El Tribunal Constitucional le ha hecho, indebidamente, el trabajo sucio al PP. Los magistrados conservadores han procurado ralentizar el proceso post estatutario y han demostrado de nuevo un control de la situación judicial muy superior al de sus colegas progresistas, incluyendo en este bloque a la presidenta María Emilia Casas, que ha proyectado una imagen de impotencia y debilidad, impropias de quien ostenta tan importantísimo cargo. Le ha faltado coraje y valentía. Y ha confundido la prudencia con el acoquinamiento frente a la derecha judicial y, probablemente, política.
La desafección
Cuando José Montilla reprochaba el otro día al PSOE ser en exceso timorato y le acusaba de no plantarse -sin miramientos ni miedos- ante el PP, no estaba diciendo una machada tabernaria, sino que estaba describiendo una realidad, sin duda matizable, que no debiera el Gobierno Zapatero minimizar. Montilla empezó a hablar de desafección de Cataluña en relación a España hace un par de años más o menos. No se equivocó en su advertencia o en su vaticinio. Si el Estatut hubiera podido convertirse en una victoria indiscutible para el Gobierno Montilla otro gallo cantaría a estas horas.
Ámbito judicial
En el ámbito judicial, la política global del Gobierno de España ha sido errática y escasamente eficaz. En seis años, Zapatero ha contado con tres ministros de Justicia. A uno de ellos, Mariano Fernández Bermejo, el presidente le cortó el cuello y ofreció su cabeza en bandeja a la jauría mediática y, por supuesto, a Génova 13, que exigían su destitución. ¡Increíble pero verdad! Lo cierto es que hoy por hoy -entre los falangistas, las manos limpias y el PP- en el Supremo han derrotado al juez Baltasar Garzón. El nombramiento de Carlos Divar para la cúpula del Supremo y del CGPJ fue otro patinazo vergonzoso, que se está pagando muy caro y lo que te rondaré morena.
Notorio fracaso
En este contexto, el Estatut ha sido percibido por la mayoría de los ciudadanos catalanes como otro notorio fracaso judicial. En un primer momento, el fallo del Constitucional dio la impresión de que serviría para restablecer la paz –sin demasiados entusiasmos, ciertamente- y, sobre todo, para tender puentes urgentes entre Cataluña y el resto de España. Muchos creímos que, atendidas las circunstancias, el resultado no estaba del todo mal, sino más bien lo contrario.
Un espejismo
Fue sin embargo un espejismo. La sentencia completa -divulgada un día antes de la manifestación- se caracteriza básicamente por lo que cabría denominar como el arte del Constitucional de meter el dedo en el ojo de los catalanes y cuantas más veces mejor. La letra y la música han enojado a la ciudadanía y con razón.
Vuelo gallináceo, no
La derecha fue la responsable de lo que está sucediendo y lo que aún puede suceder. Su comportamiento relativo a Cataluña fue maligno y lo sigue siendo. Pero el Gobierno español erraría gravemente si pensara que la manifestación de ayer no requiere una reflexión a fondo, medidas veloces para paliar el mal ya hecho con la provocadora sentencia del Constitucional y, sobre todo, una apuesta política que no caiga en el vuelo gallináceo y sí en una visión panorámica de la realidad.
A cuatro meses vista
Si no hay rectificaciones cuanto antes, la situación puede agravarse hasta el punto de que los independentistas lleguen pronto a ser mayoritarios en Cataluña. ¿Será capaz el presidente Montilla –que ha actuado de forma sobresaliente en este episodio- de remontar el marcador de los sondeos, que dan por perdida la Generalitat? ¿Recibirá los apoyos imprescindibles de Zapatero? Las elecciones catalanas se hallan a cuatro meses vista.
¿Caerá Barcelona?
Y luego, en mayo, las municipales y autonómicas. ¿Caerá Barcelona, como parece? ¡Ojo!, porque después algunas cosas pueden ser ya irreversibles? Es hora, pues, de una rigurosísima política de Estado, teniendo en cuenta, por otra parte, que el PP no hará más que poner palos en la ruedas de las posibles soluciones. La manifestación de ayer les ha hecho felices a los conservadores. Lenin a tope, como insinuó Cospedal. Cuanto peor, mejor.
Enric Sopena es director de El
Enric Sopena, está fuera de orbita, lo veo en la Noria y no tiene equilibrio emocional.
ResponderEliminarEl PP no tiene culpa que el estatuto, tuviera puntos inconstitucionales.
Cataluña no es una nación ,España es la nación.
Y el español es el idioma de España,el vasco el gallego y el catalán o valenciano, son lenguas regionales y nunca pueden anular al español, pues eso indicaría, que los españoles sean vascos o gallegos, no podrían hablar el idioma común en cataluña.
Nadie quiere anular el catalan en cataluña, pero yo como navarro, quiero hablar español en Barcelona y que no me sienta extranjero en mi nación.
Si quieren la independencia, que lo hagan legalmente y si la constitución no pueden cambiarla, que declaren la guerra a España o que dejen de marear la perdiz.
La federación de España, cada vez está mas lejos e incluso Portugal, querría unirse a España para tener mas peso en Europa, una Iberia global, con Portugal, Gallegos, Vascos Catalanes, Valencianos andorranos y gibraltareños unidos darían mas fuerza a la peninsula.
Un abrazo Jose Antonio.
Para lograr esa unión que creo sería muy buena debemos superar el nacionalismo españolista que ha marginado a "las otras" españas, quizá la mayor fuerza disgregante sea ese españolismo que ignora que también es un nacionalismo excluyente y pretende ser la única forma de ver lo español.España creo que es una nación plurinacional y ni siquiera siglos de política centralista han conseguido ni creo que consigan erradicar esa realidad plural.
ResponderEliminarsaludos.
Si eso es así, lo tenemos claro, no hay solución.
ResponderEliminarPues si cada uno tira para lo suyo,España se deshace y solamente una república federal,con Portugal y sin la corona española, tal cual quieren los socialistas seria lo mejor, cosa que muchos millones de personas no quieren.
....no lo veo claro.
Si Portugal y Brasil, aceptan lo español, el peso de España en Europa y el mundo,aumentaría, pero si hacemos reinos de taifas, dividimos y diluimos Iberia, tenemos un gran capital en el idioma, que es hablado por mas de quinientos millones, pero borrar el español,nos merma.
No puedo ver solución, en la república federal ,y soy republicano,y nunca me ha gustado el nacional catolicismo, con una corona puesta por Franco,pero, como decía aquel, que me quede como estoy, si vamos a acabar con el idioma, que mas personas lo hablan en el mundo después del chino y del ingles.....no entiendo que los vascos y los catalanes, quieran acabar con eso.
un abrazo Jose Antonio Vazquez.
Precisamente para evitar esa ruptura debemos construir un pais en el que quepan todos, hemos construido la unidad desde la exclusión de la diversidad (hasta ahora lo que estuvo prohibido por ley era el catalán, el vasco o el gallego),esa es nuestra historia, seguir igual no es la solución, pienso, hemos de aprender a construir desde la inclusividad, siempre las posturas moderadas e incluyentes son mejores que los exclusivismos del nacionalismo españolista o del independentismo diverso.No hay que generalizar y hablar de vascos o catalanes en general ¿no? La mayoría se siente español y catalán , siempre que por español no entendamos antivasco o anticatalán, es es lo que parece que entiende cierto nacionalismo español excluyente. No sé si la solución es una república federal, en cualquier caso, la nación más poderosa del mundo lo es y no parece irle mal por ello. Pensamos que los nacionalistas son los vascos o los catalanes y no vemos las posturas de exclusividad y de separatismo de cierto nacionalismo españolista que quiere acabar con la cultura catalana, gallega o vasca.Ese desde luego no es el camino, creo.Ni es el sentir de las mayorías actuales, debemso ser suficientemente maduros para atender la legitimidad de todos los interese en cuestión y no imponer un modelo que excluye a los demás.Creo que sí hay un camino viable desde esa posición, desde los radicalismos desde luego sería mucho más difícil.
ResponderEliminarEstamos de acuerdo, pero creo que no se quiere acabar con las culturas vascas o catalanas, los nacionalistas españoles, que intenten eso, fracasaran.
ResponderEliminarSi estoy en el PP, es precisamente, para frenar a los nacional católicos, y activar un centro reformista, que implique a mas personas, a trabajar para unir en vez de para separar.
Gallardón, creo que es la clave.
un abrazo.