"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

La Navidad nos recuerda la chispa divina que habita en nuestra humanidad. La visión del Maestro Eckhart, según Brian J. Pierce


La Chispa Divina

Para Eckhart, el ser humano es más que una criatura de Dios. Es un portador de lo divino, es alguien que lleva por dentro la presencia de Dios. Hay un texto de San Pablo que resalta esta misma idea: “Ahora bien, Dios, que dijo ‘brille la luz en medio de las tinieblas’, es el que se hizo luz en nuestros corazones para que en nosotros se irradie la gloria de Dios, como brilla en el rostro de Cristo. Con todo, llevamos este tesoro en vasos de barro, para que todos reconozcan la fuerza soberana de Dios y no parezca como cosa nuestra” (2 Co 4, 6-7). Hay dos puntos claves en este texto: primero, Dios se hizo luz en nuestros corazones. Hay un reconocimiento aquí de una presencia divina en el corazón humano. Y acompañando este primer punto va una imagen muy rica de San Pablo: el tesoro lo llevamos en un vaso de barro. Llevamos el tesoro de la luz divina envuelto en nuestra humanidad. La mayoría de nosotros se siente más vaso de barro que portador de lo divino, pero lo maravilloso es que somos las dos cosas. El regalo de la vida de Dios lo llevamos en la fragilidad de nuestra humanidad. El tesoro del Verbo se hizo carne y sigue encarnándose hoy en el corazón humano.

Eckhart, empleando una de sus imágenes favoritas, y partiendo del simbolismo bíblico de la luz, llama a ese tesoro una chispa, una pequeña luz, un pedacito de la divinidad de Dios. Dice Eckhart: “Hay en el alma un poder que en sí mismo es libre, una pequeña chispa... libre de todo nombre y vacía de todas las formas... Ahí, Dios florece eternamente, y es siempre verde en su divinidad” (8: 76). Y en otra parte añade: “Hay un poder en el alma que se une con Dios: es la chispa” (32a: 237-8). La palabra alma para Eckhart se refiere a esa dimensión del ser humano destinada a vivir siempre (en el “Eterno Ahora”) en comunión con Dios. Hoy podríamos llamar a esa dimensión usando distintos nombres también: el centro de nuestro ser, el corazón, el espíritu, etc. La chispa es la presencia de Dios que habita en el alma.

Esta chispa es lo que se ha llamado tradicionalmente en el pensamiento judeo-cristiano la Imagen de Dios (Imago Dei). Podríamos llamarla también la presencia del Espíritu Santo, ese soplo del aliento de Dios que recibimos al ser creados (Gn 2, 7). Esta chispa divina se hace presente desde nuestra concepción como ser humano; es sembrada en la tierra de nuestra humanidad como la pequeña semilla de mostaza (Mt 13, 31), y mezclada en nuestra masa humana como la levadura (13, 33). Es muy importante para la teología mística de Eckhart y otros/as recordar que la chispa divina es parte íntegra de nuestro ser. No es algo añadido o ganado. Como partícipes de la obra creadora de Dios, somos también, junto con todo ser viviente, la tierra por donde fluye la presencia real de Dios como un río. La gracia del bautismo cristiano destapa o despierta en nosotros la experiencia activa y consciente de una presencia latente.

4 comentarios:

  1. Hola José Antonio:

    "Recordar que la chispa divina es parte íntegra de nuestro ser"...en qué parte del camino lo olvidamos y nos creímos "hijos adoptivos" de Dios?...por ahí va asomando también el motivo por el cual Maestro Eckhart fue amonestado y olvidado por una estructura religiosa que eligió el camino de la separatividad y nos inventó un dios afuera.

    Es muy esclarecedora la obra de Brian Pierce donde sigue un paralelo de la mística de Eckhart y Thich Nhat Hanh, hicimos un retiro en Buenos Aires dirigido por él y nos cautivó con su apertura, calidez y sensibilidad. Gracias por traerlo y ayudar a conocerlo.


    Un abrazo.

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  2. hola José Antonio:
    Comprobar, como cada vez mas personas, somos conscientes de nuestra realidad divina, me llena de alegría.
    Un abrazo. Miguel Angel Soro Falces

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  3. Hola José Antonio:

    Un tema muy interesante el que traes a colación. Y, como vemos, importante: somos materia y espíritu. Por tanto, hay que amar tanto al espíritu, cuanto a la materia en la que se ha encarnado ese espíritu. El error de la tradición ortodoxa del cristianismo (y esto se percibe también en los movimientos gnósticos cainitas, naasenos, etc.) es el demonizar una parte de la totalidad, la Materia, en favor de su contraria, el Espíritu. Claro, la demonización de María Magdalena no podía ser sino la consecuencia lógica de semejante tendencia y, con ello, se demonizan la sexualidad y los ciclos vitales. De ahí que, por ley de opuestos, vivamos en una época en la que el nuevo dios al que se adora es la Materia y se practique el sexo compulsivo, ciego e indómito.
    No digo que esta fase de la evolución de la consciencia no haya tenido que ser, probablemente, necesaria. Pero es hora de que se trabaje en la conjunción de los contrarios. Y el artículo que nos traes a colación apunta en esa dirección.

    Un saludo

    José Antonio Delgado

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  4. Hola a todos:

    Pues me alegra mucho Delia que conozcas al autor, debe ser alguien muy especial e interesante. Como dice san Agustín no es que seamos cristianos es que somos cristo. esta idea es fundamental en el crsitianismo, es una pena que se olvide con frecuencia.

    Pues sí Miguel, es para alegrarse, la iluminación es descubrir esta realidad y en el zen muchas veces va acompañada de la risa, de la carcajada liberadora.

    Totalmente de acuerdo, José Antonio, vivimos una época demasiado mental o abstracta y parece qeu caminamos hacia una visión integral, que complemente la sabiduría del cuerpo y de la mente, de la razón y el corazón, del individuo y la comunidad, de lo femenino y lo masculino.

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Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


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