Una de las situaciones actuales más dolorosas para muchos cristian@s es ver cómo la Iglesia institucional se posiciona, en muchas ocasiones, ante la sociedad como una institución privilegiada, aliada de las clases dominantes, que le ofrecen apoyos interesados a cambio de su “legitimación” moral del actual sistema económico, el sistema que nos ha llevado a la crisis, pues la crisis es inevitable en un modelo económico como el nuestro.
Toda situación de privilegio genera enfado y resentimiento en los demás, lógicamente, y es indudable que la institución católica cuenta con un trato legal muy favorable en España: El Estado recauda sus impuestos, paga a los profesores de religión, está obligado a tener capellanes católicos en el ejército, la Iglesia no tiene que pagar el IBI, actúa como notario en algunas comunidades autónomas como en Navarra…
Es evidente que no se puede reducir la labor de los miembros de la Iglesia sólo a estos aspectos, pero estos aspectos empañan, en gran parte, la actividad solidaria y liberadora que muchos y muchas cristian@s realizan a diario. Son muchos los cristianos que no son partidarios de esta manera de estar presente en la sociedad. Podríamos decir que, seguramente, son la mayoría los cristianos que reclaman que la iglesia católica esté claramente con los menos favorecidos y renuncie a cualquier posición legal que pueda parecer privilegio o alianza con los poderes dominantes. Esto es lo que pedía el Concilio Vaticano II a través de la Gaudium et Spes, que se renunciara a cualquier trato de favor, aún legal, para no empañar la misión de la iglesia que es ser signo e instrumento del Reino, anuncio y construcción de un mundo sin injusticias en comunión con Dios, el hombre y el cosmos, ser iglesia con y de los pobres.
Creo que, en muchos casos, estos posicionamientos de los responsables eclesiales se deben a que los análisis, que realizan estas personas con responsabilidad en la Iglesia, utilizando los instrumento propios de la socialdemocracia, del liberalismo o del neoconservadurismo imperante, son manifiestamente equivocados y reduccionistas. Es lo que la teología de la liberación descubrió, que nuestros instrumentos habituales de análisis de la sociedad y de la economía, difundidos por medios de comunicación o universidades occidentales como los únicos válidos, están claramente orientados a justificar el modelo social capitalista ( y legitimar así a las minorías sociales privilegiadas que lo sostienen) y ocultan, más que desvelan, la verdadera naturaleza de los problemas que vivimos. La teología de la liberación descubrió que el análisis marxista era y es el instrumento más adecuado para analizar la sociedad capitalista actual desde la óptica de los pobres, que es (o debería ser) la óptica del cristiano y de la Iglesia.
Recientemente veía un video (llamado “simiocracia”) que es un ejemplo de estos análisis superficiales, analizaba el video la crisis económica en España de un modo reduccionista, como si la razón de la crisis la tuviera la incompetencia y la inmoralidad de políticos y directivos de los bancos (que por supuesto que también han contribuido a ella es en muchos casos). Pareciera que pretendiera, de este modo, salvar el modelo económico en el que estamos, sin profundizar más para preguntarse cómo es posible que esta incompetencia e inmoralidad esté aparentemente tan generalizada. ¿No será que el sistema es inmoral en sí mismo? Esto es lo que nos dice el análisis marxista: que, aunque haya personas que intenten actuar con honradez, y sean mayoría, y aunque tuviéramos a los políticos y banqueros más inteligentes del mundo, el sistema en el que vivimos es estructuralmente injusto, ineficaz e inmoral, de manera que mientras tengamos un sistema capitalista siempre habrá una minoría que domine a una mayoría, y siempre habrá crisis económicas que se lleven por delante a los menos favorecidos; y no es necesario creer que haya una mano oculta que maneje los hilos, es la injusticia y el desorden estructural el que de un modo casi impersonal hace que unos pocos se lucren a costa de muchos, devorándose a su vez entre ellos (como vemos que ocurre ahora entre las diversas altas burguesías del mundo).
Esta falta de un instrumento de análisis adecuado puede determinar que la Iglesia institucional, en ocasiones, se deje enredar por los diversos poderes económicos y políticos dominantes, y no defienda adecuadamente la posición de los pobres frente a ellos. Para tentarla más, estos poderes le ofrecen, de modo interesado por parte de los donantes, un trato favorable si se mantiene dentro de los límites que ellos, las clases dominantes, señalen, claro. Estas alianzas con los poderosos son el verdadero origen de muchas actitudes anticristianas posteriores, que identifican el cristianismo con este modo injusto de actuar. Por otro lado, en el momento que algún representante cualificado de la iglesia comienza a denunciar a estas clases dominantes (p. e. Monseñor Romero) la Iglesia pasa a ser perseguida por ellas, que antes eran tan supuestamente fieles a la institución.
Creo que no es este modelo de alianza con los poderes sociales y económicos el que encaja mejor en sentir de la mayoría de los católicos hoy. También dentro de la Iglesia una minoría se impone, en ocasiones, al sentir de la mayoría, que reclama un posicionamiento claro del lado de los pobres y a favor de otro modelo social y económico, que no genere tanta injusticia como éste.
Entre los cristianos de a pie y muchos no cristianos, que buscan una sociedad más justa, hay muchas más coincidencias que diferencias. Habría pues que unir fuerzas y no caer en la trampa de quienes quieren que cristianos y no cristianos, renovadores, se enfrenten entre ellos, para que no se unan contra el modelo social actual. No caigamos en la trampa. El enemigo es la injusticia y no la fe o la no fe.