‘De lo que NO se quiere ser’
Es preciso reconocer que las problemáticas intraeclesiales son las que más están afectando a los cristianos más lúcidos de la actualidad. La lista de problemas es por demás larga y conocida y aunque los medios de comunicación han dejado expuesto el escándalo de los abusos sexuales de sacerdotes y obispos, esto seguramente no es lo que más escandaliza al Pueblo creyente.
Por el contrario, escandaliza más el centralismo eclesial, el creciente debilitamiento de las Iglesias locales y de sus Conferencias Episcopales, el poco respeto a los derechos humanos dentro de la Iglesia, la doctrina del magisterio sobre sexualidad y moral sexual (celibato, matrimonio, anticonceptivos, homosexualidad, etc) y bioética, el alejamiento de la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar, el proceso para el nombramiento de obispos de Roma, la exclusión de la mujer del ministerio y de muchos espacios de decisión eclesial, el freno de las voces más proféticas (entre los teólogos, en la vida religiosa e incluso entre los obispos), la obsesión por la ortodoxia y la falta de dialogo con el mundo de la ciencia, la búsqueda del poder y de la ‘seguridad eclesial’, el freno a las teologías periféricas, la forma actual del ejercicio del primado, el mantenimiento de las estructuras de Cristiandad medieval (Estado vaticano, nuncios, cardenales, etc), el estancamiento del ecumenismo, el miedo al diálogo interreligioso, la poca aceptación de la opinión publica y del ‘disenso’ en la Iglesia, el escaso espacio concedido a los laicos, el cerrar el camino a otros tipos de ministerios, incluso la ordenación de hombres maduros casados (viri probati), el alejamiento de la Iglesia de los pobres y el alineamiento de la jerarquía con gobiernos no sólo conservadores sino ultraconservadores y dictatoriales y finalmente el eclesiocentrismo de una Iglesia que se muestra más preocupada de sus derechos o intereses que de los del pueblo y de los pobres, entre muchas otras.
A estas problemáticas internas, deben sumarse algunas causas extreclesiales que completan aún más el panorama de la crisis irreversible del actual modelo eclesial. Es que la crisis eclesial actual debe situarse dentro del contexto más amplio de los profundos cambios socioculturales de nuestro tiempo. La Iglesia, que en Concilio Vaticano II se abrió tímidamente a la Modernidad, se encuentra hoy desconcertada ante los avances de la técnica, de la globalización y de la nueva mentalidad posmoderna.
Por el contrario, escandaliza más el centralismo eclesial, el creciente debilitamiento de las Iglesias locales y de sus Conferencias Episcopales, el poco respeto a los derechos humanos dentro de la Iglesia, la doctrina del magisterio sobre sexualidad y moral sexual (celibato, matrimonio, anticonceptivos, homosexualidad, etc) y bioética, el alejamiento de la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar, el proceso para el nombramiento de obispos de Roma, la exclusión de la mujer del ministerio y de muchos espacios de decisión eclesial, el freno de las voces más proféticas (entre los teólogos, en la vida religiosa e incluso entre los obispos), la obsesión por la ortodoxia y la falta de dialogo con el mundo de la ciencia, la búsqueda del poder y de la ‘seguridad eclesial’, el freno a las teologías periféricas, la forma actual del ejercicio del primado, el mantenimiento de las estructuras de Cristiandad medieval (Estado vaticano, nuncios, cardenales, etc), el estancamiento del ecumenismo, el miedo al diálogo interreligioso, la poca aceptación de la opinión publica y del ‘disenso’ en la Iglesia, el escaso espacio concedido a los laicos, el cerrar el camino a otros tipos de ministerios, incluso la ordenación de hombres maduros casados (viri probati), el alejamiento de la Iglesia de los pobres y el alineamiento de la jerarquía con gobiernos no sólo conservadores sino ultraconservadores y dictatoriales y finalmente el eclesiocentrismo de una Iglesia que se muestra más preocupada de sus derechos o intereses que de los del pueblo y de los pobres, entre muchas otras.
A estas problemáticas internas, deben sumarse algunas causas extreclesiales que completan aún más el panorama de la crisis irreversible del actual modelo eclesial. Es que la crisis eclesial actual debe situarse dentro del contexto más amplio de los profundos cambios socioculturales de nuestro tiempo. La Iglesia, que en Concilio Vaticano II se abrió tímidamente a la Modernidad, se encuentra hoy desconcertada ante los avances de la técnica, de la globalización y de la nueva mentalidad posmoderna.
‘De lo que SI se quiere construir’
Ante esta crisis irreversible de la Iglesia Católica en su modelo conservador tradicional (y predominante) urge encontrar una propuesta positiva que posibilite ‘con realismo’ la construcción otro modelo “alternativo y liberador”. No se trata de salirse, ni siquiera de pensar en una Iglesia paralela. Sería no haber aprendido las lecciones de la historia y seguir traicionando el evangelio de Jesús que pidió que todos fuéramos uno para que el mundo creyese (Jn 17,21).
Se trata de construirlo al interior de la misma con lo mejor de los aprendizajes adquiridos luego de dos mil años de rica historia. No seremos ni los primeros,
ni los últimos que trabajemos por esto. Ya lo hizo San Pablo, San Francisco… y lo hicieron en el siglo XX los padres del Concilio.
El camino es desde dentro y a largo plazo. La motivación para seguir luchando dentro de la Iglesia, lejos del miedo o la necesidad, debe ser la responsabilidad pastoral de caminar con el pueblo pobre y excluido, para quienes muchas veces la Iglesia es su única esperanza.
Más que nunca el Pueblo de Dios necesita de los teólogos, de los pastores, religiosos, religiosas y laicos todos, comprometidos con la ‘causa liberadora del evangelio’, y con la anhelada ‘Iglesia de los pobres’.