La Cruz es uno de los símbolos fundamentales del cristianismo, por supuesto, no es simplemente una seña de identidad, es un misterio, una manera de transmitir una experiencia más allá de las palabras.
Como se dice en el zen “cuando el sabio señala la luna con el dedo, el necio se fija en el dedo y no en la luna”. Algo de esto ha pasado con la cruz, se ha convertido en un signo religioso de la identidad cristiana, y se ha ido convirtiendo en un adorno más o menos elaborado, siendo en ocasiones “adorada” como si de un amuleto mágico se tratara. En torno a ella, toda una serie de proyecciones de nuestro inconsciente (deseo de muerte, masoquismo…) ha encontrado un caldo de cultivo adecuado y ha sido utilizada por los que viven desde un proyecto egoico, buscando el poder, el prestigio o el dinero, utilizando las energías que la religión puede movilizar, para sostener las estructuras de dominación de unos sobre otros.
La experiencia de la cruz quiere dar a conocer, en primer lugar, el carácter de experiencia mística que fundamenta el cristianismo. El cristianismo relativiza la religión y descubre que la experiencia de Dios se da fuera de los medios instituidos por la religión oficial. Es más, denuncia el carácter inhumano a que puede llegar una religión absolutizada.
Jesús muere fuera de la ciudad santa, de una manera ignominiosa (la cruz va destinada a los peores criminales, a los que la Escritura considera malditos), rodeado de criminales, considerado blasfemo y antirreligioso. Para el judío piadoso era la prueba de la falsedad de Jesús.
El cristiano tiene que romper todos sus esquemas religiosos egoicos, que no van más allá de las dimensiones racionales y emocionales, para descubrir en el Cristo crucificado al Mesías de Dios. Sólo quien es capaz de superar su apego a la razón y a sus emociones, y sus apegos religiosos, e ir a la propia vida como lugar privilegiado de encuentro con Dios, es capaz de encontrar en la experiencia de Cristo en la Cruz un lugar de encuentro con Dios. Un lugar de experiencia mística en la vida, en especial en aquello que el ego cree más alejado de Dios (lo secular, profano, lo pobre, lo feo…).
La Cruz nos llama a buscar la mística, a centrarnos en ella por encima de toda forma religiosa (aunque no necesariamente al margen de la religión), ya que ésta puede ser obstáculo cuando se absolutiza. Pero ¿Qué mística? Algunos han querido hacer de la cruz una exaltación de la humillación, del sufrimiento y la resignación. Jesús aparece como un esclavo que se humilla ante un Dios tiránico que exige sumisión y sufrimiento.
Se ha conseguido invertir el significado de la cruz para que sirva a los intereses de los poderosos, de los centrados en el ego. En realidad, la cruz denuncia ese proyecto de dominación y masoquismo, como un proyecto de muerte que se opone a Dios. Jesús muere porque la imagen de Dios que predica, un Dios Padre amigo del hombre y en especial de los pobres, pone en tela de juicio la ideología religiosa dominante que sustenta al poder político.
Cristo se une a las víctimas, a los excluidos, en su muerte, denunciando al sistema religioso y político que es capaz de “asesinar” al mismo Dios, cuando se pone de parte de los explotados.
La mística de la cruz es una mística encarnada, una mística que encuentra a Dios en la vida cotidiana, profana y secular y que lleva a una praxis de compromiso con los excluidos, como hizo Jesús, siguiendo el proyecto de Dios que busca el bien del hombre. Cristo muere en la cruz por enfrentarse al sistema dominante y denunciarlo, rompiendo la imagen de un Dios Juez y Tirano por el de un Padre común de todos, que busca la hermandad y fraternidad de los hombres, el Reino.
El verdadero sentido de la cruz impide al cristianismo convertirse en una mera especulación o ideología, nos lleva a buscar la experiencia mística de un Dios amigo y promotor del bien humano y a encarnar nuestra experiencia, a vivir una ortopraxis más que a reducir el cristianismo a una ortodoxia, algo puramente mental que no transforma la realidad interna ni externa.
Una praxis de identificación, como Cristo, con las víctimas, los excluidos, combatiendo el dolor y la injusticia, no desde el ego sino como expresión de nuestro más profundo ser que es comunión con el corazón de todos y todas las cosas. Un Dios que ama más a quien sufre más, como es justo,y se compromete en liberarle de su sufrimiento, incluso a costa de “su vida”.
La mística cristiana conduce a una praxis ética, un ética que no se realiza desde la idea del “deber”, impuesto por la colectividad, (heretónoma) o de la pura búsqueda de la “felicidad” individual y subjetiva (autónoma), sino una ética ontónoma, que es expresión del propio ser, que se descubre en la experiencia mística de encuentro con la más profunda realidad de uno mismo, con Cristo, y en Cristo, con todas las cosas. Una ética así tiene efectos en la propia interioridad, de forma que la experiencia mística cristiana no es una mera experiencia interna, necesita de un compromiso ético y social para alcanzar su plenitud (siempre relativa).
La Cruz nos recuerda que el cristianismo es una “mística política”, como ha sido definido por algunos teólogos (Metz), una mística encarnada, integral, que abarca las dimensiones internas y externas, individuales y colectivas, cuya mejor expresión es el compromiso con los más excluidos, como “lugar” dónde hay más sufrimiento y, por lo tanto, es más fuerte el deseo de Dios por sanar ese dolor haciéndose preente en él mediante la solidaridad de los hermanos. Una mística cuyo centro no es el culto, ni el dogma ni las normas religiosas, sino la vida, la existencia diaria abierta a los demás y a lo mejor de nosotros mismos, comprometidos en la búsqueda de la eliminación del mayor sufrimiento posible y la mayor realización integral (incluyendo al dimensión espiritual) del hombre, es decir, de la mayor humanización posible.
La Cruz culmina en una ética integral de la liberación personal y social, y sin ella, la mística cristiana es incompleta, cuando no un engaño interesado.
No me vienen casi palabras para redondear más tu aportación, querido José Antonio.
ResponderEliminarBásicamente me reafirmo en esa dimensión de l Cristianismo más allá de religiones como ese encuentro con CRISTO en nuestro ser...para vivir desde su realidad...que luego sentimos que es la nuestra... esencia y raíz en nuestro Camino, en nuestro segumiento...ese aspecto de interioridad que sin el cual todo se queda en patrones, ceremonias, encuentros...como en una superficie sin fondo genuino.
Que bien lo manifiestas cuando dices :
" La mística cristiana conduce a un praxis ética...una ética que es expresión del propio ser, que se descubre en la experiencia mística
de encuentro con la más profunda realidad de uno mismo, con Cristo y en Cristo, con todas las cosas..."
Muy a menudo me pregunto qué debe pensar JESUS...o mejor qué debe sentir al ver todo este panorama....
Para mi la Cruz es esa CRISTO resucitado como capacidad de trascender el mal...a través incluso de ello.... Una cualidad de la positividad -de sumar beneficio... el signo de la suma es también la cruz + - a pesar de toda apariencia contraria... trascendiendola y reconvertirla en algo constructivo, elevador, ese centro que se manifiesta a pesar de toda dirección opuesta.
Y luego ese compromiso del que hablas -personalmente me habría de comprometer más pienso- de que todo ello ha de servirnos y ser la causa para acercarnos a los demás no sólo de obra sino como trnsformación interna de la Compasión..de la Gran Compasión que ÉL nos enseñó... un nivel no dual en el que no me siento separado del otro...y me lleva a estar a su lado a modo de defensa, apoyo, protección...ser útiles y beneficiosos a los demás..eso es ser Cristiano.
Lo llevamos a la práctica...o sólo se queda en altruistas palabras que calman nuestro ego de toda su separatividad y egocentrismo personal...?
Esa Actividad del Espiritu en nosotros debería ser permanente...estar disponibles a ÉL me refiero...eso es para mi lo que CRISTO nos mostró en sus palabras y acciones...en su beneficio a los demás sanando, enseñando a trascender apariencias, en ver más allá de ellas..inclusop de la propia vida terrenal...en la Vida del Espíritu... Ese para mi es su Gran contenido... Amar al PADRE, nuestro origen...Trascender el mal...Beneficiar a los
demás... y nacer a la Vida Espiritual a través de esa comprensión interna de todo ello...de ÉL.
Perdona mis poco discernimento...tu blog siempre me supera...y gracias a ello, aprendo...me enseñas.
Gracias siempre... y un Abrazo sincero...
Carmen
Gracias a ti, danzarina de la Vida.
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