"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

viernes, 5 de febrero de 2010

Tentaciones de la nueva espiritualidad,por J. A. Heredia Otero o. p.






Si la espiritualidad se sitúa fuera del ámbito de la vida deja de ser espiritualidad. De aquí que sea normal que la vida espiritual tenga sus propias tentaciones, las cuales casi siempre van en la línea del desentendimiento de la realidad intramundana o del otro, para refugiarse en un espiritualismo desencarnado. En general, podemos decir que es sospechosa una espiritualidad sin incidencia en la realidad histórica y sin compromiso ético. Sería una especie de "hedonismo místico".

En este sentido, la presencia de la dimensión moral en la vida cristiana es lo que permite avisar a la espiritualidad de esos peligros que la acechan y convertir de ese modo la experiencia religiosa en fuerza de transformación histórica. Entre otras "tentaciones" se han destacado las siguientes:Tentación del "dualismo". Ésta ha sido una tentación permanente en la antropología cristiana, el utilizar esquemas de carácter dualístico. De este modo se ha distinguido y separado lo "corporal" de lo "espiritual". Es más, el dualismo normalmente se ha deslizado hacia el maniqueísmo: sólo es bueno lo espiritual, mientras que lo corporal es despreciable. Plantear la espiritualidad cristiana según este esquema, es negar, prácticamente, la bondad de lo creado por Dios e introducir una fisura en la unidad integral del ser humano y cristiano.Contraposición entre "lo humano" y lo divino". El dualismo antropológico tiene su correlato en el dualismo teológico. Lo divino en el hombre no se opone a lo más valioso y profundamente humano que existe en él. Adentrarse por los caminos de la espiritualidad no supone "alejarse" cada vez más de la realización humana. Las "nadas" de San Juan de la Cruz no llevan a la negación de lo verdaderamente humano, sino a su iluminación y a su realización más elevada.

Individualismo y elitismo. Son otros dos peligros en los que con frecuencia ha caído la espiritualidad cristiana. Al interpretar la espiriualidad como obligación y como camino de salvación, es normal enfatizar el ámbito individual como el lugar de ese dinamismo de obligación y de salvación. Por otra parte, la exigencia de "interiorización" puede ser comprendida y vivida como una retirada necesaria a las zonas meramente individuales. El elitismo añade al individualismo la connotación de "perfeccionismo de segregación". La comprensión de la espiritualidad cristiana como perfección se ha deslizado, a veces, hacia la distinción (y separación) entre perfectos e imperfectos (entre "consejos" y "preceptos") y hacia la arrogancia del elitismo.

Espiritualidad comprometida

Una manera de superar estas tentaciones creo que podría ser una espiritualidad de la lucha por la justicia. Si la espiritualidad es vida, la vida ha de ser para todos. La justicia como sinónimo de vida es lo contrario a la injusticia, que es sinónimo de muerte.Cristo es fiel al Padre y fiel a los pobres y marginados. He ahí la síntesis de la vida cristiana: paso de la muerte a la vida, y pasamos de la muerte a la vida en la medida en que amamos, sobre todo cuando amamos a los más pobres. Los pobres son el sacramento de Dios, luego amar a los pobre es amar a Dios y es también amarnos a nosotros mismos. Por eso en la lucha por la justicia tenemos un cauce adecuado para vivir una espiritualidad auténtica.Ahora bien el justo es el que conforma su ser y su hacer a la voluntad de Dios: en el culto a Dios, en las relaciones comunitarias, en el uso de las cosas. La justicia no se limita a las relaciones económicas, sino que es también deuda de fe de fidelidad, de adoración y culto, de respeto y observancia de los mandamientos de Dios. Es deuda de amor, de respeto, de servicio, de perdón, de reconciliación, de comunión con los demás miembros de la comunidad, según el modelo de la Alianza.

Pero la justicia y el amor no son simples emociones o sentimientos que acontecen en nuestra intimidad, sino que tienden a manifestarse, a hacerse evidentes. Así los bienes de la tierra no son solamente para nosotros, sino que son para ser compartidos, comunicados. Por tanto, la justicia y el amor que deseamos para nosotros y para los demás, es decir nuestra espiritualidad, tiene su prueba de fuego en la comunicación de los bienes materiales. Creo que es por ahí por donde habrá que expresar la viviencia de nuestra fe, y la comunión con Dios y con nosotros mismos, pues haciendo el bien y promoviendo la justicia es como estaremos bien con nosotros y aumentará también nuestra autoestima hasta limites cada vez más amplios .

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el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.