"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

domingo, 20 de junio de 2010

El necesario compromiso político del cristiano, por Francisco Margallo, teólogo.





Los teólogos que mejor conocen la teología surgida del Concilio Vaticano II nos recuerdan que el mensaje bíblico, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento está cargado de acentos utópicos y de crítica social.


Utopía es para ellos el término que mejor recoge los anhelos de felicidad humana, que se encuentran en la tradición judeocristiana, por lo que lamentan que durante siglos los eclesiásticos, y con ellos los místicos cristianos, hayan esperado en el más allá el fin de los sufrimientos y el comienzo de una vida nueva. Esto lo consideran una aberración privatizadora de la fe cristiana, que ofrece innumerables testimonios de la esperanza mesiánica en un futuro mejor para toda la humanidad en la tierra.

En este sentido, y sirviéndose de los documentos conciliares, se esfuerzan en hacernos comprender que las cuestiones públicas no están al margan de la fe, que ha de activarse continuamente en favor de una sociedad más justa y solidaria a escala planetaria. Incluso llegan a decir que si no se presta más atención a la problemática social, no hay redención del hombre de nuestro tiempo.

La Constitución pastoral sobre la Iglesia, que es el documento emblemático del Concilio, insiste repetidamente en que los ciudadanos no podemos rehuir el compromiso político, si queremos humanizar la sociedad.


El origen de la comunidad política lo sitúa dicha constitución en la impotencia que sienten los individuos, las familias y grupos de la sociedad civil para realizar aislados una vida plenamente humana y en la necesidad de una comunidad mayor en la que todos conjuguen sus esfuerzos para una realización más perfecta del bien común.

En síntesis, la comunidad política y el compromiso de los ciudadanos en ella se fundamenta en la naturaleza social del ser humano. Juan XXIII en la Pacem in Terris lo considera un deber inherente a la condición personal. De modo que tanto por su ser personal libre, como por su naturaleza social, el hombre y la mujer están llamados a tomar parte activa en la vida pública.

El documento conciliar citado pide que los ciudadanos estén activos en la vida pública, atentos al bien común y la paz social e insiste en que se eduque también a los jóvenes para que todos, como miembros de la comunidad política, contribuyan a su bien, aunque no se dediquen a la política profesional.


A los que ejercen ese arte tan difícil y noble que es la política les pide que se preparen para ello y lo ejerzan con olvido del propio interés y con integridad moral (GS 73-76).

4 comentarios:

  1. Utopía, una palabra a la que deberíamos vaciar de significado. Utopía un vocablo al que deberíamos declarar pieza de museo semántico en el plano personal, social, político y religioso.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Pues no lo sé Fernando, depende de lo que entendamosm por utopía, una fantasía, una ideologización sectaria que manipula la realida para adaptarla a sus intereses o un valor a conseguir que moviliza lo mejor de nosotros.

    Es verdad que cierto abuso del término lo puede hacer cansino y vacío. También es cierto que una a sociedad puramente eficacista y consumista, que siente pereza por "los ideales", puede cansarle el término, pero no por buenas razones.

    Bernardo Olivera, nuestro anterior abad general creía que aún era un término con sentido, utopía no era lo que era imposible sino las posibilidades que aún no se han conseguido pero pueden realizarse. En ese sentido puede ser un bien que estilmule lo mejor de nosotros y de la sociedad. El Reino de Dios sería la utopía cristiana hacia la que deberíamos caminar sabiendo que nunca se alcanza totalmente.

    ResponderEliminar
  3. Sí estoy de acuerdo. Prefiero llamar sueño realizable en la acción. Me alegra que D. Bernardo Olivera lo considere así también. Pero cuando me refiero a desechar esa palabra es porque cuando se expresan esos deseos y sueños te tachan de utópico, como si nada fuera posible hacer y como si hubiese que resignarse para no cambiar nada, y tuviésemos que refugiarnos en el individualismo, porque es imposible llegar a la utopía. Yo quiero luchar contra esto.
    Gracias y un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Sí es verdad lo que dices, a veces también la crítica al pensamiento utópico tiene algo de razón, sobre todo cuando la utopía es una construcción teórica y abstracta, nacida de las proyecciones del ego.

    La utopía (el no lugar) y la mística están muy relacionadas, pienso que la mística realista (que no sea una evasión d ela realidad) es un buen camino para vivir una utopía e intentar evitar los riegos de los utopismo ideológicos abstractos y avanzar en al Utopía del corazón y el compromiso con la realidad y el otro/Otro.

    abrazos.

    ResponderEliminar

Hola, Bienvenid@s.


Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


Mi camino...

el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.