de sus miembros individuales e institucionales, una crisis de seguimiento de Jesús y de fe vivida. Esta crisis de fe es la gran cuestión que nos afecta a todos. Hemos sustituido el seguimiento a Jesucristo por la adhesión doctrinal (sea al Catecismo Universal, sea a la teología de teólogos de nuestro gusto).

Pero nosotros somos seguidores de Jesús, no seguidores de la Iglesia; nuestro verdadero centro es Jesús y hay que volver constantemente a Él, que es el único que puede salvarnos, que puede salvar a su Iglesia.

Dada la pluralidad de sujetos, pluralidad en todos los sentidos, la crisis tiene muchos rostros que queremos señalar, siquiera brevemente. Tres aspectos nos parecen especialmente significativos:

• La primera faceta tiene que ver con las mutaciones que se están dando en lo religioso y su problemática relación con la Iglesia. Ciertamente, tal relación problemática siempre ha existido, ha sido de tensión, de mutuo solapamiento y también de enriquecimiento en ambas direcciones. Pero la nueva situación de la sociedad mundial resulta especialmente impactante en el conjunto del pueblo de Dios: la globalización neoliberal, el retorno de manifestaciones religiosas basadas en sospechosos prodigios o mitos, la crisis de un proyecto de humanidad capaz de existir unida en libertad, solidaridad y dignidad, etcétera.

Hoy uno de los elementos de la crisis eclesial tiene que ver con la pérdida del control de lo religioso en buena parte del mundo. Bien porque surgen nuevas formas de religiosidad no cristianas, bien porque la religiosidad de los cristianos se ha hecho difusa y su vínculo con la institución eclesial se ha vuelto más débil e inefectivo. A lo cual hay que añadir la evidencia del pluralismo religioso y la presencia pública y notoria de las grandes religiones a las que la propia teología católica concede rango de verdaderas y de auténticos medios de salvación para sus miembros; es este un hecho irreversible que cambia por sí mismo las mentalidades.

Hasta hace bien poco los cuadros de la Iglesia tenían la sensación equivocada de estar al frente de un gran pueblo. La situación ha cambiado radicalmente y ello se experimenta en gran medida como pérdida de poder o de influencia de los dirigentes, desde la curia romana a los párrocos y agentes de pastoral a pie de obra.

Existe un gran desconcierto, muchos miedos y a veces respuestas reactivas que exigen cerrar filas, disciplina e identificación. Si la religión ha actuado como vínculo social y horizonte existencial de sentido y moralidad de amplias capas de la población allí donde la Iglesia estaba implantada, su debilitamiento y transformación, unidos a su creciente desvinculación institucional está originando una crisis sin precedentes.

• El segundo aspecto a considerar de la crisis del sujeto colectivo eclesial es el referido al modo como se verifica la iniciación a la fe en Jesucristo y su mantenimiento en la vida comunitaria. Las viejas estructuras pastorales al servicio de la génesis y sostenimiento de la vida cristiana siguen inalteradas en lo esencial, desde las parroquias o los movimientos, pasando por las órdenes religiosas o los diferentes grupos.

Tales estructuras o fórmulas de organización de la vida eclesial han perdido vitalidad, no alumbran en medida suficiente ni vida comunitaria ni pertenencia eclesial. ¿Cómo generar y reproducir hoy vida comunitaria eclesial? Esta cuestión se ha vuelto extremadamente problemática. El surgimiento de verdaderas comunidades cristianas tiene que ver con la potencia del evangelio para configurar la vida singular y grupal, y esa potencia se encarna en vidas concretas.

• Por fin, el tercer aspecto de la crisis del sujeto tiene que ver con la relación entre la Iglesia y el mundo. No puede existir el cristianismo sin pretensión de universalidad; la Iglesia no es un fin en sí, sólo tiene sentido al servicio de la transformación profunda y evangélica del mundo. Ahora bien, la quiebra de la modernidad nos abrió los ojos y nos puso ante el absurdo en que incurríamos de querer impulsar el reinado de Dios desde y por medio de poder, porque la supuesta universalidad constreñida por ese camino encubría la hegemonía de los poderosos.

Una parte de la Iglesia y la jerarquía desde luego reaccionó con el rechazo, defendiendo la subordinación del poder temporal al espiritual y condenando la emancipación del mundo y del orden político. Los burgueses revolucionarios, sin embargo, pronto perderían su ímpetu antirreligioso y antieclesiástico, pues al ver que su poder económico y social no estaba en peligro por ese lado, aceptaron de buen grado una alianza con el poder eclesiástico para mantener el orden sobre el que se sustentaba su hegemonía.

La Iglesia jerárquica, pese a todas sus condenas de un orden político que prescindía de cualquier fuente de legitimación religiosa, concentró sus esfuerzos en atribuirse el papel de portadora y custodia del orden moral natural universal, maestra y guía de la humanidad en su conjunto. Esta función justificaba su pretensión de universalidad tras la cancelación de su papel de legitimadora del orden político premoderno. Y en ello sigue.

Ese papel se ha visto cuestionado con el cambio epocal que ha introducido el pluralismo religioso al que ya nos hemos referido y el nihilismo teórico y práctico de las sociedades desarrolladas, consecuencia del vaciamiento que impone sobre todo la lógica del mercado y del consumo y no el laicismo o el secularismo.

Como la posibilidad de hacer valer esa moral natural universal sólo con argumentos y sin coacciones externas se ha visto reducida a su mínimo nivel, se confía en los autodenominados nuevos movimientos eclesiales para influir en las opiniones públicas y en los ordenamientos jurídicos en favor del papel de representación de lo verdaderamente humano por parte de la jerarquía. Los costes de esta estrategia y, sobre todo, su escasa perspectiva de éxito saltan a la vista.

Las reflexiones anteriores nos hacen ver que el eje de la relación entre la Iglesia y el mundo es fundamental para el análisis de la crisis. Eje que resulta inseparable del problema de cómo construir hoy una universalidad humana inclusiva y desde los últimos, desde los más pobres, y de cómo recrear el papel del Iglesia en esa construcción.

Una fuente del debilitamiento evangélico en buena parte de la iglesia es que o esos pobres ya no se reconocen como sujetos eclesiales, o se identifican con movimientos eclesiales o sociales sin impulso emancipador y liberador, o carecen de espacio y posibilidad de articular su vida, sus luchas o sus resistencias dentro de la iglesia, que es fundamentalmente portadora de una religiosidad burguesa.

Más aun. En el siglo XXI la Iglesia sigue reproduciendo el conflicto de sus orígenes. Todavía se necesita ser occidental para ser católico. Las causas que originaron la penosa historia de De Nobili y Ricci siguen vivas en la Iglesia católica.

En la práctica se otorga un carácter absoluto a la interpretación occidental romana del cristianismo que produce la impermeabilidad de las otras culturas al evangelio y paradójicamente cierra las puertas a Cristo, mientras se les ruega patéticamente que las abran. La presión que ejerce el poder central romano reprime la eclesiogénesis de las Iglesias locales. Si las Iglesias de la periferia de América Latina, de África, de Asia y de Oceanía, no son capaces de superar este control asfixiante, la inculturación de la fe se hará inviable.

b). En lo que se refiere a la institución eclesiástica.

Los fenómenos que están en el ambiente son muy graves y han producido un impacto masivo de falta de credibilidad en la Iglesia por parte de amplios sectores de la población, católica o no. Por citar algunos más difundidos:

• la reconducción del Concilio mediante interpretaciones inaceptables, intervenciones papales manifestativas de una voluntad de restablecer el integrismo católico, las cuales han suscitado inmediatas reacciones sociales,

• el freno total a la democratización de la Iglesia, a la libertad de opinión y comunicación,

• el centralismo y verticalismo crecientes,

• la catastrófica situación de la curia romana con una inmundicia que sale cada día más a la luz mientras la ambigüedad del papa impide su reforma,

• la intolerancia respecto a los derechos de las mujeres en la comunidad cristiana,

• el levantamiento de la excomunión a los lefebvrianos sin exigirles la plena adhesión al Concilio ecuménico y el Motu Proprio sobre los anglicanos high church al tiempo que se da un frenazo al movimiento ecuménico,

• la obsesión en ciertos temas de la teología propia del papa (como la lucha sin cuartel contra el relativismo),

• la contrarreforma litúrgica,

• los nombramientos episcopales y de curia,

• el “prietas las filas” en una marcha continua e inexorable de la Iglesia hacia el gueto.

Especial repercusión han tenido los descubrimientos sobre abusos de menores por parte de eclesiásticos. Esta última lacra está recibiendo una firme réplica por parte del papa y de un cierto número de miembros de la jerarquía eclesiástica actual. Pero, a nuestro entender, se trata de amagos de salir de la crisis con la petición de perdón por los pecados personales de los representantes de la Iglesia e intensificación de las medidas disciplinarias de selección, nunca con un proyecto de cambios estructurales.

Es más, ciertas iniciativas jerárquicas parecen buscar más la ocultación de responsabilidad por connivencia con ciertas estructuras eclesiales perversas, que asumir con honradez la complicidad en los pecados estructurales de la Iglesia. La rápida canonización del papa Juan Pablo II promovida por el papa actual parece querer silenciar los problemas del papado reciente en dichos pecados (secretismo e irresponsabilidad grave ante los crímenes cometidos por los clérigos).

Tenemos serias reservas a quedarnos solo en esas medidas porque creemos que no desvelan otras realidades que se esconden tras ellas. Algunos sugieren que tal respuesta equivocada puede deberse quizá a intereses más o menos ocultos; a nosotros nos parece que se debe a un diagnóstico falso de sus raíces que no se encuentran tanto en el ámbito de una sexualidad mal educada o reprimida, cuanto en el ejercicio del poder espiritual de forma autocrática y privatizada.

Evidentemente una respuesta errónea a la crisis global de la Iglesia contribuye a mantenerla o agravarla. Es preciso hacer una crítica no convencional de las derivas del sector eclesial que es hegemónico en este momento histórico. Muchos de los fenómenos que se perciben con evidencia pueden constituir una nube que nos impida ver el núcleo de la crisis. De ahí la importancia del análisis de la situación de la que partimos y que ofrecemos a nuestros lectores, el cual debe incluir una mirada amplia y profunda al contexto global social y cultural en que se encuentra la Iglesia al comienzo del siglo XXI.

Elementos para un diagnóstico global de esta crisis.

Estamos persuadidos de que nos falta valentía para hacer un diagnóstico realista sobre la situación presente. Aunque somos conscientes de la gran dificultad de diagnosticar con acierto el camino a recorrer, considerada la complejidad de los síntomas relatados, creemos que la forma de resolver nuestra incertidumbre no pasa ni por mirar al pasado con nostalgia, ni por la huída hacia delante.
Hay caminos errados que no hay que volver a recorrer y los hay que se han manifestado como razonables, por lo que no deben ser abandonados por mucho que el riesgo de la libertad nos invite a hacerlo. Y para ello nos parece importante ir a las causas de la situación.

Como fundamento de todo se encuentra el intento de reconstruir una Iglesia preconciliar, con ignorancia o rechazo de la cultura secular. Los frenos iniciales que casi desde el fin del Concilio se pusieron a su plena recepción, ya se han convertido en un giro de 180º respecto al Vaticano II.

La consiguiente autocomprensión eclesial premoderna del propio ser y de su relación con el mundo no es “razonable”, no es coherente con la razón humana histórica.
Reflejo de esa realidad son las estructuras eclesiales, históricamente obsoletas y antievangélicas: son estructuras de dominación que impiden la libertad del creyente y la construcción de comunidades eclesiales adultas y suficientes.

El clericalismo o la falta de democracia interna causa la crisis de inadaptación de las estructuras existentes. Lo cual va unido al sentido propietarista respecto a la Iglesia por parte de la jerarquía. De ahí, el amordazamiento de la autonomía personal a causa de una antropología teológica que quiere seguir manteniendo al sujeto católico en la condición de oveja.

Ese clericalismo conlleva el sexismo, con la correspondiente marginación de las mujeres en la estructura eclesial. Y, hablando de sexualidad, no podemos perder de vista la rígida concepción acerca de la moral sexual y las nociones sobre el cuerpo y el placer, la sexualidad no reproductiva, etc.

Nuestro intento de realizar un diagnóstico correcto y acertado nos mueve a pensar también en las consecuencias que pueden sobrevenir si no tenemos el coraje evangélico, la parresía (en términos paulinos) para enfrentarnos a la situación, por grave que nos parezca. Los efectos inmediatos de la enfermedad serán muchos, pero nosotros señalamos ahora dos que nos parecen especialmente graves:

• En primer lugar, la marginación de grandes sectores del pueblo de Dios empobrecerá extremadamente a la Iglesia. Un organismo potencialmente tan rico como ella quedará colapsado por una autoridad que se extralimita en sus funciones, mientras muchas congregaciones religiosas, diócesis y movimientos laicales seguirán sintiéndose atados de pies y manos. Se hará imposible el pluralismo de la comunión católica en un mundo globalizado.

• En segundo lugar, la Iglesia no logrará ser fuerza de cohesión social en el contexto de las sociedades democráticas, dado que no comprende que el paradigma de su relación con la sociedad ha cambiado radicalmente y ya no es el de la unión del trono y del altar. El instinto de conservación de las presentes estructuras ha llevado a esta opción que reducirá la Iglesia a una gran secta, sociológicamente hablando. Su única razón de ser, la misión de anunciar el evangelio, no podrá verificarse por asfixia.

Para vivir la crisis y preparar su salida.

Es insuficiente realizar un análisis de la situación actual y de las exigencias del presente; necesitamos posibilitar una valoración realista de los caminos que la Iglesia debe recorrer en el futuro si quiere permanecer fiel al espíritu del Concilio.
Somos de la opinión de que nos encontramos en una auténtica encrucijada histórica.

La primavera traída por el Concilio Vaticano II se ha retirado y estamos viviendo, en conocida frase de Karl Rahner, la experiencia de un duro invierno en la Iglesia. Sin embargo las semillas echadas por el Concilio fueron potentes y fructíferas; muchas han dado ya fruto y aportado nuevas semillas; otras por el contrario han sido sofocadas y nunca han tenido una oportunidad de crecer o esperan todavía algún momento oportuno para germinar.

Por otra parte no podemos caer en el peligro de una cierta momificación del Concilio. Aunque los documentos pueden leerse de corrida, interpretarse y dejarse atrás, sin embargo queda siempre el espíritu que movió a toda una generación. Y es precisamente ese espíritu el que no deberíamos perder. Alienta hoy de forma anónima en todos los grupos de excluidos de esta sociedad, en todos los proyectos de cooperación que surgen frente al modelo hegemónico de la globalización neoliberal, en todas las iniciativas que defienden la creación de una sociedad nueva.

Ello significa que la causa del evangelio de Jesús, su anuncio a los pobres y el anhelo del Reino nos ha de llevar a pensar en cómo salir de la crisis sostenidos por “la esperanza crucificada”.

Hablamos de pretensión de universalidad: la Iglesia solo tiene sentido al servicio de la transformación evangélica del mundo. Como hemos recordado arriba, la quiebra de la modernidad ha abierto la posibilidad de recuperar la visión evangélica de la universalidad, es decir, de construir la universalidad desde el pobre, desde los últimos, desde los excluidos. Pero los grupos y movimientos eclesiales que han luchado por esa recuperación no se encuentran en su mejor momento. Seguramente no sólo porque no han recibido el respaldo que necesitaban desde arriba, sino porque las posibilidades de transformación radical del mundo desde los intereses y las necesidades de los últimos tampoco pasan por su mejor momento. A todos se nos pide impulsar una espiritualidad de compromiso con el mundo y en el mundo desde la perspectiva señalada de la opción por los pobres.

Debe quedar claro que no se puede pretender superar la crisis sin reivindicar los mejores logros de la modernidad (democracia, derechos humanos, opinión pública, etcétera).

Aunque somos conscientes de la carga de ambigüedad que estas realidades conllevan, no debemos olvidar su gran virtualidad trasformadora, también para la Iglesia.

Desde la nueva cristología y pneumatología se han de ver las exigencias de abrirse a las nuevas maneras con que el mundo de hoy busca una espiritualidad y un proyecto de salvación realistas. Sentimos como un deber de todos el generar y reproducir hoy vida comunitaria eclesial.

La cuestión de la “eclesiogénesis” se ha vuelto extremadamente problemática y difícil pero es la clave del futuro.

Tiene que ver con la potencia del evangelio para configurar la vida singular y grupal, y esa potencia se encarna en vidas concretas. Hay que animar las experiencias de parroquias, movimientos apostólicos, congregaciones religiosas que siguen defendiendo los criterios de organización colegial y otras reformas (liturgia, estilo de vida cristiana…) surgidas tras el Vaticano II, sin preocuparse demasiado de normas y órdenes de la curia.

La distancia creciente entre la institución y la base eclesial exige profundizar en el tema de la comunión eclesial desde esta perspectiva de la crisis. Pero no se puede utilizar el término venerable de comunión como lo hace tantas veces la jerarquía: como coartada para exigir una obediencia ciega a los mandatos de la autoridad. Es preciso establecer unos criterios públicos, generales y válidos para todos los católicos de respuesta interior a la propia conciencia y al posible disenso en cuestiones doctrinales, morales o disciplinares frente al autoritarismo indebido de lo que dicta la jerarquía. La llamada Nota explicativa praevia al capítulo III de la Lumen gentium (obs. 2ª, § 3) inició un camino de reflexión que no se ha seguido. En concreto debemos clarificar qué es exigible y qué no lo es para poder hablar en sentido pleno de eclesialidad, qué márgenes de libertad pueden existir sin romper la comunión.
Impulsar la comunión en medio de la crisis conlleva trabajar en la consecución de un pluralismo real en grandes zonas de la Iglesia real que quieren resistir a la actual contrarreforma y no permiten que se les descalifique como rebeldes o rupturistas. La cultura actual permite la utilización de las redes existentes y de medios de comunicación informáticos para lograr una Iglesia más comunión y por ello más sacramento de salvación para el mundo.

Todo lo dicho es inviable si no estamos dispuestos a aceptar que la Iglesia está necesitada de continua reforma para ser signo de Dios y no intento de monopolizarlo. Hemos de mantener vivo el principio de la eclesiología más tradicional de la ecclesia semper reformanda. No otra cosa quiso ser el proyecto del papa Juan XXIII. Ese proyecto está vivo y hemos de volver constantemente a sus ideas clave porque los textos del Concilio fueron un inicio y no una definición de límites. Sería por tanto la peor reacción ante el rumbo actual de la Iglesia caer en el pesimismo y la resignación. Esto solo sería ayudar a los adversarios de la renovación conciliar.

Más bien hemos de convocarnos a la esperanza y a la energía.

El Vaticano II dejó claras señales teológico-pastorales como puntos de partida para una Iglesia que se considera por su naturaleza misionera y que se definió como pueblo de Dios y sacramento universal de salvación.

La renovación de las comunidades cristianas es urgente. La prioridad del pueblo de Dios, que debe ocupar el lugar teológico que merece, debe también llegar a prácticas significativas de participación. La Iglesia se debe construir a partir de un proceso “sinodal”, de “caminar juntos” en el cual se valore la diversidad. Reconstruir el concepto y la realidad de la sinodalidad solo se consigue practicándolo.

El poder en la Iglesia no debe ejercerse sin reparto, a fin de que la obediencia sea dada a Dios mismo y no se detenga en la persona de los jefes, y a fin igualmente de que la autoridad no impida la libre creatividad inspirada por el Espíritu a los miembros del cuerpo de Cristo para el crecimiento de ese cuerpo.

Tampoco debe ejercerse sin el necesario control que el ejercicio de todo poder exige y que debe ser llevado a cabo por instancias eclesiales distintas a las que han tomado las decisiones.

Si la Iglesia quiere volver a entrar en comunicación con la sociedad presente ha de dar figura en sí misma a la libertad cuya fuente es el evangelio. La recuperación efectiva de su misión solo se realizará al precio de tal conversión.

Dicho todo esto, añadimos que la renovación interna de la Iglesia, la de sus estructuras e instituciones no significa centrarse en sí misma, sino cumplir su misión de servir a este mundo desde el evangelio. La primera contribución que la Iglesia puede dar al mundo para su renovación social, económica, cultural y política que deseamos es la de transformarse ella misma en comunidades más igualitarias, serviciales y fraternas.

Es imprescindible que la Iglesia pueblo de Dios ejerza valientemente la función profética que le corresponde ante el mundo, aunque viva esta misión en medio de conflictos y aunque el ejercerla evangélicamente le suponga tener que renunciar a situaciones de privilegio social como las que ahora tiene. La apuesta profética solamente es compatible con el paradigma de las libertades y no con el paradigma concordatario de los poderes, que solamente algunos pocos grupos de presión pueden ejercer.

Y todo ello debe estar infundido de una auténtica mística del Espíritu. Tanta mayor posibilidad de configuración tendrán las indicaciones anteriores cuanto más enraizadas estén en una mística militante comprometida. Una mística de la fe que se profundiza en medio de los que viven en el descrédito, una mística de la esperanza vivida que se acrisola en la presente situación de desesperanza, una mística del amor a los pobres que cargan sobre sus espaldas el proyecto hegemónico presente.

Una mística así abre el camino hacia el futuro.

[Número 245 de Iglesia Viva (enero-Marzo de 2011) de próxima aparición]

14 comentarios:

  1. Un análisis profundo y bien documentado de la situación actual de la Iglesia.
    Los dos últimos Papas, se han dedicado a destruir lo poco, que se había avanzado, en modernizar y acercarse a la nueva sociedad.
    Recuerdo en los años sesenta,a D.Casiano Floristan, que nos informaba de la paternidad responsable, de la "píldora" del Papa, de la mayor participación del pueblo en los asuntos de la Iglesia, del mayor poder del pueblo de Dios en temas teologicos y patrimoniales
    y de un largo ecetera, que nos produjo una gran alegría y una gran esperanza en que la dictadura se acabase por parte de una Jerarquía, que se apoyaba en el poder temporal, en vez de, en la Fe del pueblo.
    Comenta este escrito, ¿Como podemos solucionar la crisis?
    En su día, nosotros el pueblo, si se nos hubiera dado el poder poco a poco, considerando que la Iglesia era nuestra de verdad....no de boquilla, hubiéramos trabajado, por algo nuestro con ilusión y sin perder la fe,sabiendo que no solo teníamos voz sino también voto, que ya no eramos muñecos, manipulados por intereses contrarios a los nuestros, que por fin después de miles de años, todos eramos hermanos iguales y que el Papa estaba a nuestro servicio y a nuestras ordenes, para hacerle dimitir o derogar dogmas inaceptables hoy en día.....pero todo eso paso, han dado marcha atrás y ya no tiene solución.

    Ya no podemos confiar en una Iglesia dictadora, ya no podemos confiar en una iglesia romana, ya no podemos confiar en una Iglesia que ha traicionado el evangelio de Cristo y ha pisoteado y sigue pisoteando nuestros derechos.

    Por mucho que quisiesen hacer las reformas que el Concilio Vaticano II dibujo, ya no es posible, nosotros el pueblo, hemos dejado de confiar en unos pastores interesados, que nos cuidaban como los auténticos pastores cuidan a sus ovejas, para ordeñarlas, para vender su lana y vivir de su carne cuando las matan, como así han hecho y siguen haciendo estos pastores de pacotilla.

    Que Dios les perdone, yo no puedo hacerlo, pido justicia y tienen que pagar por todos los mitos, engaños, robos,torturas, imposiciones y brutalidades que han hecho....solo un autentico, reconocimiento de sus faltas, pidiendo perdón y dejando al pueblo de Dios en el poder, para depurar todas sus blasfemias y desmitificar a Cristo, para hacerlo uno igual a todos nosotros....tal vez así, haciendo una nueva Iglesia de Amor y borrando por completo una Iglesia romana,tal vez...y no estoy convencido, lucharía por ella otra vez como lo hice en mi juventud....pero eso LO VEO IMPOSIBLE.
    Paz y bien Jose Antonio.....una pena, para mi esta iglesia esta tan llena de basura que no puedo estar en ella, cuando la limpieis por completo llámame querido Jose antonio estaré en el cielo, pues no pienso que lo consigais en cientos y ciento de años, mas bien creo que las futuras civilizaciones, comentaran, que hubo una mitología egipcia, una mitología griega y romana y también una mitología cristiana y que la humanidad fue engañada por todas ellas, pero que gracias a Dios habían desaparecido en una unión espiritual mundial y que igual que la Cibeles en Madrid, Cristo tendrá un monumento en el Bernabeu, para celebrar el gol de Iniesta que estos jerarcas sacan en sus panfletos contra la eutanasia.

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  2. Hola Miguel:

    Comentas que has perdido la confianza en la Iglesia y crees que el cristiasnimo está llamado a desaparecer, es una postura que no comparto pero considero legítima.

    En mi experiencia la Iglesia tiene muchas más cosas "buenas" que "malas" y la espiritualidad y el amor forman parte de lo humano siempre, por lo cual miemtras haya ser humano habrá "cristianismo" entendido en un sentido amplio más allá de confesionalidades.

    un abrazo.

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  3. Humano seria que en el seno de la Iglesia lo femenino tuviera un papel activo en la toma de decisiones. Lo siento José pero yo no veo humanidad en un circulo de hombres. Lo que distingue y le da carácter otorgándole valor al termino "Humano", es que aglutina e integra a los que componen la humanidad. Que hay de fomento de la diversidad de genero, de lo humano en el seno de una Iglesia de raíces cristianas o en un circulo cerrado de hombres donde la "Relación" y las "Relaciones" son el medio a través del cual se expresa la Espiritualidad y la Humanidad ?. Nada, es humanamente y espiritualmente una mutilación. Esa es la base, si falla que se puede esperar de lo que en ella crezca ?.

    Posiblemente la maldad se pueda zanjar mediante el misterio del mal, pero...., esta contradicción básica no la hace desaparecer ni la virtud teologal.

    Creo sinceramente que la organización eclesial se ha adueñado de la palabra "Humanidad", y ahora quieren hacerlo de la palabra "Paz", se quieren adueñar de lo divino y angélico del ser humano, adorando una falsa imagen de moral cristiana que no es mas que un circulo cerrado de pensamiento unilateral. Y eso no es paz ni humano, si no violencia psicológica contra lo femenino, por que crea división y fragmenta.

    Tu balanza que sobre_pesa y da una estimación mas positiva que negativa a la Iglesia, esta trucada.

    Juan Manuel

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  4. De perfecto acuerdo Juan y a ti josé Antonio que Dios te ilumine, tu ceguera respecto a una institución que pisotea los derechos humanos y el mensaje de Cristo.

    Un abrazo fraternal a todos.

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  5. Respeto vuestra opinión pero no la comaprto, creo que identificais la iglesia con al jerarquía y os olvidais de todos los cristianos y cristianas de bas, de sus comunidades, de su labor diaria de compromiso con los que sufren, en fin... Me parece que identificar a todos los no católicos con los antireligiosos intolerantes (lo que hacen algunos católicos) es como decir que todos los cristianso son esto o lo otro. Lo de decir que Diso me ilumine me parece un poco paternalista la verdad, muy clerical por cierto... je,je... en fin, pienso que esta dicho con cariño.

    En fin creo que conocernos nos ayuda a entendernos y a matizar, creo que hay mucho que mejorar y criticar en la iglesia y en la sociedad no religiosa también...

    Esperemos que ese diálogo nos permita conocernos y comprendernos, ayudándonos a humanizarnos entre todos. El camino no pasa por destruir al otro sino pòr integrarnos y entrar en comunión sin perder cada uno nuestra identidad.

    una abrazo.

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  6. Yo no confundo Iglesia/Jerarquía, sostengo que se reflejan en un patrón recurrente de misoginia frente a lo femenino con sus círculos cerrados, y por supuesto obras son amores, y esta Iglesia/Jerarquía estoy seguro de ello realiza obras y amores. Como muchas organizaciones de carácter laico. Ahora bien que esta Iglesia ose autorevelarse como "Cristiana", seguidora de "Cristo". Hombre José que lo diga un Agnóstico que es Cristiano tiene sentido donde de haber círculos seguro son mixtos y la figura de la mujer cobra un valor enorme como elemento activo con capacidad de decision. Pero que me lo digan los que pertenecen a la Iglesia del Papa....En fin no creo que Jesús fuera Misógino y lo que ello implica en la construcción de una verdadera sociedad cristiana, donde hombre y mujer conviven en comunión bajo las mismas piedras de un monasterio para los que gusten. Lo de la integración cristiana no es un titulo, ni una buena intención caritativa.

    Por tanto yo a esa Iglesia la acepto y la aplaudo en sus buenas obras, incluso si es necesario se le financia. Pero tenéis que quitaros el titulo de cristianos. Cristianos a medias no vale.

    !Que sois unos tramposillos, pero buena gente.

    Juan Manuel

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  7. Perdon quise decir "Gnostico"..no Agnostico.

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  8. Para ti los católicos no son cristianos parece que me vienes a decir, y según dices en todas las comunidades católicas se margina a la mujer.

    Creo que hay muchas comunidades católicas donde hombres y mujeres convivenen igualdad.Es más gracias a la labor de muchos católicos y de muchas católicas muchas mujeres de muchas partes del mundo han mejorardo su vida y su situación. Quizá en parte ahn hecho más que muchos que hablan de la defensa de lso derechos de la mujer pero no hacen mucho por ellos en lo concreto.

    Ya digo que no es lo mismo iglesia que jerarquía.

    Y aquí no hay ninguna trampa, simplemente hay que ver el conjunto de la plural realidad eclesial.

    Creo en la integración de tod@s más allá de ser o no cristianos, en un laicismo inclusivo, es este un espíritu de pluralismo que se puede dar o no en el cristianismo y fuera de él. pero no es anticristiano, desde luego. Si excluimos lo cristiano (o cualquier otra perspectiva) de la integración esta no sera verdadera.

    Es curioso que alguien que no se considera cristiano de certificados de cristianismo o no a los otros... en fin, no creo que ese sea un buen camino para dialogar y yo no voy a decir si tu eres o no lo que dices ser...

    El camino pasa, ya digo, por conocernos mejor y aprender a ponernos unos en el lugar de lso otros para podr caminar juntos, desde el respeto... que no excluye la crítica

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  9. No he realizado un estudio sociológico de las diferentes comunidades y su papel integrador de lo femenino, ni la ayuda prestada a las mejoras de las condiciones de la mujer en la actualidad. Como tampoco he entrado en la historia y como fueron aniquilados diferentes corrientes del pensamiento cristiano en el pasado. La Iglesia católica si se que fue la vencedora y de sus luces y sombras hemos bebido.

    Ahora bien puedo transmitir una percepción general que aglutine el pasado y el presente?, claro que puedo y tengo seria dudas de que esa percepción sea positiva en líneas generales, fruto de ello deviene la crisis que corroe sus cimientos.

    Es la corriente Paulina que nos ha traído hasta el día de hoy la que mejor expresa la filosofía humanista de Jesús ?

    Existe una corresponsabilidad de las diferentes comunidades en el sostenimiento de la jerarquía?

    La liturgia que practican estas comunidades están bajo la misoginia compulsiva de la jerarquía eclesial?

    Pues la cosa esta complicada, tan compleja que al final el pensamiento Gnóstico se esta implantando, donde en lo concreto el individuo se comunica directamente con Dios sin intermediarios, y es en lo concreto donde el individuo se relaciona con la mujer frente a Dios, y es en lo concreto donde el padre y la madre educa a sus hijas frente a Dios sin supervisión de una Iglesia, y es en lo concreto donde los individuos se reúnen para dar soluciones, y es en lo concreto donde uno vive y se relación en todos los niveles con las mujeres....

    En lo concreto, es donde la partida de la Iglesia ha perdido la credibilidad, no en el abstracto mensaje de positivismo de las comunidades bajo el yugo de la jerarquía eclesial, que por lo visto es la bomba...

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  10. Para mí Juan es precisamente en lo concreto donde la Iglesia, los católicos de a pie, ganan la partida a la desesperanza, a la injusticia, etc... por encima de instituciones, pasados de un tipo u otro y demás elucubraciones...

    Conocer el día a día de mucha gente que se compromete colaborando contra el paro, con los transeuntes, con las mujeres maltratadas, etc...

    Eso es muy concreto y conozco pocos de estos ambientes que se declaren gnósticos suele ser gente sencilla (que no simple) que hace lo que en conciencia cree necesario, le parezca bien o mal al jerarca, al fundamentalista, al agnóstico, al ateo sofisticado o al gnóstico de turno.

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  11. José, hacer en conciencia en un ejercicio de autoresponsabilidad es patrimonio de toda la humanidad, sea ateo, hindú o del Rayo Vallecano, puede ser que el cristianismo incorpore de serie esa característica común a todo ser humano con derecho a ejercerlo. Estamos en terreno neutro y las valoraciones son globales a la especie. Otro aspecto es el espiritual, el cual también es patrimonio de la humanidad.

    Pero aquí no hablamos del ser humano en general, si no de un modelo "El cristianismo" de la Iglesia de Pablo, basado en la figura de Jesús y su posterior aplicación en todos los ordenes de la vida, eso necesita de una Iglesia/jerarquía viva y unas bases que se supone han de aportar un plus, en tanto el humanismo no es patrimonio del cristianismo, si no que el cristianismo es patrimonio del humanismo, de tal forma que una buena forma de encararlo es que el Ateo o el del rayo vallecano con una ética humanista sepa valorar esos mismos valores en otro "ismo" como es el cristianismo y viceversa.

    Es frente a estas consideraciones donde cobra sentido entender si el modelo actual del cristianismo y su Iglesia católica esta en crisis frente a al ejercicio de humanismo en el resto del mundo, si la defensa de los derechos de la mujer incorporándola al proceso de integración esta al mismo nivel que en otras organizaciones sean de carácter laico o religioso. Si da respuesta a la ciencia, espiritualidad, a la superoblación, a la política, a la ética humanista...

    Yo pienso que el balance es negativo, pero puedo estar equivocado sin minusvalorar su aportación positiva, pero poniendo en solfa y dudando si esta Iglesia realmente es cristiana mediante el ejercicio de Jesucristo y su Iglesia como salvadora del mundo, o como una colaboradora mas que necesita muchas mejoras....., y que en algunos casos mas que ser una solución es parte del problema.

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  12. Querido Juan:

    creo que comparto en esencia lo que dices, me parecía que lo cristiano quedaba excluido en otras intervenciones tuyas, de ser parte de lo humanista, naturalmente en ocasiones los cristianos no han ayudado sino perjudicado, como muchos otras grupos laicos o religiosos, en esto lo veo igual.

    De todas formas, lo cristiano no es lo jerárquico ni el magisterio es única respuesta cristiana a muchas cuestiones de hoy, el proyecto de una ética mundial por ejemplo es un proyecto de Hans Küng, un teólogo cristiano por ejemplo con el que podeos coincidir o no pero que indica el pluralismo eclesial.

    En fin, para mí las respuestas son las que se dan en el compromiso diario y no tanto en lso discursos o teoráis que también son necesarias.

    Y en el campo social el número de cristianos es muy numeroso, en especial, en donde casi nadie quiere estar. Eso para mí es la respuesta eficaz.

    En cuanto a que dudes del carácter cristiano del catolicismo es muy diferente a negárselo como me pareció hacías en otro momento.Yo por ejemplo puedo pensar que en el fondo eres mucho más católico de lo que afirmas, pero bueno es mi visión que no tiene porque ser verdadera.

    Dices que para ti el balance es negativo pero no minusvaloras su aportación positiva. Para mí el balance es positivo con elementos negativos, de hecho, en mi opinion el humanismo moderno actual no sería el mismo sin la aportación del cristianismo, no en vano ha nacido en el seno del mundo cristiano.

    Creo que matizar y plantear la propia opinión como eso, sin absolutizarla, ayuda mucho al diálogo y a no satanizar a nadie (siempre el otro), ni a beatificar todo lo propio.

    un saludo.

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  13. No conozco a Juan, pero lo veo, con conocimiento, es estupendo vuestro empeño, en demostrar, lo que en vuestro interior aflora como una fuente.

    Defender, una institución, machista, paulina, es muy difícil,por ello, Juan gana, para mi esta discusión.

    Veo, a Jose Antonio, con mas corazón, que razón, en la defensa de una Iglesia, apartada de Cristo.

    Y es de admirar su empeño, en ver lo positivo, que hay en ella, pero yo soy de los que sostienen que el fin no justifica los medios.

    Claro, que mi deseo de clarificación, esta hecho con
    cariño, y puede que asome mi paternalismo, de persona mayor....tengo 70 años ya.

    Cada persona, debe de encontrar, su camino, y yo soy de los que no le gusta el proselitismo, por eso no tengo quien me siga, ni lo quiero.

    Cada uno debe ser su propio maestro, pero de estos encuentros, surge la luz, aunque esta sea tenue, pero maravillosa.

    El problema es que la Iglesia, tiene una crisis, de una profundidad tan enorme, que su jerarquía, no va a poder solucionar, pues ella es el problema, Hans Küng
    lo tiene muy claro, pero nadie le va hacer caso:Darle a Cristo su verdadera dimensión, que no es otra que elevar a la humanidad hasta El....todos somos Cristos vivos, pues mientras lo mitifiquen, los seres humanos, no podrán, ver en El un ejemplo, pues nadie puede parecersele, ni llegar a su altura.

    Cuando les decimos que todos, tienen a Dios encarnado en su interior, como Cristo, y que como El pueden decir, que Dios y nosotros somos lo mismo, el cristianismo puede fortalecerse, pero si solo es un mito, y no es igual a todos nosotros....para qué queremos otro Dios Cristo, además del verdadero, que nos impone su grandeza humana, imposible ni de igualar y mucho menos de superarla, como debía de ser si fuera un verdadero maestro....el alumno debe de superar al maestro....esa es la esencia del conocimiento y del maestro autentico, así mitificado Cristo solo es una fantasía

    Un abrazo en Cristo mi hermano, y mi igual.

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  14. Un abrazo Miguel Angel, me parece hablas desde el corazón, desde mi punto de vista el cristianismo no es la jerarquía de ninguna confesión, si bien me parece injusto negar todo lo bueno que hace mucha gente que está en el catolicismo (a veces me parece que se habla más desde una herida que no se ha curado que desde la razón), pienso que la crisis es no ya de la iglesia, es global, afecta a todo y todos, me parece que en pocas instituciones se relexiona tanto como enla católica sobre su esencia y su futuro, con todas las tensiones que queramos. La iglesia (pueblo de Dios) tiene mucho que decir y posiblemente lo seguirá diciendo cuando muchas cosas que ahora están de moda desaparezcan. La iglesia es más que la institución actual, no sabemos cómo será en el futuro, pero no dudo que será de algún modo.
    A veces me acuerdo de Pablo dando golpes a la Iglesia hasta que se dió cuenta que era como dar golpes contra un aguijón, que nos hacen más daño a nosotros que al pincho. El futuro en cualqueir caso es plural y de convivencia,pienso que ya no habrá cristiandad al estilo medieval, gracias a Dios. Y creo quie niuestreaiglesia será más plural y más fraterna.

    un abrazo fraternal.

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Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


Mi camino...

el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.