POR JOSÉ SÁNCHEZ LUQUE
EL término "repensar" se ha puesto de moda. En época de crisis estamos obligados a repensarlo todo: la economía, las finanzas, la educación, las jubilaciones. También la religión debe ser repensada para encontrar nuevos caminos, nuevos estímulos; para corregir desviaciones que se han ido incorporando a través de siglos y que han desvirtuado y adulterado el verdadero sentido de la religión y del cristianismo. Les comento una luminosa frase de un gran pensador griego, el filósofo Epicuro de Samos, nacido el año 270 a.C. Fue, en algunos aspectos, un innovador. En su academia de filosofía, La Escuela del jardín, admitía a mujeres en contra de lo que era habitual en la escuela platónica y en el Liceo aristotélico. Al parecer el tal Epicuro no era muy creyente, pero en su carta a Meneceo, encontramos un sorprendente pensamiento: "Los dioses no son como la mayoría se los representa… El impío no el que rechaza los dioses de la multitud, sino quien les aplica sus concepciones".
Pienso que la intuición de Epicuro no ha perdido valor. Me parece que durante los veinte siglos de cristianismo, las múltiples tradiciones religiosas, algunas heredadas de las culturas y religiones paganas, se han adulterado con nuestras particulares ideas. Las diversas tradiciones, incorporadas al cristianismo, nos han apartado, de alguna manera, de la Tradición (con mayúscula) que es Jesús de Nazaret y su mensaje. A estas tradiciones les hemos aplicado nuestras concepciones de la divinidad, nuestras apetencias, nuestra mentalidad triunfalista y mercantilista, hasta el punto de convertir la Semana Santa -la pasión y el asesinato de nuestro amado maestro y guía, Jesús- en una semana de interés turístico. ¡No se puede caer más bajo!
Por eso, repensar la Semana Santa debe significar para todos una vuelta a los orígenes, una vuelta al Jesús del Evangelio. De la mano de algunos prestigiosos teólogos, quisiera comunicarles sencillamente lo que significa la vuelta a Jesús. Y comienzo con una frase del filósofo y teólogo Ignacio Ellacuría, mártir de la liberación: "Pertenece esencialmente a la vida y a la misión de Jesús su referencia y pertenencia al mundo de los pobres. Y cuando decimos esencialmente queremos significar que, si no se da esta referencia, queda desvirtuado el mismo Jesús como salvador de la humanidad". Y me pregunto: ¿no estaremos desvirtuando con nuestras diversas tradiciones religiosas, de manera más o menos consciente, el mensaje y la vida del Nazareno?
Otro prestigioso biblista John P. Meier, autor de una preciosa obra en siete tomos con un total de 6.000 páginas, titulada Un judío marginal, escribe: "Jesús abandonó su medio de vida, se convirtió en desocupado, en un carismático itinerante, sin lugar fijo donde reclinar la cabeza… No sorprende que se encuentre con la incredulidad y el rechazo cuando regresa a su pueblo para enseñar en la sinagoga… Jesús se hizo intencionadamente marginal a los ojos de los judíos normales y corrientes de Palestina". Por eso "sufre la muerte de un excluido" (Pannenberg). "Desde el punto de vista romano Jesús sufrió la espantosa muerte de los esclavos y rebeldes A los ojos de los judíos cayó bajo la maldición de Dios que maldice al que está colgado" (Meier).
Otro lúcido teólogo, el español Julio Lois, presidente de la benemérita Asociación de teólogos y teólogas Juan XXIII, nos dirá: "Lo decisivo no está en saber que Jesús se hizo pobre con los empobrecidos, pero no para sacralizar la pobreza sino para superarla por ser contraria a la voluntad de Dios. Lo decisivo es vivir en consecuencia con este saber, siguiéndole a él, caminando tras sus huellas". John Dominic Crossan, prestigioso y renovador biblista católico norteamericano, autor, entre otros muchos libros, de Un campesino judío, pone en labios de Jesús de Nazaret estas sugestivas palabras: "He leído tu libro, amigo Domingo, lo que has escrito sobre mí, y me parece bastante bueno. Pero te pregunto: ¿Estás preparado para vivir tu vida según mi visión de las cosas? Y el teólogo le contestó: Me falta todavía valor. Jesús le responde: Gracias, Domingo, por no falsificar mi mensaje para adecuarlo a tus incapacidades. Esto ya es algo. Y Domingo preguntó: ¿No es bastante? La respuesta fue: No, Domingo, no es suficiente".
Repensar la Semana Santa debería significar, a mi modesto entender, tres cosas: 1) Convencernos del compromiso solidario de Jesús con los empobrecidos. 2) La opción por los pobres y su justa causa forma parte esencial e irrenunciable del seguimiento de Jesús, esto es, de nuestro ser cristiano y de nuestro ser cofrade. 3) La credibilidad de la fe cristiana, en una sociedad con tantas desigualdades de todo tipo, depende de que los creyentes personal y comunitariamente, vivamos con autenticidad esta opción. Todo esto nos debería llevar a repensar nuestra Semana Santa. ¡Que no se diga que después de 23 siglos sigue teniendo razón el pensador ateniense!
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