No hay duda de que el Occidente moderno ha probado ya todo tipo de proyectos culturales centrados en una gran diversidad de intereses, y parece que ninguno de ellos ha sido capaz de dar respuesta a la situación de injusticia, fragmentación y sinsentido que acompaña a nuestra civilización.
Occidente parece haberlo probado todo menos un proyecto que proponga la dimensión espiritual como la dimensión esencial de toda antropología y toda cultura verdaderamente humanas.
No hay duda de que en Occidente hemos conocido proyectos culturales centrados en la religión. Pero aquí no hablo de religión, sino de espiritualidad. Es decir, de experiencia espiritual, más allá de la forma religiosa o no que esta revista.
Distinguir ambas dimensiones es una de las urgencias de nuestro tiempo. Distinguir no es enfrentar sino evitar confundir la forma (religión) con el contenido que vehicula (espiritualidad).
Creo que la traición del Occidente moderno a la espiritualidad comenzó con la opción hecha durante la reforma gregoriana por una Iglesia convertida en un poder preponderante sobre la sociedad. Este tipo de Iglesia burocrática y estatalizada fue denunciada por san Bernardo en su libro, “De consideratione”.
Las alternativas que sustituyeron a este modelo teocrático tampoco han recuperado la dimensión espiritual, sino que más bien, han renegado de la espiritualidad, reduciendo la vida humana a la política o a la economía.
Los frutos de este desarrollo moderno son conocidos, un espectacular avance científico y técnico, acompañado de una situación social de injusticia generalizada y de vacío o angustia. ¿No es hora ya de dar una oportunidad a la espiritualidad?.
El problema es que un proyecto basado en lo espiritual no se diseña desde un despacho o se fabrica en un laboratorio, necesita ser recibido de otros, de Otro. Necesita de maestros espirituales que puedan transmitir la experiencia. Y lo cierto es que los diversos poderes que han gobernado nuestra civilización (religiosos o laicistas) han marginado, confundido, cuando no, aniquilado, las escuelas de espiritualidad occidentales.
Una nueva corriente espiritual, una nueva cadena de transmisión, heredera de las antiguas pero renovada es cada día más urgente. El ecumenismo es un excelente caldo de cultivo para desarrollarla. El monacato, abierto a todos, debería encontrar ahora su momento. Y por desgracia, las comunidades monásticas están aún sumidas en un letargo decadente, mucho más identificadas con una vida de piedad, devoción y ritualismo que comprometidas con la búsqueda de la contemplación y el compromiso solidario por el Reino.
Es necesario un nuevo monacato, ecuménico, laico, comprometido, que sea la escuela de los maestros espirituales que Occidente necesita.
Tienes razón se necesita el Compromiso.
ResponderEliminarUn cristiano comprometido puede cambiar el mundo.
Más que una religión se necesitan líderes espirituales.
Comparto tu reflexión, el compromiso con la vida no puede quedar en el ámbito religioso, hace falta ese cambio que ofrece una perspectiva más amplia, abierta a la totalidad. Lamentablemente las estructuras religiosas sólo buscan su propia permanencia y eso dificulta la salida.
ResponderEliminarGracias, con afecto.
Una nueva corriente espiritual, una nueva cadena de transmisión, es bello; pero hay que contra con el hombre, con sus necesidades de seguridad, de poder, de autoafirmación..., y sin darnos cuenta, pronto, estaremos oyendo que otros dicen que las nuevas estructuras les asfixian. La renovación es necesaria, pero que fácil huir de lo que hay en busca de un paraiso que está en nuestra mente. Sólo al coger el barro se sabe lo dificil que es hacer una basija. Otro punto muy interesante de tu texto es la diferenciación entre forma y contenido, a los "rebeldes" nos cuestan las formas, pero en el zen se dice que forma y vacio son KU, y la postura de zazen es una forma que conduce, contiene, el vacio. Saludos
ResponderEliminar"Por desgracia, las comunidades monásticas están aún sumidas en un letargo decadente, mucho más identificadas con una vida de piedad, devoción y ritualismo que comprometidas con la búsqueda de la contemplación y el compromiso solidario por el Reino."
ResponderEliminarQuizá esté equivocado; pero considero que el cristianismo dejó de ser vivificante cuando dejó de ser gnóstico. Después vino su servicio al poder político, y deparó en algo vacío para el humano verdaderamente espiritual. Se quedó en algo exotérico o superficial y se margino lo auténticamente esotérico o profundo.
Pero aún lo que se considera profundo en el cristianismo, está deformado. El misticismo de los monjes del Medievo, despreciaba el mundo, luego despreciaba la inmanencia de la divinidad. Además estaba condicionado por la religión tal como deparó, un instrumento de poder y de control de las conciencias.
Creo que hoy, las ordenes contemplativas cristianas arrastran esa deformación como una inercia que hace que formalmente sean poco recomendables para el buscador espiritual.
El Zen puede regenerarlas
Luís Troyano