"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Un monacato mixto en la ciudad: Las Fraternidades Monásticas de Jerusalen



Tomado de http://www.zenit.org/article-990?l=spanish

Son monjes del siglo XXI: armonizan la vida monástica de oración y ascética con trabajos en oficinas o empresas, en ocasiones en las grandes ciudades. Estamos hablando de los monjes y monjas de las Fraternidades Monásticas de Jerusalén que ahora cumplen sus 25 años de vida.

El padre Padre Pierre-Marie Delfieux, quien fundó esta nueva familia religiosa con la aprobación del anterior arzobispo de París, el cardenal François Marty, explica. «Somos ciudadanos, hombres y mujeres, que viven en el corazón de la ciudad; cada uno de nosotros tiene un trabajo dependiente con tiempo reducido, alquilamos nuestras casas. No tenemos propiedades privadas, queremos ser pobres, como San Francisco».

Tras dos años de vida eremítica en el Sahara, en Assekrem, el padre Delfieux, antiguo capellán de la Sorbona, decidió seguir su misión en el corazón de las ciudades. Inspirándose en la oración de Jesús --«Padre, no pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal»-- los monjes y las monjas de Jerusalén, como él dice, «se esfuerzan en llevar la oración a la ciudad y la ciudad a la oración, crear un oasis en el "desierto" de la soledad, de la inquietud, de la búsqueda o de la indiferencia, dando vida a un espacio de silencio y de oración, que sea al mismo tiempo un lugar de acogida y de encuentro».

Hoy, estos «vigías sobre los muros de la ciudad» son 150, entre hermanos y hermanas. Están muy presentes en París, donde son unos sesenta, en Estrasburgo, en Vézelay, en Florencia, en Magdala y en Lourdes-Ossun. En los próximos días, algunas monjas se instalarán en Roma, en la Iglesia de San Calixto, y en Jerusalén, en la Casa de Abraham, ante los muros de la ciudad vieja. Se establecerán pronto en Bruselas, en la Iglesia de Sant-Gilles, y en el Monte Saint-Michel, custodiando una de las abadías benedictinas más sorprendentes de la historia.

Para recordar la primera liturgia cantada, que tuvo el 1 de noviembre de 1975 bajo la cúpula de la iglesia de Saint-Gervais de París, el próximo miércoles --fiesta de todos los Santos-- el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, se unirá a los hermanos y hermanas de la Fraternidad de Jerusalén a las once de la mañana.

Los 150 miembros asistirán a la consagración del nuevo altar de la iglesia y «darán gracias al Señor por todo lo que les ha permitido vivir» en estos 25 años. Esa misma tarde, el cardenal Paul Poupard, presidente de Pontificio Consejo para la Cultura, les dará una conferencia sobre el tema «Evangelizar a través de la belleza».

Desde 1996, previa aprobación de las congregaciones romanas, las Fraternidades monásticas de Jerusalén se han transformado en institutos religiosos, que se organizan, se administran y se financian con autonomía.

Mantienen también un lazo directo con la iglesia diocesana, en la línea indicada por el Concilio Vaticano II. Aún viviendo en medio del ruido y la confusión de la ciudad, los monjes y monjas, cuya edad media está en torno a los 35 años, se reservan tiempos y lugares de silencio y de oración, en un espíritu de comunión.

Tres veces al día, se reúnen en la iglesia que les ha sido confiada para cantar, en polifonía. Por la mañana celebran laudes con las que se preparan para ir al trabajo. A mitad de la jornada (durante la pausa del trabajo) se reúnen para participar en el oficio de lecturas. Ya e la tarde, las vísperas y la eucaristía congregan a estos monjes del siglo XXI al final de su jornada laboral.

¿Una vida difícil y complicada? «No tanto como se podría creer», asegura el padre Delfieux. En torno a estos médicos, ingenieros, farmacéuticos, enfermeras y secretarias (la mayor parte de los miembros de la comunidad han acabado estudios universitarios), que tratan de conjugar los valores de la vida activa con los de la vida monástica, se han constituido una veintena de Fraternidades laicas, las Familias de Jerusalén, que cuentan con 800 miembros.

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el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.