Por Juan Subercaseaux
Sintetizando parte de reciente ponencia de José Comblin, denominada: “La Iglesia y los carismas según s. Pablo”, dictada en Sao Paulo en marzo de 2009, creo que se puede afirmar que en su origen las iglesias cristianas fueron- y por ello hoy en día deben ser- democráticas.En el inicio, los discípulos de Jesús no creían necesario dar un nombre a su reunión. Eran judíos, miembros del pueblo elegido de Israel.
Dentro de Israel ellos eran los seguidores del camino de Jesús. Esperaban el reino de Dios anunciado por Jesús. El reino no vino. Apareció más distante que lo previsto. El concepto de reino de Dios fue transferido para el día en que se realizaría realmente el fin de este mundo y el advenimiento del nuevo, esperado como gran milagro de Dios. Aparecía un tiempo intermediario. Los discípulos no podían esperar simplemente ese día bastante distante. Vivían en la tierra, la vida terrestre continuaba. Fue necesario darse un nombre sobre todo cuando entraron paganos convertidos y los discípulos se apartaron de la ortodoxia judaica.
De acuerdo a las cartas auténticas de Pablo : (Romanos, 1 y 2 Corintios, 1 Tesalonicenses, Filipenses y Filemón) escritas más o menos 20 años después de la muerte de Jesús, Pablo dio a sus comunidades un nombre que era común a todas y expresaba la unidad entre todas. Pablo adoptó el nombre de “ekklesía”. Era genial, porque esa palabra era muy significativa.
La palabra “ekklesía” tenía un solo significado. Era la asamblea del pueblo reunido, del “demos”, para gobernar la ciudad. No tenía otro significado. Tomando esa palabra Pablo sabía muy bien lo que hacía. No escogió ningún nombre religioso. Había asociaciones religiosas de diversos tipos en aquel tiempo en las ciudades griegas. Pero Pablo sabía que no venía a establecer en la ciudad una religión, un culto. La religión, el culto no interesaban. Para Pablo el culto de los discípulos de Jesús era su vida. Pablo venía para llamar a todos para formar un pueblo. Las comunidades de una ciudad representaban un pueblo, el pueblo de Dios en esa ciudad. Eran el verdadero pueblo, formando el verdadero “demos” aunque fuesen todavía una minoría insignificante. Pero Pablo miraba lejos con una fe invencible. Allí estaba el pueblo, en esa asamblea de los discípulos que era la asamblea del pueblo.
Las comunidades eran un pueblo que formaba “ekklesía”, esto es se gobernaban a sí mismos, sin jefes, sin personas que mandaban. Era la verdadera realización del ideal griego de ciudad. Los discípulos formaban entre ellos una auténtica “democracia” realizando el ideal nunca alcanzado por los griegos que admitían la esclavitud y la división de clases.
La verdadera traducción de “ekklesía” debía ser “democracia”. En cada ciudad los discípulos de Jesús forman una democracia. Sin embargo no hubo traducciones: en latín tomaron la palabra griega que perdió su sentido: “ecclesia”, lo que en castellano fue transformado en “iglesia”. La palabra “iglesia” no significa nada, no dice nada. Se transformó en el nombre de una institución.
Quien está en la Iglesia católica puede percibir hasta qué punto nos alejamos de los orígenes cristianos. Hoy quien considera que la Iglesia es y debe ser una democracia, será condenado como hereje. Estamos exactamente en el extremo opuesto de las comunidades cristianas primitivas.
En la “democracia” cristiana todos eran iguales, todos podían hablar, todos podían intervenir en las decisiones tomadas por la asamblea. Era realmente el advenimiento de la libertad, el núcleo de un nuevo pueblo, de una nueva humanidad. Las comunidades no se reunían para hacer un culto, para practicar una religión, sino para convivir unos con los otros en la fraternidad de un pueblo de iguales. Vivir juntos era la razón de esas reuniones. Había naturalmente una comida en común porque vivir juntos es comer juntos.
Lo que más se aproxima a la “ekklesía” de los orígenes, fueron las llamadas comunidades eclesiales de base, una realización de la cual no se tenía más noticia desde la edad media aunque fuese realizada en ciertas iglesias reformadas, sobretodo en los Estados Unidos.
Santiago, Octubre 2009
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