¿Puede cada quien, que es responsable del conflicto y miseria dentro de sí mismo y por ende en el mundo, permitir que su mente-corazón esté embotado por erróneas filosofías e ideas? Si vos que habéis creado esta lucha y sufrimiento no cambiáis fundamentalmente, los sistemas, conferencias, tratados ¿producirán orden y buena voluntad? ¿No es imperativo que vos mismo os transforméis, puesto que lo que vos sois es el mundo? Vuestros internos conflictos tienen expresión en desastres externos.
Vuestro problema es el problema del mundo y únicamente vos podéis solucionarlo, no otro; no podéis dejarlo a los otros. El político, el economista, el reformador, es, como vos, un oportunista, un astuto urdidor de planes: pero nuestro problema, este humano conflicto y miseria, esta existencia vacía que produce desastres tan angustiosos, requiere algo más que maquinaciones astutas, más que las superficiales reformas del político y el propagandista. Requiere un cambio radical de la mente humana y ninguno puede hacer que esta transformación se efectúe, salvo vos mismo. Porque lo que vos sois, eso es vuestro grupo, vuestra sociedad, vuestro líder. Sin vos el mundo no es; en vos está el principio y el fin de todas las cosas. Ningún grupo, ningún líder puede establecer el valor eterno, excepto vos mismo.
Las catástrofes y la miseria vienen cuando los valores temporales sensorios predominan sobre el valor eterno. El valor permanente, eterno, no es resultado de creencia; vuestra creencia en Dios no significa que estéis experimentando el valor eterno, tan sólo la forma de vuestro vivir mostrará su realidad. La opresión y la explotación, la agresividad y la dureza económica, inevitablemente se suceden cuando la Realidad se ha perdido. La habéis perdido cuando profesando el amor a Dios, disculpáis y justificáis la matanza de vuestros semejantes, cuando justificáis el asesinato en masa en nombre de la paz, y la libertad. Mientras deis importancia suprema a los valores sensorios, existirá conflicto, confusión y dolor. El matar a otro nunca puede ser justificado y perdemos la significación inmensa del hombre cuando los valores sensorios quedan predominantes.
Tendremos miseria y tribulación en tanto que la religión esté organizada de modo que sea parte del Estado, el instrumento del Estado. Eso contribuye a tolerar la fuerza organizada como política del Estado; y así alienta la opresión, la ignorancia y la intolerancia. ¿Cómo puede entonces la religión, aliada con el Estado, cumplir su sola función verdadera, o sea la de revelar y mantener el valor eterno? Cuando la Realidad se pierde y no se la busca, hay desunión y el hombre estará en contra del hombre. La confusión y la miseria no pueden desterrarse por el proceso de olvido a través del tiempo, por la idea consoladora de evolución, que sólo engendra pereza, aceptación cómoda y el deslizamiento continuo hacia la catástrofe; no deberíais permitir que el curso de vuestras vidas sea dirigido por otros, para otros o en aras del futuro. Nosotros somos responsables de nuestra vida, no otro; somos responsables de nuestra conducta, no otro; ningún otro puede transformarnos. Cada uno debe descubrir y tener la experiencia de la Realidad, que es lo único en lo cual hay alegría, serenidad y la sabiduría suprema.
¿Cómo podemos, entonces, llegar a esta experiencia, a través del cambio de las circunstancias externas, o mediante la transformación desde dentro? El cambio exterior implica el dominio del medio ambiente a través de la legislación, la reforma económica y social, a través del conocimiento de hechos y mejoramientos inestables, ya sea por medios violentos o graduales. Pero ¿podrá la modificación de las circunstancias exteriores llegar a producir una fundamental transformación interna? ¿No es necesaria primero esta transformación interna para producir un resultado externo? Podréis, mediante la legislación, prohibir la ambición, ya que ella engendra la crueldad, la afirmación de sí mismo, la competencia y el conflicto; pero, ¿puede desarraigarse la ambición desde fuera? Suprimida en una forma, ¿no se afirmará ella en otra distinta? El motivo interno, el pensamiento-sentimiento privado, ¿no determina siempre lo exterior? Para producirse una pacífica transformación externa, ¿no debería primero efectuarse un profundo cambio psicológico? ¿Puede lo exterior, por más agradable que sea, producir contento duradero? El vehemente anhelo interno siempre modifica lo exterior. Lo que sois psicológicamente, eso es vuestra sociedad, vuestro estado, vuestra religión; si sois concupiscente, envidioso, ignorante, entonces vuestro ambiente será eso que vos sois. Nosotros creamos el mundo en que vivimos. Para que tenga lugar un cambio radical y pacífico, debe haber voluntaria e inteligente transformación interna; este cambio psicológico seguramente no ha de producirse a través de la coacción y si lo fuera, habría entonces tal conflicto interno y confusión, que de nuevo precipitaría a la sociedad al desastre. La regeneración interna debe ser voluntaria, inteligente, no obligada. Debemos buscar primero la Realidad y entonces solamente podrá haber paz y orden en torno nuestro.
Cuando abordáis el problema de la existencia desde fuera, se pone desde luego en marcha el proceso dual; en la dualidad hay conflicto interminable y ese conflicto no hace sino embotar la mente-corazón. Cuando abordáis el problema de la existencia desde el interior no hay división entre lo interno y lo externo, la división cesa porque lo interno es lo externo; el pensador y sus pensamientos son uno, inseparable. Pero nosotros falsamente separamos el pensamiento del pensador y procuramos de ese modo tratar tan sólo con la parte, educar y modificar la parte, esperando que en tal forma transformaremos el total. La parte va haciéndose más y más dividida y así, cada vez existe mayor conflicto, por tanto, debemos preocuparnos con el pensador desde dentro y no con la modificación de la parte, su pensamiento. Pero desgraciadamente la mayoría de nosotros nos encontramos atrapados entre la incertidumbre de lo exterior y la incertidumbre del interior. Esta incertidumbre es lo que debe comprenderse. La falta de certeza de los valores es lo que produce conflicto, confusión y dolor, e impide que sigamos un curso claro de acción bien sea del exterior o de lo interior. Si siguiéramos lo externo dándonos plena cuenta, percibiendo su significación total, entonces ese curso inevitablemente nos llevaría a lo interno; pero desgraciadamente quedamos perdidos en lo exterior por no ser suficientemente flexibles en la indagación de sí mismo. Al examinar los valores sensorios por los cuales son dominados nuestros pensamientos-sentimientos y al volverse conscientes de ellos, sin que haya selección, percibiréis que lo interno se aclara. Este descubrimiento traerá libertad y alegría creadora. Pero este descubrimiento y su experiencia no puede hacerlo otro por vos. ¿Quedaría vuestra hambre satisfecha por presenciar que otro comiera? A través de la propia autopercepción debéis despertar a los falsos valores y descubrir así el valor eterno. Puede haber cambio fundamental interno y externo sólo cuando el pensamiento-sentimiento se desenreda de los valores sensorios causantes del conflicto y dolor.
Las catástrofes y la miseria vienen cuando los valores temporales sensorios predominan sobre el valor eterno. El valor permanente, eterno, no es resultado de creencia; vuestra creencia en Dios no significa que estéis experimentando el valor eterno, tan sólo la forma de vuestro vivir mostrará su realidad. La opresión y la explotación, la agresividad y la dureza económica, inevitablemente se suceden cuando la Realidad se ha perdido. La habéis perdido cuando profesando el amor a Dios, disculpáis y justificáis la matanza de vuestros semejantes, cuando justificáis el asesinato en masa en nombre de la paz, y la libertad. Mientras deis importancia suprema a los valores sensorios, existirá conflicto, confusión y dolor. El matar a otro nunca puede ser justificado y perdemos la significación inmensa del hombre cuando los valores sensorios quedan predominantes.
Tendremos miseria y tribulación en tanto que la religión esté organizada de modo que sea parte del Estado, el instrumento del Estado. Eso contribuye a tolerar la fuerza organizada como política del Estado; y así alienta la opresión, la ignorancia y la intolerancia. ¿Cómo puede entonces la religión, aliada con el Estado, cumplir su sola función verdadera, o sea la de revelar y mantener el valor eterno? Cuando la Realidad se pierde y no se la busca, hay desunión y el hombre estará en contra del hombre. La confusión y la miseria no pueden desterrarse por el proceso de olvido a través del tiempo, por la idea consoladora de evolución, que sólo engendra pereza, aceptación cómoda y el deslizamiento continuo hacia la catástrofe; no deberíais permitir que el curso de vuestras vidas sea dirigido por otros, para otros o en aras del futuro. Nosotros somos responsables de nuestra vida, no otro; somos responsables de nuestra conducta, no otro; ningún otro puede transformarnos. Cada uno debe descubrir y tener la experiencia de la Realidad, que es lo único en lo cual hay alegría, serenidad y la sabiduría suprema.
¿Cómo podemos, entonces, llegar a esta experiencia, a través del cambio de las circunstancias externas, o mediante la transformación desde dentro? El cambio exterior implica el dominio del medio ambiente a través de la legislación, la reforma económica y social, a través del conocimiento de hechos y mejoramientos inestables, ya sea por medios violentos o graduales. Pero ¿podrá la modificación de las circunstancias exteriores llegar a producir una fundamental transformación interna? ¿No es necesaria primero esta transformación interna para producir un resultado externo? Podréis, mediante la legislación, prohibir la ambición, ya que ella engendra la crueldad, la afirmación de sí mismo, la competencia y el conflicto; pero, ¿puede desarraigarse la ambición desde fuera? Suprimida en una forma, ¿no se afirmará ella en otra distinta? El motivo interno, el pensamiento-sentimiento privado, ¿no determina siempre lo exterior? Para producirse una pacífica transformación externa, ¿no debería primero efectuarse un profundo cambio psicológico? ¿Puede lo exterior, por más agradable que sea, producir contento duradero? El vehemente anhelo interno siempre modifica lo exterior. Lo que sois psicológicamente, eso es vuestra sociedad, vuestro estado, vuestra religión; si sois concupiscente, envidioso, ignorante, entonces vuestro ambiente será eso que vos sois. Nosotros creamos el mundo en que vivimos. Para que tenga lugar un cambio radical y pacífico, debe haber voluntaria e inteligente transformación interna; este cambio psicológico seguramente no ha de producirse a través de la coacción y si lo fuera, habría entonces tal conflicto interno y confusión, que de nuevo precipitaría a la sociedad al desastre. La regeneración interna debe ser voluntaria, inteligente, no obligada. Debemos buscar primero la Realidad y entonces solamente podrá haber paz y orden en torno nuestro.
Cuando abordáis el problema de la existencia desde fuera, se pone desde luego en marcha el proceso dual; en la dualidad hay conflicto interminable y ese conflicto no hace sino embotar la mente-corazón. Cuando abordáis el problema de la existencia desde el interior no hay división entre lo interno y lo externo, la división cesa porque lo interno es lo externo; el pensador y sus pensamientos son uno, inseparable. Pero nosotros falsamente separamos el pensamiento del pensador y procuramos de ese modo tratar tan sólo con la parte, educar y modificar la parte, esperando que en tal forma transformaremos el total. La parte va haciéndose más y más dividida y así, cada vez existe mayor conflicto, por tanto, debemos preocuparnos con el pensador desde dentro y no con la modificación de la parte, su pensamiento. Pero desgraciadamente la mayoría de nosotros nos encontramos atrapados entre la incertidumbre de lo exterior y la incertidumbre del interior. Esta incertidumbre es lo que debe comprenderse. La falta de certeza de los valores es lo que produce conflicto, confusión y dolor, e impide que sigamos un curso claro de acción bien sea del exterior o de lo interior. Si siguiéramos lo externo dándonos plena cuenta, percibiendo su significación total, entonces ese curso inevitablemente nos llevaría a lo interno; pero desgraciadamente quedamos perdidos en lo exterior por no ser suficientemente flexibles en la indagación de sí mismo. Al examinar los valores sensorios por los cuales son dominados nuestros pensamientos-sentimientos y al volverse conscientes de ellos, sin que haya selección, percibiréis que lo interno se aclara. Este descubrimiento traerá libertad y alegría creadora. Pero este descubrimiento y su experiencia no puede hacerlo otro por vos. ¿Quedaría vuestra hambre satisfecha por presenciar que otro comiera? A través de la propia autopercepción debéis despertar a los falsos valores y descubrir así el valor eterno. Puede haber cambio fundamental interno y externo sólo cuando el pensamiento-sentimiento se desenreda de los valores sensorios causantes del conflicto y dolor.
Y todo eso se puede conseguir con la MT de Maharissi, como yo mismo lo he conseguido.
ResponderEliminarUn mantra, un sonido, una vibración, consigue colocar nuestra energía, en la dirección correcta, para experimentar la Realidad.
Así como un imán atrae las limaduras de hierro, colocandolas en una posición , que impide el caos de la misma.
Los caminos a Dios son infinitos, yo lo he conseguido con la MT,, pero en todos ellos, se necesita morir al mundo para nacer en Dios.
Se te pide morir, yo acepte, sintiendo la soledad mas brutal y aterradora, y cuando creía que caía en el vacío mas espantoso, sentí como Dios me sustentaba, el gran "monstruo" que me estaba, devorando,hizo....que conforme era comido, me convirtiese en El.
Un abrazo querido Jose Antonio, felicitaciones.
Gracias por compartir tu experiencia, es curiosa la marera arquetípica como la describes, espero que haya sido una fuente de bendición para ti y para que los que los que te rodean.
ResponderEliminarun abrazo también para ti.