A lo largo de mi vida me he topado con algunos homófobos.
Y siempre he podido comprobar que se trataba de homosexuales reprimidos que pretendían ocultar sus inclinaciones ridiculizando e insultando a los gays.
En realidad, resulta alarmante el número de autodenominados cristianos que justifican y alimentan su homofobia al socaire de las Sagradas Escrituras.
Esto es ridículo porque las condenas de la homosexualidad en la Biblia son escasas, difusas y fragmentarias. Algo que no ocurre con pecados condenados insistentemente como la soberbia, la codicia, el robo o el odio.
Y la homofobia es, esencialmente, una manifestación de odio.
De hecho, es incuestionable concluir que ser cristiano y homófobo son magnitudes totalmente incompatibles.
Por consiguiente, resulta un insulto apelar a la Palabra de Dios para racionalizar un odio que, además, en el caso de los homófobos, nace de conflictos internos.
Ciertamente, no hay que ser muy avispado para comprender que, tras la fachada de religiosidad de los “homófobos cristianos”, borbotea un aborrecimiento que se manifiesta en burlas, puyas, ridiculizaciones, calumnias…
Por ello, a quienes no tenemos nada que ocultar, nos duele mucho que la Palabra de Dios se convierta en un baúl del cual extraen los intolerantes versículos, alegorías y sentencias que racionalizan sus fobias, complejos y simple maldad.
La homofobia, una enfermedad social incompatible con el cristianismo
Como ya he comentado, la homofobia nace del odio y esto, por definición, es incompatible con el mensaje de Cristo.
Por otra parte, conviene proclamar que si bien la homosexualidad no es una enfermedad, la homofobia sí lo es. Y, no menos importante, insisto que es un grave pecado, toda vez que atenta contra la esencia del cristianismo: el amor.
Así, los homófobos van creando y consolidando un marco de referencias agresivo contra los gays y lesbianas. Los enmarcan como seres peligrosos, viciosos, ridículos, anormales y enfermos.
Sin embargo, opino que estas descalificaciones encajarían a la perfección con el homófobo medio.
Ese marco de referencias agresivo es el cimiento para acciones de violencia política (que cristaliza en la desigualdad legal) o social, mediante el escarnio público, las burlas y las difamaciones.
La homofobia es una enfermedad psicosocial que se define por miedo y odio irracional a los homosexuales. La homofobia pertenece al mismo grupo que otras enfermedades sociales similares como el racismo, la xenofobia o el machismo.
Este grupo de enfermedades se asocia con el fascismo y se fundamenta en el odio a otros, a los cuales se contempla como una entidad ajena y peligrosa, con valores particulares y extraños, amenazadores para la sociedad y lo que es peor, contagiosos.
La homofobia, como todas las variantes del fascismo, prepara siempre las condiciones para el exterminio.
En realidad, el homófobo arremete o busca que otros agredan y marginen a los homosexuales.
“En el amor no hay temor…”
Obviamente, la homofobia, cuya materia prima es el odio y el miedo, resulta absolutamente incompatible con Cristo… “En el amor no hay temor, porque el amor echa fuera el temor”, enseñan las Sagradas Escrituras.
Muy al contrario, los homófobos bullen de odio y desean el perjuicio de los homosexuales que, en la mayoría de los casos, reflejan sus fobias, deseos ocultos y desajustes emocionales.
Como podemos suponer, las posturas de odio hacia los homosexuales resultan jaleadas desde las dehesas fundamentalistas “cristianas” (que de cristianas solo tienen el nombre).
Sin embargo desde esos ángulos de integrismo “cristiano” se defiende el capitalismo más brutal, la explotación, el enriquecimiento a costa de los más débiles y pacíficos…
Sí, el integrismo cristiano lleva tantos años defendiendo el saqueo de los ciudadanos honrados y apacibles por los lobos de las finanzas y el capital, que hasta pretenden robarnos a los demás la Palabra de Dios para poderla interpretar y manipular a su conveniencia.
Pero yo, particularmente, prefiero quedarme con el amor antes que con el odio a los homosexuales. Quizá porque Cristo predicó el amor, quizá porque yo no tengo nada que disimular… quizá por ambos motivos.
gustavovidalmanzanares.blogspot.com
Afortunadamente cada vez hay más países que se van abriendo a reconocer derechos básicos de las personas. Pese a las hordas reaccionarias.
ResponderEliminarNi el "Amor" es una preferencia ni la "Homofobia" una elección. De suerte que autodenominarse "Ser Amoroso" es una auto_publicidad que necesita de su opuesto para considerarlo un valor "El Odio". Sin esos pecadores no habría "Santos" autopublicitandose. El santo debería comprender, que lo hace a el moralmente mejor que ha su hermano "Lobo Homofobo", y llegara algún día quien sabe a caer en la cuenta, que tanto el amor del que presume como la homofobía de la que se diferencia son la misma cosa expresándose..
ResponderEliminarSi el peso moral del "Sexo" tuviera el mismo valor que el "Comer pipas", nos libraríamos de los Pipa_fóbicos y los Santos amorosos de los come pipas.
Se acabaron los problemas, los odios y los santos.
Por eso no hay temor en el verdadero amor que es el estado natural de cualquier ser donde el sexo es como comer pipas, bueno algo mas divertido.
Un saludo
Eco
El rechazo de relación sexual con otra persona del mismo sexo es consecuencia de la diversificación impuesta por la naturaleza para favorecer la reproducción de nuestra especie. Como la "naturaleza" es la resultante de un proceso evolutivo, en cada momento analizado, digamos que el rechazo puede ser tambien algo "natural" para quienes nacen con un programa sexual estándar.
ResponderEliminarOtra cosa es la fobia que resulta de una educación basada en la interpretación dogmática de la naturaleza. No creo que haya que apelar a Cristo para explicar, en nuestra etapa histórica, que la homofobia - o cualquier otra fobia social - es un producto cultural más que se puede contrarrestar mediante la educación y el mejor conocimiento de la realidad humana.
Opino que tampoco cabe cargar demasiado la mano contra aquéllos a quienes simplemente "chocan" algunas de las manifestaciones esperpénticas de la homosexualidad (o de la heterosexualidad). Hay gustos para todo y expresar sensibilidades no debe ser sistemáticamente considerado una forma de agresión. Pero ése es ya otro tema.
Hola:
ResponderEliminarEfectivamnete también me alegro de qeu avancen los derechos humanos y me entristece que ese avance se vea impedido enm ocasiones por las jerarquías eclesiácticas de todo tipo.
No creo que sea igual ser respetuoso que odiar o perseguir a los demás, no todo es igual, el relativismo se autodestruye porque también el relativismo sería relativo negandose a sí mismo.
Naturalemnte no es lo mismo el ser heterosexual que el ser homófobo, en absoluto.Má sbien es incompatible, la homofobia suele esconder una homosexualidad latente y reprimida.
Lo de que la sexualidad sea una pura cuestión de evolución natural es muy dicutible, ya que en le hombre la cultura ejerce una fuertte influencia y actúa como una especia de naturaleza.
La homofobia como cualqueir odio racial o religioso no es simplemente un estadio evolutivo, es una enfermedad del espíritu, que naturalmete no necesita de la doctrina cristiana para ser contrarrestada, la simple razón humana es suficiente, si bien para los cristianos el mensaje cristiano es un modo de reforzar lo que la razón nos dice: que la homofobia es una enfermedad y una forma de odio, algo inhumano y no cristiano.
Ya hay 10 países con el matrimonio gay aprobado, pero hay que continuar la lucha hasta que sea en todos.
ResponderEliminarSaludos
Me pone muy contento saber que hay gente en la Iglesia que nos apoya a los homosexuales, a veces pienso que no, y por eso prácticamente no salgo de mi comunidad, donde sí que me aceptan. Muchas gracias :)
ResponderEliminarUn saludo!
Hola Andrés:
ResponderEliminarCreo que la iglesia es mucho más amplia que lo que aparece como iglesia oficial y que en realidad es una parte de la iglesia jerárquica, todavía hay mucho camino que recorrer en las iglesias para una plena aceptación de la homosexualidad, si bien ya son muchos los que van abriendo el corazón a lo que el Espíritu y la razón nos piden. Un abrazo.