Es curioso cómo, de manera más o menos espontánea, se ha ido produciendo el encuentro entre el Zen y la espiritualidad cisterciense a lo largo del siglo XX. Aunque, bien mirado, el Zen y Císter son dos espiritualidades que sin tener un contacto histórico tienen una perspectiva, en muchos aspectos, similar: sencillez, austeridad, búsqueda de la experiencia contemplativa… lo cual puede facilitar mucho el diálogo y comprensión mutuos.
No hay duda que ha sido T. Merton el primero que ha difundido el zen entre los cistercienses y que ha sido bajo su influencia que los encuentros entre monjes cistercienses y monjes zen se han ido propiciando. Merton nos dejó dos libros muy conocidos sobre zen y cristianismo: Místicos y maestros zen y El Zen y los pájaros del Deseo, que son prueba de su comprensión del zen y de la tradición cristiana.
Más reciente es la relación del zen y del monje cisterciense Thomas Keating, quien conoció el zen a través del maestro Sasaki Roshi, que acudía al monasterio cisterciense de Spencer (EE.UU) para dar retiros o sesshin a los monjes que estaban interesados.
Hoy los contactos son muy numerosos, muchos monjes cistercienses acuden a sesshin zen y también monjes zen visitan monasterios católicos. Pero me interesa fijarme en estos dos monjes, Merton y Keating, porque son representativos de dos actitudes que los cristianos han asumido habitualmente tras el encuentro con el zen.
Merton mantiene al zen y al cristianismo en diálogo, sin unirlos pero en mutua relación. Ahora bien, no quiere hacer mezclas o sincretismos que deformen el zen y el cristianismo, falseándolos. Zen y cristianismo están llamados a dialogar e influirse mutuamente sin pretender explicar el zen desde el cristianismo o el cristianismo desde el zen. En la práctica esto supone conservar el rostro occidental del cristianismo y el rostro japonés u oriental del zen. El cristiano que conozca el zen será “profeta de dos lenguas” dicen algunos, hablará dos lenguas espirituales diferentes aunque con equivalencias entre ellas que permiten la traducción de la una a la otra y que enriquecen a quien conoce ambas experiencias, que en lo profundo son una.
Keating, representa otra de las actitudes cristianas ante el zen, aquella que se inspira en sus prácticas y estilo para dar un nuevo impulso a la mística cristiana. La oración centrante de Keating no pretende, en absoluto, ser zen pero está muy influida por el zen. Aquí, por lo tanto, se trataría de ser enriquecidos con el zen para redescubrir la mítica cristiana, sin abandonarla ni integrarse en el zen de forma completa.
Ambas son posturas legítimas y dan frutos valiosos. Sin embargo, no agotan todas las posibilidades que surgen del encuentro entre el zen y el cristianismo. Existe también en occidente un zen que no quiere limitarse a repetir más o menos el zen japonés sino que quiere adaptarse plenamente a Occidente y a la espiritualidad cristiana sin dejar de ser zen. Willigis Jäger podría ser un ejemplo de esta línea de zen occidental o secular, que no se limita a reproducir el zen japonés.
No se trata de mezclar y confundir sino de crear algo nuevo pero plenamente legítimo, un zen cristiano u occidental. Un zen diferente al japonés y budista, pero plenamente zen. Un zen impulsado por cristianos o por laicos que descubren un rostro zen oculto en el cristianismo o en la mística occidental (por ejemplo, con la existencia de auténticos koan en los evangelios y en la tradición mística occidental) y un rostro cristiano (o humanista) en el zen japonés, con la existencia de algunos maestros japoneses más o menos marginados por al corriente principal del zen, que emplean un lenguaje más personalista en su descripción de la experiencia zen. Y es que el diálogo, si es un auténtico encuentro, siempre transforma a los que lo viven y produce cambios, algo nuevo. Esto nuevo sería este zen occidental, laico y cristiano.
También el carisma cisterciense puede participar de este movimiento. Y en esta dirección es en la que también algunas personas vinculadas al carisma cisterciense y al zen queremos ir trabajando, intentando que pueda ser posible un zen cisterciense, respetuoso con ambas tradiciones, que renueve e impulse el carisma cisterciense y el zen para que, en unión, puedan ser, para quienes se sienten identificados con ambas espiritualidades, una de las vías de difusión de la experiencia espiritual en la sociedad actual, en vistas a trabajar por el Reino en términos cristianos o a vivir desde la mente compasiva original, en términos zen.
No hay duda que ha sido T. Merton el primero que ha difundido el zen entre los cistercienses y que ha sido bajo su influencia que los encuentros entre monjes cistercienses y monjes zen se han ido propiciando. Merton nos dejó dos libros muy conocidos sobre zen y cristianismo: Místicos y maestros zen y El Zen y los pájaros del Deseo, que son prueba de su comprensión del zen y de la tradición cristiana.
Más reciente es la relación del zen y del monje cisterciense Thomas Keating, quien conoció el zen a través del maestro Sasaki Roshi, que acudía al monasterio cisterciense de Spencer (EE.UU) para dar retiros o sesshin a los monjes que estaban interesados.
Hoy los contactos son muy numerosos, muchos monjes cistercienses acuden a sesshin zen y también monjes zen visitan monasterios católicos. Pero me interesa fijarme en estos dos monjes, Merton y Keating, porque son representativos de dos actitudes que los cristianos han asumido habitualmente tras el encuentro con el zen.
Merton mantiene al zen y al cristianismo en diálogo, sin unirlos pero en mutua relación. Ahora bien, no quiere hacer mezclas o sincretismos que deformen el zen y el cristianismo, falseándolos. Zen y cristianismo están llamados a dialogar e influirse mutuamente sin pretender explicar el zen desde el cristianismo o el cristianismo desde el zen. En la práctica esto supone conservar el rostro occidental del cristianismo y el rostro japonés u oriental del zen. El cristiano que conozca el zen será “profeta de dos lenguas” dicen algunos, hablará dos lenguas espirituales diferentes aunque con equivalencias entre ellas que permiten la traducción de la una a la otra y que enriquecen a quien conoce ambas experiencias, que en lo profundo son una.
Keating, representa otra de las actitudes cristianas ante el zen, aquella que se inspira en sus prácticas y estilo para dar un nuevo impulso a la mística cristiana. La oración centrante de Keating no pretende, en absoluto, ser zen pero está muy influida por el zen. Aquí, por lo tanto, se trataría de ser enriquecidos con el zen para redescubrir la mítica cristiana, sin abandonarla ni integrarse en el zen de forma completa.
Ambas son posturas legítimas y dan frutos valiosos. Sin embargo, no agotan todas las posibilidades que surgen del encuentro entre el zen y el cristianismo. Existe también en occidente un zen que no quiere limitarse a repetir más o menos el zen japonés sino que quiere adaptarse plenamente a Occidente y a la espiritualidad cristiana sin dejar de ser zen. Willigis Jäger podría ser un ejemplo de esta línea de zen occidental o secular, que no se limita a reproducir el zen japonés.
No se trata de mezclar y confundir sino de crear algo nuevo pero plenamente legítimo, un zen cristiano u occidental. Un zen diferente al japonés y budista, pero plenamente zen. Un zen impulsado por cristianos o por laicos que descubren un rostro zen oculto en el cristianismo o en la mística occidental (por ejemplo, con la existencia de auténticos koan en los evangelios y en la tradición mística occidental) y un rostro cristiano (o humanista) en el zen japonés, con la existencia de algunos maestros japoneses más o menos marginados por al corriente principal del zen, que emplean un lenguaje más personalista en su descripción de la experiencia zen. Y es que el diálogo, si es un auténtico encuentro, siempre transforma a los que lo viven y produce cambios, algo nuevo. Esto nuevo sería este zen occidental, laico y cristiano.
También el carisma cisterciense puede participar de este movimiento. Y en esta dirección es en la que también algunas personas vinculadas al carisma cisterciense y al zen queremos ir trabajando, intentando que pueda ser posible un zen cisterciense, respetuoso con ambas tradiciones, que renueve e impulse el carisma cisterciense y el zen para que, en unión, puedan ser, para quienes se sienten identificados con ambas espiritualidades, una de las vías de difusión de la experiencia espiritual en la sociedad actual, en vistas a trabajar por el Reino en términos cristianos o a vivir desde la mente compasiva original, en términos zen.
Hola José Antonio,
ResponderEliminarA veces me pregunto si es posible algún tipo de integración entre prácticas de oriente y occidente, sin que ambas pierdan su esencia original... Esta experiencia de la que hablas, parece hacerlo posible, y dado que lo estás experimentando, no hay nada mejor que apelar a la propia experiencia personal.
En mi blog estamos debatiendo sobre el tema de las raíces cristianas y lo de irse a las religiones orientales (ya sé que aquí no hablas de esto, pero algo tiene que ver). Te invito a ti y a quienes estén paseando por tu web a pasaros por mi blog y a aportar algo al debate en el que estamos.
Un abrazo
Maribel
http://maribelium.blogspot.com
Hola Maribel.
ResponderEliminarYa he dejado mi contribución a vuestro interesante debate.
Un saludo
las etiquetas nos separan, yo soy yo en un seshin y en una eucaristia..... yo soy, soy, es, ser....
ResponderEliminarHola José Antonio, nunca antes te había visitado y realmente me sentí muy cómoda en tu espacio, la libertad de expresión, el Amor y la Devoción se intuyen al leerte.
ResponderEliminarabrazos Luminosos
Adriana Alba
espero algun dia pases a conocer mi espacio.
http://descubriendonuestrointerior.blogspot.com
Me gustaría mucho poder establecer en mí un diálogo entre mi practica zen y mi fe cristiana, pero me siento como obrero que excava, con mucho trabajo, agujeros para después, con mucho esfuerzo también, cubrirlos de nuevo con tierra; y al final es como el famoso velo de Penelope. Siento como si el zen y el cristianismo remaran en el mismo sentido, pero en direcciones contrarias.
ResponderEliminarMe gustaría ser libre para comer de todos los frutos del jardín, pero me da miedo comer del árbol prohibido y encontrarme desnudo y solo.
A veces intentamos abstraer la sustancia de la forma, pero esto es muy dificil. ¿Cuál es la sustancia del cristianismo sin las formas filósoficas, culturales, de pensamiento? Sería algo muy diferente a lo que conocemos. Igual creo que pasa con el Zen, ¿Qué es el zen sin el budismo del que forma parte, que es su forma, su origen? Al final tendriamos la experiencia de los fundadores, pero una experiencia que no se puede trasmitir ni vivir.
Me estoy enrrollando. Lo único que quiero es dar mi apoyo a la ilusión del diálogo entre zen y cristianismo, esperando que vosotros seáis más valiente que yo.